La rebelión del gladiador Espartaco en 73-71 a.C. sigue siendo la rebelión de esclavos con más éxito de la historia de Roma. Se conoce como la tercera guerra servil y fue la última de las tres rebeliones de esclavos más grandes que suprimió Roma. Historiadores, novelistas y cineastas han contado la historia de Espartaco hasta la actualidad en que una serie de televisión muy popular tiene un gran seguimiento; pero la admiración por el héroe de la Tercera guerra servil no es una novedad. Karl Marx señaló una vez en una carta a Engels que Espartaco estaba entre los héroes más grandes, si no el más grande, del mundo antiguo, y lo encumbró como un ejemplo a seguir (Volumen 41, 265). La famosa película de 1960 de Stanley Kubrick Espartaco, basada en la novela de Howard Fast, lo representa como a un luchador por la libertad que dirige a su gente contra el sistema opresivo de esclavitud romana y cada representación de Espartaco que ha llegado después de la película de Kubrick ha seguido su ejemplo en mayor o menor grado.
Sin embargo, el verdadero Espartaco no fue un revolucionario proletario proto-marxista, ni un héroe entre su gente peleando por su libertad; fue simplemente un hombre que había tenido suficiente de la institución esclavista romana y, un día, decidió que no la soportaría más. La rebelión de Espartaco comenzó, más o menos, accidentalmente; el plan original de los gladiadores, según el historiador Plutarco (alrededor de 45-120 d.C.), era simplemente escapar. Sin embargo, cuando se descubrió el plan, no tuvieron otra elección que pelear por su libertad o someterse para ser ejecutados.
LA REBELIÓN DE ESPARTACO COMENZÓ, MÁS O MENOS, ACCIDENTALMENTE; EL PLAN ORIGINAL DE LOS GLADIADORES, SEGÚN EL HISTORIADOR PLUTARCO, ERA SIMPLEMENTE ESCAPAR DE la ESCLAVITUD.
Sin embargo, las verdaderas motivaciones detrás de la revuelta de Espartaco no disminuyen sus logros. Se volvieron irrelevantes en la Francia del siglo XVIII cuando el gladiador fue elevado al estatus de lo icónico como enemigo de la opresión y campeón de la libertad. Las terribles condiciones de vida de un esclavo en la antigua Roma se han comparado desde entonces con aquellas de cualquier grupo que sufre la opresión y Espartaco es el héroe más reconocible del mundo antiguo que sirve como símbolo. Sin embargo, en el año 73 a.C., parece que él no tuvo otra motivación que su propia libertad y escaparse de los castigos que podía esperar de sus amos.
La esclavitud en la antigua Roma
Estos castigos se habrían llevado a cabo rápidamente en cuanto su plan de escape se hubiera descubierto. En la antigua Roma la esclavitud estaba generalizada y los romanos temían en extremo un alzamiento de sus clases trabajadoras más bajas. El historiador Mark Cartwright comenta sobre esto:
La esclavitud era una característica omnipresente del mundo romano. Los esclavos servían en los hogares, la agricultura, las minas, en los talleres, en la construcción y en una variedad amplia de servicios en la ciudad. La proporción de esclavos llegaba hasta 1 de cada 3 habitantes de Italia o 1 de cada 5 por todo el imperio, y la totalidad de la estructura del estado y la sociedad romana se construyó sobre esta base de trabajo forzado.
La economía de Roma dependía principalmente de la agricultura y la guerra: la labranza mantenía al pueblo mientras las campañas militares generaban los fondos necesarios para otras tantas necesidades. Los soldados que se utilizaban en estas campañas eran granjeros que se mantenían en el ejército por periodos de tiempo cada vez más largos según Roma iba expandiendo su conquista. Sus granjas a menudo iban a la quiebra y después los ricos que usaban esclavos para trabajar para ellos compraban las tierras de estos soldados.
