
Las pruebas históricas de la existencia de Gilgamesh se encuentran en inscripciones que le atribuyen la construcción de las grandes murallas de Uruk (la actual Warka, en Irak) que, en la historia, son las tablillas en las que documenta por primera vez su búsqueda del sentido de la vida. También aparece en la Lista Real Sumeria (en torno a 2100 a.C.) y lo mencionan figuras históricas conocidas de su época, tales como el rey Enmebaragesi de Kish (en torno a 2700 a.C.), además de las leyendas que surgieron en torno a su reinado.
La búsqueda del significado de la vida, explorado por escritores y filósofos desde la Antigüedad hasta hoy en día,
Rey legendario e histórico
Gilgamesh está generalmente aceptado como el quinto rey histórico de Uruk que reinó en el siglo XXVI a.C. Se cree que su influencia fue tan profunda que surgieron mitos sobre su estatus divino en torno a sus logros, que culminarían en las historias que conforman la Epopeya de Gilgamesh. Los reyes mesopotámicos posteriores invocarían su nombre y asociarían su linaje al propio. El más famoso, Shulgi de Ur (que reinó de 2029-1982 a.C.), considerado el mejor rey del periodo III de Ur (2047-1750 a.C.) en Mesopotamia, afirmó que Lugalbanda y Ninsun eran sus padres y Gilgamesh su hermano para elevar su reinao a los ojos de sus súbditos.
Desarrollo del texto
Los cuentos sumerios primitivos que acabarían conformado la Epopeya de Gilgamesh son:
- Gilgamesh, Enkidu y el inframundo (también conocido como Gilgamesh y el árbol halub),
- Gilgamesh y Humbaba,
- Gilgamesh y el toro del cielo,
- La muerte de Gilgamesh,
- La historia del diluvio (Génesis de Eridu y, más tarde, Atrahasis)
Estas historias lo representan como un gran héroe, y al final el rey histórico recibió un estatus completamente divino como un dios. Regularmente se lo representaba como hermano de Inanna, una de las diosas más populares de toda Mesopotamia. Se han encontrado plegarias escritas en tablillas dirigidas a Gilgamesh en la otra vida como juez del inframundo, comparable en sabiduría a los célebres jueces griegos de la otra vida, Radamantis, Minos y Éaco.
En el poema Gilgamesh, Enkidu y el inframundo, que se basa en mitos anteriores incluido Inanna y el árbol Huluppu, Gilgamesh escucha un relato sobre el inframundo de primera mano del Enkidu, que ha regresado del oscuro reino de Ereshkigal adonde fue a recuperar los objetos perdidos de su amigo. Dependiendo de una interpretación u otra, Enkidu puede ser un fantasma que le otorga una visión, lo que querría decir que Gilgamesh es el único ser vivo que sabe lo que le espera tras la muerte, o se entiende que Enkidu ha sobrevivido a su viaje al inframundo, una de las dos únicas personas, sin contar al divino Dumuzi.
Las tablillas cuneiformes de la obra descubiertas por Layard en 1849, y traducidas y publicadas en inglés por George Smith en 1876, presentan la versión estándar de la historia. Cualquier otra versión moderna se basa en esas once tablillas, pero en ocasiones se añade una duodécima que cuenta la historia de Gilgamesh, Enkidu y el inframundo. No obstante, esta historia se suele omitir porque Enkidu muere en la Tablilla VII de la versión estándar y su aparición en la Tablilla XII como sirviente de Gilgamesh en vez de su amigo no tiene sentido.
Cuando la Tablilla XII se incluye en una traducción a veces se justifica afirmando que Enkidu es un fantasma que ha regresado de la tierra de los muertos para contarle a Gilgamesh lo que ha visto. Sin embargo, esta interpretación no está respaldada por el texto del poema, en el que Gilgamesh les pide a los dioses dos veces que liberen a Enkidu del inframundo y dice que no ha muerto sino que lo han retenido injustamente. Por tanto, la mayoría de traducciones modernas eligen correctamente dejar Gilgamesh, Enkidu y el inframundo donde corresponde: como una obra diferente compuesta mucho antes de la versión estándar de la epopeya y que data de la época de Shin-Leqi-Unninni.
Resumen
Una vez lo ha domado y ha entrado en la civilización, Enkidu está indignado por las historias que oye sobre Gilgamesh y su arrogancia y viaja a Uruk a retarlo.
Con la idea de inmortalizar su nombre, Gilgamesh sugiere un viaje al bosque de Cedros para matar al demonio Humbaba (demonio entendido como una entidad supernatural, no un espíritu malvado). Humbaba no ha hecho nada malo y cuenta con el favor de los dioses porque protege el bosque, pero a Gilgamesh le da igual porque no está pensando más que en sí mismo. Cuando ambos amigos derrotan a Humbaba, este les pide clemencia, pero Enkidu anima a Gilgamesh a matarlo, y el demonio muere.
