Siria es un país ubicado en el Oriente Medio, en la costa del mar Mediterráneo, bordeado desde el norte y hasta el oeste por Turquía, Irak, Jordania, Israel y el Líbano. Es una de las regiones habitadas más antiguas del mundo, y los hallazgos arqueológicos han datado la primera ocupación humana en alrededor de hace 700.000 años. En la cueva de Dederiyeh, cerca de Alepo, se han hecho varios hallazgos significativos, como huesos, lo que sitúa la ocupación de los neandertales en la región en ese momento, y muestra una ocupación continua del yacimiento durante un período considerable.
La primera evidencia de humanos modernos, representada por hallazgos de esqueletos humanos, cerámica y herramientas toscas, aparece hace unos 100.000 años. Parece haber habido migraciones masivas por toda la región que afectaron a las diversas comunidades, pero, como no hay un registro escrito del período, se desconocen las causas, si es que las hubo. Estas migraciones han sido sugeridas por los hallazgos arqueológicos en toda la región, que muestran cambios significativos en la fabricación de cerámica y herramientas encontradas en diversos yacimientos. Sin embargo, estos desarrollos podrían explicarse fácilmente mediante el intercambio cultural entre las tribus de una región o simplemente como desarrollos similares en el proceso de fabricación en lugar de una migración a gran escala. El historiador Soden observa lo siguiente:
Los académicos han buscado deducir los desarrollos particularmente importantes (p. ej., las migraciones poblacionales) a partir de cambios culturales que se pueden observar en los restos arqueológicos, en especial en los materiales cerámicos (...). No obstante, el estilo cerámico puede presentar cambios frecuentes y considerables, incluso si no hay otros pueblos presentes. (13)
Se cree que el cambio climático en la zona hace unos 15.000 años puede haber influido en la decisión de los seres humanos de abandonar su estilo de vida cazador-recolector por uno agrícola, o que las tribus migrantes introdujeron la agricultura en distintas regiones. Soden escribe lo siguiente: «Denominamos "prehistóricas" a aquellas épocas en las que la escritura todavía no existía, sin que por esto supongamos que aún no tuvieron lugar sucesos de gran importancia» (13). La teoría de la migración masiva es importante porque explica cómo la agricultura se expandió por la región cuando lo hizo, pero, de nuevo, esta teoría está lejos de estar comprobada. Sin embargo, está claro que ya había una civilización agraria próspera en la región antes de la domesticación de los animales en alrededor de 10.000 a.C.
Siria era una región comercial importante con puertos en el Mediterráneo, apreciada por una sucesión de imperios mesopotámicos.
El nombre y la historia antigua
En los inicios de su historia escrita, la región era conocida como Eber Nari («al otro lado del río») por los mesopotámicos e incluía la actual Siria, el Líbano e Israel (conocida colectivamente como el Levante). Eber Nari aparece mencionada en los libros bíblicos de Esdras y Nehemías, así como en los informes de los escribas a los reyes asirios y persas. Algunos académicos afirman que el nombre moderno de Siria se deriva del hábito de Heródoto de referirse a toda la Mesopotamia como «Asiria» y, tras la caída del Imperio asirio en 612 a.C., la parte occidental siguió llamándose «Asiria» hasta después del Imperio seléucida, cuando pasó a ser conocida como «Siria». Esta teoría se ha disputado debido al reclamo de que el nombre proviene del hebreo, y los pueblos de la tierra eran conocidos como «siriones» por los hebreos debido a la armadura de metal que utilizaban sus soldados («sirión» significa armadura, específicamente la cota de malla, en hebreo). También existe la teoría de que «Siria» se deriva del nombre sidonio para el monte Hermón («Sirión»), que separaba las regiones del norte de Eber Nari y el sur de Fenicia (el Líbano moderno, del cual Sidón era parte), y también se ha sugerido que el nombre proviene del sumerio «Saria», que era su nombre para el monte Hermón. Dado que Heródoto no habría conocido las designaciones de «Sirión» y «Saria», y como sus Historias tuvieron un gran impacto en los escritores posteriores de la antigüedad, es más probable que el nombre moderno de «Siria» se derive de «Asiria» (que proviene del «Ashur» acadio y designaba a la deidad asiria principal) y no de las palabras hebrea, sidonia o sumeria.
