El emperador Augusto (27 a.C.-14 d.C.) logró mucho durante su mandato en el trono romano, bastante más que muchos de sus sucesores. Según la historiadora Mary Beard en su libro SPQR, transformó las estructuras del Imperio romano, incluida su política y ejército, así como la apariencia de la ciudad. A diferencia de muchos de sus sucesores, que sucumbieron a una muerte temprana (por sus propias manos o por las de otra persona), Augusto pudo sobrevivir hasta la vejez; el tiempo suficiente para escribir una historia personal de su reinado Res Gestae divi Augusti o Hazañas del Divino Augusto. Cerca al final de su larga vida, el emperador escribió dos frases sencillas que resumían su estancia en el trono: «Encontré una ciudad construida con ladrillos secos y la dejé vestida de mármol». Hay quienes, sin embargo, creen que su éxito se debió en parte no sólo a su larga vida sino también a su capacidad para realizar cambios esenciales.
El primer emperador de Roma
Las largas guerras civiles habían terminado por fin.Marco Antonio y Cleopatra habían sido derrotados rotundamente. Lépido estaba en el exilio. Octaviano, el hijastro y heredero de Julio César, entró en la ciudad de Roma como un héroe. Sin embargo, aunque llegó como un campeón, se enfrentó a la difícil tarea de reconstruir una ciudad decaída, pero el Senado romano tuvo a su salvador y lo recompensó generosamente, dándole el nombre y el título de Augusto. Durante las siguientes cuatro décadas, sus reformas transformarían una ciudad y un imperio.
A su regreso a Roma después de luchar en las guerras civiles, Augusto se presentó ante el Senado (el 13 de enero del 27 a.C.) y renunció a los poderes que le habían sido otorgados a Marco Antonio, Lépido y a él en el Segundo Triunvirato. A los tres se les había dado una autoridad que les permitía promulgar leyes sin la aprobación del Senado romano. Ahora, en honor a su liderazgo y lealtad a Roma, el Senado le concedió un poder casi ilimitado (maius imperium, poder superior al que tenía cualquier magistrado o procónsul) y se convirtió en Imperator Caesar divi filius Augustus, aunque él prefería el simple título de princeps, «el primero». El Senado también le otorgó poderes tribunicios (los poderes del tribuno) de forma vitalicia: la capacidad de convocar al Senado, proponer leyes en las asambleas populares y vetar cualquier legislación promulgada por las mismas asambleas. Según el historiador romano Suetonio en su obra Vidas de los doce césares, Augusto exclamó:
Que tenga yo el privilegio de construir bases firmes y duraderas para el gobierno de Roma. Que pueda yo también alcanzar la recompensa a que aspiro: la de ser conocido como el autor de la mejor Constitución posible, y de llevar conmigo, cuando muera, la esperanza de que estos cimientos permanecerán seguros. (66)
Augusto aprendió de las experiencias de su padrastro y rechazó el título de dictador ya que no quería que su vida terminara de la misma manera. Para algunos, especialmente sus detractores, Augusto se esforzaba por mantener la ilusión de que su autoridad y su poder, derivaban y dependían de la voluntad del pueblo. Para mantener esta idea, ocupó varios consulados sucesivos, que terminaron en el 23 a.C., tras una breve enfermedad. Para los ciudadanos de Roma, se convirtió en el pater patriae o padre de la patria. En realidad, aunque daba crédito al Senado, poco a poco se le fue quitando poder al pueblo, las asambleas populares perdieron su sentido y, aunque el Senado recibió suficientes honores y respeto, no fue más que una extensión de la administración del emperador al servicio de Augusto. El poder estaba concentrado en un solo hombre, el emperador, y ejercía la supremacía dentro y fuera de Roma.
Poco después de su aparición ante el Senado en el 27 a.C., el nuevo emperador abandonó Roma rumbo a la Galia y a España, y no regresó hasta el 23 a.C. Durante su ausencia, forzó el sometimiento de varias tribus rebeldes al otro lado de los Alpes, y muchas provincias de todo el imperio pronto aprendieron a vivir en paz con Roma, la Pax Romana. Aunque su objetivo principal era mantener la lealtad, los viajes de Augusto por el imperio dejaban en claro a las provincias que Roma «gobernaba el mundo». Desafortunadamente, durante su reinado, Augusto no logró expandir el imperio más allá de lo que había abarcado durante la República. A su regreso a la ciudad, el emperador se embarcó en las reformas que cambiarían tanto la ciudad como el imperio, estableciendo un precedente para aquellos que vendrían después.
