La peste en el mundo antiguo y medieval

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Joshua J. Mark
por , traducido por Edilsa Sofia Monterrey
Publicado el 23 marzo 2020
Disponible en otros idiomas: inglés, francés, portugués
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La palabra «plaga», cuyo término generalizado en español es «peste», que define una epidemia mortal, fue acuñada por el médico Galeno (130-210 d.C.), quien sobrevivió la peste antonina (165-c. 180/190), pero la enfermedad ya había sido registrada anteriormente en relación con la plaga de Atenas (429-426 a.C.), la cual había matado a muchos de los habitantes de esa ciudad, incluyendo al hombre de estado Pericles (495-429 a.C.). Esta epidemia, y algunas de las que le siguieron, pudieron o no ser la peste propiamente dicha según se definiría más tarde; los escritores de la Antigüedad solían usar el término plaga para cualquier tipo de pestilencia generalizada.

No es de extrañar que pudo haber plagas antes del brote ateniense (y con seguridad los hubo), pero la mayoría de los estudios de la epidemia comienzan con la de Atenas, ya que fue la primera en ser registrada por un testigo y superviviente, el historiador Tucídides (460/455-399/398 a.C.). Las pestes suelen llevar el nombre de la persona que las reportó, del monarca que regía en la época del brote, de la región afectada o un epíteto, como es el caso de la muerte o peste negra.

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The Triumph of Death
«Triunfo de la muerte» de Pieter Brueghel el Viejo
Museo del Prado (Public Domain)

Las plagas o pestes más importantes que se han registrado en el mundo antiguo y medieval son:

  • La plaga de Atenas
  • La peste antonina
  • La peste cipriana o de Cipriano
  • La plaga de Justiniano
  • La peste romana
  • Las plagas en Oriente Próximo
  • La muerte o peste negra
  • Las epidemias causadas por el «intercambio colombino»

De todas ellas, estas últimas epidemias no se consideran peste puesto que eran un contagio de viruela y de otras enfermedades que afectaron a muchas personas, pero que fueron tan letales para la población indígena del continente americano como lo fue la peste en otros lugares. La lepra es otra de las epidemias que no se consideran peste, pero que también causó estragos entre la población (especialmente en Europa en el siglo XI); este también es el caso de la epidemia de viruela en Japón entre los años 735 y 737 d.C. Las epidemias y las pandemias han continuado produciéndose hasta la era moderna y, entre las más mortíferas, se encuentran la epidemia de Gripe española de 1918-1919 y la epidemia de VIH/SIDA (desde 1981 hasta la actualidad), aunque hubo muchas otras. En el momento de esta redacción, el Coronavirus (COVID‑19) está mostrando ser la última en sumarse a la lista de las pandemias más letales en la historia del mundo.

Naturaleza y tipos de peste

ANTES DEL SIGLO XIX, SE CREÍA QUE EL ORIGEN DE LA PESTE ERA SOBRENATURAL, UN CASTIGO DE LOS DIOSES O DE DIOS Y, QUIZÁS, EL RESULTADO DE LOS PECADOS DE LA POBLACIÓN.

No fue sino hasta el siglo XIX que se descubrió la causa de la peste cuando en 1894 se reconoció e identificó a la bacteria Yersinia pestis. Antes de esta fecha, se creía que el origen de la peste era sobrenatural, un castigo de los dioses o de Dios y, quizás, el resultado de los pecados de una población. La causa real era Yersinia pestis, cuyo vector eran las pulgas de los roedores, en la mayoría de los casos las ratas, que transmitían la bacteria a los humanos por picaduras. Otros animales pueden contraer la bacteria al comerse a las ratas (y a otros roedores) infestados y esto, conllevaría a un brote epizoótico que a su vez se transmite a los seres humanos. La gente muere de la peste debido a la naturaleza tóxica de Yersinia pestis, que pone en peligro al sistema inmunitario mientras que, al mismo tiempo, se multiplica en el cuerpo. Debido a que el sistema inmunitario está «invadido», este no puede luchar contra las toxinas y la persona muere.