Los primeros asentamientos de la zona, como Tell Brak, datan de al menos 6000 a.C. Hace mucho que se sostiene que la civilización empezó en el sur de Mesopotamia, en la región de Sumeria, y luego se extendió al norte. Sin embargo, las excavaciones en Tell Brak han desafiado esta perspectiva, y los académicos están divididos sobre si la civilización realmente empezó en el norte o si podría haberse desarrollado de forma simultánea en ambas zonas de Mesopotamia. Todavía se acepta ampliamente la declaración de que, en palabras del académico Samuel Noah Kramer, «la historia empieza en Sumeria»; sin embargo, debido a la certeza de la presencia del llamado pueblo de El Obaid en el sur de Mesopotamia antes del surgimiento de las comunidades del norte, como Tell Brak. Este debate continuará hasta que se desentierren pruebas más concluyentes de desarrollos anteriores en el norte, y, actualmente, ambos lados del argumento ofrecen lo que parecen ser pruebas concluyentes para sus afirmaciones respectivas. Hasta el descubrimiento de Tell Brak (excavado por primera vez por Max Mallowan en 1937-1938 d.C.), no había dudas sobre los orígenes de la civilización en Mesopotamia, y ciertamente es posible que futuros hallazgos en los países modernos que una vez conformaron la Mesopotamia ayuden a decidir sobre este punto; sin embargo, en este momento, la evidencia de que la civilización empezó en Sumeria parece mucho más concluyente.
Castillo de Palmira
djtomic (CC BY-NC-SA)
Las dos ciudades más importantes en la Siria antigua eran Mari y Ebla, ambas fundadas por las ciudades de Sumeria (Mari en el quinto milenio y Ebla en el tercer milenio a.C.); además, en ambas se utilizaba la escritura sumeria, se adoraban deidades sumerias y se vestían a la moda sumeria. Estos dos centros urbanos eran depósitos de vastas colecciones de tablillas cuneiformes, escritas en acadio y en sumerio, en las que se registraba la historia, la vida cotidiana y las transacciones comerciales del pueblo; también incluían cartas personales. Cuando se excavó Ebla en 1974 d.C., se encontró que el palacio había sido quemado y, al igual que en el caso de la famosa biblioteca de Asurbanipal en Nínive, el fuego coció las tablillas de arcilla y las preservó. En Mari, luego de su destrucción por Hammurabi de Babilonia en 1759 a.C., las tablillas quedaron enterradas bajo los escombros y permanecieron intactas hasta su descubrimiento en 1930 d.C. Juntas, las tablillas de Mari y Ebla proporcionaron a los arqueólogos una comprensión relativamente completa de la vida en Mesopotamia en el tercer milenio a.C.
Ambas ciudades se fundaron hacia 4000-3000 a.C. y, para 2500 a.C., eran centros comerciales y culturales importantes.Sargón el Grande (2334-2279 a.C.) conquistó la región y la absorbió en su Imperio acadio. Todavía está en discusión si fue Sargón, su nieto Naram-Sin o los propios habitantes de Ebla los primeros que destruyeron las ciudades durante la conquista acadia, un debate que continúa hace varias décadas; independientemente de quién fue, ambas ciudades sufrieron daños significativos durante la época del Imperio acadio y resurgieron bajo el control de los amorreos tras su caída en el segundo milenio a.C. Fue en este momento cuando Siria pasó a ser conocida como la Tierra de Amurru (los amorreos). Los amorreos continuarían considerando la tierra como propia y haciendo incursiones en el resto de Mesopotamia durante toda su historia, pero también continuarían arrebatándole el control de la región de Siria. Como se la reconocía como una región comercial importante con puertos en el Mediterráneo, fue apreciada por una sucesión de imperios mesopotámicos. El reino hurrita de Mitanni (hacia 1475-1275 a.C.) fue el primero en tomar el control de la zona y construir (o reconstruir) la ciudad de Washukanni como su capital. Fueron conquistados por los hititas bajo el reinado del rey hitita Suppiluliuma I (1344-1322 a.C.), quien puso a soberanos hititas en el trono de Mitanni.
Mapa de Mesopotamia, 2000-1600 a.C.
