Creta es una isla situada en el Mediterráneo oriental, donde floreció la influyente civilización minoica durante la Edad de Bronce, brillando con su peculiar arquitectura y arte. Zona relevante del mundo griego durante el periodo arcaico, Creta declinó en importancia durante el periodo clásico, pero emergió de nuevo como gran centro cultural durante la época romana, convirtiéndose en una provincia del Imperio y centro de la cristiandad antigua. Hoy, la isla posee extraordinarios yacimientos arqueológicos que incluyen Cnosos, Festo y Gortina, todos ellos con importantes restos arquitectónicos que sobreviven como prueba elocuente de una larga y azarosa historia.
La Creta minoica
La evidencia más antigua de presencia humana en la isla se remonta hacia el 7000 AEC, cuando colonos procedentes de Anatolia llegaron a sus costas. Pero la primera cultura reconocida es la minoica, que nos ofrece algunas de las leyendas más famosas de la antigüedad, así como su arquitectura y artesanía, que influirían en muchas civilizaciones mediterráneas posteriores. Los minoicos emergieron hacia el año 2000 AEC, y se convirtieron en una de las culturas mediterráneas más prósperas durante la Edad de Bronce. La agricultura y el comercio promovieron la formación de grandes centros de poder en Cnosos, Festo, Malia, Zakro y otros lugares, donde se construyeron enormes edificios palaciales para centralizar el comercio local. Estas estructuras, de hasta dos y tres pisos de altura, se extendían a lo largo de varios kilómetros cuadrados, y estaban decoradas con hermosos frescos. Es muy probable que algún tipo de administración central organizase la recolección y almacenamiento de productos como vino, aceite, cereal, metales preciosos y cerámica. El Lineal A, escritura aún no descifrada, es otro indicador de una sofisticada cultura política y mercantil. La falta de murallas fortificadas sugiere que se daba una convivencia pacífica entre los diferentes centros, aunque el hallazgo de cabezas de flecha, armaduras y cascos apunta a cierta preocupación en cuanto a asuntos bélicos.
Los palacios minoicos muestran evidencias de una destrucción causada por terremotos hacia el 1700 AEC, después de la cual fueron reconstruidos. Los palacios eran edificios monumentales bien equipados con amplios patios, columnatas, escaleras, criptas sagradas, patios de luces, sistemas de drenaje y extensos almacenes para grandes tinajas de cerámica, los pithoi, e incluso zonas de «teatro» para celebrar espectáculos públicos. La complejidad de estos palacios, el deporte del salto del toro y la adoración de este animal, como parece indicar la presencia de figuras de cuernos por todas partes, así como de dobles hachas (labrys), todo esto debió originar la leyenda recogida en la mitología griega del rey Minos, gobernante de Cnosos, y del héroe Teseo que mató al minotauro alojado en el laberinto de dicha ciudad. Otros rasgos de la religión minoica, además de los toros, subrayan la prominencia de las diosas de la naturaleza y la fertilidad, representadas en sensuales estatuillas de fayenza que sostienen serpientes en sus brazos.
El mito del ateniense Teseo y otros, como el de Rea escondiendo al joven Zeus en una cueva en Creta, apuntan, al igual que los hallazgos arqueológicos del Egeo, a una gran influencia de Creta en el mundo circundante. La prosperidad de la isla, basada en el comercio marítimo, se hace patente no sólo en su arquitectura monumental, sino en el florecimiento de las artes, como lo vemos en los frescos minoicos, la cerámica, la joyería y las figuritas. Se sabe que mantenían relaciones comerciales con Thera, Rodas, Egipto, Oriente Próximo, Chipre y las Cícladas, entre otros.
Una segunda ola de seísmos y fuegos devastadores sacudió la isla entre el 1500 y el 1450 AEC. Esta vez supuso el declive definitivo de la cultura minoica en Creta. La isla también pudo sufrir un tsunami provocado por la erupción de Thera, pero la datación de este evento es incierta. El colapso de los centros minoicos, quizás no por casualidad, coincidió con el auge de la cultura micénica en la Grecia continental. Sabemos que los micénicos gobernaron las ciudades minoicas entre el 1450 y el 1380 AEC. Cnosos fue destruido de nuevo hacia el 1380 AEC y jamás se reconstruyó. Hacia el año 1200 AEC muchos de los asentamientos minoicos habían sido abandonados.
