Los elefantes en las guerras griegas y romanas

Artículo

Mark Cartwright
por , traducido por Miriam López
Publicado el 16 marzo 2016
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Disponible en otros idiomas: inglés, francés, portugués

Los ejércitos de la antigua Grecia, Cartago y en ocasiones Roma recurrieron al elefante en busca de armas cada vez más impresionantes y letales para sorprender al enemigo y conseguir la victoria total. Enormes, exóticos y capaces de asustar a un enemigo desprevenido, parecían el arma perfecta en una época en la que los avances en la guerra eran muy limitados; pero por muy impresionantes que parecieran en el campo de batalla, el coste de adquirir, entrenar y transportar estas criaturas, junto con su imprevisibilidad salvaje en el fragor de la batalla, hizo que se utilizaran por poco tiempo y no con especial eficacia en las guerras del Mediterráneo.

Carthaginian War Elephant
Elefante de guerra cartaginés
The Creative Assembly (Copyright)

Dos especies de elefantes

En la antigüedad se conocían dos elefantes: el elefante asiático (Elephas maximus) y el elefante africano de los bosques (Loxodonta cyclotis), casi extinto en la actualidad y sólo se encuentra en Gambia. Este último más pequeño que el elefante africano del centro y sur de África (Loxodonta africana), desconocido en la época, lo que explica que todos los escritores antiguos afirmaran que el elefante indio era más grande que el africano. El elefante asiático se dio a conocer en Europa tras las conquistas de Alejandro Magno en el siglo IV a.C. y el contacto con el Imperio Maurya de la India. Alejandro se quedó tan impresionado con los elefantes de guerra de Poro, de quien se dice que contaba con un cuerpo de 200 cuando libró la batalla del Hidaspes en el 326 a.C., que formó su propio cuerpo de elefantes ceremoniales. Muchos de los sucesores de Alejandro fueron más allá utilizándolos en la misma batalla. De hecho, el Imperio Seléucida se aseguró de tener el control exclusivo del tráfico de elefantes asiáticos.

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Adquisición y despliegue

Los elefantes, al estar disponibles sólo en África o Asia, eran productos caros de adquirir para las potencias mediterráneas. A ello se añadía el coste de mantenerlos y de entrenar tanto al elefante salvaje como a su jinete para que formaran una especie de orden de batalla en el campo. Luego estaba el problema de transportarlos hasta donde hacían falta, aunque el famoso general cartaginés Aníbal consiguió que al menos algunos de sus 37 elefantes cruzaran los Alpes y llegaran a Italia en el año 218 a.C.

Los elefantes, que lanzaban, desgarraban y aplastaban al enemigo, también se utilizaron para causar estragos en terrenos y fortificaciones Defensivas.

A pesar del coste, las dificultades, y de que en la antigüedad la evolución del armamento era extremadamente lenta, se mantuvo la atracción hacia estos grandes animales pisoteando al enemigo. Por ello, los mandos militares se esforzaron por complementar sus ejércitos con elefantes. Es famoso que Seleuco I Nicátor intercambiara partes de su imperio oriental para obtener 500 elefantes del emperador indio Chandragupta en el año 305 a.C. Los ejércitos de los Antigónidas y los Ptolomeos también tenían elefantes asiáticos, aunque en un número mucho menor. En el año 270 a.C., Ptolomeo II entrenó elefantes africanos para utilizarlos en su ejército e incluso nombró a un alto funcionario como su responsable, el elephantarchos. Según Plutarco, 475 elefantes participaron en la batalla de Ipso en el año 301 a.C. durante las guerras de los sucesores. En el 275 a.C., en una batalla conocida como la "Victoria de los Elefantes", Antígono Gonatas, a pesar de estar en inferioridad numérica, utilizó 16 elefantes para aterrorizar a un ejército de galos y obligarlos a retirarse.

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Pirro de Epiro fue el primer comandante que empleó elefantes en Europa, cuando utilizó 20 asiáticos en sus campañas en Italia y Sicilia entre el 280 y el 275 a.C., donde obtuvo notables victorias contra los romanos en las batallas de Heraclea (280 a.C.) y Ásculo (279 a.C.).

