Gran Miedo

Definición

Harrison W. Mark
por , traducido por Agustina Cardozo
Publicado el 17 mayo 2022
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Disponible en otros idiomas: inglés, afrikáans, francés
The Great Fear (by Unknown Artist, Public Domain)
El Gran Miedo
Unknown Artist (Public Domain)

El Gran Miedo (en francés: la Grande Peur) fue una ola de pánico que azotó el campo francés a finales de julio y principios de agosto de 1789. Temerosos de las conspiraciones de los aristócratas para socavar la incipiente Revolución francesa (1789-1799), los campesinos y los habitantes de las ciudades se movilizaron y atacaron las casas señoriales. Los disturbios contribuyeron a la aprobación de los Decretos de agosto, que abolieron el feudalismo en Francia.

El Gran Miedo y los disturbios que lo acompañaron solo duraron unas tres semanas, pero prepararon el terreno para algunos de los acontecimientos más importantes de la Revolución. El historiador francés Georges Lefebvre propuso como posibles causas del Gran Miedo la interrupción de las comunicaciones debido a los disturbios en París, las altas tensiones provocadas por la escasez de alimentos y el desempleo generalizado, y el temor a represalias violentas por parte de la nobleza y las potencias extranjeras que pretendían socavar al pueblo. Otros historiadores han argumentado que una posible causa podría ser el consumo de cornezuelo, un hongo alucinógeno, por parte de los campesinos.

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Hambre y desesperación

Lefebvre abre su libro de 1932 El gran miedo de 1789, que todavía se considera la obra fundamental sobre el tema, con una cita del crítico francés Hippolyte Taine: "El pueblo es como un hombre que camina en un estanque con agua hasta la boca: el menor hundimiento del suelo, la menor ondulación, le hace perder el equilibrio, se hunde y se ahoga" (Lefebvre, 6). La cita de Taine ilustra maravillosamente la precaria situación de las clases bajas francesas en el Antiguo Régimen. Incluso en los mejores tiempos, una mala cosecha podía significar un desastre tanto para los agricultores como para los trabajadores industriales.

En 1789, los más pobres gastaban hasta el 80% de sus ingresos únicamente en pan.

Desde finales de la década de 1760, las cosechas se habían vuelto cada vez más inciertas, y los rendimientos fluctuaban bruscamente. En parte como consecuencia de la erupción del Laki en Islandia en 1783, las cosechas en toda Francia empeoraron progresivamente, alcanzando un punto bajo en 1788, cuando las tormentas de granizo del verano echaron a perder muchas cosechas, y una posterior sequía en agosto acabó con gran parte del resto. Para los trabajadores urbanos, esto significó que los precios del pan se dispararan, y en 1789 los más pobres gastaban hasta el 80% de sus ingresos únicamente en pan.

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El desempleo también aumentó considerablemente, con 8-11 millones de personas, o aproximadamente un tercio de la población, en paro o sin otras formas de apoyo. El rápido crecimiento de la población francesa, que había aumentado en 2 o 3 millones de personas desde 1770, aumentó la presión sobre los recursos. En uno de sus cahiers (cuadernos de quejas), escrito ante los Estados Generales de 1789, los habitantes de La Caure describen sucintamente el problema de la población de la siguiente manera: "el número de nuestros hijos nos sume en la desesperación" (Lefebvre, 9). Mientras muchos acudían a las ciudades en busca de trabajo, mucha gente también inundaba el campo, desesperada por encontrar trabajo en las granjas. Sin embargo, a finales del siglo XVIII, muchas granjas campesinas apenas eran lo suficientemente grandes como para mantener a una sola familia. Debido a la práctica de dividir la tierra en partes iguales entre los hijos en el momento de la herencia, muchos campesinos se quedaron con extensiones de tierra minúsculas y a menudo poco fértiles. Esto llevó a muchos campesinos sin tierra a buscar trabajo en las grandes propiedades agrícolas de la nobleza. Como estas grandes fincas a menudo solo podían dar trabajo en la época de la cosecha, los jornaleros sufrían una pobreza perpetua el resto del año.

