El buen funcionamiento del Imperio aqueménida persa se debía a la eficiente burocracia establecida por su fundador, Ciro el Grande (que reinó en torno a 550-530 a.C.), que se administraba mediante un sistema de satrapías. A los gobernadores persas de cada provincia se los conocía como sátrapas, que quiere decir "protector del reino" o "guardián de la provincia", y a las provincias como satrapías.
Estas satrapías tenían que pagar impuestos y proporcionar hombres para los ejércitos del imperio y, a cambio, se suponía que disfrutarían de la protección y la abundancia del imperio en conjunto. Este sistema de satrapías funcionó bien durante el reinado de algunos reyes, como Ciro el Grande o, tras las revueltas iniciales, Darío I el Grande (que reinó de 522-486 a.C.), mientras que en otras épocas los sátrapas se revelaban constantemente.
Sin embargo, en general el sistema era eficiente y se mantuvo en funcionamiento con los imperios que llegaron después: el Imperio seléucida (312-63 a.C.), el Imperio parto (247 a.C. a 224 d.C.) y el Imperio sasánida (224-651 d.C.). Los sátrapas se mencionan en los libros bíblicos de Esdras, Esther y Daniel como una parte esencial de la administración del gobierno, y tanto los registros persas como los comentarios de historiadores de la Antigüedad como Heródoto y Ctesias secundan esta opinión. El modelo aqueménida de gobierno persa era tan eficiente que el Imperio romano lo copiaría posteriormente y otros gobiernos posteriores de la Antigüedad tardía copiarían el modelo romano.
De hecho, los gobernadores persas y el sistema de satrapías establecieron un paradigma de gobierno central reconocible en la actualidad, que funciona mediante un sistema descentralizado de subordinados responsables de gobernar localmente. Donde se puede ver de manera más clara el sistema de satrapías es probablemente en el sistema gubernamental de los Estados Unidos, que se basó en el gobierno de Roma igual que muchas naciones-estado habían hecho siglos antes.
Origen del sistema
Los sátrapas no surgieron con el Imperio aqueménida, sino con el Imperio acadio (2334-2083 a.C.), mucho antes. Sin embargo, los funcionarios acadios no se conocían como "sátrapas", que es un término persa. Sargón de Acadia (que reinó de 2334-2279 a.C.) instituyó un sistema de gobernadores regionales, que respondían directamente ante él y después un grupo de oficiales de confianza monitoreaba sus actividades más minuciosamente. Los asirios copiaron este sistema y Tiglath Pileser III (que reinó de 745-727 a.C.) lo revisó, instituyó una elaborada red de gobernadores bajo la supervisión de "hombres de confianza" que, al igual que los supervisores acadios, garantizaban la lealtad y la eficiencia de los gobernadores. El modelo fue tan efectivo que más tarde lo usarían los medos, enemigos de los asirios, que ejercieron la influencia más inmediata sobre el sistema persa.
Se cree que el sistema medo de satrapías fue instituido por el primer rey medo, Dayukku (que los griegos conocían como Deioces, que reinó de 727-675 a.C.) que estableció el reino medo de Ecbatana. Deioces logró reunir a los medos bajo una sola corona, pero, según Heródoto (l.102), fue su hijo Fraortes (que reinó de en torno a 647 a alrededor de 625 a.C.) el que agrandó el reino y fundó el Imperio medo, por lo que es más probable que las satrapías se establecieran hacia el principio de su reinado.
El sistema ya estaba firmemente establecido para la época de Ciáxares de Media (que reinó de 625-585 a.C.), el nieto de Deioces, cuya hija, o nieta, Amitis de Media (que vivió en torno a 630-565 a.C.) se casaría con Nabucodonosor II de Babilonia (que reinó de 605/604-562 a.C.). Los sátrapas fueron un aspecto crucial del gobierno babilonio durante el reinado de Nabucodonosor II y su importancia se menciona en el Libro de Daniel (que se compuso posteriormente, en torno al siglo II a.C.) que presenta a los héroes de Daniel III (Sidrac, Misac y Abdénago) como sátrapas o secretarios reales. Estos tres rechazan el edicto real de venerar una imagen grabada en vez de su dios y son condenados a morir en las llamas, pero al final se salvan gracias a su fe y emergen ilesos.
El argumento básico se repite en Daniel VI, donde el profeta Daniel está representado por un supervisor administrativo, uno de los hombres de confianza de un monarca, al que los sátrapas babilonios y medos condenan por adorar un dios extranjero en desafío del mandato del rey Darío. El Darío del Libro de Daniel no se corresponde con ningún rey conocido (aunque algunos estudiosos lo asocian con Astiages de Media, que reinó de 585-550 a.C.) y no debería confundirse con los monarcas aqueménidas del mismo nombre. En la historia, los propios sátrapas han introducido los mandatos que les permiten condenar a Daniel, y aunque no se expresa de manera explícita, probablemente lo hubieran hecho igualmente porque Daniel es un testigo que informaría al rey de cualquier mentira o fallo de los sátrapas.
