El zoroastrismo es una fe monoteísta fundada por el profeta persa Zoroastro (también llamado Zaratustra o Zatosht), entre alrededor del 1500 y el 1000 a. C. Sostiene que hay una deidad suprema, Ahura Mazda (Señor de la Sabiduría), creador y mantenedor de todas las cosas, y anima a sus adeptos a expresar su fe a través del principio de Buenos Pensamientos, Buenas Palabras y Buenas Obras.
La religión es también conocida como Mazdayasna (“devoción a Mazda”) o mazdeísmo. Este sistema de creencias se desarrolló a partir de la religión politeísta de la antigua Persia, que consideraba a Ahura Mazda como el más grande de un amplio panteón de dioses y, como el posterior zoroastrismo, veía a la vida como una lucha entre las fuerzas de la luz y el bien contra las de la oscuridad y el mal.
El zoroastrismo fue adoptado por el Imperio persa aqueménida (c. 550 - 330 a. C.) y el Imperio parto (247 a. C. - 224 d. C.), y encontró su máxima expresión durante el Imperio sasánida (224 - 651 d. C.). Los sasánidas hicieron del zoroastrismo la religión del estado, a la vez que desarrollaron una rama diferente de la fe (habitualmente calificada de herejía) conocida como zorvanismo. Tras la invasión árabe musulmana del 651 d. C., los zoroastras fueron perseguidos, la fe suprimida y sus centros religiosos destruidos o convertidos en mezquitas. Sin embargo, el zoroastrismo sobrevivió, aunque con un número muy reducido de adeptos, y continúa siendo observado en la actualidad.
Orígenes
La fe politeísta de los primeros persas se desarrolló en cierto modo, muy probablemente, antes de su llegada a la región de Irán, alrededor del tercer milenio a. C., y posteriormente tuvo la influencia de los elamitas y del pueblo de Susiana, que ya estaban establecidos allí. Ese sistema de creencias sostenía que existían muchos dioses, dirigidos por Ahura Mazda, que guiaban y protegían a la humanidad contra las amenazas e influencias de las fuerzas de la oscuridad, lideradas por la deidad espiritual Angra Mainyu.
El objetivo de la vida humana era optar por seguir los preceptos de Ahura Mazda y rechazar las tentaciones y las trampas de Angra Mainyu. La primera pareja creada por Ahura Mazda (Mashya y Mashyana) vivió en paz y armonía, disponiendo de todo, en el paraíso que Ahura Mazda había creado para ellos, hasta que escucharon los susurros de Angra Mainyu, que los convenció de que él era el creador, y que Ahura Mazda era su enemigo y un traidor. Por dudar de su verdadero señor y prestar oído a las mentiras, fueron expulsados del paraíso y condenados a un mundo de lucha y dificultades, pero sus descendientes todavía pudieron vivir vidas con sentido y satisfactorias, manteniendo la lealtad a Ahura Mazda.
Sin registros escritos, no se sabe cómo era observada la fe ni cómo se llevaban a cabo los rituales. Algunos aspectos, sin embargo, fueron preservados en posteriores obras zoroástricas, y se sabe que existía una clase sacerdotal (más tarde conocida como magi) y que el culto a los dioses se realizaba en altares al aire libre conocidos como templos de fuego en los que el fuego divino se mantenía siempre encendido. A diferencia de Egipto o Mesopotamia, no existían templos dedicados a los dioses ni rituales sofisticados.
Los sacrificios, probablemente en forma de comida, grano y objetos preciosos, eran entregados a los sacerdotes a cambio de su intercesión ante los dioses, práctica que hizo del clero una de las clases sociales más ricas y poderosas de la sociedad persa. Un grupo de sacerdotes era conocido como karpans, y había otro, kawis, cuya función está aún menos definida, pero ambos tenían un claro interés político y privado por mantener la práctica de la religión tal como siempre se había entendido.
Zoroastro
En este contexto nació Zoroastro, de padres persas nobles, Pourusaspa y Dughdova. Su padre, Pourusaspa, probablemente pertenecía a la clase sacerdotal, ya que su hijo llegaría también a serlo, continuando con la tradición de que los hijos siguieran la profesión de los padres, y el estatus elevado de la familia viene dado por el hecho de que Zoroastro comenzó su educación a temprana edad, en lugar que tener que trabajar. Tuvo cuatro hermanos (dos mayores y dos más pequeños), pero no se sabe nada más de su familia o su infancia.
A la edad de 15 años era sacerdote, probablemente ayudante de uno más mayor, y se dice que abandonó el hogar familiar a los 20 para seguir su carrera. Uno de los rituales que realizaban los sacerdotes karpan era el sacrificio de animales, y es seguro que Zoroastro fue testigo en numerosas ocasiones (es posible que incluso haya sido obligado a participar), porque lo encontraba tan desagradable que, más tarde, insistiría en rechazar esa práctica.
