El período arcaico de Egipto (aprox. 3150 - 2613 a.C.) es el comienzo de la etapa histórica del país, durante la cual las regiones del Alto Egipto (sur) y el Bajo Egipto (norte) estuvieron unidas en un mismo reino, con un único gobierno central.
En este período inició el reinado de origen divino de los reyes y la cultura desarrolló rasgos egipcios identificables, por ejemplo, en la escritura, las artes y las ciencias. El título de “faraón” no se utilizó en este período; los gobernantes eran llamados “reyes” y su tratamiento era “su majestad”. El título de faraón comenzaría a utilizarse en el período del Imperio Nuevo (aprox. 1570 - 1069 a.C.), cuando empezó a utilizarse la palabra pero (también per-a-a), que significaba “casa grande”, para designar a la residencia real, en referencia al palacio del rey.
Este período sucedió al período predinástico del antiguo Egipto (aprox. 6000 - 3150 a.C.) y precedió al período conocido como el Imperio Antiguo (aprox. 2613 - 2181 a.C.). Si bien estas fechas no son aleatorias, no deben tomarse como límites fijos. Se utilizan para facilitar el estudio de la extensa historia de Egipto dividiéndola en secciones en las que existe cierta coherencia en el desarrollo.
El límite entre algunos períodos de la historia del antiguo Egipto parece claro, mientras que en otros casos (por ejemplo, entre los períodos predinástico y arcaico) es más difuso. Cuanto más antiguos sean los períodos en cuestión, más aproximativos serán los límites que los separen. Este modelo debe aplicarse a toda la historia de Egipto, ya que los antiguos egipcios no registraban su historia de acuerdo con estos términos y límites, sino que se tratan de construcciones modernas.
Unificación de Egipto y primer rey
De acuerdo con la cronología de Manetón (siglo III a.C.), el primer rey de Egipto fue Menes, rey del Alto Egipto, probablemente de la ciudad de Tinis (o Hieracómpolis), que derrotó a las demás ciudades‑Estado de su alrededor y luego conquistó el Bajo Egipto. El nombre de este rey se conoce principalmente gracias a documentos escritos, como la cronología de Manetón y el Canon real de Turín. Sin embargo, no hay suficiente evidencia arqueológica que lo corrobore, y los estudiosos de la actualidad sostienen que el primer rey puede haber sido un hombre llamado Narmer, quien unificó de manera pacífica el Alto y el Bajo Egipto alrededor del año 3150 a.C.
Esta afirmación no goza de aceptación unánime debido a que la Paleta de Narmer (una tablilla antigua con inscripciones) representa a un rey, que con certeza se trata de Narmer, y lo muestra como una figura militar que conquista una región que es claramente el Bajo Egipto. El historiador Marc Van de Mieroop señala al respecto:
La fundación de Egipto por medios militares es un concepto básico expresado en el arte de este período. Muchos artefactos líticos, entre los que se encuentran cabezas de mazas ceremoniales y paletas, contienen escenas bélicas y de lucha entre hombres, entre animales y entre hombres y animales. Si bien los egiptólogos del pasado interpretaban las escenas de guerra de manera literal, como registros de eventos reales, hoy en día prevalece la visión que las toma como representaciones estereotípicas de realeza y de legitimidad monárquica. (33)
A pesar de que muchos consideran que esta forma de interpretar las inscripciones antiguas es muy valiosa, esto no implica que estas interpretaciones sean correctas. El argumento en contra de esta interpretación consiste en preguntar por qué, si estas inscripciones tienen un significado simbólico, otras realizadas en períodos posteriores —como las de Ramsés II en la batalla de Qadesh— siguen siendo interpretadas como registros históricos veraces. Van de Mieroop prosigue, afirmando: “Este nuevo método hace que sea imposible obtener la fecha exacta de la unificación de Egipto o atribuírsela a un individuo específico sobre la base de estas representaciones” (33-34). Sin embargo, advierte que, independientemente de quién haya sido el primer gobernante, “el arte del período demuestra que los egipcios asociaban la unificación con la guerra” (34). El estudioso Douglas J. Brewer, por el otro lado, no encuentra inconvenientes en la interpretación simbólica de las inscripciones. El nombre “Menes” significa “aquel que resiste”, y podría tratarse de un título, no de un nombre propio, en cuyo caso no sería difícil identificar al primer rey como Narmer, “el que resiste”.