La importancia de tener un supervisor de confianza del rey, en contraposición al valor de los sátrapas, se recalca en el Libro de Daniel cuando lo arrojan a la guarida de los leones, sale ileso gracias a la protección de dios, y Darío arroja a los sátrapas que lo condenaron a los leones. Aunque se escribió muy posteriormente a los hechos que dice narrar (como por ejemplo el reinado de Nabucodonosor), la historia ilustra la dinámica central de la relación entre un monarca y sus sátrapas: los gobernadores provinciales no siempre eran de fiar, cuando podían se movían por interés propio y por tanto hacía falta alguien "de fiar" para vigilarlos. Esta dinámica seguiría siendo una constante del sistema de satrapías.
La satrapía aqueménida
Ciro el Grande tenía muy presente esta situación, así que adoptó y redefinió el sistema asirio y el medo. Los sátrapas del Imperio aqueménida eran vitalicios (a menos que ofendieran al emperador), y el puesto era hereditario. Además, solían gobernar áreas inmensas de recursos vastos y había que eliminar la tentación de utilizarlos para derrocar al emperador y crear su propia dinastía. El historiador A. T. Olmstead describe así la solución de Ciro:
Para neutralizar esta amenaza, hubo que introducir ciertos controles: El secretario [del sátrapa], su funcionario fiscal principal y el general a cargo de la guarnición estacionada en la ciudadela de la capital de cada satrapía estaban bajo las órdenes directas del propio rey, a quien también informaban directamente. Otra forma aún más efectiva de ejercer el control pasaba por el "ojo del rey" (o "mensajero del rey") que cada año realizaba una inspección detallada de cada provincia. (59)
Bajo el reinado de Ciro, el sistema de satrapías funcionaba bien, pero bajo su hijo Cambises II (que reinó de 530-522 a.C.) hubo revueltas, y cuando Cambises II murió y Darío I (un primo lejano) subió al trono, regiones enteras se revolucionaron. Aunque Darío I, en su célebre Inscripción de Behistún, insiste en que solo se sublevaron algunas regiones, la resistencia a su reinado fue más extensa de lo que admite. Eso se debió a un golpe que había tenido lugar antes mientras Cambises II había estado en Egipto. Su hermano, Bardiya, había asumido el trono y era más popular que Cambises II. Sin embargo, en su inscripción, Darío I afirma que Cambises II había matado a Bardiya antes de ir a Egipto y que el "Bardiya" que reclamó el trono era un impostor llamado Gaumata. Por lo tanto, que Darío I asesinara a este impostor no era un golpe de estado, sino simplemente el retorno del heredero legítimo al trono.
En un principio solo había dos sátrapas que respaldaran el reclamo de Darío I: Dadarsi de Bactria y Vivana de Aracosia. Tal y como apunta Olmstead, "todo el imperio aceptó a Bardiya sin dudarlo, [pero] su asesinato reavivó las esperanzas de la independencia nacional, que crearon el caos perfecto de revueltas entre los súbditos" (110). Darío I se pasaría los primeros años de su reinado aplastando estas revueltas y después revisando una y otra vez el sistema de satrapías para garantizar la obediencia total a la voluntad del rey.
Darío I mantuvo el sistema básico introducido por Ciro el Grande, pero dividió el imperio en siete regiones, y cada región en veinte satrapías, lo que redujo los recursos que cada sátrapa tenía a su disposición. El secretario real, el tesorero real y el comandante de guarnición de cada satrapía, al igual que con Ciro, respondían directamente ante el rey, no el sátrapa, e informaban directamente a la casa real. El modelo de Darío I mantendría el Imperio aqueménida intacto durante el resto de su historia, pero eso no quiere decir que nunca se viera amenazado.
Las revueltas sátrapas
Durante el reinado de Artajerjes II Memnón (que reinó de 404-358 a.C.), su hermano, Ciro el Joven (sátrapa de Lidia, muerto en 401 a.C.) se rebeló en un intento por derrocar al rey y gobernar él mismo el imperio. Artajerjes II no supo del ejército que se aproximaba hasta muy tarde, pero a pesar de ello consiguió montar una defensa gracias al sátrapa Tisafernes (445-395 a.C.), también sátrapa de Lidia. La revuelta de Ciro fue aplastada y él murió en la batalla a manos de Artajerjes II que después dirigió a su ejército contra los mercenarios griegos de Ciro. Jenofonte (430 - en torno a 354 a.C.) hizo célebre la historia de la escapada de los guerreros griegos de Persia al Mar Negro y de vuelta a sus casas en su Anábasis.