Muchos de los sin tierra y desempleados que inundaban el campo no podían encontrar trabajo, lo que obligaba a algunos a recurrir a la mendicidad. Viajando de granja en granja, a menudo en grupos, estos vagabundos pedían migajas de pan o lugares para dormir por la noche. Aunque algunos granjeros se mostraban comprensivos, muchos otros desconfiaban de ellos o directamente les temían. Comenzó a correr la voz de que bandas de vagabundos derribaban las vallas o incendiaban los árboles frutales de los agricultores después de que se les negara la ayuda, mientras que algunos vagabundos supuestamente pululaban por los campos de maíz y cortaban los tallos inmaduros, amenazando la cosecha de otro año. Algunos agricultores escribían nerviosos a las ciudades cercanas, pidiendo que se enviaran soldados para proteger sus campos, mientras que otros culpaban a la iglesia por no atender a los empobrecidos con el dinero recaudado de los diezmos.

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Alms to the Poor
Limosna a los pobres
Martin Drolling (Public Domain)

Los contrabandistas de sal se aprovechaban del caos del campo viajando de granja en granja, intimidando y aterrorizando a los campesinos para que compraran su mercancía de contrabando. Estos contrabandistas solían ser seguidos por los gabelous, los odiados recaudadores de impuestos contratados por el gobierno francés. Los gabelous eran a menudo poco más que matones y golpeaban y robaban a los campesinos sospechosos de comprar sal en el mercado negro, a veces incluso los llevaban a la cárcel. Mientras tanto, cuando las ciudades estallaban en disturbios por el pan, los ciudadanos también hacían expediciones a las granjas donde obligaban a los agricultores a venderles sus productos.

La parálisis de la autoridad real tras el surgimiento de la Asamblea Nacional y el asalto a la Bastilla hizo que los campesinos no pudieran confiar en la policía ni en los soldados. En la primavera y el verano de 1789, muchos empezaron a armarse y a buscar protección entre ellos. En julio, los campesinos se unieron para defender sus pueblos, e incluso algunos montaron guardia en los caminos o puentes durante semanas. Sin embargo, muchos de los informes de violencia eran simplemente el resultado de rumores. Como las noticias fiables procedentes de París eran cada vez menos frecuentes debido a la agitación revolucionaria que se vivía allí, los rumores en el campo aumentaban en intensidad; una de esas historias contaba que los residentes de Lyon estaban luchando contra cientos de bandoleros que incluían saboyanos merodeadores y galeotes fugados. Otra historia contaba que una escuadra británica de buques de guerra rondaba el canal, esperando que los bandidos invadieran la ciudad portuaria de Le Havre y les abrieran las puertas. Cuando estos rumores aumentaron la tensión, muchos buscaron un enemigo más tangible al que culpar y lo encontraron en el clero y la aristocracia.

Conspiraciones y descontentos

Muchos en Francia llevaban tiempo culpando a las clases privilegiadas de conspirar contra ellos. La teoría de la conspiración conocida como el Pacto del hambre empezó a cobrar fuerza al menos desde la época de la guerra de las harinas, una gran revuelta del pan que arrasó la región de París en 1775. Los partidarios de esta teoría creían que las malas cosechas y la escasez de alimentos que asolaban Francia habían sido orquestadas por la nobleza para someter y controlar mejor al pueblo. Supuestamente lo consiguieron acaparando alimentos en los monasterios y en sus castillos señoriales. El hecho de si el rey Luis XVI de Francia (que reinó de 1774 a 1792) estaba o no implicado en la conspiración sigue siendo un punto de debate; algunos creían que era un rey benévolo engañado y confundido por sus taimados ministros, mientras que otros pensaban que era el cerebro de todo el complot.

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A principios del verano de 1789 aparecieron pruebas de algún tipo de complot de la clase alta, ya que los procedimientos de los Estados Generales empezaron a inclinarse a favor del Tercer Estado, que proclamó una Asamblea Nacional el 17 de junio. Para el 1 de julio, el rey había convocado a 30.000 soldados en la región de París, muchos de ellos tropas extranjeras, y el día 11 destituyó a su ministro principal, Jacques Necker, considerado por muchos como uno de los principales defensores del pueblo. Estos actos parecían ser medidas contrarrevolucionarias, tomadas para frustrar la Asamblea Nacional y matar la Revolución en su cuna. Los disturbios en París condujeron al asalto de la Bastilla el 14 de julio, y aunque el rey retiró las tropas y restituyó a Necker, la semilla de la desconfianza ya estaba plantada.

