Herculano, en el golfo de Nápoles, fue una ciudad romana que quedó destrozada por la erupción del Vesubio del 79 d.C. Como su vecina Pompeya, se conservó en perfectas condiciones gracias a una capa de ceniza volcánica de varios metros de espesor que, en el caso concreto de Herculano, quedó cubierta después por un río de lava que, al petrificarse, permitió que se preservasen incluso los restos orgánicos. Edificios de varios pisos, frescos, papiros y esqueletos son solo algunos de los restos aparecidos en las excavaciones que han ayudado a arqueólogos e historiadores a recomponer el día a día de una ciudad romana del siglo I d.C. Herculano forma parte de la Lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
La historia prerromana de Herculano
Herculano comenzó siendo una ciudad ubicada en las estribaciones del volcán Vesubio, a solo 8 kilómetros (5 millas) al sureste de Neápolis (la actual Nápoles). Aunque se desconoce la protohistoria de la ciudad con exactitud, es probable que la fundasen en los siglos VI o V a.C. como un enclave comercial o administrativo de la colonia griega de Nápoles. Tanto el nombre como la presencia de un trazado regular de calles vendrían a reforzar la hipótesis de este vínculo. Se trata sin duda de un mito, pero cuenta Dionisio de Halicarnaso (nacido hacia el 60 a.C.) que el héroe griego Heracles (Hércules para los romanos) estableció la ciudad cuando regresaba de Iberia a casa tras capturar el rebaño de Gerión, uno de sus célebres doce trabajos. Hasta existía la leyenda de que Hércules había luchado contra unos gigantes de fuego en las inmediaciones. Está claro que alguien sabía en alguna parte que el Vesubio no siempre había sido el pacífico telón de fondo de la costa pintoresca en que se había convertido ahora. Estrabón (nacido hacia el 64 a.C.) afirma que la ciudad cambió de manos varias veces, desde los oscos, pasando por los etruscos y los pelasgos, hasta los samnitas.
LLEVABA SIGLOS SIN PRODUCIRSE UNA ERUPCIÓN SIGNIFICATIVA DEL VESUBIO Y LA POBLACIÓN, ACOSTUMBRADA A VERLO COMO EL TELÓN DE FONDO DE SU CENTRO URBANO, SE CONFIÓ PENSANDO QUE ERA UN VOLCÁN EXTINTO.
En el siglo IV a.C., la ciudad era de los oscos y continuó siéndolo en los siglos sucesivos, al menos por lo que respecta a la cultura, como atestigua la existencia de un altar de mármol consagrado a Venus con inscripciones en osco. Herculano prosperó como un alto habitual en el camino que unía Neápolis y Pompeya por la calzada de la costa. Dados los futuros acontecimientos, no resulta baladí que, de hecho, la ciudad estuviese construida en una ladera aterrazada mirando al mar; ni tampoco que sus cimientos mismos fuesen un río gigante de lava y una capa posterior de ceniza resultado de sendas erupciones del Vesubio (acaecidas c. 6000 a.C. y c. 1750 a.C., respectivamente). En consecuencia, la tierra era fértil y la toba volcánica, un excelente material de construcción. El agua la suministraba un río que bajaba del Vesubio y que discurría por ambos lados de la ciudad, aunque esto solo sucedía de manera estacional.
El Herculano romano
Herculano formaba parte de la liga samnita, pero se alió con Roma después, durante la guerra social, también conocida como guerra itálica o guerra mársica (91‑87 a.C.). Roma salió victoriosa y, gracias a Tito Didio, tomó la ciudad en el 89 a.C. Herculano se convirtió entonces en un municipium, lo que le garantizaba a su población masculina la ciudadanía romana. Las instituciones tradicionales oscas se sustituyeron por otras latinas y la ciudad pasó a estar gobernada por dos magistrados (duumviri, «duunviros») que se elegían anualmente. También contaba con la presencia de otros funcionarios típicos romanos, como el cuestor (quaestor), que se encargaba del erario de la ciudad, y el edil (aedile), responsable del mantenimiento y limpieza de los espacios públicos.
