Pitágoras (que vivió desde en torno a 571 hasta cerca de 497 a. C.) fue un filósofo griego cuyas enseñanzas enfatizaban la inmortalidad y la transmigración del alma (la reencarnación), el comportamiento virtuoso y humano hacia todos los seres vivos, y el concepto de "número" como verdad en el sentido de que las matemáticas no solo aclaraban la mente sino que permitían una comprensión objetiva de la realidad.
En la actualidad es más conocido por el Teorema de Pitágoras, una fórmula matemática que establece que el cuadrado de la hipotenusa de un triángulo rectángulo es igual a la suma de los cuadrados de los otros dos lados. Esta fórmula se ha aplicado a la medición de distancias y espacios como, por ejemplo, en la planificación y ejecución de la construcción de un edificio. Aunque los escritores antiguos se lo atribuyen a Pitágoras, los eruditos modernos citan evidencia de textos babilónicos, escritos algún tiempo antes de Pitágoras, que discuten la misma fórmula o, al menos, una muy similar.
No se sabe casi nada de la vida de Pitágoras a pesar de que algunos escritores posteriores (como Diógenes Laercio, que vivió en torno a 180-240 d.C.) intentaron compilar biografías basadas en historias y fragmentos de obras anteriores. La biografía de Pitágoras escrita por Laercio es la más completa pero, desafortunadamente, el autor nunca cita las fuentes en las que se basó, por lo que es imposible corroborar muchas de sus afirmaciones.
La influencia de Pitágoras sobre los filósofos posteriores y el desarrollo de la filosofía griega en general fue enorme. Platón (que vivió en torno a 428/427-348/347 a. C.) hace referencia a Pitágoras en varias de sus obras y el pensamiento pitagórico, tal como lo entienden y transmiten otros escritores antiguos, es la forma subyacente de la filosofía de Platón. El famoso alumno de Platón, Aristóteles (384-322 a. C.), también incorporó las enseñanzas pitagóricas en su propio pensamiento y las obras de Aristóteles influirían en filósofos, poetas y teólogos (entre muchos otros) desde su época hasta la Edad Media (en torno a 476-1500 d. C. ) y en la actualidad. Aunque Pitágoras sigue siendo una figura misteriosa en la antigüedad, también se erige como una de las más significativas en el desarrollo del pensamiento filosófico y religioso.
Vida y obras
Lo que se sabe de Pitágoras proviene de escritores posteriores que juntaron fragmentos de su vida de contemporáneos y estudiantes. Se sabe que Pitágoras nació en la isla de Samos, frente a la costa de Asia Menor, donde sus antepasados se habían asentado después de abandonar Fliunte, una ciudad en el noroeste del Peloponeso, después de la guerra civil de 380 a.C. Recibió una educación de calidad ya que su padre, Mnesarco, era un rico comerciante. Probablemente estudió en Babilonia y en Egipto y posiblemente tuvo los mejores tutores griegos de la época. Sin embargo, todo esto es especulativo, ya que la información proviene de escritores posteriores que aceptaron, sin críticas, lo que otros escribieron sobre él. Si alguna vez hubo una biografía autorizada de Pitágoras, u obras originales suyas propias, se perdieron hace mucho tiempo. El erudito Forrest E. Baird comenta:
Pitágoras se asoció con tantas leyendas que pocos eruditos se atreven a decir mucho sobre su vida, su personalidad o incluso sus enseñanzas, sin agregar que no podemos estar seguros de que nuestra información sea precisa. Que hubo un hombre llamado Pitágoras que fundó la secta llamada los pitagóricos, no debemos dudarlo; entre los testigos de su historicidad se encuentra su contemporáneo más joven, Heráclito, que pensaba mal de él. Sin embargo, es notoriamente difícil distinguir entre las enseñanzas del propio Pitágoras y las de sus seguidores, los pitagóricos. (14)
La historicidad de Pitágoras nunca ha sido cuestionada. Heráclito (que vivió en torno a 500 a. C.), como señala Baird, consideraba que Pitágoras estaba muy sobrevalorado y otro contemporáneo, el visionario Jenófanes de Colofón (que vivió de en torno a 570 hasta cerca de 478 a. C.), se burló de Pitágoras por su creencia en la reencarnación. La dificultad en cualquier discusión sobre Pitágoras está en tratar de separar al hombre real y sus enseñanzas de la mitología que lo rodeaba incluso en su propia vida.