Regresan a Uruk y Gilgamesh se prepara para celebrar la victoria vistiendo sus mejores galas. Esto
Enkidu sufre durante un tiempo y cuando muere
¿Cómo puedo descansar, cómo puedo estar en paz? La desesperación está en mi corazón. Lo que mi hermano es ahora, eso seré yo cuando muera. Como le tengo miedo a la muerte iré como pueda a buscar a Utnapishtim, a quien llaman el Lejano, porque ha entrado en la asamblea de los dioses. (Libro 9, Sandars, 97)
Siduri le indica cómo llegar hasta el barquero Urshanabi, que lo transporta al otro la do de las aguas de la muerte, al hogar de Utnapishtim y su mujer. Utnapishtim le dice que no puede hacer nada por él. Dice que los dioses le concedieron la inmortalidad y no tiene poder para hacer lo mismo por Gilgamesh. Aun así, le da dos oportunidades al rey para conseguir la vida eterna. Primero, tienen que demostrar que lo vale quedándose despierto seis días y seis noches, pero no lo consigue y después le da una planta mágica que, en un momento de descuido, deja en la orilla mientras se está bañando y se la come una serpiente. Al haber fracasado, le pide a Urshanabi que lo lleve de vuelta a Uruk y allí inscribe su historia en las murallas de la ciudad.
Legado y debate en curso
De los varios episodios que comprende la Epopeya de Gilgamesh , varios se remontan a prototipos sumerios en los que aparece realmente el héroe Gilgamesh. Incluso en aquellos episodios que carecen de contrapartes sumerias, la mayoría de los motivos individuales reflejan fuentes míticas y épicas de los sumerios. Sin embargo, en ningún caso los poetas babilónicos copiaron servilmente el material sumerio. Modificaron tanto su contenido y moldearon su forma, de acuerdo con su propio temperamento y herencia, que solo sigue siendo reconocible el núcleo básico del original sumerio. En cuanto a la estructura de la trama de la epopeya en su conjunto, el drama episódico fuerte y fatídico del héroe inquieto y aventurero y su inevitable desilusión, definitavamente es un desarrollo y un logro babilónico, más que sumerio. (La historia comienza en Sumeria, 270)
No obstante, en lo que se refiere al sentido de la obra, en realidad es irrelevante qué civilización contribuyó en mayor grado, como en cualquier obra literaria. La Epopeya de Gilgamesh no le pertenece a una única civilización o época histórica en lo que se refiere a su descripción de la condición humana, igual que otras obras como el Mahabharata, La Ilíada, La Odisea, el Shahnameh o la Eneida. Obviamente, una obra literaria está influida por la civilización que la produce, pero las más grandes obras, como Gilgamesh, van más allá de tales consideraciones.
Conclusión
Hoy en día la fascinación por Gilgamesh continúa como lo ha hecho desde que se tradujera la obra en la década de 1870. Por citar un ejemplo, un equipo alemán de arqueólogos dijo haber descubierto su tumba en abril de 2003. Las excavaciones arqueológicas realizadas con tecnología moderna de imantación en el antiguo lecho del Éufrates y alrededor han revelado recintos de jardines, edificios específicos y estructuras que se describen en la Epopeya de Gilgamesh, incluida la tumba de Gilgamesh. Según La muerte de Gilgamesh, fue enterrado en el fondo del Éufrates cuando las aguas se separaron tras su muerte.
No obstante, ya no es relevante si el rey histórico existió o no, porque el personaje ha cobrado vida propia a lo largo de los siglos. Al final de la historia, cuando Gilgamesh se está muriendo, el narrador dice:
Los héroes, los sabios, como la luna nueva, tienen sus crecientes y menguantes. Los hombres dirán: «¿Quién ha gobernado con fuerza y con poder como [Gilgamesh]?» Como en el mes oscuro, el mes de las sombras, sin él no hay luz. Oh Gilgamesh, te dieron la realeza, tal era tu destino, la vida eterna no era tu destino. Por esto, no se entristezcan, no se aflijan ni se opriman; él les ha dado poder para atar y desatar, para ser la oscuridad y la luz de la humanidad. (Sanders, 118)
Parte de la fascinación por Gilgamesh reside en que, como cualquier otra gran obra literaria, nos dice mucho sobre nosotros mismos. Al darle voz a la pena y el miedo a la muerte, puede que de una manera más potente que cualquier otra obra posterior, al representar el amor, la vulnerabilidad y la búsqueda de sabiduría, se ha convertido en un testimonio personal para millones de lectores en decenas de idiomas.
Pero también es especialmente relevante en el mundo moderno, con sus fundamentalismos polarizados, ambas partes con la ferviente creencia en su propia rectitud, ambas en una cruzada, o jihad, contra lo que creen que es un enemigo malvado. El héroe de esta epopeya es un antihéroe, un superhombre (o se podía decir una superpotencia) que no conoce la diferencia entre fuerza y arrogancia. Al atacar a un monstruo de manera preventiva provoca su propio desastre, un desastre que solo se puede superar a través de un viaje agonizador, una búsqueda que acaba en sabiduría al demostrar su propia futilidad. La epopeya tiene una inteligencia moral extraordinariamente sofisticada. Al hacer hincapié en el equilibrio y su rechazo por inclinarse por el héroe o el monstruo, nos lleva a cuestionarnos nuestras peligrosas certidumbres sobre el bien y el mal. (2)