Sin embargo, el reinado de Artajerjes II no continuó sin incidentes, ya que los problemas volvieron a surgir con la gran revuelta de los sátrapas en 372-362 a.C. La revuelta se inició por el descontento de algunos sátrapas con las políticas de Artajerjes II, pero nunca habría empezado de no contar con el apoyo y el respaldo de Egipto. La revuelta empezó cuando Datames, el sátrapa de Capadocia (en torno a 407 a alrededor de 362 a.C.), fue elegido por Artajerjes II para liderar una campaña contra Egipto. Los persas habían tomado Egipto con Cambises II en 525 a.C., pero el país se había deshecho del gobierno persa, al menos en la región del delta, para el 411 a.C. A partir de entonces se fueron organizando campañas periódicamente para reclamar el territorio perdido, y Datames estaba al mando de la expedición de 372 a.C.
Como Datames sentía que la corte de Artajerjes II no lo valoraba lo suficiente y se sentía usado, aceptó el apoyo del faraón egipcio Nectanebo I (que reinó de alrededor de 379-363 a.C.) y se volvió contra Artajerjes II. En 362 a.C. fue derrotado y asesinado, pero su revuelta continuó con Ariobarzanes, sátrapa de Frigia (muerto en 362 a.C.), que se había unido a la revuelta en 366 a.C. porque objetaba contra lo que consideraba como políticas arbitrarias de Artajerjes II. Ariobarzanes fue traicionado por su hijo y crucificado por traidor en 362 a.C.
Muchos otros sátrapas participaron de una manera u otra en la revuelta, tanto en contra como a favor de Artajerjes II. Uno de los más célebres es Mausolo, el sátrapa de Caria (que reinó de 377-353 a.C.), que jugó a ambos lados del conflicto, pero se mantuvo leal a Artajerjes II. En cierta ocasión dijo que las fuerzas de Artajerjes II se aproximaban a una de sus ciudades y solicitó fondos de los ciudadanos prominentes y los sátrapas rebeldes para construir una muralla defensiva. Una vez tuvo el dinero, dijo que los dioses le habían dicho que no era el momento adecuado de construir una muralla y depositó los fondos en su tesorería personal. En otra ocasión, les dijo a los sátrapas rebeldes que no podía pagar lo que debía al rey y que había postergado el pago prometiéndole pagar más un poco más adelante, y los animó a hacer lo mismo. Los otros sátrapas siguieron su ejemplo, pero después se vieron obligados a cumplir con su promesa, de manera que cubrieron la parte que debía Mausolo y este no tuvo que pagar nada (Olmstead, 415). Mausolo es más conocido por su tumba, el Mausoleo de Halicarnaso, una de las siete maravillas de la Antigüedad.
Sátrapas seléucidas y partos
Aunque hubo revueltas y conspiraciones posteriores de los sátrapas, el Imperio aqueménida siguió adelante más o menos constante. Cuando cayó frente a Alejandro Magno bajo el reinado de Darío III (336-330 a.C.), el sistema de satrapías todavía seguía funcionando bien y el Imperio seléucida lo mantuvo. El Imperio seléucida fue fundado por uno de los generales de Alejandro, Seleuco I Nicátor (que reinó de 305-281 a.C.), que en un principio tuvo que hacer campaña para consolidar su reinado, pero después mantuvo a los sátrapas que había nombrado siguiendo el modelo de gobierno aqueménida.
Tras su muerte, varios sátrapas se rebelaron y su sucesor, Antíoco I Sóter (que reinó de 281-261 a.C.), solicitó los servicios de los celtas de Galacia como mercenarios para aplastar las revueltas y recuperar el control sobre esas regiones. Una de las objeciones de la gente bajo el gobierno seléucida era que los reyes seléucidas, de ascendencia griega macedonia, favorecían a los griegos y los nombraban sátrapas. El griego se convirtió en el idioma de la corte y se animó a los sátrapas a helenizar las regiones que controlaban. Alejandro había intentado mezclar las culturas persa y griega, y Seleuco I continuó con el esfuerzo, pero ni todos sus sátrapas ni los de sus sucesores estaban interesados en seguir por ese camino.
Un ejemplo de ello es el sátrapa Andrágoras de Partia (muerto en 238 a.C.) que fue nombrado durante el reinado de Antíoco I Sóter o, más probablemente, el de su sucesor Antíoco II Teos (que reinó de 261-246 a.C.). Se habla de él como un sátrapa iranio que o bien tomó el nombre de Andrágoras cuando asumió el cargo, o este le fue asignado. Se sabe muy poco de él hasta su rebelión bajo el reinado de Seleuco II Calínico (que reinó de 246-225 a.C.), cuando declaró Partia un reino independiente en 245 a.C. poco después de que Arsaces I de la tribu de los parnos separara Partia del Imperio seléucida en 247 a.C. Andrágoras intentó mantener el control del reino cuando Arsaces I subió al poder, pero fue asesinado en 238 a.C. cuando surgió el Imperio parto bajó el reinado de Arsaces I (247-217 a.C.). Arsaces I expandió su territorio aprovechando las varias distracciones del Imperio seléucida y sus sucesores continuarían con esta misma política, especialmente después de que los seléucidas fueran derrotados por Roma en la batalla de Magnesia en 190 a.C. y de la humillante Paz de Apamea en 188 a.C., que les costaría la mayor parte del imperio a los seléucidas.