Herculano comerciaba con sus vecinos y supo sacar partido de su pequeño puerto; sin embargo, por el poco espacio del que disponía tierra adentro, jamás pudo crecer hasta convertirse en una ciudad comparable en tamaño a Neápolis ni a Pompeya siquiera. Como esta última, Herculano tenía una ubicación ideal con la que sacar provecho de los ciudadanos romanos más ricos que, desde la capital y otros muchos rincones, venían en busca de un lugar agradable donde evadirse del día a día. Por lo visto, con su buen tiempo y sus pintorescas vistas al mar, fue una tranquila ciudad vacacional a la que se llegaba fácilmente por carretera. Las tiendas parecen modestas y las calles no muestran las señales de deterioro típicas del tráfico (a diferencia de las de ciudades con más trasiego como Pompeya). Había muchos tipos distintos de vivienda, entre ellos, grandes villas, casas adosadas más pequeñas con balcones en la segunda planta y bloques de pisos (insulae). También tenía un teatro, una palestra, una basílica y el foro. Cerca de la costa estaban los edificios de las termas romanas, las termas Suburbanas, ubicadas estratégicamente para atraer a los viajeros en cuanto atravesaban la puerta Marina al llegar. Puede que los baños públicos de esta ciudad fuesen más pequeños que los de otras, pero contaban con una piscina interior climatizada y unos suntuosos pavimentos de mármol. Las paredes del interior de los cambiadores tienen unos frescos eróticos particularmente llamativos.
LA VILLA DE LOS PAPIROS SE LLAMA ASÍ POR LOS 1.785 ROLLOS DE PAPIRO QUE COMPONEN EL TESORO QUE APARECIÓ OCULTO ENTRE SUS RUINAS.
Que algunos de los habitantes de Herculano eran ricos lo atestiguan tanto la presencia de varios senadores romanos como la abundancia de impresionantes residencias del siglo I d.C. construidas según el modelo de las domus, aunque con terrazas ajardinadas y vistas panorámicas al mar en muchas de sus estancias. Una de dichas residencias es la villa de los Papiros. Ubicada al noroeste de la ciudad, presumió en su momento de unas terrazas ajardinadas con estatuas, fuentes y estanques. La villa de los Papiros se llama así por los 1.785 rollos de papiro que componen el tesoro que apareció oculto entre sus ruinas. Pese a estar carbonizados, les han confiado algunos de sus secretos a los restauradores. Muchos de los papiros recogían las obras del poeta, historiador y filósofo Filodemo de Gádara (que probablemente murió en la ciudad); sin duda, formaban parte de una biblioteca más amplia de filosofía con una marcada tendencia epicúrea. Ningún ejemplo de las obras en prosa de Filodemo había sobrevivido a la Antigüedad hasta el descubrimiento de los papiros de Herculano. De hecho, la villa de los Papiros sirvió de inspiración para el Museo Getty de Malibú, en los Estados Unidos. Otras villas de Herculano, como la villa de los Pisones, también han sido un suministro importante de papiros, la mayoría escritos en griego.
Herculano sufrió graves daños en el terremoto que sacudió la zona el 5 de febrero del 62 d.C. Este seísmo alcanzó la impresionante magnitud de 7,5 en la escala de Richter, lo que afectó a la mayoría de los edificios públicos y privados. Por desgracia, los daños siguieron acumulándose durante las dos décadas siguientes debido a las réplicas y a nuevos terremotos más pequeños. Aunque hasta el emperador Vespasiano (reinó del 69 al 79 d.C.) se sintió impelido a costear algunas de las reparaciones, al igual que los particulares adinerados de la ciudad, no dejó de ser una funesta advertencia de que el Vesubio se estaba preparando para algo muy gordo. También hubo otras señales de que la naturaleza andaba inquieta. El nivel del suelo de la zona descendió notablemente, lo que le permitió al mar invadir partes de la ciudad, donde hubo que abandonar algunas de las casas o adaptar sus plantas bajas. Llevaba siglos sin producirse una erupción significativa del Vesubio y la población, acostumbrada a verlo como el telón de fondo de su centro urbano, con sus pintorescas laderas totalmente cubiertas de árboles y vides, se confió pensando que era un volcán extinto, ya solo una montaña de presencia benigna.
Cuando al fin llegó la erupción del 79 d.C. (en algún momento entre agosto y octubre), fue devastadora. Se produjo una explosión tremenda que hizo saltar por los aires la cima del volcán y que expulsó hacia el cielo un hongo de partículas de piedra pómez que alcanzó una altura de 43 kilómetros (27 millas). Se calcula que la fuerza de la explosión fue 100.000 veces mayor que la de la bomba nuclear que devastó Hiroshima en 1945. La ceniza que flotaba en el aire pronto comenzó a posarse con suavidad, pero también con constancia, sobre los campos circundantes. Como la mayor parte de las cenizas cayeron sobre la cercana Pompeya, parecía que Herculano podría librarse de lo peor y que solo recibiría una fina capa. Pero entonces la imponente columna eruptiva que se cernía sobre el volcán se vino abajo, con lo que una ola de gases a 400 grados centígrados bajó por la ladera a una velocidad de 80 kilómetros (50 millas) por hora y barrió Herculano. Cualquier ser vivo que se cruzó en su camino murió prácticamente al instante.
