Religión y superstición en la América colonial

Artículo

Joshua J. Mark
por , traducido por Agustina Cardozo
Publicado el 09 abril 2021
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Disponible en otros idiomas: inglés, árabe, francés, portugués

La religión y la superstición iban de la mano en la América colonial, y la creencia en la primera confirmaba la validez de la segunda. La visión del mundo de los colonos estaba completamente teñida por la religión y, por tanto, todo lo que ocurría (fuera bueno o malo) estaba abierto a una interpretación sobrenatural.

Los colonos anglicanos que establecieron la colonia de Jamestown en Virginia, en 1607, y los puritanos que se asentaron en las colonias de Nueva Inglaterra, entre 1620 y 1630, eran cristianos protestantes que creían profundamente en Dios, en la realidad del mundo invisible de los ángeles y los demonios, y entendían, basándose en su interpretación de la Biblia, que todo (sin importar la magnitud) ocurría por una razón: la voluntad de Dios o las artimañas del diablo.

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Muchas de las supersticiones que se desarrollaron en la América colonial llegaron con los colonos, mientras que otras fueron una reacción a las amenazas e incertidumbres del Nuevo Mundo. Aunque muchas supersticiones son consideradas por muchos en la actualidad como irracionales, los colonos, en su mayoría, las entendían como algo que se ajustaba naturalmente al mundo tal y como lo reconocían.

George Whitefield Preaching
George Whitefield rezando
John Wollaston the Younger (Public Domain)

La Biblia dejaba claro que el diablo y sus espíritus malignos eran tan reales como Dios y sus ángeles, y que cualquiera de ellos -o ambos- podían actuar en la vida de una persona en cualquier momento. Las supersticiones, por tanto, se desarrollaron de forma natural a partir de las creencias religiosas y confirmaron la visión del mundo de los colonos (lo que hoy se conoce como sesgo de confirmación) y dirigieron sus respuestas a los acontecimientos de sus vidas. A medida que se "confirmaban" más supersticiones a través de la experiencia, se arraigaban más profundamente en la conciencia cultural y se expresaban periódicamente a través de acontecimientos como los juicios por brujería, los destierros y diversas persecuciones de segmentos marginados de la población. Aunque a la gente de hoy en día le parezcan incomprensibles muchos de los actos de los primeros colonos, fueron un desarrollo natural de las supersticiones fomentadas por las creencias religiosas de la época.

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La religión en la América colonial

Aunque comúnmente se cree que las colonias inglesas eran uniformes en cuanto a pensamiento y comportamiento religioso, esto no es así. Las colonias de Nueva Inglaterra fueron establecidas por separatistas (Colonia de Plymouth) y puritanos (Bahía de Massachusetts), pero más de la mitad de los pasajeros del Mayflower, que llevó a los separatistas a Plymouth, eran anglicanos que practicaban un culto diferente, observaban la Navidad (a diferencia de los separatistas y puritanos) y rechazaban el estricto código moral y de comportamiento de los separatistas.

Cada una de las colonias de Nueva Inglaterra insistía en que su interpretación del cristianismo era correcta y la de los demás era errónea.

La disensión entre los puritanos de la Colonia de la Bahía de Massachusetts se hizo patente ya en 1633, cuando Roger Williams (1603-1683) fue exiliado por contradecir a los magistrados puritanos de Boston. Luego fundaría la Colonia de Providence (la actual Providence, Rhode Island), que defendía una teología mucho más liberal, y las colonias de Connecticut y New Hampshire siguieron este mismo modelo al ser desarrolladas también por exiliados de la Bahía de Massachusetts.

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Cada una de las colonias de Nueva Inglaterra insistía en que su interpretación del cristianismo era correcta y la de los demás era errónea, y lo mismo ocurría en toda la costa oriental. Los cuáqueros que fundaron Pensilvania tenían tolerancia religiosa y acogían a personas de todas las creencias, pero seguían creyendo que su interpretación de la Biblia era la única correcta.