The Storming of the Bastille
La toma de la Bastilla
Jean-Pierre Houël (Public Domain)

El 16 de julio, el conde de Artois, hermano menor del rey y uno de los enemigos más acérrimos de la Revolución, huye de Versalles con un gran séquito de familiares y partidarios. No se sabe a dónde; algunos creen que a España, otros a Turín. Pero la opinión generalizada era que Artois volvería pronto a Francia al frente de un ejército extranjero. Al fin y al cabo, no faltaban enemigos de la Revolución que estuvieran dispuestos a darle uno. Los reinos de España, Nápoles y Sicilia estaban controlados por los Borbones, mientras que el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico era el hermano de la reina María Antonieta (1755-1793).

En toda Francia, las ciudades comenzaron a armarse convocando milicias defensivas, comprometiéndose a defender a la Asamblea Nacional de cualquier amenaza extranjera o nacional. En Montpellier, todos los hombres en edad de luchar, excepto los sacerdotes y los monjes, recibieron la orden de prepararse para tomar las armas, mientras que la pequeña ciudad de Orgelet, en el Jura, escribió a Versalles y prometió "sacrificar su paz, sus posesiones, todo hasta la última gota de sangre" para defender la Asamblea (Lefebvre, 81).

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La ira contra la nobleza no hizo más que intensificarse tras la huida de Artois. El 16 de julio, los ciudadanos de El Havre impidieron el envío de grano y harina a París, por temor a que se utilizara para alimentar a las tropas reales. Ese mismo día, una milicia ciudadana en Dijon tomó el castillo y las armerías, encarceló a su gobernador militar y confinó a todos los nobles y clérigos en sus casas. Los miembros del ministerio que iba a sustituir al gobierno de Necker fueron acosados, encarcelados o, en algunos casos, brutalmente asesinados: en París, la boca de la cabeza cortada de un ministro, Foulon, se rellenó con hierba para señalar su supuesta implicación en el complot de la hambruna.

A medida que la paranoia se apoderaba de muchas ciudades, el uso de la escarapela revolucionaria se convirtió en algo obligatorio, salvo para los plebeyos considerados hostiles a la causa del pueblo, que lo tenían prohibido. En esta época era común preguntar, al conocer a una persona nueva: "¿Es usted del Tercer Estado?" (Lefebvre, 88). Aunque el Gran Miedo cobró impulso en las ciudades de Francia, alcanzaría su cúspide en el campo, donde su objetivo no eran los nobles individuales, sino el propio sistema del feudalismo.

Pánico y revuelta

Los campesinos, que ya estaban nerviosos por los rumores de bandidos violentos, habían seguido de cerca los acontecimientos de París. Las acciones del 14 de julio y el posterior armamento de los municipios no hicieron más que confirmar sus sospechas de que efectivamente había un complot aristocrático contra ellos. Sin embargo, muchos de estos campesinos tenían aún más razones para creer que estaban en peligro que los ciudadanos. Como agricultores, muchos pagaban cuotas feudales a los señores locales y conocían la naturaleza de sus señores lo suficientemente bien como para entender que nunca renunciarían voluntariamente a sus privilegios. Además, los campesinos que conocían la historia comprendían que la mayoría de los levantamientos anteriores contra los señores feudales habían terminado con un derramamiento de sangre. Con esta perspectiva, los campesinos se dieron cuenta de que estaban en peligro en cuanto se convocó a los Estados Generales.

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Bandas de campesinos armados invadieron las fincas señoriales, irrumpiendo en los graneros y reclamando los bienes que habían pagado en concepto de derechos señoriales.

Es natural, por tanto, que la rabia se dirija hacia los señores que, incluso en este período de hambruna y dificultades financieras, están "siempre ocupados en chuparles la sangre" (Furet, 75). El punto de inflexión se alcanzó el 19 de julio, cuando una explosión destruyó el Chateau de Quincey, hogar de uno de los terratenientes más odiados de la región del Franco Condado, donde murieron cinco personas y varias resultaron heridas. La explosión, aunque probablemente fue un accidente causado por un invitado a cenar borracho que se acercó demasiado a un barril de pólvora con una antorcha encendida, alarmó a los campesinos, que creían que la nobleza lo utilizaría como excusa para reprimirlos.