No se sabe a que se dedicó entre los 20 y los 30 años, pero a esta edad asistió a un festival religioso en el que se celebraban los ritos de la primavera (probablemente la celebración del Año Nuevo conocida como Nowruz), y experimentó una visión que cambió su vida. En la orilla del río, delante de él, apareció la imagen brillante de un ser celestial que se identificó a sí mismo como Vohu Mahah (“buen propósito”) y proclamó ser enviado por Ahura Mazda para entregar un mensaje: los sacerdotes no habían entendido la verdad divina y estaban adorando dioses falsos: solamente había un dios, Ahura Mazda, que no requería sacrificios de sangre, sino solo una conducta ética. Zoroastro había sido escogido para predicar esa revelación y parece que empezó su misión de inmediato.
La nueva verdad
El mensaje de Zoroastro no fue recibido por nadie más con el mismo entusiasmo que el suyo. Fue rechazado por los sacerdotes, su vida se vio amenazada y se vio forzado a huir de su hogar. Sin embargo, no dejaría de predicar la nueva verdad revelada y permaneció en constante oración para recibir la guía de Ahura Mazda, sobre cómo proceder. Sus plegarias y preguntas al dios quedarían escritas más tarde, formando una parte central de las escrituras zoroástricas, conocida como el Avesta.
Pasado un tiempo, se encontró en la corte de un rey llamado Vishtaspa y, para su entretenimiento, estableció un debate teológico con sus sacerdotes. Según el Avesta, Zoroastro rebatió todos sus argumentos y demostró con claridad la validez de su revelación, aunque como eso amenazaba al orden establecido, no resultó del agrado de Vishtaspa, que ordenó encarcelar al profeta. En la prisión, Zoroastro curó milagrosamente al caballo favorito de Vishtaspa, que sufría una parálisis, y el rey le concedió la libertad y nuevamente escuchó su mensaje. Según la tradición zoroástrica, Vishtaspa fue el primer converso y, como era un rey, otros le siguieron rápidamente.
Ni Zoroastro ni sus discípulos dejaron nada escrito. Según la tradición, sus palabras fueron memorizadas, repetidas en rituales, y transmitidas oralmente de generación en generación, hasta que finalmente fueron recogidas en forma escrita. No se sabe cómo se difundió la religión después de Vishtaspa, pero ya estaba muy extendida en tiempos del Imperio aqueménida (ca. 550 - 330 a.C.), cuya clase dirigente era zoroastra. Se dice que Zoroastro siguió predicando su fe hasta su muerte, hacia los 77 años de edad, que sucedió por causas naturales, debido a su avanzada edad o, según trabajos posteriores del período sasánida, asesinado por un sacerdote de la antigua religión.
La visión
La nueva fe de Zoroastro se basaba en la visión que había recibido al lado del río, y en las respuestas a sus continuas plegarias. Se basaba en cinco principios:
- El dios supremo es Ahura Mazda.
- Ahura Mazda es el bien absoluto.
- Su oponente eterno, Angra Mainyu, es el mal absoluto.
- La bondad se expresa mediante buenos pensamientos, buenas palabras y buenas obras.
- Cada persona es libre de escoger entre el bien y el mal.
Ahura Mazda era el único dios, eterno, no creado, mientras que las otras muchas deidades adoradas anteriormente no eran más que espíritus o emanaciones divinas. Deidades populares como Mitra o Anahita ya no tenían que ser veneradas como inmortales ni omnipotentes, aunque podían seguir siéndolo como representaciones de la benevolencia de Ahura Mazda.
Un problema no resuelto por el Avesta es de dónde procede Angra Mainyu y las fuerzas del mal si el universo fue creado por una deidad omnipotente, que es el bien absoluto. Parece que el Avesta da por supuesto un entendimiento en su audiencia, que haría superflua esa respuesta. Las oraciones y los consejos de Zoroastro sugieren que la audiencia original ya conocía el origen de Angra Mainyu y seguramente ese era un aspecto de la antigua religión que él conservó.
Tanto si existía una explicación original para el problema del mal y se perdió o simplemente se supuso, la cuestión no fue afrontada explícitamente hasta el siglo XIX. Anteriormente se habían hecho algunas sugerencias, especialmente en el caso del zorvanismo, que lo resolvía haciendo a Ahura Mazda y Angra Mainyu igualmente poderosos y, en ambos casos, creadores, aunque ese dualismo fue rechazado por los zoroastras tradicionales.