La tragedia de este espantoso suceso se capta de forma más que tangible en la estampa que componen los esqueletos de las aproximadas 300 personas que murieron en el puerto mientras trataban de huir del caos. Quizás habían estado aguardando unas barcas que nunca llegaron. El material volcánico que escupió el Vesubio los días siguientes (ríos de lava incluidos) acabó sepultando por completo a estas personas y su ciudad. Todo ello se convirtió después en toba volcánica al solidificarse, lo que permitió preservar no solo el material orgánico, sino también, insólitamente, los pisos superiores de los edificios (puesto que solían estar construidos con armazones de madera rellenos de escombros). Este último estadio de destrucción no se produjo en Pompeya, que solo quedó enterrada bajo ceniza y piedras pequeñas. Por lo tanto, Herculano es, en muchos sentidos, una ventana al mundo perdido de los romanos del siglo I d.C. todavía mejor que la que supone su actual vecina más famosa. Por desgracia para los arqueólogos, esto también significa que Herculano es mucho más difícil de excavar. En el siglo XVIII, comenzaron a abrirse túneles en la capa de roca que cubría la ciudad —hasta una profundidad de 25 metros (82 pies) en algunos puntos—; pero, incluso hoy, solo se ha excavado poco más de un tercio de todo el yacimiento urbano y únicamente se puede acceder a algunos de los sitios más conocidos, como el teatro o el foro, a través de los túneles de las primeras excavaciones.
Entre los hallazgos de Herculano, muchos de los cuales están expuestos en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles (MANN), se incluyen pinturas murales al fresco que representan escenas mitológicas, paisajísticas, de la vida diaria o de la flora y fauna local. Entre la excepcionalidad que suponen los objetos de madera, hay mesas, camas, mamparas y cunas. Incluso existen ejemplares de pan carbonizado, como una hogaza con la siguiente impronta: «De Céler, esclavo de Quinto Granio Vero». Hay estatuas y estatuillas, incluida una de Isis con incrustaciones de plata; ejemplares de cristalería fina (normalmente incolora o verde azulada); surtidores de agua de terracota con forma de animales; y mosaicos de los que se usaban para decorar suelos, paredes y fuentes. Un ejemplo extraordinario de los mosaicos de Herculano es la representación de Neptuno y Anfítrite procedente de la villa del mismo nombre elaborado a base de pequeños fragmentos de vidrio de colores.
La ciudad y sus habitantes continúan estudiándose en la actualidad, no solo porque las excavaciones siguen en marcha, sino también porque las nuevas tecnologías permiten realizar análisis cada vez más profundos de objetos carbonizados tales como los rollos de papiro. Gracias a que los esqueletos son un tipo de restos que pueden examinarse particularmente en detalle, los de Herculano han revelado que muchas personas tenían que desempeñar labores físicas ímprobas desde la infancia o que su dieta consistía sobre todo en verdura, pescado y marisco. También se ha podido observar en muchos varones los modos peculiares en que usaban algunas partes del cuerpo: por ejemplo, los dientes para sostener las redes mientras remaban en los botes de pesca. Asimismo, existen estadísticas sorprendentes, como la pequeña proporción de población infantil que había en comparación con los restos hallados en Pompeya o la gran diversidad genética (que pone de manifiesto que la comunidad se componía de individuos originarios de todos los rincones del mundo mediterráneo antiguo). Por último, incluso puede verificarse la causa de la muerte, desde la de las personas de la playa, que perecieron por culpa de los gases en combustión, hasta la de las que se refugiaron en los cobertizos de las barcas, que murieron bajo los escombros o por inhalar ceniza muy fina cuando pretendían huir de lo que solo se convertiría en su tumba.
Soy una traductora autónoma del inglés e italiano al español especializada en los campos del turismo y la historia. A mis yayos y sus relatos del pasado les debo mi pasión por esta última.
Mark es un autor, investigador, historiador y editor de tiempo completo. Se interesa, en especial, por el arte y la arquitectura, así como por descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en filosofía política y es el director de publicaciones de World History Encyclopedia.
Cartwright, M. (2019, octubre 08). Herculano [Herculaneum].
(E. B. Bruyel, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-10786/herculano/
Estilo Chicago
Cartwright, Mark. "Herculano."
Traducido por Eva Bruzos Bruyel. World History Encyclopedia. Última modificación octubre 08, 2019.
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Cartwright, Mark. "Herculano."
Traducido por Eva Bruzos Bruyel. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 08 oct 2019. Web. 13 oct 2024.
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Escrito por Mark Cartwright, publicado el 08 octubre 2019. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.