También se ha encontrado el nombre “Menes” en una inscripción de marfil de Naqada asociada con Hor-Aha, lo que podría significar que el título fue heredado o que Hor-Aha fue el primer rey. Brewer menciona que estas inscripciones antiguas, como la Paleta de Narmer, perpetúan “un escenario aceptado culturalmente, y por lo tanto deberían considerarse un monumento a la unidad conseguida, no una representación del proceso de unificación en sí” (141). Para algunos estudiosos, como Brewer, los medios por los que se logró la unificación no son tan importantes como el hecho de haberla logrado. Es muy probable que los autores posteriores hayan embellecido los detalles de este evento, como ocurre con los orígenes de cualquier nación. Dice Brewer:
Es probable que Menes nunca haya existido, o al menos que no haya habido un individuo responsable de todos los hitos que se le atribuyen, sino que se trate de una combinación de individuos reales cuyas hazañas quedaron registradas en la tradición oral y posteriormente se asociaron con una sola persona, lo cual resultó en la creación de la figura central de un héroe de la unificación de Egipto. Al igual que ocurre con los personajes de la Biblia, Menes fue en parte realidad y en parte ficción, y los años han ocultado los límites entre ambas y han creado la leyenda de la unificación. (142)
Según Brewer (y otros), la unificación “fue un proceso lento impulsado por el crecimiento económico” (142). Es posible que el Alto Egipto haya sido más próspero y su riqueza le haya permitido absorber sistemáticamente el territorio del Bajo Egipto a lo largo del tiempo, a medida que crecían las necesidades de recursos para mantener a la población y el comercio. Indistintamente de que el rey que unificó el reino haya sido Narmer o alguien con otro nombre, este rey sentó las bases para el auge de una de las mayores civilizaciones del mundo antiguo.
Primera dinastía de Egipto
La primera dinastía de Egipto (aprox. 3150 - 2890 a.C.) fue fundada por Menes/Narmer después de la unificación del país. El renombrado egiptólogo Flinders Petrie (1853-1942) aceptaba a Narmer como el primer rey de la primera dinastía, afirmando que los dos nombres designaban a una misma persona. Petrie y otros egiptólogos que lo seguían argumentaban que era irrelevante si la unificación de Egipto se había producido por la fuerza, ya que era prácticamente indudable que el rey se había visto en la necesidad de conservar el reino por medios militares, lo cual explicaba las representaciones de aquel en inscripciones como la paleta de Narmer.
Narmer (probablemente de Tinis) se casó con la princesa Neithotep de Naqada para forjar una alianza que fortaleciera los lazos entre las dos ciudades. Condujo expediciones militares por el Bajo Egipto para sofocar rebeliones y expandió el territorio hasta Canaán y Nubia. Inició grandes proyectos de construcción e impulsó la urbanización durante su gobierno.
Las ciudades de Egipto nunca alcanzaron la magnitud de las de la Mesopotamia, quizás debido a que los egipcios eran conscientes de los peligros que suponía tal desarrollo. Las ciudades mesopotámicas quedaron abandonadas en gran parte debido al uso excesivo de la tierra y la contaminación de las fuentes de agua, mientras que las egipcias, como Xois (por poner un ejemplo aleatorio) perduraron por milenios. A pesar de que los desarrollos posteriores en urbanismo garantizaron la continuidad de las ciudades, los esfuerzos tempranos de reyes como Narmer fueron los que sirvieron de ejemplo.
Es posible que Neithhotep haya gobernado en soledad tras la muerte de Narmer, pero esta afirmación está lejos de ser aceptada de forma unánime. Su tumba, descubierta en el siglo XIX a.C., era equiparable a la de un rey, lo cual es indicio de un estatus mayor al de la esposa de un monarca. Su nombre se encuentra inscrito en varios serej de la época, lo cual también sirve de evidencia de su reinado, ya que esta práctica estaba reservada para los gobernantes, no para sus consortes. Sin embargo, aún no está probado que haya ejercido el gobierno.