En Virginia, la Iglesia anglicana se consideraba la verdaderaa y rechazaba no solo el catolicismo sino cualquier otra secta protestante, mientras que Maryland se fundó como un refugio para los católicos que reivindicaban su iglesia como la original fundada por San Pedro mediante la autorización del propio Jesucristo. El conflicto religioso en Maryland acabó con la persecución católica y la deportación de los sacerdotes jesuitas. Carolina del Norte y del Sur siguieron el modelo virginiano, pero, como en todas las colonias, no todos los ciudadanos aceptaban la opinión de que la iglesia "oficial" ordenada por Dios era la anglicana, y siempre había conflictos, al igual que en las colonias más tolerantes y diversas de Nueva York y Nueva Jersey.

Sin embargo, todas las colonias podían estar de acuerdo en una verdad básica de su fe, y era que Dios era una realidad y tenía el control de sus vidas en última instancia. Podían luchar contra la voluntad de Dios, incluso desafiarla, pero Dios tenía la última palabra. Satanás y sus demonios podían intentar por todos los medios desbaratar el plan de Dios, pero, al final, según las garantías del libro bíblico del Apocalipsis, la voluntad de Dios prevalecería.

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Presagios y suerte

Sin embargo, no siempre era fácil ver la mano de Dios en los acontecimientos diarios, especialmente cuando eran decepcionantes o trágicos. La muerte de un niño pequeño o de una mujer en el parto se atribuía a la voluntad de Dios, pero era difícil entender por qué había querido quitarles la vida. Las razones que se daban podían ir desde los pecados propios, los de la comunidad, las influencias diabólicas o simplemente los misterios de lo divino que estaban más allá de la comprensión humana.

Aunque se viviera lo mejor posible, la desgracia se hacía presente y no se podía hacer otra cosa que aceptarla. Sin embargo, se podía vislumbrar el plan de Dios reconociendo los presagios y actuando en consecuencia. Si uno evitaba cruzarse en el camino de un gato negro, por ejemplo, se creía que había evitado alguna tragedia menor o mayor, del mismo modo que si se arrojaba sal derramada sobre el hombro o se tenía especial cuidado el viernes 13.

The Moon
La Luna
Frode Steen (CC BY)

Una creencia especialmente popular en las señales y los presagios se expresaba a través de la práctica de la observación de la luna (también conocida como agricultura lunar), por la que la gente entendía cuándo plantar y cosechar los cultivos o dedicarse o no a cualquier otra actividad, observando las fases de la luna. El académico David Freeman Hawke comenta:

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Una muestra de la sabiduría transmitida a lo largo del siglo [XVII] revela que las judías de palo se deben plantar cuando los cuernos de la luna están arriba, para animarlas a trepar; pero un agricultor no debe techar un edificio en ese momento, porque las tejas se deformarán hacia arriba. Debe plantar cultivos de raíces durante la "oscuridad de la luna", pero no recoger manzanas, que se pudrirán independientemente de cómo se almacenen... Nadie en el siglo XVII cuestionó la validez de la agricultura lunar, y la fe en ella persistió en el futuro. (159-160)

Uno se podía arriesgar, por supuesto, y plantar cultivos o techar edificios cuando quisiera, pero se entendía que Dios había proporcionado las fases de la luna para el beneficio de su pueblo y uno haría bien en reconocerlo y aprovecharlo al máximo.

no había dudas de que los presagios eran proporcionados por dios para ayudar a la gente a tomar decisiones sabias.

El concepto de suerte era algo más complicado de definir, porque si la suerte se entendía como azar, entonces no debería existir en un mundo gobernado por un Dios omnisciente y omnipotente. Todo lo que ocurría, ocurría según la voluntad de Dios y, por lo tanto, ¿qué lugar tenía el azar en esto? Se llegó a entender que Dios tenía una mano en la suerte, así como cualquier otra cosa, ya que había proporcionado a la gente las estrellas y los planetas, así como muchos otros signos terrestres comunes, para dirigir el curso de la vida de las personas. No había dudas de que los presagios eran proporcionados por Dios para ayudar a la gente a tomar decisiones sabias, y si uno no los reconocía era culpa de la persona y no de Dios.

