Una acrópolis es una ciudadela o complejo construido en una colina alta. El nombre deriva del griego akro, que significa “alto”, “borde” o “extremo”, y polis, “ciudad”, por lo que se traduce como “ciudad alta”, “ciudad en el extremo” o “ciudad en el aire”. La acrópolis más famosa es la Acrópolis de Atenas, en Grecia, construida en el siglo V a.C.
A pesar de que la palabra es de origen griego, hoy en día se utiliza para designar a cualquier estructura de este tipo construida en una elevación en cualquier parte del mundo. Por ejemplo, Castle Rock, en Edimburgo, Escocia, donde ha habido fortificaciones desde el 850 a.C., podría ser considerado una acrópolis, al igual que las ciudades de la civilización maya que coinciden con esta definición, aunque no se hayan construido en elevaciones naturales sino artificiales. Lo mismo se aplica a los grandes montículos de los pueblos nativos de América del Norte, como los de Cahokia o Poverty Point, donde se construían templos y residencias sobre terreno elevado de forma artificial.
A pesar de que ha habido otras ciudades-Estado en la antigua Grecia que han tenido acrópolis impresionantes (como Tebas, Corinto y, la más famosa, Kolona, en la isla de Egina), y la designación de acrópolis se utilizaba en la antigua Roma para denominar una serie de edificios construidos en elevaciones más altas que el área circundante, en la actualidad este término se emplea para hacer referencia al sitio antiguo de Atenas.
Acrópolis micénicas
La evidencia de la presencia humana en la Acrópolis de Atenas se remonta al Neolítico, pero el desarrollo del sitio y el área circundante comenzó con la civilización micénica (aprox. 1700-1100 a.C.). La Acrópolis se eleva 150 metros (490 pies) por encima del área que la rodea, donde se construyó la ciudad de Atenas, y posee una superficie de aproximadamente tres hectáreas (siete acres), por lo que la decisión de construir una fortificación allí fue lógica. Los micénicos ya se habían establecido por completo en el área aproximadamente para el 1400 a.C. y habían construido una fortaleza y un palacio en la Acrópolis, edificios más pequeños debajo, en lo que se convertiría en el ágora de Atenas, y varios tholos (tumbas con forma de colmena), de los cuales se han excavado más de 50. La cultura micénica contaba con un alto nivel de desarrollo y su sociedad estaba organizada de forma jerárquica, con un rey en la cúspide, seguido por la nobleza, la clase guerrera, los sacerdotes y el pueblo. El estudioso Robin Waterfield dice:
El rey de la comunidad micénica era al mismo tiempo el líder político y religioso de su pueblo y el director de una empresa. El complejo del palacio, si bien no se lo puede comparar con los palacios minoicos de Creta, contenía habitaciones que se utilizaban como almacenamiento e inventario de bienes, como sala de baño, de comedor y para llevar a cabo audiencias ante el rey. Existía cierto grado de alfabetización especializada; los escribas registraban las posesiones del rey y otras transacciones comerciales o asuntos religiosos en tabletas de arcilla mediante un arcaico sistema griego de escritura llamado Lineal B. La economía de Micenas era redistributiva, como la del Reino Nuevo de Egipto: toda la producción le pertenecía al rey y se almacenaba en el palacio para que luego se la redistribuyera entre los súbditos de este de acuerdo con su estatus y sus necesidades. (37)
La Acrópolis tenía el mismo propósito para los micénicos que el que tendría posteriormente durante el período arcaico (siglo VIII a.C. – aprox. 480 a.C.), es decir, como residencia del monarca, almacén y depósito de la riqueza del reino. También había por lo menos un templo dedicado a una deidad femenina (posiblemente Atenea), donde se encontraba un pozo votivo donde se depositaban ofrendas. La civilización micénica se deterioró aproximadamente en el 1100 a.C. durante el período conocido como el colapso de la Edad de Bronce, pero su cultura se preservó en las obras de los poetas griegos Hesíodo (siglo VIII a.C.) y Homero (siglo VIII a.C.), especialmente en la Ilíada y la Odisea, de este último. Los atenienses más tarde cobrarían un reconocimiento especial debido a que su ciudad se asociaba con la cultura de los grandes héroes, como Aquiles y Odiseo, y, a pesar de que había otras ciudades-Estado en Grecia con respecto a las cuales podría decirse lo mismo, ninguna tenía la impresionante altura que tenía la Acrópolis de Atenas con los muros ciclópeos micénicos aún en pie.