En cambio, se cree que Narmer fue sucedido por su hijo Aha (aprox. 3100 a.C.), aunque algunos sugieren que fueron la misma persona y este continuó con la expansión militar de su padre e impulsó el comercio. Tenía un interés especial por la religión y el concepto de la vida después de la muerte; el concepto de la mastaba (una vivienda para los muertos) se desarrolló durante su reinado. Lo sucedió su hijo Dyer aproximadamente en el 3050 a.C., quien continuó con las mismas políticas que sus predecesores. Su hijo, Dyet (aprox. 3000 a.C.) se casó con la princesa Merytneit, y se cree que, tras su muerte, esta tomó el control del país. No está claro si reinó como regente de su joven hijo Den o como reina, pero, en cualquier caso, su reinado fue el primer caso acreditado de una mujer que gobernó en el antiguo Egipto.
Su hijo, Den (aprox. 2990 a.C.), gobernó durante 50 años y es considerado el rey más importante de la primera dinastía. Su reputación como un rey eficaz proviene de la mejora de la economía del país, las conquistas militares y la estabilidad del reino, que se evidencian en los fastuosos proyectos de construcción e intricadas obras de arte. Den es el primer gobernante al que se representó con las coronas del Alto y el Bajo Egipto, lo que muestra claramente al reino como una nación unificada bajo su gobierno. Den fue sucedido por otros dos reyes, Adyib y Semerjeb, que padecieron dificultades durante su reinado, marcados por las insurrecciones en ambos casos. La dinastía llegó a su fin con el reinado de Qaa, cuyos sucesores lucharon por el trono y fueron derrotados por Hetepsejemuy, quien fundó la segunda dinastía.
Segunda dinastía de Egipto
La segunda dinastía (aprox. 2890 - 2670 a.C.) se vio marcada por conflictos internos y por la escasez de documentos o las contradicciones entre estos. No existen fechas verificables de ninguno de los gobernantes de la segunda dinastía, y muchos de los nombres de los reyes parecen ser repeticiones de los de gobernantes anteriores. Un buen ejemplo de este problema es el de Hetepsejemuy, cuyo nombre significa “los dos poderes están en paz”. Por su nombre, es de suponer que llegó al poder tras sojuzgar a los príncipes que lucharon por suceder a Qaa en el trono, y, sin embargo, su nombre está inscrito en la entrada a la tumba de Qaa, lo que significa, en primer lugar, que él fue el gobernante responsable de sepultar a Qaa, y, en segundo lugar, que ya poseía ese nombre antes de que estallara de guerra por la sucesión.
La hipótesis de que la guerra inició inmediatamente después de la muerte de Qaa y fue aplastada con presteza por Hetepsejemuy no cuenta con evidencia arqueológica y se contradice con la cultura egipcia, que no habría permitido que el cuerpo del rey yaciera a la espera de su sepultura por tanto tiempo. Es posible que Hetepsejemuy haya intentado resolver las diferencias entre los príncipes antes de la muerte de Qaa, pero esto es solo especulación.
Aun así, se reconoce a Hetepsejemuy como aquel que trajo la paz a Egipto tras su ascenso al trono, a pesar de que esa paz haya durado poco tiempo. Su reino se caracterizó por los disturbios y las rebeliones. Lo sucedió Nebra (también conocido como Raneb), que fue el primero en asociar su nombre con el de los dioses y así establecer el vínculo entre el rey y la divinidad.
Su sucesor, Nynecher, y el sucesor de este, Senedi, continuaron lidiando con los problemas del país, y se sabe poco acerca de ellos. Senedi fue sucedido por Peribsen (conocido también como Seth-Peribsen), un personaje controvertido para los estudiosos.
Peribsen fue el primer rey en distanciarse del culto de Horus y adoptar el culto de Seth, lo cual reviste gran importancia porque, según la religión egipcia, Horus el Joven fue el hijo del gran dios Osiris, que derrotó a Seth para traer la armonía al mundo. Debido a que el orden era un valor de gran importancia para los antiguos egipcios, es extraño que un rey decidiera alinearse con las fuerzas asociadas con el caos. No hay una respuesta satisfactoria que explique esta decisión de Peribsen. Los estudiosos tempranos creían que había sido el primer monoteísta y había declarado a Seth el único dios, pero esto ha sido refutado por la evidencia del culto de múltiples deidades durante su reinado. Como su nombre solo está documentado en el Alto Egipto, otra hipótesis sugiere que decidió alinearse con Seth por razones políticas, con el objetivo distanciarse del culto a Horus del Bajo Egipto.