La atención a las señales y los presagios se extendía incluso a las actividades de ocio. Los caballeros de Virginia, por ejemplo, prestaban especial atención a los movimientos planetarios y a la astrología para calibrar sus posibilidades de éxito en el juego. De ahí surgió el concepto de que los astros se alineaban a favor de uno. Si uno prestaba atención a las señales de Dios, podía salir de la mesa de juego como un hombre más rico al final de la noche, y si no, sufría una pérdida tras otra. No era la suerte la que repartía una mano ganadora o perdedora en las cartas, era Dios. A medida que más y más personas aportaban pruebas anecdóticas de la veracidad de diversas supersticiones (como la "suerte del principiante"), más llegaban a encontrar pruebas de esa verdad en sus propias vidas.

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Supersticiones en la América colonial

Estas supersticiones, como las de cualquier cultura, fomentaban los valores comunitarios, pero también expresaban la culpa y los temores de la comunidad. La creencia en la llamada "maldición de los indios" se puede entender como una expresión de la culpa no asumida por el maltrato de los colonos a los nativos y el reconocimiento inconsciente de un castigo merecido, mientras que la superstición en torno a la mala suerte tras la compra de un caballo con plumas blancas en las cuatro pezuñas puede tener su origen en la incapacidad de saber a simple vista si el caballo estaba sano. Dado que los caballos eran caros y pocos colonos disponían de ingresos, prestar atención a una señal como la de no poder ver el estado de las pezuñas de un caballo se consideraba vital para realizar una buena compra. Por lo tanto, el emplumado del caballo se interpretaba como una señal para comprar o no el animal.

Creyendo que todo ocurría según la voluntad de Dios, los colonos encontraban razones para los acontecimientos incluso cuando no había una conexión clara entre el efecto y la causa. Un ejemplo de ello es la creencia de que si una mujer dejaba que se apagara el fuego mientras preparaba una comida, su marido se volvería perezoso (o si la comida la preparaba una mujer soltera, entonces su futuro marido sería perezoso). Por el contrario, si una mujer joven y soltera era hábil para encender y mantener el fuego del hogar, encontraría un buen marido. Supersticiones como esta animaban a las mujeres a ser expertas en encender y mantener el fuego en el hogar, lo cual era importante en una época en la que, a falta de cerillas, encender el fuego podía ser difícil y mantenerlo era importante tanto para calentarse como para hacer comidas y preparar remedios a base de hierbas.

Stony Ground
Suelo pedregoso
Brooklyn Museum (CC BY)

Los sucesos que parecían inexplicables para los colonos, como que el fuego se apagara o se encendiera sin motivo, encontraban una respuesta en el mundo sobrenatural representado en las narraciones bíblicas (un ángel apagaba el fuego para evitar que prendiera la casa o un demonio iniciaba el fuego en el pajar), y una vez que lo sobrenatural se aceptaba como realidad, cualquier suceso aparentemente inexplicable podía atribuirse a él. Si un trozo de madera caía del fuego al hogar una vez y luego un invitado llamaba a la puerta, podía ser una mera coincidencia, pero si ocurría más de una vez (y a más de una persona) era una señal segura de que las energías sobrenaturales estaban actuando y dio lugar a la superstición de que si un tronco caía del fuego al hogar, señalaba la llegada de un visitante. El número 3 cobraba especial importancia en casos como este, y si un suceso ocurría más o menos de la misma manera tres veces, especialmente cerca en el tiempo, se reconocía como un patrón sobrenatural de importancia y daba lugar a la creencia de que la mala suerte venía de tres en tres.