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Los primeros síntomas de la peste siempre se han descrito como aquellos semejantes al de una gripe, que aparece, por lo regular, entre tres y siete días después de que la persona haya sido infectada. Al principio los síntomas son escalofríos, dolores en el cuerpo, fiebre y debilitamiento general; luego progresan a vómitos, diarrea, deshidratación, falla respiratoria (en algunos casos) y muerte. Los tres tipos de peste son:

  • Bubónica: causada por la picadura de una pulga portadora. Esta peste ataca los nódulos linfáticos, inflamándolos; y cuando los nódulos se hinchan se les llama bubones, de ahí su nombre.
  • Septicémica: causada por una pulga infectada o por contacto con un animal infectado. La bacteria ataca cuando entra en el torrente sanguíneo y se multiplica.
  • Neumónica: causada por contacto con un animal infectado y se transmite de persona a persona al toser. Ataca los pulmones, las bacterias se multiplican rápidamente, lo que desencadena una respuesta inmunológica que al final cierra los pulmones y la persona muere de colapso respiratorio.

De las epidemias que trataremos a continuación, las tres primeras quizás no hayan sido peste. Las descripciones que se tienen, de acuerdo a los testimonios, sugieren que hayan sido brotes de tifus o de viruela, pero pudo haber sido una enfermedad infecciosa de alta mortalidad.

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La plaga de Atenas (429-426 a.C.)

La plaga de Atenas (cantidad de muertes: 75.000 a 100.000) llegó a través del puerto de Pireo, probablemente en el año 430 a.C.; y en 429 a.C., se desató por toda la ciudad. Tucídides escribió:

…según se dice, ya había hecho su aparición anteriormente en muchos sitios, concretamente por la parte de Lemnos y en otros lugares, aunque no se recordaba que se hubiera producido en ningún sitio una peste tan terrible y una tal pérdida de vidas humanas. Nada podían hacer los médicos por su desconocimiento de la enfermedad que trataban por primera vez; al contrario, ellos mismos eran los principales afectados por cuanto que eran los que más cerca estaban a los enfermos… (Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso, Libro II 47, pág. 464/586)[1]

Atenas estaba metida de lleno en la Segunda Guerra del Peloponeso (431-404 a.C.) contra Esparta, y el general y hombre de estado Pericles había ordenado una retirada detrás de las murallas de Atenas. Los espacios reducidos en que se encontraba la excesiva población significó que, desde el momento en que la plaga entró en la ciudad, no había lugar para poner en cuarentena a los enfermos; por ende, la enfermedad se propagó rápidamente.

Plague in an Ancient City
«Plaga en una ciudad de la Antigüedad» de Michael Sweerts
Los Angeles County Museum of Art (Public Domain)

Los síntomas incluían fiebre, estornudos, dolor de garganta, muy mal aliento, tos violenta, dolores en el pecho, insomnio y convulsiones. Muchas personas estaban saludables cuando la plaga atacó, pero sucumbieron a los diez días después del primer síntoma de fiebre. La fiebre persistía sin cesar a tal punto que la gente no soportaba la ropa y necesitaba beber agua constantemente, pero los afectados no podían retenerla. Aquellos que quisieron ayudar murieron con tanta rapidez que otros empezaron a abandonar a los enfermos y comenzaron a cuidar de sus propios intereses. Tucídides describe un colapso total de la ley y el abandono de las prácticas religiosas:

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…Y nadie estaba dispuesto a sufrir penalidades por un fin considerado noble, puesto que no tenía la seguridad de no perecer antes de alcanzarlo. Lo que resultaba agradable de inmediato y lo que de cualquier modo contribuía a ello, esto fue lo que pasó a ser noble y útil. Ningún temor de los dioses ni ley humana los detenía; de una parte juzgaban que daba lo mismo honrar o no honrar a los dioses, dado que veían que todo el mundo moría igualmente, y, en cuanto a sus culpas, nadie esperaba vivir hasta el momento de celebrarse el juicio y recibir su merecido; pendía sobre sus cabezas una condena mucho más grave que ya había sido pronunciada, y antes de que se les cayera encima era natural que disfrutaran un poco de la vida. ((Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso, Libro II 53, pág. 477/586)[2]

Aun así, los supervivientes de la enfermedad (y quienes se dieron cuenta de que para entonces habían adquirido inmunidad) se dedicaron a ayudar a quienes todavía estaban afectados. La peste mató a muchos de los ciudadanos más prominentes, entre ellos Pericles, y tuvo repercusiones sobre el resultado de la guerra. Con tantos muertos, y con el debilitamiento significativo de la ciudad, Atenas tuvo dificultades para mantener el esfuerzo de guerra y al final perdió en favor de Esparta.