Moralidad y Lex Julia
Una de las principales preocupaciones del nuevo emperador era sanear la decadencia moral de Roma. Muchos en Roma, especialmente personas como el poeta y estadista Cicerón, creían que parte de la razón de la decadencia de la República era la erosión de la moral pública, y que las décadas posteriores a Julio César sin un liderazgo adecuado habían hecho poco para ayudar a aliviar la situación. En su biografía del emperador Augusto, el historiador Anthony Everitt escribió que muchos ciudadanos romanos sentían que «...sus virtudes tradicionales de austeridad y sana pobreza estaban siendo erosionadas…» Esta decadencia era la causa tanto de la violencia como del «egoísmo de la vida política en Roma» (18). Augusto se dio cuenta de que para reconstruir la ciudad de Roma tenía que restaurar la fe y los valores de la antigua Roma: vio la necesidad de revivir las costumbres y tradiciones del pasado, de un retorno al «conservadurismo a la antigua usanza». Gran parte de su atención se centró en la vida privada y pública de las clases altas, la élite, y con los poderes que le otorgó el Senado, tenía la autoridad para hacer precisamente eso. Sin embargo, después de un tiempo Augusto se dio cuenta de que algunas de estas nuevas leyes no podían aplicarse fácilmente. Suetonio escribió:
Como su ley matrimonial estaba concebida de manera más estricta que las demás, se vio incapaz de hacerla efectiva debido a una abierta rebelión contra varias de sus cláusulas. Por lo tanto, se vio obligado a retirar o modificar determinadas sanciones... (70)
En el año 18 a.C. se promulgaron dos nuevas leyes julias, que luego serían revisadas, las cuales se enfocaban tanto a la fidelidad de las mujeres como a la tasa de natalidad: la lex Julia de adulteriis coercendis convirtió el adulterio de las mujeres en un acto criminal y la lex Julia de maritandis ordinibus (posteriormente revisada en el año 9 d.C. como lex Papia Poppaea) penalizaba a los hombres solteros y a las parejas sin hijos en un intento de aumentar la tasa de natalidad. Curiosamente, la revisión de esta última ley fue impulsada por dos cónsules solteros, Marco Papio Mutio y Cayo Popeo Sabino. Además, Augusto casi violó su propia ley, pues aunque tuvo una hija con su segunda esposa, él y su tercera esposa Livia (ella tenía dos hijos de un matrimonio anterior) no tuvieron hijos.
Reformas religiosas
Además de su énfasis en el deterioro moral de Roma, Augusto abordó la necesidad de reavivar la importancia de la religión entre la ciudadanía. Durante las largas guerras civiles, muchos templos en todo el imperio habían caído en decadencia y la gente aparentemente había perdido la fe en los antiguos dioses. Para Augusto, una restauración de la «vieja religión» y la renovación de la esperanza en los dioses tradicionales ayudarían a recuperar la confianza del pueblo. Se encargó de recuperar muchas de las antiguas fiestas populares y aumentó el número de juegos públicos, reinstituyendo los juegos seculares o Ludi Saeculares en el año 17 a.C. Solo en su primer año reconstruyó o reparó 82 templos, en Roma, el templo de Júpiter en el Capitolio, el templo de Apolo en el Palatino, junto a su residencia personal, y el templo de Marte Ultor, situado en el nuevo Foro de Augusto. Por último, para simbolizar sus éxitos en España, el Senado encargó en julio del 13 a.C., la construcción en el Campo de Marte del Ara Pacis Augustae,el altar de la paz augusta.
En el año 12 a.C. Augusto se nombró a sí mismo, tras la muerte de Lépido, Pontifex Maximus o sumo sacerdote, y más tarde, tras su propia muerte, se estableció un culto imperial: la idea de la deificación del emperador. Aunque se resistió a los intentos del Senado de nombrarlo dios durante su reinado, tras su muerte el Senado lo recompensó con la deificación, un honor que se le otorgó a muchos de sus sucesores. Su esposa Livia incluso recompensó a un hombre que juró haber visto al emperador ascender al cielo.
Augusto impuso un censo regular (que era deber del censor) para proporcionar una evaluación justa de la carga fiscal provincial, lo que resultó en una recaudación más justa de ingresos fiscales. Otro cambio importante se produjo en el tesoro romano, el Aerarium, situado en el templo de Saturno en el Foro romano en la colina Capitolina, estaba manejado por dos pretores, y Augusto emprendió una reforma completa de su estructura financiera. El tesoro central estaba vinculado a los tesoros de todas las provincias. Junto con la expansión y la mejora de la moneda romana, se crearon dos nuevos impuestos: el impuesto de capitación y el impuesto a la posesión de tierra, que financiaban al sistema imperial en su totalidad. Este nuevo sistema estimuló el comercio en todo el imperio, lo que generó estabilidad, seguridad y prosperidad. Por supuesto, Augusto se aseguró de que su imagen apareciera en todas las monedas.
Burocracia y orden público
AUGUSTO PUSO ORDEN EN TODO EL IMPERIO. SUS REFORMAS PROPICIARON EL DESARROLLO DE UNA BUROCRACIA MÁS EFICIENTE Y PUSIERON FIN A LA CORRUPCIÓN DE LOS DÍAS ANTERIORES A LAS GUERRAS CIVILES.