El historiador Apiano (alrededor de 95-165 d.C.) escribe, "Los ricos usaban la persuasión o la fuerza para comprar o a apoderarse de las propiedades que estuvieran junto a las suyas, o cualquier otra granja pequeña que perteneciera a hombres pobres, y así conseguían manejar haciendas extensas en lugar de simples granjas. Empleaban manos esclavas y pastores en estas haciendas para evitar tener hombres libres que serían arrastrados fuera de ellas para servir en el ejército, y de este tipo de posesión también conseguían pingües beneficios, ya que los esclavos tenían muchos hijos y no tenían obligación de cumplir el servicio militar" (Guerras civiles, 1.7). Estos esclavos provenían de un número variado de fuentes según señala Cartwright:
Además del enorme número de esclavos tomados como cautivos de guerra (por ejemplo, 75.000 solo de la Primera guerra púnica), también se adquirían esclavos por medio de la piratería, el comercio, el pillaje y, por supuesto, con la descendencia de los esclavos, ya que un niño nacido de una madre esclava (vernae) automáticamente se convertía en esclavo independientemente de quien fuera el padre. Los mercados de esclavos proliferaban, quizá uno de los más significativos fuera el mercado de Delos, que los piratas cilicios suministraban continuamente. Los mercados de esclavos existían en la mayoría de las ciudades grandes y allí, en una plaza pública, los exhibían con un cartel al cuello que anunciaba sus virtudes a posibles compradores.
Los esclavos se utilizaban para una gran variedad de tareas por toda Roma, desde trabajos en el campo a labores domésticas, la enseñanza a los niños de lectura, escritura, música y otras artes, como asistentes personales y cualquier otro trabajo que pudieran ocupar. Estaban por completo a merced de sus amos. El escritor romano Séneca el joven (4 a.C. - 65 d.C.) describe el papel de los esclavos del hogar a su amigo Lucilio; aboga por un tratamiento mejor de los esclavos, y deja claro que los caprichos del amo dictaban incluso el sonido o la acción más ínfima por parte del esclavo. Aquí él describe al esclavo sirviendo a su amo en la cena:
El amo come más de lo que puede retener; su codicia desmesurada carga su estómago dilatado, que ha desaprendido su función, y la digestión de toda esta comida requiere más tarea que su ingestión. Pero los esclavos infelices no pueden mover sus labios ni tan siquiera para decir una palabra. Cualquier murmullo se controla con una vara; ni siquiera los sonidos involuntarios: una tos, un estornudo, un atragantamiento, están exentos del látigo. Si una palabra rompe el silencio, el castigo es severo. Hambrientos y mudos, están de pie toda la noche (Nardo, 51).
Séneca continúa detallando los abusos que los esclavos sufrían y la arrogancia de sus amos que, debido a su crueldad, han dado lugar al proverbio, "Tantos esclavos, tantos enemigos". Séneca le pide a Lucilio que recuerde que "el hombre al que llamas 'esclavo' surgió de la misma semilla, disfruta de la misma luz del día, respira como tú, muere como tú", y sin embargo estas gentes son tratadas como menos que humanos:
Abusamos de ellos como de los animales de carga; ni siquiera como se abusa de los hombres. Cuando nos reclinamos a la mesa, un esclavo limpia los esputos, otro se agacha para recoger los restos de los ebrios. Uno trincha la apetitosa caza, separando las porciones con hábiles movimientos de una mano experta. Hombre infeliz, vivir solamente para el propósito de trinchar aves pulcramente…otro tiene la tarea de mantener el registro de los invitados; está allí de pie, pobre hombre, y observa para ver quien con su adulación y por su desenfreno de tragaderas y lengua le conseguirá una invitación para el día siguiente. Añade los proveedores con su refinada pericia del paladar del amo; conocen qué sabores le estimularán, qué decoraciones de mesa agradarán a su gusto, qué novedad restaurará su apetito cuando tenga nauseas, qué bocados ansiará en un día concreto. Con esclavos como estos el amo no puede soportar cenar; tomaría como una afrenta a su dignidad sentarse a la mesa con su propio esclavo. ¡El cielo lo prohíba! (Nardo, 51).