Acrópolis arcaica
En el siglo VI a.C., el ágora era un distrito residencial con un mercado central mientras que la Acrópolis seguía teniendo un rol político y religioso. Para este entonces, ya se reconocía a la diosa Atenea como la deidad protectora de la ciudad, y el mito de cómo obtuvo ese honor era conocido por todos. Según este relato, el antiguo rey Cécrope quería que la ciudad llevara su nombre, pero esta poseía una belleza tal que los dioses decidieron que llevara un nombre inmortal. Atenea y Poseidón compitieron por este honor y agasajaron al pueblo con obsequios. Poseidón golpeó una roca de la Acrópolis e hizo que ingresara el agua para que el pueblo nunca tuviera que padecer una sequía, mientras que Atenea depositó una semilla en el suelo de la Acrópolis, que creció velozmente y se convirtió en un olivo. Reconociendo los usos y el valor del olivo, Atenea fue elegida como deidad protectora de la ciudad.
Se construyó un templo en su honor en el lugar del templo anterior, en el bastión sudoeste de la Acrópolis, usando la misma técnica de edificación utilizada por los micénicos en la construcción de los muros ciclópeos. En ese tiempo, el legislador Solón (aprox. 630-560 a.C.) había instaurado sus leyes y el comercio florecía a través del puerto cercano del Pireo, cuando el tirano Pisístrato (que murió aproximadamente en el 528 a.C.) accedió al poder. El término “tirano” no debe entenderse en su sentido moderno, sino simplemente como alguien que gobernaba de acuerdo con sus propias reglas y no reconocía más autoridad que la suya propia.
Pisístrato renovó el ágora y le hizo mejoras, y ordenó la construcción de la sagrada Vía Panatenaica desde el Dípilon, la puerta de la ciudad, hasta la Acrópolis. La Vía Panatenaica se usaría posteriormente todos los años durante las Panateneas Menores y cada cuatro años en las Grandes Panateneas, en honor a Atenea. Para entonces, la Acrópolis ya estaba dedicada a su veneración, aunque no está del todo claro cuántos templos había ni cuál era su apariencia.
Pisístrato fue sucedido por sus hijos Hipias (que reinó aproximadamente del 582 al 510 a.C.) e Hiparco (que reinó aproximadamente del 528 al 514 a.C.), quienes continuaron sus políticas. Hiparco fue asesinado en el año 514 a.C. debido a un insulto personal a la hermana de un joven e Hipias fue derrocado por un golpe, apoyado y llevado a cabo principalmente por los espartanos en el año 510 a.C. Más tarde, Clístenes (siglo VI a.C.) desarrolló los principios democráticos propuestos en un inicio por Solón, y la democracia ateniense quedó establecida. Los atenienses, que ya tenían gran estima de sí mismos, ahora, con la convicción de contar con la mejor forma de gobierno, sintieron la necesidad de ayudar a que otras ciudades adquirieran este mismo privilegio, por lo que apoyaron las revueltas de los griegos jonios de Asia Menor contra el Imperio persa, que los gobernaba.
Darío I (el Grande, que reinó del 522 al 486 a.C.), del Imperio persa aqueménida, aplastó rápidamente la revuelta e invadió Grecia para castigar a Atenas por su arrogancia. Fue derrotado en la batalla de Maratón en el 490 a.C. por un ejército ateniense. Murió cuando planificaba un segundo ataque y fue sucedido por su hijo Jerjes I (que reinó del 486 al 465 a.C.), quien reunió un ejército mucho más numeroso y repitió la invasión en el 480 a.C. Jerjes I incendió Atenas y destruyó los edificios y templos de la Acrópolis y el ágora antes de ser derrotado y expulsado de Grecia en el 479 a.C.
Acrópolis clásica
Luego, la reconstrucción de la Acrópolis comenzó bajo la dirección del gran general y estadista Pericles de Atenas (495-429 a.C.). A pesar de que los autores antiguos criticaban a los atenienses por demorar tanto tiempo en comenzar la restauración de su ciudad, hubo que realizar grandes esfuerzos en la limpieza de los escombros y la obtención de los fondos para la reconstrucción. Más de dos años de planificación exhaustiva se dedicaron solo a las especificidades de la mano de obra del Partenón y sus contrataciones, y se colocó la primera piedra el 28 de julio del 447 a.C., durante las Panateneas.
Con el deseo de construir un monumento duradero en honor a Atenea, celebrar la libertad ateniense y proclamar la gloria de la victoria de la ciudad sobre los persas ante el mundo, Pericles no escatimó en gastos en la construcción de la Acrópolis, especialmente el Partenón, por lo que contrató para este proyecto a los hábiles arquitectos Calícrates, Mnesicles e Ictino y al escultor Fidias (constructor de la estatua de Zeus en Olimpia, una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo, considerado el mejor escultor del mundo antiguo).