La peste antonina (165 - c. 180/190 d.C.)

La peste antonina (cantidad de muertes: 5 millones) asoló al Imperio romano bajo la corregencia de Marco Aurelio (que reinó entre 161-180 d.C.) y de Lucio Vero (que reinó entre 161-169 d.C.), quienes ejercieron conjuntamente el reinado entre 161 y 180 d.C.; esta tomó su nombre de la familia de Marco Aurelio, Antonino. Apareció por primera vez entre los miembros del ejército romano durante el asedio de la ciudad de Seleucia en el invierno de 165-166 d.C. y fue propagada por estas tropas cuando regresaban a Roma o cuando se estacionaron en otros lugares.

LOS HISTORIADORES MODERNOS CREEN QUE LA PLAGA SE ORIGINÓ EN CHINA Y SE PROPAGÓ HACIA OCCIDENTE A LO LARGO DE LA RUTA DE LA SEDA.

Los síntomas, tal y como fueron descritos por Galeno, comenzaban con fiebre e incluían diarrea, brotes en la piel, faringitis (la incapacidad para tragar) acompañada de dolor e inflamación de la garganta, sed insoportable, tos y vómitos. Aquellas personas que contrajeron la enfermedad morían o se recobraban dentro de las dos semanas siguientes. Los historiadores modernos creen que la plaga se originó en China y se propagó hacia Occidente a lo largo de la ruta de la seda, ya que ciudades como Tesifón (también llamada Ctesifonte) y Seleucia eran vínculos importantes con acceso directo a los proveedores chinos. Sin embargo, la gente de aquel tiempo interpretó la epidemia como un castigo por los pecados, con su respectivo acompañamiento de historias que circulaban echándoles la culpa.

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De acuerdo al historiador Dion Casio (c. 155 - c. 235), la enfermedad mató a más de 2000 personas por día y la muerte se llevó a Lucio Vero (en 169 d.C.) y a Marco Aurelio (en 180 d.C.). Marco Aurelio le había echado la culpa de la peste a los cristianos, alegando que ellos habían disgustado a los dioses al haber rechazado participar en la religión de Estado y los persiguió. Sin embargo, los cristianos se convirtieron en los principales cuidadores de los enfermos durante este tiempo, atendían a los afectados sin tener en cuenta su propia seguridad, lo que dio como resultado que muchas más personas se convirtieran al cristianismo.

The Plague by Arnold Bocklin
«La Peste» de Arnold Böcklin
Arnold Böcklin (Public Domain)

La peste antonina solía citarse como el comienzo de la desestabilización del Imperio romano. Si uno acepta este argumento, no se puede negar que la peste generó un cambio completo en la sociedad romana. Por una parte, el ejército estaba debilitado por la inmensa pérdida de tropas y por la otra, los nuevos reclutas que provenían de entre las tribus germánicas no tenían el mismo nivel de lealtad. Los gladiadores morían tan fácilmente como cualquier otra persona y hubo menos juegos, lo que resultó en un malestar público, que sumado al abandono de las prácticas religiosas tradicionales, a favor del cristianismo, rompió la cohesión social. Los agricultores no podían producir cosechas, los artesanos ya no vivían para hacer artesanías y murió tanta gente que la economía estuvo al borde de la quiebra.

La peste cipriana (250-266 d.C.)