El maltrato que los esclavos recibían estaba tan extendido que llegó a considerarse natural. Había que quebrar la voluntad de los esclavos como personas para tener un sirviente obediente que cumpliera las expectativas de un esclavo en la sociedad romana. La mano de obra gratuita significaba más tiempo libre y beneficios para aquellos que poseían esclavos, pero esos esclavos solo eran rentables si eran sumisos y hacían lo que se les mandaba sin preguntar ni vacilar. El hecho de que la población de esclavos fuera tan grande es testamento de la habilidad romana de mantener este tipo de control sobre aquellos que esclavizaba.
Debería señalarse que no todos los esclavos eran maltratados. En la misma carta de Séneca, escribe sobre esclavos cuyos amos los trataban bien y que darían sus vidas por proteger el hogar, la propiedad y la vida de su amo. Dos filósofos famosos eran esclavos, Diógenes de Sinope (alrededor de 404-323 a.C.) en Grecia y Epicteto (alrededor de 50-130 d.C.) en Roma, y ambos eran tratados como miembros de la familia. A Diógenes se le concedió el control total de la educación de los chicos de la casa y el amo de Epicteto lo envió a estudiar filosofía estoica. Sin embargo, estas son excepciones notables a la regla general, y la mayoría de los esclavos soportaban vidas duras con pocas esperanzas de conseguir la libertad y sin derechos ante la ley.
Con el tiempo, acabó habiendo más esclavos que personas libres en Roma. La tasa de desempleo subió bruscamente ya que cada vez se utilizaban más esclavos para trabajos que solían realizar los ciudadanos romanos y el campo que circundaba la ciudad de Roma se convirtió progresivamente en una red amplia de colonias de esclavos que residían en las grandes plantaciones de los que eran muy ricos. Aquellos esclavos que no se empleaban en trabajos domésticos o agrícolas se utilizaban como gladiadores en la arena. Si la vida del esclavo doméstico era mala, la del gladiador era peor. El gladiador era un esclavo cuyo único propósito era pelear para entretener a las multitudes romanas. Los gladiadores habitualmente eran hombres (aunque había algunas mujeres) y podían ganar su libertad por medio de hazañas excepcionales, pero la mayoría de las veces, vivían y morían como esclavos en la arena. La mayoría de las veces, los gladiadores se seleccionaban entre los seclavos basándose en un físico robusto que fuera atractivo para los espectadores; y Espartaco era uno de ellos.
Primeros años de vida y esclavitud
Espartaco era tracio, originalmente de una región del norte de Macedonia que tanto griegos como romanos consideraban incivilizada y bárbara. Sin embargo, Plutarco describe a Espartaco como "más griego que tracio" y señala que era excepcionalmente inteligente y muy culto. No se sabe nada de su juventud ni de cómo se convirtió en esclavo de Roma. Las primeras fuentes sobre la rebelión de Espartaco son los historiadores Apio, Floro (alrededor de 130 d.C.) y Plutarco, que seleccionan aquellos detalles que encontraron más adecuados de obras anteriores sobre la rebelión de Salusto (alrededor de 86-35 a.C.) y de Livio (59 a.C.-17), ambos de los cuales solo se conservan en fragmentos actualmente.
FLORO AFIRMA QUE ESPARTACO era UN MERCENARIO DE LA LEGIÓN ROMANA QUE FUE ENCARCELADO POR DESERCIÓN Y ROBO.
Según Apio, Espartaco fue un tracio "que una vez luchó contra los romanos y, después de ser hecho prisionero y vendido, se convirtió en gladiador" (Guerras civiles, I.116). Floro afirma que era un mercenario de la legión romana que fue encarcelado por deserción y robo antes de ser seleccionado como gladiador "gracias a su fuerza". Plutarco da una versión similar de Espartaco como mercenario de Roma, pero añade que fue capturado junto a su mujer después de desertar. Se describe a su mujer como una profetisa de su pueblo que escapó con Espartaco durante la rebelión y después viajó con su ejército, y que lo más probable es que muriera con él en el enfrentamiento final con Roma.
La rebelión de Espartaco
Independientemente de cómo fue capturado o por qué razones, su entrenamiento militar y su físico le convirtieron en un candidato idóneo para la arena. Todas las fuentes antiguas describen a Espartaco como alto y excepcionalmente fuerte. Un entrenador llamado Léntulo Batiato lo compró y lo envió a la escuela de gladiadores de Capua al sur de Roma. Habitualmente estas escuelas se servían de un trato duro con los esclavos para prepararlos para los juegos de la arena y esta disciplina, igual que con el resto de los esclavos, tenía la intención de quebrar la voluntad de los individuos y volverlos obedientes.