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Creencias pitagóricas
Como se ha señalado, ninguno de los escritos de Pitágoras, si es que escribió algo, ha sobrevivido y, debido al secreto que exigía a sus alumnos, los detalles de sus enseñanzas se guardaron cuidadosamente. El filósofo Porfirio (que vivió en torno a 234 hasta cerca de 305 d.C.), quien escribió una biografía posterior de Pitágoras, señaló:
Lo que enseñó a sus discípulos nadie lo puede decir con certeza, pues mantuvieron un silencio notable. De todos modos, lo siguiente se hizo generalmente conocido. Primero, dijo que el alma es inmortal; segundo, que migra a otros tipos de animales; tercero, que los mismos hechos se repiten en ciclos, y nada es nuevo en un sentido estricto; y finalmente, que todas las cosas con alma deben considerarse como afines. Pitágoras parece haber sido el primero en introducir estas creencias en Grecia. (Robinson, 58)
El historiador griego Heródoto (que vivió de en torno a 484 hasta cerca de 425/413 a. C.) alude a Pitágoras (aunque se niega a nombrarlo) en sus Historias:
Además, los egipcios son los primeros en mantener la doctrina de que el alma del hombre es inmortal y que, cuando el cuerpo perece, entra en otro animal que está naciendo al mismo tiempo, y cuando se completa la ronda de las criaturas de la tierra seca, del mar y del aire entra de nuevo en el cuerpo de un hombre al nacer; y su ciclo se completa en tres mil años. Hay algunos griegos que han adoptado esta doctrina, unos en tiempos pasados y otros en tiempos posteriores, como si fuera su propia invención; sé sus nombres, pero me abstengo de escribirlos. (Libro II.123)
Al igual que el Teorema de Pitágoras, el concepto de Pitágoras de la transmigración de las almas también puede haber sido tomado prestado. El erudito George G. M. James, en su obra Stolen Legacy: The Egyptian Origins of Western Philosophy (Legado robado: los orígenes egipcios de la filosofía occidental), señala que todos los grandes filósofos presocráticos estudiaron en Egipto o en las Escuelas de Misterios Egipcias de Asia Menor (James, 9). Tales (que vivió en torno a 585 a. C.), considerado el primer filósofo occidental, estudió en Babilonia y otros dos de los presocráticos más importantes, Anaximandro (que vivió de en torno a 610 a cerca de 546 a. C.) y Anaxímenes (que vivió en torno a 546 a. C.), ambos viajaron mucho y tuvieron acceso a las Escuelas de Misterios que se centraban en el pensamiento religioso egipcio.
Por lo tanto, es más que probable que el pensamiento de Pitágoras fuera en realidad la espiritualidad egipcia trasplantada a Grecia. El famoso secretismo de Pitágoras puede que tuviera su razón de ser en la intención de evitar que este hecho circulara demasiado y lo desacreditara como un pensador original. Se dice que fue bastante carismático y un poderoso orador público y habría socavado su autoridad si su filosofía se revelara como una creencia egipcia simplemente reenvasada.