Junto con su buen amigo y compañero comandante Marco Agripa, quien también resultó ser el segundo marido de la hija del emperador, Augusto puso orden en todo el imperio. Hasta su temprana muerte, Agripa a menudo gestionaba los asuntos de la ciudad cuando el emperador estaba fuera de Roma. Muchas de sus reformas dieron lugar a una burocracia más eficiente y a la eliminación de gran parte de la corrupción que había existido desde los días anteriores a las guerras civiles. Aunque Augusto dejó en paz a los gobiernos municipales locales, dividió la península itálica en once departamentos; este cambio se realizó para lograr un censo y una recaudación de impuestos más eficientes, también para regular los asuntos de las tierras públicas. La propia Roma estaba dividida en 14 áreas administrativas. Los distritos o barrios de la ciudad quedaron bajo la jurisdicción de un supervisor que estableció vigilantes no sólo para advertir sobre riesgos de incendio sino también para tomar medidas contra posibles inundaciones. Asimismo, ayudaban a limpiar la basura del río Tíber.
Augusto tenía más de 600 esclavos que servían como bomberos e incluso estableció una fuerza policial. Por supuesto, para su propia protección, estableció la guardia pretoriana. En relación con muchos de los cambios internos de la ciudad, Suetonio escribió:
Para tener más hombres con alguna experiencia en los deberes gubernamentales, creó nuevas oficinas que se ocupaban del mantenimiento de edificios públicos, caminos y acueductos; la limpieza del canal del Tíber y la distribución de grano al pueblo… (71)
Para mantener el apoyo y respeto de los senadores les otorgó numerosos honores estableciendo incluso una edad de jubilación.
Proyectos de construcción
Augusto realizó otra serie de cambios esenciales; para acelerar la comunicación entre las provincias, construyó estaciones de relevo para mensajeros y funcionarios estatales, equipadas con carros y caballos. Construyó numerosos caminos y acueductos nuevos, incluidos los de Aqua Julia y Aqua Virgo. Para el pueblo de Roma y en honor a su sobrino, reformó el Circo Máximo. Para supervisar muchos de estos cambios, el emperador estableció dos comisiones senatoriales, los curatores viarum, que supervisaban el mantenimiento de los caminos, y los curatores locorum publicorum, que se encargaban del mantenimiento de los edificios públicos y los templos. Como no existía un servicio civil, se utilizaban esclavos y libertos para realizar las tareas cotidianas de administración.
Augusto también creía que Roma debía ser un lugar de exhibición, un símbolo que todas las ciudades del imperio debían emular. Mandó construir una nueva sala para el Senado, el teatro de Marcelo, un salón público o basílica, nuevos pórticos y calzadas, utilizando siempre el mejor mármol del norte de Italia.
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Legado
El historiador romano Tácito escribió una valoración poco favorable de Augusto en sus Anales de la Roma imperial cuando dijo:
Sedujo al ejército con bonificaciones y su política de alimentos baratos fue un cebo exitoso para los civiles. Ciertamente, atrajo la buena voluntad de todos mediante el grato don de la paz. Luego fue avanzando poco a poco y absorbió las funciones del Senado, de los funcionarios e incluso de la ley. No existía la oposición. La guerra o el asesinato judicial habían acabado con todos los hombres de espíritu. [El sistema legal] estaba totalmente incapacitado por la violencia, el favoritismo y, sobre todo, el soborno. (32)
A pesar de este análisis tan desolador de sus cuatro décadas, Augusto debe ser recordado por haber sacado al imperio de las secuelas producidas por años de guerra civil, mientras la ciudad estaba en ruinas. Además, fue el primer emperador de Roma, y todos los demás emperadores serían comparados con él.
Profesional en lenguas con estudios literarios. Profesor de castellano, escritor, traductor y entusiasta de la historia. Áreas de interés: literatura, artefactos antiguos, la historia de las religiones, la astrología, la arquitectura, la historia militar y del arte.
Donald impartió clases de Historia de la Antigüedad, de la Edad Media y de los Estados Unidos, en el Lincoln College (Normal, Illinois) y desde que comenzó a estudiar sobre Alejandro Magno, siempre ha sido y será un estudiante de historia. Le ilusióna transmitir conocimientos a sus alumnos.
Wasson, D. L. (2016, mayo 25). Las reformas de Augusto [Reforms of Augustus].
(D. V. Caballero, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-905/las-reformas-de-augusto/
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Wasson, Donald L.. "Las reformas de Augusto."
Traducido por Diego Villa Caballero. World History Encyclopedia. Última modificación mayo 25, 2016.
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Wasson, Donald L.. "Las reformas de Augusto."
Traducido por Diego Villa Caballero. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 25 may 2016. Web. 02 dic 2024.
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Escrito por Donald L. Wasson, publicado el 25 mayo 2016. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.