En el año 73 a.C., Espartaco y algunos otros conspiradores idearon un plan para escapar del recinto y dirigirse hacia el norte más allá de los Apeninos para encontrar su libertad. Este plan incluía alrededor de otros 200 esclavos y, con tantos involucrados, no es sorprendente que la información se filtrara a las autoridades. Espartaco sabía que serían torturados antes de que los mataran y, por lo tanto, dirigió a 78 de sus compañeros esclavos a una rebelión. Hicieron una incursión en la cocina y se armaron con cuchillos y espetones y luego asesinaron a sus instructores y captores. Una vez libres, encontraron más armas en los almacenes y un carro de transporte y después huyeron de la escuela hacia el campo cercano donde acamparon en algún lugar de las pendientes del monte Vesubio. Allí eligieron como líderes a Espartaco, a Enomao y a Crixo.
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La primera respuesta de Roma
A pesar de que los esclavos eligieron tres líderes, todas las fuentes antiguas afirman que Espartaco inmediatamente se convirtió en el comandante en jefe. Apio escribe, "Con los gladiadores Enomao y Crixo como subordinados, saqueó las zonas cercanas y, debido a que dividió el botín a partes iguales, pronto se les unieron más rebeldes". La noticia de la rebelión se extendió rápidamente y muchos de los esclavos de las plantaciones de todo el país abandonaron sus casas para unirse a los rebeldes. El senado romano consideró todo esto más una molestia que una amenaza y envió un destacamento de soldados, en gran parte sin entrenamiento, bajo el mando del general Cayo Claudio Glabro para hacerse cargo del problema.
Al parecer, Glabro y el senado pensaron que vencerían fácilmente a un grupo de esclavos fugitivos, ya que no podían saber nada sobre la guerra ni las tácticas militares. Sin embargo, Espartaco los sorprendió. Glabro rodeó a los esclavos en su campamento de la montaña, manteniéndoles acorralados y se preparó para matarlos de hambre hasta que se rindieran. Sin embargo, la montaña estaba repleta de ramas de vid y Espartaco ordenó a sus hombres que las tejieran para hacer escaleras por las que pudieran escalar una zona que Glabro había descuidado, pensando que era inaccesible, y atacaron por la retaguardia de las líneas de Glabro, lo vencieron y saquearon el campamento en busca de armas.
Más tarde se envió un segundo batallón contra los esclavos dirigido por Publio Varino que decidió dividir sus fuerzas, quizá con la esperanza de atrapar a sus enemigos en un movimiento de pinza y aplastarlos. Se desconoce los planes que tenía, pero su fracaso fue espectacular; el ejército de Varino fue derrotado y dispersado. La victoria de Espartaco fue tan total que Varino incluso perdió el caballo que había montado en la batalla. Tras estas dos victorias, más esclavos abandonaron las casas de sus amos y se unieron a la rebelión.
Segunda respuesta de Roma
El senado de Roma se dio cuenta de que había subestimado seriamente a Espartaco, que ahora comandaba un ejército de unos 70.000 antiguos esclavos, y exhortó a los cónsules Publícola y Clodiano a dirigir sus fuerzas contra él. Ahora Espartaco controlaba el campo con reclutas nuevos que llegaban en masa casi a diario a pelear por su causa. Livio señala como el ejército de Espartaco "devastó las ciudades de Nola, Nuceria, Turios y Metaponto causando terribles estragos". Ahora ya no cabía duda de que suponía una amenaza importante para Roma. No obstante, Espartaco no tenía intención de marchar contra Roma y dirigió a su ejército hacia el norte fuera de Italia para cruzar los Apeninos y permitir a sus seguidores regresar a sus casas. Pero su ejército era demasiado extenso para moverlo en una sola unidad, así que lo dividió en dos y puso a su segundo en mando, Crixo, a cargo de una.