P L Kessler (Copyright)
Egipto había tenido relaciones comerciales con Siria durante mucho tiempo (los hallazgos arqueológicos en Ebla confirman el comercio con Egipto ya desde 3000 a.C.) y se enfrentó a los hititas en varias batallas por el control de la región y el acceso a las rutas y los puertos comerciales. Suppiluliuma I había tomado Siria antes de la conquista de los mitanios y, desde sus bases allí, hizo incursiones costa abajo por todo el Levante y amenazaba las fronteras de Egipto. Como las fuerzas hititas y egipcias eran igual de potentes, ninguna pudo sacar ventaja hasta la muerte de Suppiluliuma I y de su sucesor Mursilli II, y los reyes que les siguieron no pudieron mantener el mismo nivel de control.
La famosa batalla de Kadesh en 1274 a.C. entre los egipcios y los hititas por el enclave comercial de Kadesh, en Siria, fue un empate.
La famosa batalla de Kadesh en 1274 a.C. entre los egipcios y los hititas por el enclave comercial de Kadesh, en Siria, fue un empate. Aunque ambos lados declararon la victoria, ninguna consiguió su objetivo, un hecho que probablemente fue observado por la otra potencia creciente en la región: los asirios. El rey asirio Adad Nirari I (1307-1275 a.C.) ya había expulsado a los hititas de la región anteriormente controlada por los mitanios, y su sucesor, Tukulti-Ninurta I (1244-1208 a.C.), derrotó definitivamente a las fuerzas hititas en la batalla de Nihriya en alrededor de 1245 a.C. Tras la caída de los hititas, los amorreos intentaron afirmar su control y ganaron y perdieron terreno ante los asirios durante los siglos siguientes hasta que el Imperio asirio Medio subió al poder, conquistó la región y la estabilizó. Esta estabilidad política se vio perturbada por las invasiones de los pueblos del mar y el colapso de la Edad del Bronce hacia 1200 a.C., y las regiones mesopotámicas cambiaron de manos con distintas fuerzas invasoras (como la conquista elamita de Ur en 1750 a.C., que le puso fin a la cultura sumeria). Esta inestabilidad en la región continuó hasta que los asirios obtuvieron la supremacía con el ascenso del Imperio neoasirio bajo el rey Adad Nirari II (912-891 a.C.). Los asirios expandieron su imperio por toda la región, incluido el Levante, y, a la larga, terminaron controlando Egipto.
Tras la caída del Imperio asirio en 612 a.C., Babilonia asumió el control de la región, incluido el norte y el sur de su ciudad, con la conquista de Siria y la destrucción de Mari. El historiador Paul Kriwaczek escribe cómo, después de que Babilonia conquistara Asiria, «la mitad occidental del dominio de Asiria seguía llamándose la provincia de Asiria y, más tarde, Siria, tras perder su vocal inicial. El Imperio persa retuvo este nombre, como también lo hizo el imperio de Alejandro y su sucesor, el estado seléucida, y el Imperio romano, que lo heredó» (207). En esta época, los arameos conformaban la mayoría en Siria, y su alfabeto, que había sido adoptado por el rey asirio Tiglat-Pileser III para reemplazar el acadio en el imperio, proporcionó la historia escrita de la región. Los fenicios, antes de esta época, habían ocupado las regiones costeras de Siria, y su alfabeto, que se había fusionado con el de los arameos (junto con palabras prestadas del acadio), se volvió la escritura que heredaron los griegos.