Inmediatamente después de la explosión de Quincey, los campesinos del Franco Condado se rebelaron. Bandas de campesinos armados invadieron las fincas de los señores, irrumpiendo en los graneros y reclamando los bienes que habían pagado en concepto de derechos señoriales. Las salas de los municipios, que contenían registros de las obligaciones feudales, fueron saqueadas e incendiadas, y otros símbolos del feudalismo, como los lagares y los molinos propiedad de los nobles, también fueron atacados. En algunos casos, los propios castillos fueron invadidos y saqueados. Si el señor local se encontraba en la residencia durante el ataque, probablemente sería abordado por los campesinos que le obligarían a renunciar a sus privilegios feudales. Las abadías y los monasterios también se asaltaban en busca de bienes acaparados, y parroquias enteras se unían para negarse a pagar sus diezmos.

Las revueltas del Franco Condado fueron finalmente dominadas por destacamentos de caballería, pero el Gran Miedo ya había provocado revueltas similares en todo el país, sobre todo en las regiones de Hainault, Alsacia, Normandía y el Mâconnais. En las últimas semanas de julio de 1789, bandas de campesinos acosan a los nobles y asaltan sus propiedades. Se empujan los carruajes a los ríos y se acosa, humilla y en algunos casos hasta se golpea a los nobles. A pesar de ello, se admite que las revueltas en el campo durante el Gran Miedo fueron relativamente incruentas y los asesinatos fueron escasos. Se quemaron o arrasaron algunos castillos, como en una finca de la familia Talleyrand, pero esto tampoco era muy común.

Muchos de los campesinos afirmaban actuar en nombre del rey, que había aceptado recientemente una escarapela revolucionaria y que algunos percibían como favorable a la Revolución. En el Mâconnais, un funcionario afirmó que había visto una carta en nombre del rey que autorizaba "a toda la gente del país a entrar en todos los castillos del Mâconnais para exigir sus títulos de propiedad y, si se les niega, pueden saquear, quemar y expoliar; no serán castigados" (Lefebvre, 96). El 21 de julio, los habitantes de Estrasburgo y Cherburgo se negaron a pagar el precio de mercado del pan, alegando que el rey pretendía que todos sus súbditos estuvieran igualmente provistos. Al igual que se asaltan las fincas señoriales en el campo, también se atacan en las ciudades las casas de quienes se cree que frustran la voluntad del rey.

Como su nombre indica, el Gran Miedo fue un período de histeria colectiva. Como el caos de la Revolución había empezado a provocar lagunas en las comunicaciones, era difícil saber qué noticias eran verdaderas y cuáles eran falsas. Se contaban historias de mercenarios británicos y alemanes que quemaban el campo, mientras que los testigos juraban haber visto a Artois regresar de España con un ejército de 50.000 hombres a sus espaldas. Se creía que los bandidos que supuestamente habían iniciado los estragos eran agentes a sueldo del primer ministro británico William Pitt el Joven, mientras que el viajero inglés Arthur Young fue informado por franceses que creía "bastante inteligentes" de que la reina María Antonieta planeaba envenenar al rey y sustituirlo por Artois, del que se rumoreaba que era su amante (Schama, 436).

The Comte d'Artois, Later Charles X of France
El Conde de Artois, luego Carlos X de Francia
Henri-Pierre Danloux (Public Domain)

La visión del humo que emanaba de las incursiones de los campesinos en las propiedades de los nobles convenció a otros campesinos de que estaban bajo el ataque de los bandidos, añadiendo aún más capas a los temores existentes. El erudito Simon Schama cuenta una anécdota en la que nada menos que 3000 hombres del sur de Champagne se armaron para ahuyentar a una banda de bandidos, solo para descubrir, tras una inspección más detallada, que lo que creían que había sido un grupo de peligrosos matones desde la distancia no era más que un rebaño de ganado (432).