La peste cipriana (cantidad de muertes: 5000 personas por día) toma su nombre de san Cipriano (quién murió en el año 258 d.C.), el clero que la registró. A diferencia de Galeno, Cipriano no era médico, pero a pesar de esto presentó una imagen vívida del progreso de la enfermedad y de sus efectos. El primer síntoma, al igual que las epidemias que se han mencionado antes, era fiebre seguida de debilitamiento general o fatiga, dolor e inflamación de la garganta, pérdida del sentido del oído, diarrea, vómitos y posiblemente infección de los ojos. Los estudiosos modernos sugieren que esta epidemia puede haber sido peste bubónica, cólera o tifus, pero también pudo ser viruela.

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Se cree que este brote también pudo originarse en China y viajar a lo largo de la ruta de la seda hacia Alejandría (Egipto) y después hacia Roma. Golpeó cuando el Imperio romano ya estaba debilitado, durante la crisis del siglo III (235-284 d.C.), cuando no había un liderazgo central y los «emperadores de cuartel» subían al poder apoyados por la fuerza de sus vínculos con el ejército; y caían rápidamente cuando no podían cumplir con sus promesas. Por lo tanto, en esta época los registros estaban descuidados y no existe otra cifra de muertes aparte del número aceptado de 5000 personas al día, cifra obtenida tanto de los informes difusos de ese tiempo como los de Cipriano.

Victims of Cyprian plague
Víctimas de la peste cipriana
N. Cijan (CC BY-NC-SA)

Como sucedió durante la peste antonina, los cristianos se convirtieron en los principales cuidadores de los afectados, lo que fortaleció más a la religión. Los emperadores Hostiliano (que reinó en el año 251 d.C.) y Claudio II el Gótico (que reinó entre 268 y 270 d.C.) murieron, al igual que muchos de los clérigos paganos; los que quedaron eran mayormente los que formaban parte del clérigo cristiano, quienes explicaban la causa de la enfermedad en términos cristianos. La peste debilitó aún más al ejército romano y a la economía debido a que hubo más pérdidas de soldados que en la peste antonina, además de que la muerte de los agricultores fue la causa de que las cosechas se pudrieran en los campos.

La plaga de Justiniano (541-542 d.C. en adelante)

Aunque la fecha de la plaga de Justiniano (con una cantidad de muertes de 50 millones), se suele indicar como 541-542, considerada la peor fase, la epidemia continuó por mucho tiempo después; y finalmente desapareció alrededor del año 750. Es el primer caso en el mundo en que una peste, cuya causa es la bacteria Yersinia pestis, se documenta a cabalidad. La peste toma su nombre del monarca del Imperio bizantino, Justiniano I (que reinó entre 527 y 565), y fue registrada por primera vez por el historiador Procopio (500-565), quien escribió las crónicas de muchos de los eventos durante el reinado de Justiniano I.

Se cree que esta peste, considerada la más desastrosa hasta ese momento, también se originó en China y viajó a India a lo largo de la ruta de la seda y después hasta Occidente. Constantinopla, la capital del Imperio bizantino, era otra ciudad (como Seleucia y Tesifón) que servían como un centro comercial importante y como conducto entre Oriente y Occidente. Procopio informa que hubo una ola de frío atípica que arruinó las cosechas e hizo que la gente se fuera de las regiones rurales hacia ciudades como Constantinopla para buscar refugio y asistencia; con esta gente vinieron las ratas, que encontraron refugio en las carretas de víveres.

Rats in A Plague Tale: Innocence
Ratas, fotograma del videojuego «A Plague Tale: Innocence»
Jan van der Crabben (CC BY-NC-SA)

Primero la gente tuvo fiebre y fatiga antes de que aparecieran los brotes de bubones hinchados detrás de las orejas, axilas e ingles. Procopio informa que la gente deliraba antes de caer en un estado de coma y morían dentro de la semana después de haber contraído la infección. Según Procopio, la causa de la plaga era el reino desencaminado de Justiniano I, motivo por el cual Dios lo estaba castigando no solo a él, sino también a su pueblo.

LA ÚNICA MEDIDA EFECTIVA PARA REDUCIR LA PROPAGACIÓN DE LA ENFERMEDAD ERA PONER EN CUARENTENA A LOS ENFERMOS E IMPLEMENTAR LO QUE HOY SE CONOCE COMO DISTANCIAMIENTO SOCIAL.