Tablilla sobre el diluvio de la epopeya de Gilgamesh
Babilonia controló la región de 605 a 549 a.C. hasta la conquista persa y el ascenso del Imperio aqueménida (549-330 a.C.). Alejando Magno conquistó Siria en 332 a.C. y, tras su muerte en 323 a.C., el Imperio seléucida gobernó la región. La siguiente gran potencia fue Partia hasta que, debilitada por los reiterados ataques de los escitas, su imperio cayó. Tigranes el Grande (140-55 a.C.) del reino de Armenia, en Anatolia, fue bien recibido por el pueblo de Siria como su liberador en 83 a.C. y controló la tierra como parte de su reino hasta que Pompeyo el Grande tomó Antioquía en 64 a.C. y anexó a Siria como provincia romana. El Imperio romano la conquistó por completo en 115-116 d.C. Los amorreos, arameos y asirios conformaban la mayor parte de la población en este momento y tuvieron un impacto significativo en las tradiciones religiosas e históricas de Oriente Próximo. El historiador Kriwaczek cita la obra del profesor en asiriología Henry Saggs en el siguiente escrito:
Allí donde fuera posible, los descendientes de los campesinos asirios construyeron aldeas nuevas sobre las ciudades antiguas y continuaron la vida agrícola de acuerdo con las tradiciones de las ciudades anteriores. Después de siete u ocho siglos y tras varias vicisitudes, estos pueblos se volvieron cristianos. Estos cristianos y las comunidades judías esparcidos entre ellos no solo mantuvieron viva la memoria de sus predecesores asirios, sino que también combinaron sus tradiciones con las de la Biblia. Efectivamente, la Biblia llegó a ser un factor poderoso para mantener viva la memoria de Asiria. (207-208)
El historiador Bertrand Lafont, entre otros, ha observado el «paralelismo que a veces es evidente entre el contenido de las tablillas de Mari y las fuentes bíblicas» (Bottero, 140). Kriwaczek, Bottero y muchos académicos e historiadores anteriores, desde el descubrimiento de la mayor parte de la antigua Mesopotamia en el siglo XIX y el hallazgo de las tablillas de Ebla en el siglo XX, han escrito hasta el cansancio sobre la influencia directa de la historia mesopotámica en las narrativas bíblicas, de modo que, en este punto, no hay dudas de que las historias populares como la caída del hombre, Caín y Abel, el gran diluvio y muchos otros relatos de la Biblia se originaron en mitos mesopotámicos. Tampoco hay duda de que el patrón del monoteísmo ilustrado en la Biblia existió previamente en Mesopotamia a través del culto al dios Ashur, y de que esta idea de una sola deidad todopoderosa sería un motivo detrás de la declaración (que se ha disputado) de que los asirios fueron los primeros en aceptar el cristianismo y establecieron un reino cristiano porque ya estaban familiarizados con la idea de un dios omnipresente y transcendente que podía manifestarse en la tierra con otra forma. Kriwaczek clarifica este punto de la siguiente manera:
Con esto, no quiero decir que los hebreos tomaran prestada la noción de un solo Dios omnipotente y omnipresente de sus predecesores asirios; solo que su nueva teología estaba lejos de ser un movimiento religioso totalmente revolucionario y sin precedentes. La tradición judeo-cristiana-islámica que empezó en la Tierra Santa no era una ruptura total con el pasado, sino que se desarrolló a partir de ideas religiosas que ya se habían asentado en el norte de la Mesopotamia de la Edad del Bronce Tardía y la Edad del Hierro Temprana: la perspectiva mundial del reino asirio, que diseminaría su fe, así como su poder, por todo Asia occidental durante los siglos siguientes. (231)
El pueblo de Siria mantuvo este legado que, según se afirma, podría haber influido en las representaciones de los reyes, las batallas y los sucesos registrados en el Viejo Testamento e incluso en la visión del dios resucitado, como se describe en el Nuevo Testamento. Saúl de Tarso, quien más tarde se convertiría en el apóstol Pablo y luego en San Pablo, era un ciudadano romano de Tarso en Siria que afirmaba haber tenido una visión de Jesús mientras se dirigía a Damasco (también en Siria). El primer centro importante del cristianismo surgió en Siria, en Antioquía, y las primeras misiones evangélicas partieron de esa ciudad. Académicos como Hyam Maccoby (y, antes, Heinrich Graetz en su Historia de los judíos) han sugerido que el apóstol Pablo sintetizó el judaísmo y las religiones mistéricas mesopotámicas (en especial la asiria) y creó la religión que terminó siendo conocida como el cristianismo. Si se aceptan estas declaraciones, entonces el panbabilonismo (la perspectiva histórica de que la Biblia se deriva de fuentes mesopotámicas) le debe su existencia al pueblo de Siria, que habría ayudado a diseminar la cultura mesopotámica.
Siria fue una provincia importante de la República romana y, más tarde, del Imperio romano. Tanto Julio César como Pompeyo el Grande favorecían la región y, tras el ascenso del imperio, se la consideraba una de las regiones más esenciales debido a sus rutas y puertos comerciales del mar Mediterráneo. En la primera guerra judeo-romana de 66-73 d.C., las tropas sirias tuvieron una función decisiva en la batalla de Beth Horon (66 d.C.), donde las fuerzas rebeldes judías los emboscaron y masacraron. Los romanos respetaban a los guerreros sirios por su habilidad, valor y efectividad en la batalla, y la pérdida de una legión convenció a Roma de la necesidad de enviar a la fuerza completa del ejército romano contra los rebeldes de Judea. En 73 d.C., Tito acabó brutalmente con la rebelión con una pérdida tremenda de vidas. La infantería siria también ayudó a acabar con la revuelta de Bar-Cojba en Judea (132-136 d.C.) después de lo cual el emperador Adriano exilió a los judíos de la región y renombró a Siria comoPalestina por los enemigos tradicionales del pueblo judío.