El orientalista alemán Martin Haug (1827-1876) sugirió una solución para el problema y propuso que Angra Mainyu no era una deidad, sino una emanación de Ahura Mazda, la descarga de energía negativa de una acción creativa, una reacción al propio acto de creación, pero sin poder real. Todo lo que Angra Mainyu era capaz de hacer, por tanto, era intentar alterar y distorsionar el gran plan de Ahura Mazda, y esa alteración es lo que la gente llama “mal”, con lo que el “mal” real, según esa perspectiva, no existiría.
La vida y el más allá
El valor central de la fe era el libre albedrío del ser humano. Si uno sigue los preceptos de Ahura Mazda, se vive una vida satisfactoria; si no, uno se ve enredado en el engaño y se sufre el conflicto y la confusión. Desde los Cinco Principios como base para las propias decisiones, la fe se expresaba a través del cuarto: la bondad se manifiesta mediante los buenos pensamientos, las buenas palabras y las buenas obras, y eso se lleva a la práctica a través de lo siguiente:
- Diciendo siempre la verdad, especialmente cumpliendo las promesas
- Practicando la caridad con todo el mundo, especialmente con los menos afortunados
- Mostrando amor a los demás, incluso sin que sea correspondido
- Con moderación en todo, especialmente en la dieta
Aunque hay evidencias de los esfuerzos de proselitismo por parte de sus seguidores, tras la misión inicial de Zoroastro, la fe se difundió por medio del comportamiento virtuoso de los creyentes, que se adhirieron a los tres valores centrales de conducta:
- Hacer que los enemigos sean amigos
- Hacer que los malvados sean honestos
- Hacer que los ignorantes aprendan
Si uno vivía de acuerdo con esos valores, lograría no solo llevar una vida buena y productiva, sino que sería recompensado en el más allá. Al nacer, el propio espíritu superior (fravashi) envía al alma (urvan) al interior del cuerpo para experimentar el mundo material y escoger entre el bien y el mal. Al morir, se creía que el alma se quedaba en la tierra durante tres días, cerca del cuerpo, y se ponía un perro en la habitación para espantar a los malos espíritus y proteger el alma, mientras los dioses evaluaban la vida del fallecido.
Tres días después, el urvan se volvía a reunir con su fravashi y viajaban al Puente Chinvat, que se alzaba sobre el abismo entre los vivos y los muertos, donde se encontraban con los dos perros que lo vigilaban. Estos darían la bienvenida a las almas justificadas y rechazarían a las malas. El alma se encontraría, a continuación, con la Doncella Sagrada, Daena, representante de la conciencia del difunto. Para el alma justificada, aparecería como una bella doncella; para la condenada, sería una vieja bruja fea. Daena consolaría a las almas recién llegadas y las conduciría al puente, donde serían protegidas del ataque demoníaco por el ángel Suroosh.
El puente se ensancharía, dando la bienvenida a las almas justificadas, y se estrecharía, haciendo difícil el acceso de las condenadas. Suroosh guiaría al alma hasta el ángel Rashnu, juez honesto de los difuntos. Las almas cuyas obras buenas y malas estuvieran equilibradas, iban al Hamistakan, una especie de purgatorio, donde permanecerían hasta el fin de los tiempos y el día de la resurrección, en el que se reunirían con Ahura Mazda. Las que habían vivido de acuerdo con la luz, iban al paraíso de la Casa de la Música; las que no, eran arrojadas desde el puente al infierno de la Casa de las Mentiras, donde serían atormentadas en la oscuridad y se sentirían siempre solas, independientemente de cuántas otras hubiera en las proximidades. Había cuatro niveles ascendentes de paraíso, el más alto en compañía del propio Ahura Mazda, y cuatro niveles descendientes de infierno, el inferior el de la oscuridad completa.
Sin embargo, aunque uno fuera a parar al nivel más bajo del infierno, no era un castigo eterno. Ahura Mazda, como la Bondad Última, no dejaría a ninguna de sus creaciones en sufrimiento eterno y, en su momento, llegaría un mesías – el Saoshyant (“El que trae el bien”) – que llevaría el Frashokereti (Fin del Tiempo), en el que todas las almas se reunirían con Ahura Mazda en una reunión jubilosa, incluso si estaban en el infierno más oscuro, y Angra Mainyu sería destruido.
Rituales y escritura
Los adeptos eran conocidos no solamente por sus actos cotidianos sino también por el culto ritual a Ahura Mazda, a través de la celebración conocida como el yasna, cuyo objetivo era dar testimonio del asha (verdad, orden), resistir a la mentira (druj) y fortalecer la voluntad de los creyentes de luchar contra las fuerzas de la oscuridad. El mundo estaba lleno de espíritus invisibles, tanto buenos como malos: los ahuras (buenos) y los daevas (malos), y había que estar siempre atento a ellos y tomar precauciones o escuchar con atención; el yasna animaba a hacerlo así.
