Las primeras monedas romanas se acuñaron a finales del siglo IV a.C. en Italia y se siguieron produciendo durante otros ocho siglos a lo largo del imperio. La denominación y el valor de las monedas fueron cambiando de forma más o menos constante, pero ciertos tipos, como los sestercios y los denarios, perduraron y llegaron a convertirse en algunas de las monedas más famosas de la historia.
La moneda romana, como en otras sociedades, representaba y garantizaba un valor ampliamente reconocido, lo que permitía un intercambio económico más sencillo, que a su vez fomentaba el comercio y el desarrollo tecnológico. Todas las clases sociales podían aspirar a obtener estas monedas, que luego se gastaban en toda clase de bienes y servicios. Aún más significativo era el hecho de que con la moneda podían realizarse pagos grandes e idénticos con facilidad, lo que posibilitó una nueva escala de actividad comercial. Las monedas también cumplían una función ideológica: difundir la imagen de la clase gobernante, ya que constituían el medio de comunicación masiva de la época. Frecuentemente llevaban la efigie de emperadores y representaciones de monumentos imperiales célebres, lo cual era lo más cercano que la mayoría de los romanos podía llegar a ver de ellos.
Durante los primeros tiempos de la República, Roma no utilizaba monedas, sino un sistema de pesos de bronce conocido como aes rude. Estas unidades eran bastante grandes, ya que una sola equivalía a unos 324 gramos u 11 ½ onzas. A pesar de su considerable peso, este sistema continuó utilizándose hasta alrededor de 218 a.C. Con la expansión romana por el centro de Italia, los botines de guerra permitieron comenzar a acuñar monedas en metales preciosos como el oro, la plata y el bronce. Las primeras monedas romanas eran probablemente pequeñas piezas de bronce de bajo valor, acuñadas en Neápolis a partir del año 326 a.C., y llevaban la leyenda PΩMAIΩN. Las primeras monedas de plata comenzaron a acuñarse a inicios del siglo III a.C. y se asemejaban a las monedas griegas contemporáneas. Estas tenían un valor equivalente a dos dracmas griegos y llevaban la inscripción ROMANO, que más adelante evolucionaría a ROMA. Con el tiempo, y como consecuencia de los excesos financieros derivados de las guerras púnicas, se redujo el peso de las monedas, así como el contenido metálico de las barras de bronce. Por razones de necesidad económica, también se acuñaron monedas de oro (aurei), un hecho excepcional que no volvería a repetirse hasta el siglo I a.C.
En torno a 211 a.C., se introdujo un sistema monetario completamente nuevo. En él apareció por primera vez el denario de plata, una moneda que se convertiría en la principal divisa de plata de Roma hasta el siglo III d.C. Inicialmente, su acuñación fue financiada mediante un impuesto sobre la propiedad, aunque, a medida que las guerras contra Cartago se inclinaban a favor de Roma, comenzó a sufragarse con el botín de guerra. El denario equivalía a diez ases de bronce, cada uno de los cuales pesaba 54 gramos (2 onzas). Existían otras monedas, como el victoriato de plata, con un peso equivalente a tres cuartos de un denario; el quinario, con un valor de medio denario; y otras monedas de bronce y oro, aunque estas últimas no siempre se utilizaron de forma generalizada ni constante. Desde alrededor de 200 a.C., solo Roma tenía la autoridad para acuñar moneda en Italia, y el movimiento de las tropas favoreció la amplia circulación de la moneda romana.
EN EL AÑO 46 A.C., JULIO CÉSAR ACUÑÓ LA MAYOR CANTIDAD DE MONEDAS De ORO JAMÁS VISTA EN Roma.