Tres emperadores posteriores eran sirios de nacimiento: Heliogábalo (que reinó entre 218 y 222 d.C.), Alejandro Severo (que reinó entre 222 y 235 d.C.) y Filipo el Árabe (244-249 d.C.). El emperador Juliano (361-363 d.C.), el último emperador no cristiano de Roma, le prestó especial atención a Antioquía como centro cristiano e intentó, sin éxito, apaciguar la lucha religiosa entre los paganos y los cristianos de la región que él, sin querer, había promovido. Tras la caída del Imperio romano de Occidente, Siria pasó a formar parte del Imperio de Oriente, o bizantino, y continuó como centro importante de comercio. En el siglo VII d.C., el islam empezó a diseminarse por la región a través de las conquistas árabes y, en 637 d.C., los musulmanes derrotaron a los ejércitos del Imperio bizantino en la batalla del Puente de Hierro a orillas del río Orontes, en Siria. Esta probó ser la batalla decisiva entre los bizantinos y los musulmanes y, tras la caída y captura de Antioquía, Siria fue absorbida por el califato Rashidun.
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Conquista omeya, siglos VII y VIII d.C.
Romain0 (Public Domain)
Al principio, el cambio de gobierno de los bizantinos a los musulmanes no afectó a la mayoría de la población. Los conquistadores musulmanes toleraban otras creencias y permitieron que se siguiera practicando el cristianismo. Sin embargo, los no musulmanes no tenían permitido servir en el ejército Rashidun y, como este ofrecía un empleo estable, es posible que la mayoría de la población se convertiera al islam simplemente para conseguir trabajo. Esta teoría se ha disputado, pero hubo una conversión constante de la mayoría de la población al islam. El Imperio islámico se diseminó rápidamente por toda la región, y Damasco se convirtió en la capital; esto causó una prosperidad sin precedentes para toda Siria que, en ese entonces, se había dividido en cuatro provincias para facilitar su gobierno. En 750 d.C., la dinastía omeya fue derrocada por otra facción musulmana, los abasíes, y la capital se mudó de Damasco a Bagdad, lo que causó un declive económico en toda la región. El árabe se proclamó como el idioma oficial de la región de Siria, y el arameo y el griego cayeron en desuso.
El nuevo gobierno musulmán estaba ocupado con asuntos de todo el imperio, y las ciudades de la región de Siria se deterioraron. Las ruinas y ciudades romanas, que todavía existen en la actualidad, se abandonaron al construir represas que desviaron el agua de comunidades antes vitales. La región antigua de Eber Nari ahora era la Siria musulmana y, durante los siglos siguientes, el pueblo continuaría sufriendo invasiones de diversos caudillos militares y facciones políticas que luchaban por el control de los recursos de la región sin ninguna consideración por la impresionante historia de la tierra, la preservación de esa historia y esos recursos, o la población que vivía allí; esta situación es una que continúa perturbando la región, de formas diversas, hasta el presente.
Soy traductora pública, literaria y científico-técnica de inglés al español y me apasiona todo lo relacionado con la arqueología, la historia y la religión.
Joshua J. Mark es cofundador y director de contenido de la World History Encyclopedia. Anteriormente fue profesor en el Marist College (Nueva York), donde enseñó historia, filosofía, literatura y escritura. Ha viajado a muchos lugares y vivió en Grecia y en Alemania.
Mark, J. J. (2014, junio 17). Antigua Siria [Ancient Syria].
(E. Rua, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-390/antigua-siria/
Estilo Chicago
Mark, Joshua J.. "Antigua Siria."
Traducido por Eliana Rua. World History Encyclopedia. Última modificación junio 17, 2014.
https://www.worldhistory.org/trans/es/1-390/antigua-siria/.
Estilo MLA
Mark, Joshua J.. "Antigua Siria."
Traducido por Eliana Rua. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 17 jun 2014, https://www.worldhistory.org/syria/. Web. 01 may 2025.
Licencia y derechos de autor
Escrito por Joshua J. Mark, publicado el 17 junio 2014. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.