Los estudiosos modernos creen que, además de la transmisión a lo largo de la ruta de la seda, la peste se propagaba por medio de los carros de provisiones del ejército de Justiniano I que llevaban ratas infestadas de vuelta a Constantinopla. En aquel tiempo, sin embargo, la gente no tenía idea de la causa ni tampoco ningún concepto de cómo tratar la peste, confiaban principalmente en plegarias y en amuletos de protección. La única medida efectiva para reducir la propagación de la enfermedad era poner en cuarentena a los enfermos e implementar lo que hoy se conoce como distanciamiento social. El imperio sobrevivió la peste, pero de forma muy disminuida al haber perdido 25% de su población.

La peste romana (590 d.C.)

La peste romana (para la cual no hay estadísticas disponibles de la cifra de muertes) fue la continuación de la peste justiniana, pero localizada en Roma. Al igual que la peste de Justiniano, parece ser que fue una combinación de la peste bubónica, septicémica y neumónica, siendo la cepa bubónica la más prevalente.

Esta epidemia también fue interpretada como un castigo de los dioses y el papa Gregorio el Grande (540-604) decretó que esta solo podía ser detenida por medio de procesiones penitenciales a través de la ciudad, implorando misericordia por intercesión de la Virgen María. Estas procesiones agruparon a un número significativo de personas que estaban regularmente en contacto, propagando de este modo la infección; hay informes de aquel entonces en los que se describe a la gente desplomándose y muriendo mientras participan. A pesar de esto, las procesiones continuaron y cuando la peste acabó, parece que se les daba crédito por haber calmado la ira de Dios.

Las plagas en Oriente Próximo (562-749 d.C.)

Las plagas en Oriente Próximo suelen estar resumidas en discusiones de la peste de Sheroe (627-628) que mató al monarca sasánida Kavad II (que reinó en 628) y cuyo nombre de nacimiento era Sheroe. La peste había estado presente en la región más de cien años antes, sin embargo, se cree que es una continuación de la peste de Justiniano. Cuando comenzó en 562, la cantidad de muertes en la ciudad de Amida se daba en 30.000 y los brotes del año 688-689 cobraron en tres días las vidas de 200.000 personas en Basora.

Three Doctors Attend a Man with the Plague
Tres médicos asisten a un hombre enfermo de peste
Historical Medical Library of The College of Physicians of Philadelphia (CC BY-NC-SA)

La peste venía en ciclos, unos peores que otros, y nuevamente se atribuían a la ira de Dios por los pecados de la humanidad. Se desconocen los métodos de acción que tomó la gente porque hay muy pocas fuentes existentes. El estudioso Peter Christensen comenta:

Tenemos muy poca información del curso que tomó la pandemia [en la región]. Muy pocos recuentos han sobrevivido. En el siglo IX, cuando la peste finalmente desapareció, los estudiosos en Basora escribieron reseñas breves de la historia de la enfermedad. Aunque fueran consideradas altamente autoritativas por historiadores musulmanes posteriores, estos ‘Libros de la plaga’ están incompletos. (Christensen, The Decline of Iranshahr, pág. 81)[3]

Es por esta razón que los historiadores suelen enfocarse en la peste de Sheroe porque, al menos, sus efectos son los que están mejor documentados. Kavad II comenzó su reinado asesinando a su hermano, hermanastros y medios hermanos para que no pudieran impugnar su pretensión al trono. Después de haber eliminado a todos los sucesores, reinó por solo unos meses antes de morir de la peste. La única persona que podía ser su sucesor era su hijo de siete años, Ardacher III (que reinó de 628 a 629), pero el chico estaba controlado por un regente, y fue derrocado rápidamente, lo que significó la puesta en marcha de la inestabilidad que contribuyó al colapso del Imperio sasánida.

La peste negra (1347-1352)

La muerte o peste negra (cantidad de muertes estimada en 30 millones) es la peste más conocida de la historia; mató entre el 30 y el 50% de la población en Europa. Aunque se ha identificado a esta epidemia como peste bubónica, los otros dos tipos también estuvieron presentes. Como en los brotes anteriores, los síntomas comenzaban con fiebre, dolores en el cuerpo y fatiga antes de que los bubones aparecieran en el cuerpo: en la región inguinal, las axilas y alrededor de las orejas; los bubones negros son los que le dieron su nombre a la peste. Las personas solían morir dentro de los tres días después de la infección.