Los cartagineses fueron los siguientes que más utilizaron estos animales. Al poder adquirir fácilmente elefantes africanos de la región del bosque del Atlas, formaron un cuerpo de elefantes a partir del año 260 a.C. Se utilizaron en la Primera y Segunda Guerra Púnica contra Roma a mediados y finales del siglo III a.C., especialmente en la batalla del río Tajo en Hispania en el 220 a.C. y en la batalla de Trebia en el norte de Italia en el 218 a.C. Los elefantes aparecen incluso en las monedas cartaginesas de la época. Después de que su cuerpo inicial muriera en el invierno de 218/217 a.C., Aníbal adquirió nuevos reemplazos y volvió a utilizar elefantes en el asedio de Capua en 211 a.C.

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Roman Mosaic Showing the Transport of an Elephant
Transporte de un elefante. Mosaico romano
Carole Raddato (CC BY-SA)

Parece que los romanos no se impresionaron con el uso de elefantes y los emplearon sólo en raras ocasiones y en pequeñas cantidades, normalmente suministrados a través de Numidia. Se dice que de forma astuta llegaron a soltar cerdos para perturbar a los elefantes de Pirro en la batalla de Maleventum en el 275 a.C. Más famoso aún es el hecho de que en la batalla de Zuma, en el año 202 a.C., el general romano Escipión Africano permitió que los 80 elefantes de Aníbal atravesaran los huecos hechos a propósito en sus líneas de infantería y luego hizo girar a los animales con tambores y trompetas para que causaran estragos en el enemigo. Los elefantes tampoco ayudaron a los ejércitos senatoriales de Escipión y Catón que se enfrentaron a Julio César en el norte de África en la batalla de Tapso en el 46 a.C. Curiosamente, los romanos tampoco utilizaron elefantes para el transporte de mercancías pesadas.

Hay un caso curioso en el que se enfrentaron dos cuerpos de elefantes en los que cada bando estaba compuesto por diferentes tipos. Fue en la batalla de Rafia (en la península del Sinaí) en el año 217 a.C. entre Ptolomeo IV y Antíoco III. El primero tenía 73 elefantes africanos frente a los 102 elefantes asiáticos del segundo; ambas facciones se enfrentaron directamente y los elefantes africanos, de menor tamaño, cedieron, aunque Ptolomeo ganó la batalla. Tras unos siglos en los que los elefantes pasaron de moda, los sasánidas de Persia recuperaron el uso de elefantes de guerra, empleando la especie india a partir del siglo III d.C., aunque en gran medida para la logística y durante los asedios.

Armadura y estrategias en el campo de batalla

Los elefantes se vestían para la batalla con una armadura que les protegía la cabeza y a veces la parte delantera. También se podía colgar una gruesa arpillera o funda de cuero sobre el lomo del elefante para proteger sus costados. Se añadían hojas de espada o puntas de hierro en los colmillos y se colgaban campanas del cuerpo para crear el mayor ruido posible. En los primeros usos de los elefantes en la batalla por los sucesores de Alejandro sólo había un jinete (mahout) y quizás un lancero. El jinete era crucial, ya que había entrenado al animal durante años y éste sólo obedecía sus órdenes. Controlaba la dirección del elefante presionando con los dedos de los pies detrás de las orejas del animal. También tenía un ankush o bastón con gancho para este fin.

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Detail of Roman Sarcophagus with an Elephant
Detalle de sarcófago romano con elefante
Carole Raddato (CC BY-SA)

A partir del año 270, una torre ligera (howdah o thorakia) de madera y cuero se sujetaba al elefante asiático más grande mediante cadenas, y se protegía con escudos que colgaban de sus lados. Normalmente la ocupaban hasta cuatro lanzadores de jabalinas o misiles. Sin embargo, el arma principal era el propio elefante, que se usaba como una especie de bola de demolición andante. Con una altura media de 2,5 metros, un peso de unas 5 toneladas y un trote de hasta 16 km/h, podían ser máquinas de demolición tremendamente eficaces. Como decía el antiguo historiador Ammianus Marcellinus, "la mente humana no puede concebir nada más terrible que su ruido y sus enormes cuerpos" (Anglim, 132).

