Baco era el dios del vino y la juerga en la mitología romana. Considerado el más versátil y escurridizo de los dioses, con un equivalente griego en Dioniso, Baco se asocia frecuentemente con el dios romano del vino Liber Pater. Llevaba la alegría allá donde iba, pero si se le traicionaba, podía convertirse en un dios vengativo que conducía a la locura.
Nacimiento
Baco era hijo de Júpiter y de la mortal Sémele, hija de Cadmo (rey de Fenicia) y de Concordia (Harmonía), diosa de la armonía. Júpiter había visitado a Sémele todas las noches disfrazado, ya que un mortal no puede ver a un dios en su forma divina. La siempre celosa Juno, conocedora del ojo errante y las infidelidades de su marido, visitó a la embarazada Sémele disfrazada de su vieja nodriza Beroe. Sémele le contó a «Beroe» de todas las visitas de Júpiter y su encanto. Juno le dijo a Sémele que su visitante no era Júpiter, sino un impostor. Para asegurarse, en la siguiente visita de Júpiter, Sémele le persuadió para que volviera a ella, no disfrazado, sino con todo su «poder y gloria». A regañadientes, Júpiter accedió y regresó «acompañado de truenos y relámpagos». Sémele, al verle en su forma divina, cayó al suelo y fue instantáneamente consumida por el fuego. Su palacio quedó reducido a cenizas. Júpiter pudo salvar a su hijo nonato plantándolo a su muslo. El poeta griego Hesíodo, en su Teogonía, solo hace una breve referencia al nacimiento del niño: «Sémele, la hija de Cadmo, se acostó con Zeus y le dio un hijo brillante, un dios, el alegre Dioniso, aunque ella era mortal, y ahora ambos se han unido a las filas de los dioses» (54).
Con Juno todavía furiosa y buscando venganza por el engaño de Júpiter, el pequeño Baco no estaba fuera de peligro. El bebé fue confiado a Mercurio, quien a su vez lo entregó a Ino, hermana de Sémele y esposa de Atamante, un rey beocio; sin embargo, a Ino no se le permitió cuidarlo mucho tiempo: enterada del paradero del niño, Juno planeó castigar a Ino y a su marido. Estaba enfadada con la tía de Baco porque se había llevado al niño para criarlo con sus dos hijos.
Viajando al inframundo, Juno buscó la ayuda de una de las Furias, Tisífone. Al salir del inframundo, Tisífone se paró en la puerta del palacio de Ino bloqueando su salida. Al ver a la espantosa Tisífone y su cabeza de serpientes, Ino y su marido quedaron aterrorizados. Incapaz de escapar a la visión de la masa de serpientes retorciéndose, Atamante se sumió en la locura, su imaginación se desbocó y mató a uno de sus hijos, Learco. La llorosa Ino tomó a su segundo hijo, Melicertes, y se suicidó saltando al mar. Compadecidos de ella y de su hijo, los dioses la transformaron en la diosa Leucótea, mientras que su hijo se convirtió en la deidad del mar, Palemón. En sus Himnos Homéricos, el poeta griego Homero habló a Dioniso (Baco) de su nacimiento:
Aquella preñada Sémele te dio a luz con Zeus, a quien deleita el trueno; otros, señor, afirman que tu nacimiento fue en Tebas, pero todo lo que dicen es falso. Te dio a luz el propio padre de los hombres y de los dioses, alejado de lo humano, en secreto de Hera... (3)
Viajes
Tras la muerte de Ino, Baco fue confiado al cuidado de las Nisíades, ninfas del monte Nisa. Fue en Nisa donde el sátiro (mitad hombre/mitad cabra) Sileno se convirtió en su guardián; educó a Baco y le acompañó en sus viajes. Según el historiador E. M. Berens en su libro Mitología, Baco era percibido «como un joven de singular belleza, con una apariencia algo afeminada, la expresión de su semblante es gentil y encantadora» - «la personificación de la naturaleza» (61).
Cuando el joven dios se hizo adulto, descubrió la vid. Se cree que inventó el arte de hacer vino. Después de ver cómo la gente disfrutaba de su vino, Baco viajó por el Mediterráneo y tan al este como Siria, Egipto, Arabia y la India, plantando vides y enseñando su cultivo. A menudo se le veía montado en una pantera, llevaba una lanza (el tirso) como cetro y viajaba en un carro tirado por leones, tigres, panteras y linces, todos ellos sagrados para él.