Según el estudioso e historiador del arte John Griffiths Pedley, “el trabajo… se llevó a cabo bajo la supervisión de Fidias. De hecho, Plutarco afirma que Fidias estaba a cargo de todo el proyecto de Pericles”. (251) Este proyecto era un ambicioso programa de construcción que se basaba en antiguas técnicas de construcción y hacía uso de muchas innovaciones. Cientos de artesanos, trabajadores metalúrgicos, albañiles, pintores, carpinteros y miles de trabajadores sin calificaciones fueron empleados en la Acrópolis. Los templos se construyeron de mármol pentélico extraído del Monte Pentélico al noreste de la ciudad. Fue necesario cortar los bloques, transportarlos por largas distancias y luego subirlos a la Acrópolis para que se les diera forma y se los colocara en su lugar.
El templo central, que es hasta el día de hoy el más famoso, era el Partenón, dedicado a Atenea en su papel de virgen sagrada (Atenea Pártenos, “Atenea la virgen”). El templo fue muy innovador. Combina estilos arquitectónicos dóricos y jónicos, y las columnas se construyeron utilizando un método innovador para que estuvieran inclinadas ligeramente hacia adentro al mismo tiempo que dieran la impresión de estar en posición perfectamente vertical, y así brindar un mayor apoyo al techo y dar la impresión de elegancia e ingravidez en las líneas. En la cima del templo había 92 metopas en alto relieve y un friso que adornaba sus cuatro lados, con gárgolas de cabezas de león en las esquinas. Dice Pedley:
El Partenón es inusual por sus perfeccionamientos de origen dórico… A pesar de que estas modificaciones son minúsculas, la realidad es que no hay líneas horizontales ni verticales, ni, por lo tanto, ángulos rectos. Al mismo tiempo, estos perfeccionamientos le confieren una sensación de movilidad a las líneas “rectas” y evitan que el templo tenga una apariencia similar a la de una caja. Así se embelleció la dignidad de la forma mediante el dinamismo de las formas. Las exigencias puestas sobre los albañiles fueron inmensas. Todos los bloques, curvos o no, tenían que estar alineados entre sí, y en todas partes encajan con precisión, salvo en una o dos metopas en las que el tallado presenta indicios de dubitación o de prisa. Esta estructura magnífica, de proporciones precisas, construida sin argamasa ni concreto y sostenida con abrazaderas de hierro revestidas en plomo para que resistieran la corrosión, nos asombra hasta el día de hoy por su extraordinaria combinación de destreza técnica y majestuosidad. (253)
Las grandes puertas del templo estaban forjadas en oro, bronce y marfil, y daban lugar a la amplia sala en la que se erguía la estatua colosal de Atenea, de casi doce metros (40 pies) de altura, detrás de la cual se encontraba una sala más pequeña en la que se almacenaba el tesoro de la ciudad. Fidias creó la estatua de oro y marfil alrededor de un centro de madera. El geógrafo e historiador Pausanias (110-180 d.C.) describe el aspecto que tenía la estatua durante la vida de él:
La escultura de culto está hecha de marfil y oro. En el centro del yelmo hay una esfinge, y en los lados hay grifos tallados. La escultura de Atenea se yergue recta con su toga, que llega hasta sus tobillos, y en su pecho hay una representación en marfil de la gorgona Medusa. Atenea sostiene en una de sus manos una Victoria (Nike) y, en la otra, una lanza. A sus pies yace un escudo, y, junto a la lanza, una serpiente, que probablemente sea Erictonio. (Greece, 1.24.5-7; Waterfield, 95)
Erictonio fue un legendario rey de Atenas nacido de la tierra y honrado en otro famoso santuario de la Acrópolis, el Erecteón, dedicado a Atenea y Poseidón en honor a sus obsequios a la ciudad, así como al gran rey que se creía que había sido sepultado cerca del sitio. No cabe duda de que la construcción del Erecteón se planeaba para el mismo tiempo que la del Partenón, y se había contratado a Fidias como escultor principal para el proyecto, pero el trabajo en la Acrópolis se interrumpió debido a la plaga de Atenas, entre el 430 y el 427 a.C., que se cobró muchas vidas en la ciudad, incluida la de Pericles. La construcción del Erecteón quedó interrumpida hasta alrededor del 421 a.C., y finalizó en el 406 a.C.
El Erecteón es el segundo templo más icónico del complejo debido al Pórtico de las Cariátides, seis figuras femeninas que hacen las veces de columnas de apoyo. Durante las Panateneas menores, los celebrantes llevaban una nueva túnica (un peplo) a la escultura de culto de Atenea alojada en el Erecteón, mientras que durante las Grandes Panateneas, cada cuatro años, las mujeres del culto a Atenea tejían una prenda mucho mayor para la escultura del Partenón.