A medida que Roma se expandía y tomaba cada vez más tesoros de sus enemigos, la plata comenzó a reemplazar al bronce como el material más importante para la acuñación de monedas. Este cambio se acentuó especialmente tras la adquisición de las minas de plata de Macedonia a partir del año 167 a.C., lo que provocó un gran auge de la moneda de plata desde el año 157 a.C. Además, en torno a 141 a.C. el as de bronce se devaluó, de modo que dieciséis ases pasaron a equivaler a un denario. Ya no era necesario marcar las monedas como romanas, puesto que no existían otras en Italia, y para el siglo I a.C. la moneda romana se utilizaba ampliamente en todo el Mediterráneo.
En el año 84 a.C., una vez más, se hizo evidente la estrecha relación entre la guerra y la acuñación de moneda, cuando Sila emitió nuevas monedas de oro y plata para pagar a sus ejércitos.Julio César repitió esta práctica y, en el año 46 a.C., acuñó la mayor cantidad de monedas de oro jamás vista en Roma, llegando incluso a superar en producción a la propia casa de moneda estatal. Tras la muerte de César, las distintas facciones que luchaban por sucederle también produjeron sus propias monedas. Sin embargo, con la victoria final de Octaviano, se restableció una moneda romana uniforme una vez más.
El uso de la imagen en las monedas tomó un giro claramente propagandístico cuando Julio César colocó su propio perfil en ellas, una oportunidad que Bruto no desaprovechó: también imprimió su imagen en un lado de sus monedas y, en el reverso, representó dos dagas que simbolizaban su papel en el asesinato de César.Augusto, naturalmente, siguió esta tendencia, pero además reformó las denominaciones de las monedas menores. Su nuevo sistema serviría como base de la moneda romana durante los tres siglos siguientes. En el año 23 a.C., se eliminaron las monedas de plata de menor denominación que el denario, reemplazadas por el sestercio y el dupondio fabricados en oricalco (una aleación de cobre y zinc). El as y el quadrans, aún más pequeño (equivalía a un cuarto de as), pasaron a acuñarse en cobre en lugar de bronce. El denario de plata continuó en circulación como antes (ahora con un valor de 84 por libra), y el áureo de oro se valoraba en 25 denarios cada uno, con una relación de 41 por libra (7,87 g). La acuñación de monedas se realizaba principalmente en Roma, pero hubo una excepción significativa: la casa de la moneda de Lugdunum, que comenzó a producir monedas, principalmente de oro y plata, en el año 16 a.C. y dominó la producción hasta mediados del siglo I d.C. Otras casas de la moneda destacables, aunque de producción esporádica, existieron en ciudades como Antioquía, Alejandría y Cesarea, entre otras. Cabe señalar que en Oriente continuaron circulando variedades locales, especialmente monedas de bronce de bajo valor.
Después de los emperadores de la dinastía Severa, la producción de monedas comenzó a proliferar en todo el Imperio. Cientos de ciudades individuales acuñaron también sus propias monedas, y la emisión de denominaciones menores quedó, en particular, en manos de las autoridades locales. No obstante, en general, todas estas variedades provinciales eran convertibles según los valores de la moneda romana. Es probable, además, que estas monedas diversas circularan principalmente dentro de su propia región geográfica, ya que no se garantizaba una circulación a escala imperial y, aunque las monedas acuñadas en Roma se enviaban a las provincias, lo más probable es que permanecieran allí.
Moneda que muestra al emperador romano Aureliano
Wikipedia User: CNG (CC BY-SA)
Amenazas contra la moneda
Se acuñaban monedas continuamente, ya que la recaudación de impuestos solo cubría el 80% del presupuesto imperial, y el resto se cubría poniendo más monedas en circulación, provenientes de metal recién extraído de las minas. Esto significaba que los emperadores extravagantes podían meterse en graves problemas financieros. Una solución era reducir el peso y/o el contenido metálico de las monedas, para así incrementar la oferta monetaria disponible.Nerón hizo esto en el año 64 d.C. (reduciendo el contenido de oro en un 4,5% y el de plata en un 11%). Lo mismo hicieron Cómodo, Septimio Severo y Caracalla. Este último acuñó el antoniniano, que tenía un valor nominal de dos denarios, pero en realidad valía cerca de uno y medio. Gradualmente, las monedas de plata pasaron de ser puras a contener solo un 50% de plata, y luego siguieron disminuyendo hasta alcanzar un mínimo histórico del 2%. Incluso hay evidencia, en el Imperio tardío, de que a las monedas con bajo contenido de plata se les aplicaba una superficie más fina de plata para hacerlas parecer más valiosas de lo que realmente eran. Esta descarada manipulación de la moneda no pasó desapercibida para la población, que respondió pagando sus impuestos con estas nuevas monedas, mientras conservaba las más antiguas y valiosas como forma de ahorro, o incluso las fundía.