La Creta arcaica y clásica
No se conservan fuentes escritas sobre la isla entre el 1200 y el 800 AEC, pero sabemos que inmigrantes de habla doria se asentaron en Creta durante ese periodo. Kommos se convirtió en un puerto importante, conectado con el mundo griego, Fenicia y el Oriente Próximo, por las evidencias halladas y por la influencia observada en su lenguaje y arte. Los nuevos asentamientos prosperaron, de modo que hacia el año 650 AEC la isla presumía, según la tradición griega, de tener 100 polis o ciudades estado, muchas con sus templos, mercados y planificación urbanística. El número real se acerca más a 60; no obstante, Creta se había afianzado como una región importante del mundo griego, aunque más aislada que el resto.
Los textos legales, cuya muestra más célebre y extensa es el código de Gortina (hacia el 450 AEC), muestran que las ciudades cretenses estaban habitadas por varias clases sociales, incluyendo a esclavos y extranjeros, y que se preocupaban por la justicia, especialmente en el ámbito familiar y de la propiedad. Al igual que sucedía con las polis de la Grecia continental, un ejército de ciudadanos armados formaba una tropa de hoplitas cuando se requería. La población estaba regida por una aristocracia local presidida por un asamblea. Los tradicionales líderes tribales y las familias nobles acaparaban los cargos públicos y también los religiosos. Veneraban el panteón de dioses griegos y seguían los cultos propios de la Grecia continental.
El hecho de ser una isla limitó el papel de Creta en los asuntos regionales griegos durante el periodo clásico (600-450 AEC), pero las ciudades cretenses aportaron guerreros (los honderos y arqueros cretenses eran especialmente valorados) a diversos conflictos bélicos, como las guerras del Peloponeso y las campañas de Alejandro Magno y sus sucesores. A partir del siglo III hasta el I AEC, la formación de una Federación Cretense no pudo frenar el lento eclipse de la isla. Muchas gentes emigraron hacia la Grecia continental, mientras Creta iba ganando reputación por la piratería, una práctica que con el tiempo haría estallar dos guerras con otra isla mediterránea basada en el comercio: Rodas (206-204 AEC y 155-153 AEC).
La guerra civil estalló entre las tres principales ciudades de la isla: Gortina, Cnosos y Litos, entre el 222 y el 219 AEC. Se buscó la alianza con Filipo V de Macedonia, pero, aprovechando la debilidad política de las ciudades cretenses, fue Ptolomeo VI quien estableció una guarnición en la Creta oriental. Sin embargo, esto no detuvo la guerra civil entre ciudades rivales, que se prolongó durante el siglo II AEC. Finalmente, se firmó la paz en el 110 AEC, cuando la nueva superpotencia de Roma intervino en los asuntos locales.
La Creta romana
En el periodo romano, la piratería cretense aún estaba en su apogeo, y serían necesarias dos guerras en los años 71 y 69-67 AEC antes de que los implacables romanos pudieran erradicarla. Creta, a partir de entonces, se convirtió en moneda de cambio para la política regional romana, a medida que la República iba agonizando. En el año 36 AEC, por ejemplo, Marco Antonio regaló la isla a Cleopatra. Con la sucesión de Augusto, sin embargo, Creta fue incorporada al Imperio romano. El emperador creó una colonia en Cnosos y la ciudad, igual que el resto de la isla, se benefició del flujo de inmigrantes que atrajo una prosperidad como no se había visto durante siglos. Entre los colonos destacados había veteranos de las legiones, comerciantes y judíos, que medraron en aquella provincia romana cuyo gobernador residía en Gortina. Al menos 15 ciudades prosperaron en este periodo, la producción de vino y aceite se incrementó masivamente y se construyeron anfiteatros, templos, termas y acueductos. La isla acuñaba su propia moneda. Los arqueros cretenses se convirtieron en una fuerza importante para las tropas romanas a lo largo de todo el imperio, pero en la isla no había legiones acampadas de forma permanente.
Una comunidad cristiana primitiva se estableció en Gortina hacia el año 60 EC. Su primer obispo fue Tito, discípulo de san Pablo. Gortina, en particular, creció hasta alcanzar los 300.000 habitantes, y su estatus la consolidó como una gran ciudad romana cuando el emperador Trajano fue nombrado cuestor de la misma, en el año 81. El siglo III presenció violentas persecuciones de cristianos, incluyendo la ejecución de diez mártires durante una sangrienta cacería de animales en el anfiteatro de Gortina, en el año 249 EC. Cuando el Imperio romano se dividió en dos, Creta pasó a formar parte del Imperio Oriental, aunque la iglesia cristiana estaba bajo la jurisdicción del papa en Tesalónica. La isla continuó prosperando a lo largo de este periodo hasta la era bizantina, cuando tuvo que afrontar repetidos ataques de los árabes. Finalmente, toda la isla fue conquistada por los musulmanes en el año 827 EC.