Muchas de las supersticiones de los colonos de la baja América del Norte llegaron con ellos (como la creencia en que los gatos negros traen mala suerte, el viernes 13 como día especialmente desfavorable, que el novio no vea a la novia el día de la boda, los peligros de un espejo roto), pero otras fueron fomentadas por el llamado Nuevo Mundo que encontraron. La creencia tan arraigada en la "maldición indígena", por ejemplo, se desarrolló íntegramente en la América colonial y, muy probablemente, como respuesta subconsciente al sentimiento de culpa por el trato que los colonos daban a los nativos.

Respuestas a los conflictos con los nativos americanos

Una de las "maldiciones indígenas" más conocidas es la del río Saco, en el actual Maine. Según una versión de la leyenda, un jefe nativo llamado Squandro perdió a su hijo pequeño (y en algunas versiones también a su mujer) cuando tres marineros ingleses borrachos arrojaron al niño al río para ver si sabía nadar. El niño se ahogó (y, en algunas versiones, su madre se ahogó tratando de salvarlo), y el jefe lanzó una maldición según la cual tres blancos se ahogarían cada año en el río para expiar su pérdida. Aunque esta leyenda no aparece en forma escrita hasta finales del siglo XIX, se cree que se originó en el período colonial. Mucha gente en el Maine actual sigue creyendo en la maldición del río Saco y la leyenda tiene el mismo propósito ahora que en el pasado: explicar un suceso que de otro modo sería inexplicable o insoportablemente trágico.

Saco River, Maine
Río Saco, Maine
Dirtman's Images (CC BY-NC-ND)

Según algunas tradiciones orales, Squandro era un poderoso sachem (jefe) de la tribu Sokokis que estaba aliada con la Confederación Wampanoag bajo el liderazgo de Metacom (también conocido como el Rey Felipe, 1638-1676) y las muertes del hijo y la esposa de Squandro contribuyeron al estallido de la Guerra del Rey Felipe (1675-1678). Este conflicto devastó las colonias de Nueva Inglaterra, así como las tribus nativas de la región. La historia de la muerte de la familia de Squandro y su maldición puede haberse desarrollado como una forma de aliviar la culpa colonial por las atrocidades perpetradas contra los nativos americanos durante y después de la guerra, cuando muchos fueron vendidos como esclavos, asesinados indiscriminadamente o reubicados en reservas, incluso aquellas tribus que no participaron en el conflicto. La muerte de un ser querido que se ahogaba podía tener sentido si se la pensaba como una maldición.

Brujería y magia negra

Los colonos consideraban que el poder de la "maldición indígena" (ya sea en Nueva Inglaterra o en Virginia, como en el caso de la también famosa maldición del jefe Cornstalk) era una verdad irrefutable, ya que creían que los nativos americanos eran siervos diabólicos de Satanás. Esta creencia se vio reforzada muy pronto por la masacre indígena de 1622 en Virginia, cuando, en la mañana del 22 de marzo de 1622, el jefe de la Confederación Powhatan, Opchanacanough (1554-1646), lanzó un ataque por sorpresa contra los asentamientos que dejó 347 muertos. Antes del ataque, los nativos habían parecido amistosos (a propósito, por orden de Opchanacanough, para bajar las defensas de los colonos), y esto, para los colonos, era una prueba de que no se podía confiar en ningún nativo y todos representaban una posible amenaza.

Indian Massacre of 1622
La masacre indígena de 1622
Matthaeus Merian (Public Domain)

Sin embargo, se siguió creyendo que los nativos tenían poderes sobrenaturales a medida que se los marginaba más, y se entendía que tenían motivos para guardar rencor. Sin embargo, otras minorías eran igualmente sospechosas, ya fueran los esclavos africanos (de los que se pensaba que podían lanzar hechizos por su propia asociación con Satanás) o los católicos, cuyas creencias religiosas eran consideradas diabólicas por la mayoría de los protestantes.