Existía un cuerpo de profesionales (nummularii), quienes tenían la tarea de inspeccionar las monedas sospechosas.
Otro problema era la falsificación de moneda, incentivada en gran medida por la mala calidad de la moneda oficial. Existía un cuerpo profesional específico (los nummularii) encargados de inspeccionar las monedas sospechosas; sin embargo, la avalancha de monedas falsas los sobrepasaba. La situación empeoró aún más tras las invasiones bárbaras del siglo III d.C., y la presión financiera que generaron estas invasiones llevó al colapso de la moneda de plata, de modo que solo la moneda de oro y el pago en especie mantuvieron la economía a flote.
Desde el gobierno de Aureliano se intentó mejorar la situación monetaria, estampando en las monedas marcas que indicaban su contenido metálico: XXI o KA para un 5% de plata, y XI o IA para un 10%. En el año 293 d.C., Diocleciano continuó las reformas garantizando que el áureo contuviera 60 piezas por libra de oro (moneda que más tarde sería renombrada como sólido y que llegó a sobrevivir incluso a la caída del Imperio). Además, acuñó una nueva moneda de plata pura y una moneda bimetálica de bronce con plata, el nummus, cuyo valor equivalía a 1/7200 de un sólido. En 301 d.C. realizó una nueva valoración monetaria, restringió la producción a entre 12 y 15 casas de moneda y unificó los diseños y leyendas en todo el Imperio, sin importar dónde se acuñaran. Constantino revirtió esta tendencia al devaluar el sólido, de modo que entonces 72 monedas equivalían a una libra, aunque la economía resistió el cambio. En términos generales, las monedas de bronce adquirieron protagonismo en el Imperio tardío, con denominaciones que variaron con el tiempo. A pesar de posteriores reformas, nunca se recuperó la estabilidad de los siglos anteriores, y la producción monetaria en Occidente cesó alrededor del año 480 d.C.
Moneda imperial romana con la imagen de un rinoceronte
Classical Numismatic Group (CC BY-SA)
Imágenes
Las imágenes se imprimían en las monedas mediante el golpe manual de un troquel sobre una matriz previamente tallada, colocada debajo (anverso) y otra sobre la moneda en blanco (reverso). Durante la República, el control de la acuñación estatal correspondía a tres magistrados menores (luego cuatro), los tresviri aere argento auro flando feriundo o a.a.a.f.f.. Estos magistrados solían firmar las emisiones que realizaban y, al principio, preferían motivos clásicos como Roma, Júpiter, Marte y Victoria. En el siglo II a.C., una serie de monedas empezó a mostrar una cuadriga (carro tirado por cuatro caballos), pero en torno a 135 a.C. los tresviri monetales comenzaron a estampar referencias de sus propias familias, de monumentos locales, de acontecimientos contemporáneos e incluso, posiblemente, de sus afiliaciones políticas. Se evitaba representar a gobernantes, quizá porque en las monedas griegas esto estaba reservado a reyes y tiranos, lo cual contradecía los principios republicanos. Las leyendas se disponían en líneas verticales u horizontales que no seguían la curvatura de la moneda y podían continuar en el reverso.
Los retratos podían variar desde representaciones idealizadas hasta muy realistas, dependiendo de cada emperador.