Los partos también mantuvieron el sistema aqueménida de satrapías, pero permitieron una confederación más flexible con un énfasis menor en el gobierno central. Los reyes vasallos podían mantener sus puestos y los sátrapas tenían más libertad a la hora de crear y ejecutar sus políticas. El Imperio parto estaba dividido en la Partia superior y la Partia inferior que eran cinco regiones en total divididas en provincias. Estas provincias podían actuar de manera bastante libre sin tener que ajustarse a los dictados del gobierno central, lo que con el tiempo conduciría a la caída del imperio cuando uno de los reyes vasallos, Ardacher I (que reinó de 224-240 d.C.) se rebeló contra el rey parto Artabano VI (que reinó de 213-224 d.C.), lo derrotó y fundó el Imperio sasánida.
La satrapía sasánida
Ardacher I también mantuvo el modelo aqueménida tras consolidar las regiones fragmentadas del Imperio parto. Se centró en crear un gobierno central fuerte y nombró sátrapas (conocidos como shahrabs) de su propia elección en las diferentes provincias. La diferencia principal entre el sistema sasánida y el aqueménida fue la elevación del zoroastrismo. El profeta y visionario Zoroastro (también conocido como Zaratustra) recibió la revelación y desarrolló su religión en algún momento entre 1500-1000 a.C. y, aunque no está claro si Ciro el Grande era creyente, fue la religión de sus sucesores desde Darío I en adelante.
No obstante, los aqueménidas no hicieron del zoroastrismo una parte de su plataforma política, mientras que los sasánidas sí. El zoroastrismo se convirtió en la religión del estado y se esperaba que los sátrapas alentaran los principios de la creencia en un único dios supremo llamado Ahura Mazda, fuente de todo bien, y su antagonista eterno, Arimán (o Angra Mainyu), que era completamente malvado. Además, el sentido de la vida se encontraba en la elección de cuál de estas deidades servía cada uno y el reconocimiento de que los seres humanos tenían libre albedrío para elegir y vivir con las consecuencias de dicha elección.
El zoroastrismo dio lugar a la rama, considerada hereje, del zorvanismo, que mantenía el sistema de creencias básico de la religión principal, pero afirmaba que tanto Ahura Mazda como Arimán habían sido creados por Zorvan (el tiempo), de manera que eran hermanos y seres creados. De esta manera, todos los acontecimientos humanos estaban dictados por Zorvan, no Ahura Mazda, ya que todo ocurría en el tiempo y al final era el tiempo el que tenía el poder supremo sobre la vida y la muerte de cada uno. Muchos sátrapas sasánidas eran zorvanistas, pero como esta "herejía" no se alejaba demasiado del zoroastrismo, no parece que causara ningún problema. Sapor I (que reinó de 240-270 d.C.), hijo y sucesor de Ardacher I, probablemente era zorvanista y tuvo al visionario Mani (216-274 d.C.), el fundador del maniqueísmo, como invitado de su corte.
El Imperio sasánida está considerado como el apogeo de la antigua cultura persa y un aspecto importante de su éxito fue su política de tolerancia religiosa. Se instaba a los sátrapas a acoger a gente de todas las religiones, así que judíos, cristianos y budistas entre otros tenían permitido construir sus lugares de culto por todo el imperio y practicar su fe libremente. Esta política, esencial del gobierno aqueménida, puede que fuera tan exitosa durante el período sasánida por la insistencia zorvanista en el tiempo (un concepto impreciso) como juez supremo sobre la vida y la muerte en vez de una deidad específica con intención personal.
El Imperio sasánida cayó frente a los árabes musulmanes en 651 d.C. y, aunque el sistema básico de satrapías se mantendría, la tolerancia religiosa dio paso a una política de conversión y, con el tiempo, a impuestos sobre los no musulmanes. El sistema persa continuó con las dinastías musulmanas de los safávidas, los afsáridas, los Zand y los Qajar desde alrededor de 1501-1925 d.C. y, para la época de la primera de estas dinastías, ya había influido en el desarrollo del gobierno romano, los incipientes estados europeos de finales de la Antigüedad y seguiría influyendo en otros sistemas gubernamentales hasta la actualidad.