Esos rituales siempre incluían el fuego, el último elemento sagrado creado, y el agua, que representaba la sabiduría y que estaba entre los primeros. Se mantenía un fuego encendido en un altar conocido como Templo de Fuego y un sacerdote oficiaba, recitando las palabras sagradas y ofreciendo plegarias en presencia de la llama sagrada. Al finalizar la ceremonia, se honraba al agua con el rito del ab-zohr, una ofrenda para purificar las aguas del mundo y reparar cualquier daño sufrido.
No existía ninguna ceremonia funeraria similar a las de otras culturas, porque no se consideraba decoroso mostrar un dolor excesivo. La muerte era parte natural de la vida y las ceremonias funerarias se llevaban a cabo con tranquilidad y moderación. Se cuidaba del cuerpo en casa, con un rito especialmente importante, el sagdid (“el vistazo del perro”), en el que se introducía un perro en la habitación para espantar a los malos espíritus y, a nivel práctico, asegurarse de que la persona estaba muerta y no en estado de coma. Una vez completado el ritual, se preparaba el cuerpo y se sacaba de la casa, dejándolo expuesto a los elementos en unas estructuras llamadas Torres del Silencio, porque inhumarlos en tierra no se consideraba saludable. Una vez que la carne había sido devorada por varios carroñeros, se enterraban los huesos.
Esos rituales se llevaban a cabo de acuerdo con la escritura, las costumbres y las creencias zoroástricas. Los textos centrales son:
- El Avesta
- El Denkard
- El Bundahishn
El Avesta contiene los Gathas (17 himnos atribuidos al propio Zoroastro), el Yasna (textos litúrgicos) y el Visperad (una parte separada del Yasna). Fue escrito durante el reinado de Sapor II (del 309 al 379 d. C.) y revisado y codificado bajo el de Kosrau I (del 531 al 579 d. C.). El Vendidad, considerado por algunos como parte del Avesta, es el código eclesiástico, el Denkard una colección de creencias y costumbres, y el Bundahishn trata de cosmología y cosmografía.
Supresión y legado
Los conceptos de esos textos se transmitieron de forma oral a lo largo de los siglos, antes de ser escritos y, durante ese tiempo, aunque las dinastías gobernantes de los diversos imperios adoptaron el zoroastrismo, no impusieron esa creencia entre sus súbditos. La libertad de creencia y la tolerancia con otras religiones fueron elementos centrales en la visión de Ciro el Grande, mantenidos por sus sucesores, los partos, y adoptados totalmente por los sasánidas, aunque hicieron del zoroastrismo la religión del estado.
La libertad de pensamiento religioso durante el período sasánida viene ejemplificada por el desarrollo de la llamada "herejía" del zorvanismo, una rama del zoroastrismo, que proclamaba al Tiempo (Zorvan) como ser supremo y a Ahura Mazda como un ente creado. Según esta visión, Ahura Mazda y Angra Mainyu eran hermanos gemelos de igual poder que se enfrentaron, pero finalmente fue el Tiempo el que lo dictaba todo. Como el Tiempo no podía ser aplacado, el zorvanismo promovió una visión fatalista de la vida, en contra del valor central del libre albedrío de los zoroástricos, aunque no hay evidencias de persecución de los zorvanitas.
El primer ataque contra la tolerancia religiosa vino de los cristianos en el siglo IV d.C., quienes sacaron los fuegos sagrados de los templos y predicaron contra el zoroastrismo como una fe falsa. En ese momento, no contaban ni con el poder ni con los suficientes seguidores para hacer mucho más, pero los árabes musulmanes que los invadieron en el siglo VII d.C., sí que los tendrían. Los templos zoroástricos de fuego, los altares y las bibliotecas fueron destruidos, y los zoroastras obligados a convertirse al islam, huir de sus casas o continuar profesando su fe en secreto. Los expertos apuntan a este período al hablar de la enorme pérdida cultural como la de los textos zoroástricos que podrían haber explicado el origen del mal.
El zoroastrismo sobrevivió entre los parsis en la India (adonde huyeron los refugiados de la invasión musulmana) y entre la gente de Irán que lo mantuvo vivo, y todavía es practicado en todo el mundo en la actualidad. Aunque los primeros cristianos y musulmanes repudiaron y atacaron esa fe, sus conceptos fundamentales influyeron tanto en el cristianismo como en el islam y el judaísmo. De hecho, el zoroastrismo es la primera fe monoteísta que introdujo los conceptos de la responsabilidad individual de la salvación, el juicio después de la muerte, un mesías, un final de los tiempos, y un cielo y un infierno, y debe ser considerada en justicia como precursor de las religiones posteriores que reclaman una visión original que, en realidad, fue establecida siglos antes por Zoroastro y que estaba tan convencida de su verdad que nunca necesitó silenciar a las demás.