Los romanos bajo el mando de Publícola atacaron las fuerzas de Crixo mientras que Clodiano golpeó el contingente de Espartaco. Las fuerzas de Crixo fueron derrotadas con grandes pérdidas, pero Espartaco derrotó a Clodiano y luego expulsó a Publícola del campo de batalla. Crixo fue asesinado en la batalla y Espartaco le rindió honores sacrificando a 300 prisioneros romanos (según Apio). Luego llevó acabo sus propios espectáculos de gladiadores utilizando los cautivos romanos que quedaban para el espectáculo. Floro escribe como forzaba a los romanos a pelear entre ellos en las piras funerarias de sus oficiales caídos "como si deseara limpiar todo su deshonor pasado convirtiéndose, en lugar de en un gladiador, en un dispensador de espectáculos de gladiadores". Después quemó todos los carros y las provisiones que no podían usar y marchó hacia Roma con una infantería de alrededor de 120.000 y un número desconocido de caballería.
La derrota de Espartaco
No existen registros de por qué Espartaco abandonó su plan de dirigir a sus fuerzas hacia la libertad marchándose de Italia; pero por la razón que fuera, el ejército de antiguos esclavos que no dejaba de crecer, ahora se dirigía hacia el sur. Se enviaron otros dos ejércitos contra Espartaco y ambos fueron derrotados. Apio escribe, "La guerra entonces ya duraba tres años y causaba gran preocupación a los romanos, aunque al principio se habían reído de ella y la habían considerado trivial porque era contra gladiadores". El senado jubiló a Publícola y a Clodiano y nombró a un comandante en jefe nuevo, Marco Licinio Craso. Primero, castigó a las legiones por su fracaso por medio de ejecuciones donde los soldados lo echaban a suertes y uno de cada diez hombres fue ejecutado.
Craso pretendía terminar la guerra rápidamente y, según Apio, "se instituyó ante los ojos de sus hombres más para ser temido que como una derrota en las manos del enemigo". Craso marchó contra Espartaco en Bruto en el extremo sur de Italia. El plan de Espartaco era colaborar con los piratas cilicios para tomar la isla de Sicilia, ocupada por los romanos, y convertirla en una nación libre para sus seguidores. Se suponía que los piratas se encontrarían con él en la costa de Bruto, pero nunca llegaron. Craso hizo que su ejército de unos 32.000 soldados se moviera rápidamente y construyera un muro que atrapó a Espartaco tras él.
Craso tenía confianza en esperar a que su oponente se rindiera, ya que Espartaco, con el mar en la retaguardia y el muro delante, no tenía donde ir. Espartaco intentó atravesar el muro, pero le hicieron retroceder con una pérdida de unos 6.000 de sus hombres. Según Floro, Espartaco después intentó escapar botando "balsas de listones y toneles unidos con cuerdas en las aguas bravas de los estrechos", pero fracasó. Tanto Apio como Plutarco afirman que en este punto Espartaco recurrió a tácticas de guerrilla. Apio escribe cómo "condujo muchas operaciones de hostigamiento dispersas contra sus asediadores" y "crucificó un prisionero romano en tierra de nadie para demostrar a sus propias tropas el destino que les esperaba si eran derrotados". Craso, por su parte, continuó esperando y dejó que el hambre y la desesperación hicieran el trabajo por sus tropas.
CRASO INCREMENTÓ SUS ATAQUES PARA DERROTAR A ESPARTACO ANTES DE QUE POMPEYO LLEGARA A ROBARLE LA GLORIA.
No obstante, el senado romano sentía que Craso no se movía lo suficientemente rápido y envió al famoso general Pompeyo, el conquistador de España. Craso entonces incrementó sus ataques para derrotar a Espartaco antes de que Pompeyo llegara a robarle la gloria. Espartaco, que vio la oportunidad de dividir a los generales romanos antes de la llegada de Pompeyo, pidió negociar con Craso, pero fue rechazado.