Se ingresaba al complejo de la Acrópolis a través de una gigantesca puerta dórica, el Propileo, construido a partir de una entrada más antigua construida durante el gobierno de Pisístrato y flanqueado por un pedestal gigantesco a la izquierda y el pequeño Templo de Atenea Niké a la derecha, el cual fue construido aproximadamente entre el 427 y el 420 a.C. en el sitio del templo de la Época arcaica. Si bien este templo era el más pequeño de la Acrópolis, era el más impresionante, ya que estaba rodeado en tres de sus lados por un parapeto de un metro (tres pies) de altura decorado con relieves tallados de Atenea y Niké, la diosa de la victoria, y estaba dedicado a Atenea como vencedora y protectora de Atenas. En este templo había una escultura de madera de Atenea Niké, que era diferente de aquellas de Atenea Poliás (Atenea de la ciudad) que se encontraban en la Acrópolis y otras ubicaciones, ya que era más modesta, en consonancia con el tono del edificio.
Pasando por el Propileo, los visitantes se encontraban frente a la gigantesca estatua de Atenea Promacos (“Atenea, la que lucha desde el frente”), que se elevaba nueve metros (30 pies) desde un pedestal de 1,5 metros (cuatro pies) de altura. Esta estatua también adoraba a Atenea en su rol de protectora, pero enfatizaba su relevancia como modelo y fuente de inspiración militar. Una de las contradicciones del papel esencial de Atenea en la vida de la ciudad es que las mujeres atenienses no desempeñaban ningún papel en la vida civil y no tenían voz en la política. Esta situación se explicaba en otra versión de la contienda entre Atenea y Poseidón, según la cual el voto femenino superó al masculino en la elección de la deidad protectora que resultó en la victoria de Atenea, por lo que no se les permitió votar o participar de la vida de la ciudad a las mujeres para apaciguar a Poseidón.
Conclusión
La Acrópolis del período clásico no padeció mayores cambios durante el período de ocupación romana. Se añadieron otras construcciones mientras se utilizó la Acrópolis, y el emperador romano Adriano (que reinó del 117 al 138 d.C.) añadió sus propios embellecimientos a la ciudad y la Acrópolis. Con el auge del cristianismo después de que Constantino el Grande (272-337 d.C.) declarara su edicto de tolerancia, el Partenón fue convertido en una iglesia y la Acrópolis se volvió un centro de la devoción cristiana. En consonancia con las prácticas comunes de la Iglesia, se eliminaron las imágenes paganas de los monumentos y se modificaron los templos para que no afectaran las sensibilidades cristianas. Las imágenes de Atenea que se asemejaban a las de la virgen María se conservaron, pero muchas otras se destruyeron. Grecia fue conquistada por el Imperio otomano en 1458, tras lo cual la Acrópolis quedó transformada en un centro de culto musulmán, y el Partenón, en una mezquita.
Los edificios de la Acrópolis sufrieron daños debido al mal uso y el descuido durante el período de ocupación turca de Grecia, cuando el Partenón se utilizaba como cuartel de las tropas de guarnición y el Erecteón hacía las veces de harén del gobernante. El complejo sufrió aún más daño durante el asedio veneciano de 1687, cuando los ejércitos italianos intentaron desalojar a los turcos de Grecia. Los turcos desmantelaron completamente el antiguo templo de Atenea Niké y utilizaron los materiales para construir una muralla defensiva cerca del Propileo, mientras que el Partenón sufrió daños graves cuando explotó la pólvora que los turcos habían almacenado en él. Para ese entonces, la gran estatua de Atenea y todas las demás ya habían sido retiradas y, sin dudas, se las había fundido para utilizarlas con otros propósitos.
Tras la guerra de la Independencia de 1821 contra el dominio turco, el pueblo griego tomó la Acrópolis y, en 1834, comenzó a intentar restaurar su gloria de antaño. Para entonces ya se habían producido grandes pérdidas, entre ellas, la de muchas de las obras más significativas del arte griego que alguna vez habían ornamentado los templos. El conde de Elgin, de Inglaterra, con la aprobación de los turcos, había “extraído varias figuras del frontón y grandes trozos del friso del Partenón, y se los había vendido al Museo Británico en 1816” (Pedley, 263). Además, el daño sufrido en gran parte de la Acrópolis tras años de ocupación y descuido parecía irreparable, y los intentos de restauración emprendidos en el siglo XIX luego debieron ser rehechos en parte o por completo.
Recién en la segunda mitad del siglo XX se completó de manera exhaustiva la tarea de restauración y conservación del sitio de la Acrópolis. Esta obra aún continúa, incluida la reconstrucción de un templo de Atenea Niké y el Museo de la Acrópolis, que alberga artefactos relevantes del sitio y réplicas de los relieves de mármol que se encuentran en el Museo Británico. La Acrópolis sigue atrayendo a la gente hoy en día de la misma manera en que lo hizo en el pasado, y las ruinas del sitio representan el compromiso de la nación griega con la persecución de los mismos principios de libertad que los antiguos atenienses simbolizaron en la construcción de sus templos.