Se cree que esta peste también se originó en Asia y que llegó a Europa, muy probablemente, a través de Sicilia por medio de las naves comerciales que venían del este, las cuales estaban infestadas de ratas y de sus pulgas (aunque los historiadores también citan por tierra a la ruta de la seda como una fuente probable de propagación). Las naves genovesas son la fuente más probable ya que está documentado que una de ellas atracó en Marsella y en Valencia, propagando la enfermedad a ambas ciudades. En dos años, Inglaterra, Francia y España se tambaleaban por la peste y entonces, el comercio la llevó a Irlanda. Por el año 1350, se había propagado a Alemania, luego a Escandinavia y de allí a Rusia.

Citizens of Tournai Bury Their Dead
«Enterrando a las víctimas de la peste de Tournai», ilustración en las «Crónicas y anales de Gilles le Muisit»
Pierart dou Tielt (Public Domain)

Esta peste también fue atribuida a la ira de Dios, al demonio y a los pecados de la humanidad; y el tratamiento se centraba en rituales religiosos y conmemoraciones. Ciertos grupos marginalizados también fueron culpados y aumentaron los pogromos contra los judíos. Por otra parte, en el puerto de Ragusa (hoy Dubrovnik, Croacia), que estaba controlado por Venecia, las autoridades tomaron otra medida, una más efectiva. Aquí se estableció una ley de aislamiento durante un período de 30 días para los barcos que llegaban de zonas afectadas por la peste, que se conoció como el trentino (30 días). Nadie podía ir a visitar a estas naves desde el puerto ni tampoco ninguno de estos barcos podía tocar tierra. En 1348, Ragusa había sido golpeada con severidad por la peste y parece haber sido la primera ciudad que instituyera medidas para detener su propagación.

LAS CONSECUENCIAS DE LA EPIDEMIA FUERON DE GRAN ALCANCE EN EL SENTIDO DE QUE CASI TRANSFORMARON POR COMPLETO LA SOCIEDAD EUROPEA.

Esta práctica fue eventualmente adoptada por otras ciudades en diferentes países; estas no solo fueron expandidas de las naves a los pueblos y ciudades, sino que también se extendió el período a 40 días, bajo la ley del quarantino (40 días), palabra de la cual procede la palabra «cuarentena» en español. Cualquiera persona que rompiera la cuarentena podía ser multada y entonces se les ponía en mayor aislamiento, pero los ricos podían untar las manos de alguien y comprar su salida, mientras que otros simplemente hacía caso omiso de la reglamentación; así fue como la enfermedad continuó propagándose por aquellos que no respetaban la ley que ordenaba el confinamiento.

Las consecuencias de la epidemia fueron de gran alcance en el sentido de que casi transformaron por completo la sociedad europea medieval. El sistema feudal y la institución de la servidumbre (que mantenía sujetos a los trabajadores pobres a la tierra del señor rico) no podía mantenerse porque tanta gente había muerto y aquellos que aún podían trabajar reclamaban mayor autonomía y remuneración. Los derechos de las mujeres mejoraron porque muchas de ellas habían perdido a sus esposos, quienes habían sido dueños de terrenos, y a sus hijos; y se les permitió mantener el control de sus propiedades y comercios. Una consecuencia que sobresale es el cambio de enfoque de Dios y el cielo a la humanidad y a la vida sobre la tierra, que acabaría dando lugar al Renacimiento.

El intercambio colombino (1492-1550)

El intercambio colombino es el término moderno para la transferencia de cultura, personas y tecnología entre Europa y el llamado «Nuevo mundo», después de la expedición de Cristóbal Colón a América en 1492. El intercambio también llevó consigo la epidemia de viruela (y otras enfermedades) que mataron alrededor del 80 al 90 % de la población indígena de América al no tener inmunidad alguna contra las enfermedades europeas. Las epidemias que arrasaron con la población en 1520 y luego nuevamente entre 1545 y 1548 dejaron vacíos los pueblos, las aldeas y las ciudades, lo que contribuyó a la caída de los imperios Inca y Azteca.