La brujería, que se pensaba que practicaban los tres grupos, se entendía como una relación íntima entre una persona o pueblo con el propio Satanás, el adversario de Dios, que continuamente conspiraba contra aquellos que, según la Biblia, Dios había hecho a su propia imagen. Aunque los juicios a las brujas de Salem son sin duda la expresión más famosa del miedo y la histeria generados por la creencia en la brujería, las personas marginadas (la mayoría de las veces mujeres) fueron acusadas, condenadas y ahorcadas o despachadas de otro modo en colonias desde Massachusetts hasta Florida.

Conclusión

Las supersticiones se extendieron aún más durante las décadas de 1730 y 1740 a través del renacimiento religioso conocido como el Gran Despertar, cuando los ministros protestantes celebraron grandes servicios al aire libre para despertar el Espíritu Santo en el pueblo. Miles de personas asistieron a estas reuniones en las que "nacieron de nuevo" y volvieron a casa llenos de la convicción de que sus vidas debían ser vividas como soldados del ejército de Dios contra las legiones de las tinieblas. Todos los grupos demográficos de las colonias se vieron envueltos en el Gran Despertar (colonos, nativos y esclavos) y la mayoría eran pobres e incultos, aquellos que habían sido marginados por las clases altas.

De naturaleza intensamente emocional y personal, la experiencia de nacer de nuevo no necesitaba corroboración externa: el creyente experimentaba el poder del Espíritu Santo de forma inmediata y dramática y no había necesidad de argumentar racionalmente la verdad de la experiencia cuando sus resultados eran tan evidentes en la propia vida. El Gran Despertar alentó a la gente a "pelear la buena batalla" por Dios, ya sea al involucrarse más en la política o erradicar a las brujas y otros malhechores de su comunidad local. Sin embargo, con el tiempo, este emocionalismo religioso (que fomentaba las creencias supersticiosas a un nivel más profundo que antes) se encontró con una reacción de racionalismo y moderación.

En la década de 1750, el ejemplo de los caballeros de la clase alta, que abrazaban el deísmo (la creencia en un dios, pero no en uno concreto), animó a los de la clase baja a seguir su ejemplo. Esto no quiere decir que el cristianismo evangélico, nacido de nuevo, se abandonara de repente (sin duda no fue así), pero la clase alta fomentó una respuesta más moderada a la visión cristiana. El unitarismo, que sostenía que todas las creencias eran igualmente válidas, se desarrolló en las colonias alrededor de 1774, y los Padres Fundadores (casi todos deístas) basaron su concepción del gobierno en conceptos racionales, no sobrenaturales.

Aun así, la superstición había arraigado en la cultura colonial estadounidense y persiste incluso en la actualidad. La gente de todo Estados Unidos se burla de las creencias de los colonos y, al mismo tiempo, toma precauciones especiales cuando el día 13 del mes cae en viernes, evita a los gatos negros y reacciona de muchas otras maneras ante el mundo invisible, igual que hacían los primeros colonos.

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Sobre el traductor

Agustina Cardozo
Agustina es traductora pública (inglés/español), uruguaya, con estudios avanzados de Lingüística. Sus áreas de experiencia como traductora son la traducción biosanitaria y la traducción jurídica. Le interesan la Historia y las humanidades en general.

Sobre el autor

Joshua J. Mark
Joshua J. Mark es un escritor independiente y antiguo profesor de filosofía a tiempo parcial en el Marist College de Nueva York. Vivió en Grecia y Alemania y ha viajado por Egipto. Ha sido profesor universitario de historia, escritura, literatura y filosofía.

Cita este trabajo

Estilo APA

Mark, J. J. (2021, abril 09). Religión y superstición en la América colonial [Religion & Superstition in Colonial America]. (A. Cardozo, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1725/religion-y-supersticion-en-la-america-colonial/

Estilo Chicago

Mark, Joshua J.. "Religión y superstición en la América colonial." Traducido por Agustina Cardozo. World History Encyclopedia. Última modificación abril 09, 2021. https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1725/religion-y-supersticion-en-la-america-colonial/.

Estilo MLA

Mark, Joshua J.. "Religión y superstición en la América colonial." Traducido por Agustina Cardozo. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 09 abr 2021. Web. 22 abr 2024.

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