El efecto más importante de los elefantes en el campo era de carácter psicológico. Estas enormes bestias habrían aterrorizado hombres y caballos tantode forma visual como auditiva con sus trompetas. Incluso el olor de los elefantes podía provocar una estampida en los caballos desprevenidos. Al comenzar la batalla en una simple línea frente a sus propias tropas, podían hacer que las líneas de caballería indisciplinadas y mal entrenadas se dispersaran por el pánico. También se utilizaban para combatir a cualquier elefante en filas enemigas. Los elefantes, que lanzaban, desgarraban y aplastaban al enemigo, se utilizaban también para causar estragos en cualquier obra de campo defensiva y en las fortificaciones, donde derribaban los muros con sus frentes o con sus trompas.

Los cuerpos de elefantes no lo tenían todo a su favor, por supuesto. En primer lugar, tanto los soldados como los caballos de caballería fueron entrenados para acostumbrarse a la vista, el olor y los sonidos de los elefantes. Además, eran, obviamente, grandes objetivos para el fuego de artillería. Se preparaban fosos y picos para atraparlos y, si podían acercarse lo suficiente, se encargaba a los hombres que les ataran o les cortaran la trompa. Esto último lo evitaban colocando un pequeño equipo de infantería para proteger las patas del elefante. Si herían al elefante, se desataba el infierno, ya que, imprevisibles en el mejor de los casos, los elefantes heridos podían volverse literalmente locos y causar enormes daños a ambos bandos. Si esto ocurría, el jinete utilizaba un pico de metal y un martillo para perforar el cerebro del elefante y matarlo al instante.

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Detail of a 6th Century CE Elephant Mosaic
Detalle de un mosaico con elefante. Siglo VI d.C.
Carole Raddato (CC BY-NC-SA)

Conclusión

Una vez que la devastadora visión de los elefantes de guerra se convirtió en algo más común en el antiguo campo de batalla, su eficacia disminuyó a medida que el enemigo estaba más preparado y mejor equipado para enfrentarse a ellos. En realidad, quizá solo unas cuantas batallas antiguas se decidieron gracias a la intervención de los elefantes, como sucedió en el desarrollo de la guerra romana. Las tropas se volvieron más móviles, el asedio se hizo tan común como las batallas abiertas y la artillería pasó a primer plano. En épocas posteriores, el uso de los elefantes se limitó a actividades en tiempos de paz, como los espectáculos en las arenas romanas y los circos para el entretenimiento público o para impresionar en los desfiles. De hecho, la demanda era tal que en el Lacio y Constantinopla se mantenían manadas permanentes y el insaciable deseo de tener elefantes salvajes prácticamente acabó con el elefante del bosque del norte de África. A finales del Imperio Romano también se regalaban elefantes para mejorar las relaciones diplomáticas con los estados vecinos.

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Bibliografía

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Sobre el traductor

Miriam López
I'm a translator and interpreter in an ever-changing world. I love languages and getting to know other cultures. Travelling has become the nearest way to learn from each other these days.

Sobre el autor

Mark Cartwright
Mark es un autor, investigador, historiador y editor a tiempo completo. Se interesa especialmente por el arte, la arquitectura y por descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en filosofía política y es el director de publicaciones en World History Encyclopedia.

Cita este trabajo

Estilo APA

Cartwright, M. (2016, marzo 16). Los elefantes en las guerras griegas y romanas [Elephants in Greek & Roman Warfare]. (M. López, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-876/los-elefantes-en-las-guerras-griegas-y-romanas/

Estilo Chicago

Cartwright, Mark. "Los elefantes en las guerras griegas y romanas." Traducido por Miriam López. World History Encyclopedia. Última modificación marzo 16, 2016. https://www.worldhistory.org/trans/es/2-876/los-elefantes-en-las-guerras-griegas-y-romanas/.

Estilo MLA

Cartwright, Mark. "Los elefantes en las guerras griegas y romanas." Traducido por Miriam López. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 16 mar 2016. Web. 22 abr 2024.

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