Sea cual sea la razón de esta decisión, se considera que fue un buen rey, ya que el comercio, la economía, las prácticas religiosas y las artes florecieron durante su reinado. La primera oración completa escrita en egipcio antiguo se encontró en su tumba, y dice: “El dorado, el de Ombos, unificó los dos reinos y los legó a su hijo, el rey del Alto y el Bajo Egipto, Peribsen”, lo que significa que Seth (el de Ombos) había bendecido el gobierno de Peribsen. Esta afirmación también muestra que Egipto fue unificado durante el reinado de Peribsen y que la hipótesis de que se alineó con Seth para distanciarse del culto de Horus del Bajo Egipto es infundada.
Peribsen fue sucedido por Jasejemuy, posiblemente su hijo, quien continuó los proyectos de construcción de sus predecesores y se cree que volvió a someter a las dos regiones de Egipto a un gobierno central, o al menos fortaleció la unificación. Se lo conoce mayormente por sus monumentos en Hieracómpolis y Abidos y por ser el padre del rey Zoser.
Tercera dinastía de Egipto
La pirámide escalonada de Zoser en Saqqara es la primera pirámide conocida construida en Egipto. Tradicionalmente se asocia a la tercera dinastía con la cuarta y con el período conocido como el Imperio Antiguo debido a su relación con las primeras pirámides. Sin embargo, recientemente los estudiosos han comenzado a ubicarla al final del Período Arcaico debido a que las similitudes en la cultura y tecnología con el período anterior son mayores que con el posterior.
Las mastabas se desarrollaron durante la primera dinastía, y la pirámide escalonada de Saqqara consiste de mastabas más elaboradas y “apiladas”, no de una verdadera pirámide como las que se encuentran en Giza. Aun así, esta pirámide es una obra maestra de la tecnología. Diseñada por el visir Imhotep, esta pirámide se construyó como el hogar eterno del rey, y las pirámides posteriores seguirían este diseño básico.
Durante el reinado de Zoser (aprox. 2670 a.C.) se construyeron tantos monumentos que los estudiosos han sostenido durante mucho tiempo que este duró por lo menos 30 años, pero es probable que haya sido de alrededor de 20. Inició campañas militares en el Sinaí y mantuvo la cohesión de Egipto, lo que trajo aparejada la estabilidad necesaria para que se llevaran a cabo estos proyectos de construcción y prosperaran las artes.
Lo sucedió Sejemjet, que ordenó la construcción de otra pirámide. A este lo sucedió Jaba, que ordenó la construcción de la pirámide estratificada. Además, ambos construyeron otros monumentos. La tercera dinastía finalizó con el reinado de Huny (aprox. 2630 - 2613 a.C.), del cual no se conoce mucho. Tras su muerte, fue sucedido por Seneferu, que fundó la cuarta dinastía, con la cual comenzó el período conocido como el Imperio Antiguo.
Legado
El Período Arcaico de Egipto fue una etapa de avances revolucionarios en la cultura. Se creó el calendario, se desarrolló la escritura y avanzó el conocimiento de las ciencias, las artes y la agricultura, así como la tecnología necesaria para construir monumentos como la pirámide escalonada. No es menos importante el gran desarrollo de la religión, que caracterizaría el resto de la historia de Egipto. Durante este período adquirió preponderancia el concepto de ma'at, o armonía, y se difundió la creencia de que la vida en la tierra es solo una parte de un viaje eterno.
Esta creencia, que solo fue posible bajo un gobierno estable en el que la gente no debía preocuparse acerca de su sustento y su seguridad personal, condujo, según el historiador Bunson, “a un creciente sentido de 'lo otro', al concepto de la eternidad y los valores espirituales. A los egipcios se les enseñó que ellos eran uno con la divinidad y el cosmos” (78). La creencia egipcia en la eternidad y en la vida eterna de todos los seres vivos se convertiría en la característica principal de su cultura y se reflejaría en cada monumento, templo y edificio que crearan, especialmente las grandes pirámides, que han llegado a convertirse en el símbolo de Egipto.