Viendo que no había esperanza, Espartaco reunió a sus hombres y, según Plutarco, "cuando le llevaron su caballo, sacó su espada y lo mató, diciendo que el enemigo poseía muchos caballos buenos que serían suyos si ganaba y, si perdía, no necesitaría un caballo en absoluto". Dirigió una última vez a su ejército a la batalla y, Plutarco escribe, "Fue directo a por Craso, cargando a través de las armas y los hombres heridos y, aunque no alcanzó a Craso, redujo a dos centuriones que cayeron a la vez sobre él. Finalmente, cuando sus propios hombres se habían escabullido, él solo, rodeado de enemigos, se mantuvo firme y murió luchando hasta el final". Apio escribe, "El propio Espartaco fue herido por un golpe de lanza en el muslo, pero se alzó en una rodilla, colocó su escudo delante de él, y combatió a sus atacantes hasta que él y un gran número de sus seguidores fueron rodeados y cayeron", y Floro comenta, "Espartaco cayó, como se convirtió en un general, luchando valientemente en primera fila". Tanto Apio como Plutarco señalan que su cuerpo nunca se identificó.
Aunque Craso había derrotado a Espartaco en el campo de batalla, la gloria de la victoria fue para Pompeyo. Pompeyo llegó cuando la batalla finalizaba y sus tropas combatieron con los esclavos fugitivos que escapaban del campo. Plutarco escribe que "Pompeyo en su mensaje al senado fue capaz de decir que, mientras Craso realmente había conquistado a los esclavos en plena batalla, él había arrancado la guerra de raíz" eliminando a cualquiera que pudiera haber continuado la lucha. Los 6.000 sobrevivientes del ejército de Espartaco fueron crucificados a lo largo de la vía Apia desde Roma hasta Capua, y sus cadáveres se dejaron pudrir allí durante años como aviso contra insurrecciones futuras.
El legado
A pesar de que los antiguos historiadores romanos le consideraron un rebelde y criminal peligroso, todos los relatos que escribieron muestran un respeto reticente (y a veces rotundo) por el gladiador-general. Una guerra contra esclavos se consideraba un deshonor y el hecho de que Espartaco hubiera prolongado el conflicto con tanto éxito durante tanto tiempo era especialmente difícil para el orgullo romano. A Pompeyo se le otorgó un triunfo por sus victorias en España y, casi como una ocurrencia tardía, por terminar la tercera guerra servil, mientras a Craso por sus esfuerzos se le concedió la mucho menos prestigiosa ovación, un desfile a pie con nada que se aproximara al espectáculo del triunfo.
A pesar de ello, el tono de las narrativas, especialmente la de Plutarco, es sin lugar a dudas de admiración cuando el escritor menciona las victorias de Espartaco y, en especial, al relatar su muerte. Estas narrativas inspiraron a artistas posteriores a presentar a Espartaco como a un luchador por la libertad batallando contra el poder de Roma para finalizar con la esclavitud, aunque ninguno de los informes antiguos apoya esta conclusión. Se representa a Espartaco claramente en cada versión como a un gladiador que buscaba su propia libertad y terminó siendo líder de una rebelión de esclavos. Su condición moderna de luchador por la libertad y héroe de culto se desarrolló más tarde, pero se basa en las historias de estos escritores romanos.
El concepto de Espartaco como el rebelde noble que pelea por la libertad se puede remontar a la tragedia francesa, Espartaco, escrita por Bernard-Joseph Saurin en 1760, que fue inspirada por el informe de Plutarco. Saurin estaba intentando trazar un paralelismo entre las condiciones opresoras de la antigua Roma y aquellas de su propio tiempo en la Francia del siglo XVIII. La historiadora Maria Wyke explica cómo, en la mitad del siglo XVIII:
Se comenzó a encumbrar a Espartaco en la literatura europea occidental, en la historiografía, en la retórica política y en el arte visual como a un campeón idealizado de los oprimidos y los esclavizados. A partir de este periodo, las preocupaciones políticas del presente influyeron sobremanera en las representaciones de la antigua rebelión de esclavos y del gladiador Espartaco (36).