A lo largo de sus viajes, Baco tenía sus seguidores o juerguistas, algunos divinos y otros mortales. Sus seguidoras, en su mayoría mujeres revoltosas, recibían el nombre de bacantes. Por desgracia, sus seguidores y sus fiestas, llamadas bacanales, no fueron bien recibidas en muchas zonas. En Roma, el culto a Baco se volvió secreto y durante un tiempo pasó a la clandestinidad, incluso se ordenó la supresión de sus altares. Aunque Roma acabó aceptando el culto a Baco, no fue así con Licurgo de Tracia, que expulsó a las asistentes de Baco, las ninfas de Nisa. Normalmente tranquilo, el dios del vino y la juerga podía mostrarse vengativo y colérico: volvió loco a Licurgo, tanto que se arrojó al mar, pero, por suerte para él, directamente a los brazos de la ninfa marina Tetis. Aunque Licurgo expió su conducta, Baco le castigó con la pérdida de la razón, por lo que acabó matando a uno de sus hijos, Driante.
Baco y los piratas
Un mito interesante en torno a Baco fue su secuestro por piratas. Un día, unos piratas tirrenos vieron al joven Baco en la orilla, vestido con ropa radiante. Pensando en su posible recompensa, lo capturaron, lo subieron a bordo de su barco y lo ataron, planeando llevarlo a Asia y venderlo como esclavo. Baco pidió tranquilamente ser desembarcado, pero los piratas solo se rieron y se burlaron de él. De repente, el barco se detuvo por completo. Las amarras se cayeron. El timonel, creyendo ver a un dios, intentó persuadir a los demás para que devolvieran a Baco a la orilla, pero fue en vano. Una enredadera gigante surgió del mar y se enroscó alrededor del mástil y las jarcias. La música y el olor a vino llenaron la zona. Al darse cuenta, tardíamente, de que estaban en presencia de un dios, los piratas suplicaron que se les permitiera volver a tierra. Baco se transformó en león y atacó a los hombres. Estos saltaron al mar y se convirtieron en delfines.
El timonel restante entregó a Baco a la orilla de Naxos, donde encontró a Ariadna abandonada y dormida. En el mito del Minotauro, Ariadna era la bella hija del rey de Creta que había sido abandonada por el héroe griego Teseo tras ayudarle a derrotar al ser mitad hombre y mitad toro. Baco consiguió consolarla y, con el tiempo, la convirtió en su esposa. Por desgracia, enfermó y murió. El afligido Baco perdió el interés por la música y la danza hasta que su padre se apiadó de él y devolvió a Ariadna a su lado, haciéndola inmortal.
Midas y Penteo
Otro mito interesante relacionado con Baco es su relación con el rey Midas de Frigia. Sileno, que había bebido demasiado vino de Baco, se extravió en el jardín del rey. Le descubrieron dormido y le llevaron ante Midas, que le trató con amabilidad. Tras ser conducido de nuevo ante Baco, el dios agradecido prometió al codicioso Midas un único deseo. Midas pidió que todo lo que tocara se convirtiera en oro. Este «toque de Midas» funcionó durante un tiempo hasta que el rey tuvo hambre, pero sus platos, su copa, su bebida e incluso su comida se convirtieron en oro. Al darse cuenta de su dilema, volvió a Baco y le rogó que anulara el deseo. El dios le dijo que se bañara en el río Pactolo. Al hacerlo, Midas perdió su «toque».
El rey Penteo, al igual que Licurgo, quiso mantener al dios del vino lejos de su ciudad y de su gente. Baco y sus seguidores enviaron un mensaje al rey de Tebas anunciando su llegada y pidiendo una recepción y un entretenimiento adecuados. El rey había oído hablar del desorden que acompañaba a Baco y dijo al dios del vino, en un mensaje insolente, que permaneciera fuera de las puertas de la ciudad. Para vengar el insulto, el dios molesto golpeó a las mujeres de Tebas con demencia, provocando que abandonaran la ciudad y se unieran a sus ritos religiosos, los Misterios. Penteo sintió curiosidad por ver los ritos por sí mismo.
Ovidio, en sus Metamorfosis, llamó al rey «el que se burla de los dioses». Se rió de la profecía de un viejo vidente que dijo: «A menos que le rindas culto a su debido tiempo, serás despedazado y esparcido por todas partes» (58). Todavía reacio a aceptar a Baco y su séquito, Penteo escuchó a uno de los juerguistas que había regresado de los ritos: «Me he unido a los ritos y soy uno de los bacantes...» (62). Penteo se enfadó: «Ustedes, esclavos, llévenselo, atormenten su cuerpo con espantosas torturas y envíenlo así a las noches estigias» (62). Penteo quería ver los ritos en persona. Disfrazado, se escondió donde pudiera mirar sin ser visto; sin embargo, su escondite fue descubierto por su propia madre, Ágave; fue arrastrado fuera de su escondite, y tal como predijo la profecía, los brazos de Penteo fueron arrancados.