17th-century Depiction of Plague Doctor
Representación del médico de la peste en el siglo XVII
Paul Fürst (Public Domain)

Junto con la viruela, los europeos también llevaron tifus, sarampión, fiebre amarilla y probablemente sífilis. Estas enfermedades, acompañadas de las campañas militares que los europeos llevaron a cabo contra los pueblos indígenas americanos, con miras a controlar la tierra y los recursos, repercutieron gravemente sobre la cultura indígena del continente americano. La población de algunas tribus y regiones fue reducida de tal modo que la colonización fue más fácil y los europeos empezaron a controlar la tierra que había sido habitada previamente por los indígenas.

Conclusión

Las plagas han continuado desestabilizando y reduciendo poblaciones hasta nuestros días. La peor fue el brote de gripe de 1918, también conocida como Gripe española (llamada así porque fue reportada por primera vez en España, no porque España fuera la fuente de la pandemia). La cifra de muertes se estima entre 50 y 100 millones a nivel mundial, lo que hace que sea la peste más mortífera en la historia del mundo. Se han propuesto varias teorías respecto a su fuente, pero parece que haya originado en un campo del ejército de Kansas, Estados Unidos; y que se haya propagado desde ahí cuando se desplegaron las tropas que desembarcaron en Brest, Francia, durante la Primera Guerra Mundial. Otras epidemias se produjeron a lo largo del siglo XX, un ejemplo que se destaca es la infección de VIH/SIDA que mató a 35 millones de personas desde que fue identificada en la mitad de la década de 1980.

Estos dos brotes tienen características fundamentales en común: la falta de reconocimiento de la seriedad de la situación por parte de la población hasta que fue muy tarde y la falta por parte de los gobiernos para reaccionar oportunamente ante la epidemia. Antes de que «la teoría de los gérmenes»[4] fuera reconocida, se comprende que la gente pudiera interpretar la peste en términos de la ideología religiosa predominante, pero en tiempos modernos, la falta de respuesta rápida por parte de los gobiernos y de la población para tomar medidas prácticas sigue siendo desconcertante.

En 1918, después del brote de Gripe española, se reconoció la efectividad de la cuarentena. Aquellas ciudades donde se aplicó el confinamiento detuvieron efectivamente la propagación de la enfermedad. Aún así, para el tiempo en que se aplicaron las medidas, más gente se había infectado y muchos habían muerto, mientras que otros ayudaron a propagar la enfermedad al hacer caso omiso de las reglamentaciones gubernamentales en lo que se refiere al distanciamiento social, un paradigma que, desafortunadamente, incluso hoy en día es aparente con la pandemia del Coronavirus (COVID‑19).

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Sobre el traductor

Edilsa Sofia Monterrey
Edilsa Sofía es una antigua diplomática y educadora, especialmente interesada en las Artes y los asuntos culturales. Además de otros grados, tiene una maestría en traducción literaria.

Sobre el autor

Joshua J. Mark
Joshua J. Mark no sólo es cofundador de World History Encyclopedia, sino también es su director de contenido. Anteriormente fue profesor en el Marist College (Nueva York), donde enseñó historia, filosofía, literatura y escritura. Ha viajado a muchos lugares y vivió en Grecia y en Alemania.

Cita este trabajo

Estilo APA

Mark, J. J. (2020, marzo 23). La peste en el mundo antiguo y medieval [Plague in the Ancient & Medieval World]. (E. S. Monterrey, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1528/la-peste-en-el-mundo-antiguo-y-medieval/

Estilo Chicago

Mark, Joshua J.. "La peste en el mundo antiguo y medieval." Traducido por Edilsa Sofia Monterrey. World History Encyclopedia. Última modificación marzo 23, 2020. https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1528/la-peste-en-el-mundo-antiguo-y-medieval/.

Estilo MLA

Mark, Joshua J.. "La peste en el mundo antiguo y medieval." Traducido por Edilsa Sofia Monterrey. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 23 mar 2020. Web. 14 oct 2024.

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