Las monedas del período imperial solían mostrar en el anverso un retrato del emperador, que entonces era el único responsable del tesoro estatal, generalmente de perfil, con una corona radiada o una corona de laurel. En ocasiones menos comunes, podía aparecer algún miembro de la familia imperial. Los retratos variaban desde representaciones idealizadas hasta otras muy realistas, dependiendo del emperador, la etapa de su reinado y las tendencias artísticas del momento. A partir de Constantino, los retratos imperiales se volvieron cada vez más uniformes, estableciéndose como norma una representación estandarizada del emperador, independientemente de sus rasgos individuales. Una excepción notable al uso del retrato imperial fue la inscripción SC (Senatus Consulto) grabada en los cobres de época augustea, posiblemente indicando el respaldo del Senado. Las leyendas en las monedas comenzaron a disponerse en sentido horario, siempre iniciando desde la parte inferior izquierda.
Monedas alejandrinas con la imagen del Faro de Alejandría
Ginolerhino (CC BY-SA)
El reverso de las monedas podía presentar una gran variedad de diseños y, en particular, la introducción por parte de Augusto del gran sestercio brindó a los grabadores una superficie mayor para trabajar. Las primeras monedas de bronce solían representar la proa de un barco, pero las monedas de mayor valor mostraban temas mucho más elaborados e interesantes. Entre sus diseños se incluían monumentos como el Coliseo, la columna de Trajano y varios templos de Roma, así como obras públicas promovidas por el Estado, como acueductos, puentes o el renovado puerto de Ostia, que aparece en los sestercios de Nerón. También podían representarse las conquistas imperiales; un ejemplo notable es el uso, por parte de Augusto, de un cocodrilo encadenado a una palmera en los ases, símbolo de la subyugación de Egipto. Las monedas de Marco Antonio llevaban grabados los números de las legiones a las que estaban destinadas, y las emisiones provinciales podían mostrar dioses y héroes locales, monumentos o incluso símbolos religiosos específicos, como las jarras canópicas que figuran en el reverso de las monedas acuñadas en Alejandría.
Conclusión
En muchos casos, las monedas constituyen la única representación física fiable de figuras destacadas en la historia de Roma. También ilustran monumentos hoy perdidos o en ruinas, y contribuyen a establecer una cronología precisa de Roma, así como a fechar otros artefactos hallados junto a ellas en contextos arqueológicos. Las monedas con fechas bien conocidas pueden, además, ayudar a datar otras piezas de cronología incierta cuando se encuentran juntas. Los retratos numismáticos han sido una herramienta inestimable para identificar esculturas de retrato previamente anónimas. Asimismo, la distribución de monedas a lo largo del Imperio puede revelar información crucial sobre movimientos poblacionales, redes comerciales e identidades cívicas. Todos estos campos de estudio continúan desarrollándose con el tiempo, a medida que se siguen descubriendo, muchas veces de manera fortuita, tesoros de monedas en regiones apartadas que alguna vez formaron parte del Imperio romano.
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Mi nombre es Carlos Navarro. Soy de la ciudad de Nueva York, donde vivo con mi esposa y nuestra hija de seis años. Siento una profunda pasión por la historia y disfruto explorando los acontecimientos que han dado forma al mundo en el que vivimos hoy.
Mark es un autor, investigador, historiador y editor a tiempo completo. Se interesa, en especial, por el arte y la arquitectura, así como por descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en filosofía política y es el director de publicaciones de World History Encyclopedia.
Cartwright, M. (2018, abril 19). Moneda romana [Roman Coinage].
(C. W. Navarro, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-12370/moneda-romana/
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Cartwright, Mark. "Moneda romana."
Traducido por Carlos William Navarro. World History Encyclopedia. Última modificación abril 19, 2018.
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Cartwright, Mark. "Moneda romana."
Traducido por Carlos William Navarro. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 19 abr 2018, https://www.worldhistory.org/Roman_Coinage/. Web. 30 jul 2025.
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Escrito por Mark Cartwright, publicado el 19 abril 2018. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.