El fin del miedo y el legado

A principios de agosto, la Asamblea Nacional había decidido que no le convenía tener bandas de campesinos aterrorizados vagando por el campo. Para restablecer la calma en las provincias, el Vizconde de Noailles propuso la idea radical de abolir los privilegios de la nobleza. Esta idea conduciría a la aprobación de los Decretos de agosto en la noche del 4 de agosto, que desmantelaron el feudalismo en Francia y abolieron el derecho de la Iglesia galicana a cobrar diezmos. Los Decretos de agosto fueron masivos y, junto con la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano que llegó poco después, fueron algunos de los logros más significativos de toda la Revolución. Los decretos también parecieron apaciguar al campo; tan abruptamente como había comenzado, el Gran Miedo se había desvanecido en su mayor parte el 6 de agosto.

Aunque la mayoría de los campesinos que habían participado en las revueltas regresaron a sus hogares, se arrestó a unos cuantos durante los disturbios o poco después. En la mayoría de los lugares donde las revueltas habían terminado por sí solas, pocas personas fueron condenadas. Sin embargo, en zonas como Alsacia, Henao y Franco Condado, donde los militares habían puesto fin a las revueltas, muchos campesinos fueron ahorcados o condenados a servir como galeotes.

El Gran Miedo fue, en conclusión, un momento desconcertante en la historia de la Revolución francesa, que ha confundido durante mucho tiempo a los historiadores por su extraña naturaleza. Aunque las revueltas campesinas no fueron un fenómeno único, el Gran Miedo destaca tanto por su alcance como por su brevedad; apenas duró tres semanas, los disturbios envolvieron grandes partes de las ciudades francesas y del campo. Se basó casi exclusivamente en rumores o historias exageradas, convirtiendo a bandas de mendigos errantes en temibles bandidos a sueldo de potencias extranjeras. Si tales grupos de merodeadores existían, no eran lo suficientemente grandes o amenazantes como para justificar el pánico que se desató; y sin embargo, el pánico causado por una amenaza mayormente imaginaria llevó a la abolición de una de las instituciones más antiguas de Francia.

Las semillas de la desconfianza plantadas por el Gran Miedo duraron mucho más que el propio acontecimiento. Una parte de la nobleza y del clero se encariñó aún más con la Revolución por la destrucción de sus privilegios. Mientras tanto, aunque los disturbios en el campo terminaron, el miedo general permaneció. El hambre seguía siendo frecuente, y la amenaza de una intervención extranjera en la Revolución era constante. Por supuesto, estos últimos temores acabarían haciéndose realidad cuando, en el transcurso de las Guerras revolucionarias francesas (1792-1802), Francia se encontró en guerra con la mayor parte del resto de Europa.

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Preguntas y respuestas

¿Qué fue el Gran Miedo de 1789?

El Gran Miedo de 1789 fue un período de disturbios en las ciudades y campos franceses que duró aproximadamente tres semanas en julio y agosto de 1789, al comienzo de la Revolución francesa.

¿Qué ocurrió durante el Gran Miedo de 1789?

Durante el Gran Miedo de 1789, los campesinos franceses atacaron las casas de los señores feudales y los obligaron a renunciar a sus privilegios feudales.

¿Qué importancia tuvo el Gran Miedo de 1789?

La importancia del Gran Miedo fue llevar a los Decretos de agosto, que abolieron el feudalismo en Francia, así como a la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Estos fueron dos de los logros más importantes de la Revolución francesa.

Sobre el traductor

Agustina Cardozo
Agustina es traductora pública (inglés/español), uruguaya, con estudios avanzados de Lingüística. Sus áreas de experiencia como traductora son la traducción biosanitaria y la traducción jurídica. Le interesan la Historia y las humanidades en general.

Sobre el autor

Harrison W. Mark
Harrison Mark se graduó de la Universidad Estatal de Nueva York en Oswego, donde estudió historia y ciencias políticas.

Cita este trabajo

Estilo APA

Mark, H. W. (2022, mayo 17). Gran Miedo [Great Fear]. (A. Cardozo, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-20800/gran-miedo/

Estilo Chicago

Mark, Harrison W.. "Gran Miedo." Traducido por Agustina Cardozo. World History Encyclopedia. Última modificación mayo 17, 2022. https://www.worldhistory.org/trans/es/1-20800/gran-miedo/.

Estilo MLA

Mark, Harrison W.. "Gran Miedo." Traducido por Agustina Cardozo. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 17 may 2022. Web. 24 abr 2024.

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