La obra tan popular de Saurin revivió en 1792 a continuación de la revolución francesa y comenzaron a aparecer en Francia estatuas de Espartaco ya en 1830. El novelista italiano Raffaello Giovagnoli adaptó su historia en 1874 en su novela histórica Espartaco que trazaba paralelismos entre el antiguo gladiador tracio y el general nacionalista Giuseppe Garibaldi, que unificó Italia en la década de 1860. También se ha comparado a Espartaco con Toussaint L'Overture (1743-1803), líder de la revolución haitiana contra el dominio francés.
El entendimiento popular de Espartaco como héroe abnegado aumentó gracias a las obras de otros escritores, entre ellos Bertholt Brecht, en el siglo XX hasta que el novelista Howard Fast escribió su novela histórica Espartaco en 1951, que fue utilizada para la película de Stanley Kubrick Espartaco en 1960. La película de Kubrick fue escrita por el guionista Dalton Trumbo, acusado de ser comunista y puesto en la lista negra de Hollywood. La escena famosa hacia el final de la película cuando los rebeldes gritan "¡Yo soy Espartaco!" para proteger a su líder, ha sido interpretada por los críticos como una llamada de Trumbo a la solidaridad de resistir la opresión del macarthismo en América (Gaylean, 1).
La novela de Fast y el guión de Trumbo han servido como modelo para la película televisiva de 2004 Espartaco y para la serie de tv de 2010-2013 Espartaco en Starz Network, como cualquiera familiarizado con obras anteriores reconocerá. Desde el estreno de la película de Kubrick en 1960, se ha admirado a Espartaco más ampliamente que nunca como una figura que representa cualquier grupo de la sociedad oprimido o marginado injustamente, sea por racismo, sexismo u homofobia. El individuo solitario en pie contra el poder opresivo de la mayoría, el rebelde que lucha contra un sistema de leyes y prejuicios injustos, este era el Espartaco que inspira una causa; no un esclavo tracio que solamente buscaba su propia libertad. El erudito Erich Gruen escribe:
No hay señales de que Espartaco estuviera motivado por causas ideológicas para derrocar la estructura social. Las fuentes dejan claro que Espartaco se esforzó en llevar a sus fuerzas fuera de Italia hacia la libertad más que en reformar o revertir la sociedad romana. Los logros de Espartaco no son menos formidables por eso. El coraje, la tenacidad y la habilidad del gladiador tracio que mantuvo a raya a las fuerzas romanas durante unos dos años y convirtió un puñado de seguidores en un batallón de unos 120.000 hombres solo puede inspirar admiración (Historical Background, 3).
Si comenzó su rebelión en el 73 a.C. para finalizar con la esclavitud en Roma y libertar a su gente o no ya no importa; todo lo que importa es lo que ha llegado a simbolizar. El verdadero Espartaco, quienquiera que haya sido, fue reemplazado por Espartaco el héroe porque un héroe es lo que la gente necesitaba y continúa necesitando. La historia de Espartaco continuará inspirando a la gente en las épocas venideras, como lo ha venido haciendo en los últimos 200 años, simbolizando la lucha individual por la justicia y la libertad para su gente contra viento y marea.
Debido a mi gran interés por aprender humanidades, soy traductora voluntaria para WHE, lo que me da la oportunidad de profundizar en las olas del tiempo.
Joshua J. Mark no sólo es cofundador de World History Encyclopedia, sino también es su director de contenido. Anteriormente fue profesor en el Marist College (Nueva York), donde enseñó historia, filosofía, literatura y escritura. Ha viajado a muchos lugares y vivió en Grecia y en Alemania.
Mark, J. J. (2016, marzo 04). La rebelión de Espartaco [The Spartacus Revolt].
(R. M. Barquin, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-871/la-rebelion-de-espartaco/
Estilo Chicago
Mark, Joshua J.. "La rebelión de Espartaco."
Traducido por Rosa Maria Barquin. World History Encyclopedia. Última modificación marzo 04, 2016.
https://www.worldhistory.org/trans/es/2-871/la-rebelion-de-espartaco/.
Estilo MLA
Mark, Joshua J.. "La rebelión de Espartaco."
Traducido por Rosa Maria Barquin. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 04 mar 2016. Web. 12 oct 2024.
Licencia y derechos de autor
Escrito por Joshua J. Mark, publicado el 04 marzo 2016. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.