No se puede determinar si ocultó sus enseñanzas por esta razón o por alguna otra. Es posible que simplemente sintiera que las masas no entenderían ni apreciarían sus ideas. Cualquiera que sea la razón, el secreto añadió mucho a su mística y reputación. Su creencia en la inmortalidad del alma y la reencarnación condujo naturalmente a un estilo de vida vegetariano con énfasis en no hacer daño a ningún otro ser vivo, y este ascetismo, que también exigía a sus seguidores, elevó aún más su reputación como hombre santo. Diógenes Laercio describe su dieta y hábitos:
Algunos dicen que se saciaba solo de miel o de un poco de panal o de pan (no tocaba el vino durante el día); o, como capricho, verduras hervidas o crudas. Comía marisco, pero rara vez. Su túnica, que era blanca y sin mancha, y sus sábanas, que también eran blancas, eran de lana; porque el lino aún no había llegado a aquellas partes. Nunca se le observó hacer sus necesidades, tener relaciones sexuales o estar borracho. Solía evitar la risa y toda complacencia con chistes injuriosos e historias vulgares. (VIII.19)
Laercio describe a Pitágoras como un pescetariano que comía pescado y mariscos, pero la mayoría de los otros autores antiguos sostienen que era un vegetariano estricto que se abstenía de la carne de cualquier ser vivo que pudiera considerarse que tenía alma. Asimismo, se abstuvo de tener relaciones sexuales y permaneció célibe para mantener el poder espiritual y la claridad de pensamiento. Al desvincularse de los placeres mundanos como el sexo y la comida, se liberó de las distracciones del cuerpo para concentrarse en la mejora del alma.
Algunos pensaron que este ascetismo iba demasiado lejos. Se sabía que él y sus seguidores se abstenían especialmente de comer, o incluso tocar, frijoles (un relato de su muerte, de hecho, afirma que se negó a entrar en un campo de frijoles para escapar de sus perseguidores y, por lo tanto, fue asesinado). Laercio también menciona la crítica satírica de Jenófanes a la creencia de Pitágoras en la transmigración de las almas:
Una vez, dicen, que él [Pitágoras] pasaba cuando estaban azotando a un cachorro, y se compadeció y dijo: '¡Detente! ¡No lo golpees! Porque es el alma de un amigo que reconocí cuando lo escuché ladrar. (VIII.36)
Para Jenófanes, que rechazaba la reencarnación, las creencias de Pitágoras eran tan tontas como afirmar que se podía reconocer la voz de un amigo fallecido en el ladrido de un perro. Sin embargo, para Pitágoras el vegetarianismo, el pacifismo y el trato humano a otros seres vivos formaban parte del camino hacia la paz interior y, por extensión, la paz mundial. Los humanos nunca podrían vivir en armonía mientras mataran, comieran, asesinaran y fueran crueles con los animales. El maltrato a los animales, y comer carne animal, devalua toda la vida al afirmar que la vida de algunas criaturas (los humanos) valían más que la de otras. Pitágoras creía que todas las criaturas habían sido creadas iguales y debían ser tratadas con respeto.
Fue considerado por los escritores contemporáneos y posteriores como un místico, no un matemático como a veces se define en la actualidad, y su escuela estaba asociada a la salvación espiritual y la revelación milagrosa. Una creencia central, que influiría significativamente en Platón, era que la investigación filosófica era vital para la salvación del alma y la comprensión de la verdad última. Un aspecto de esa verdad era que nada cambiaba significativamente y todo era eterno y eternamente recurrente. Según el antiguo escritor y alumno de Aristóteles, Eudemo de Rodas (que vivió de en torno a 370 hasta cerca de 300 a. C.), Pitágoras creía en el eterno retorno como una necesidad lógica y matemática. Eudemo escribe:
Si uno fuera a creer a los pitagóricos, que los eventos se repiten en un ciclo aritmético, y que estaré hablando con usted nuevamente sentado tal como estoy ahora, con este puntero en la mano, y que todo lo demás será tal como es ahora , entonces es plausible suponer que el tiempo también será el mismo que ahora. (Baird, 16)
En esta creencia, Pitágoras prefigura al gran filósofo alemán Fredrich Nietzsche (1844-1900) y su Teoría del eterno retorno en la que Nietzsche afirma que, en ausencia de la "línea de meta" de un Dios que dicta sentencia después de la muerte, la vida de uno se restablecerá automáticamente y se repetirá exactamente de la misma manera. La teoría de Nietzsche se ha interpretado a menudo como un estímulo para considerar cuidadosamente cómo se emplea el tiempo, ya que habrá que revivir cada acontecimiento, grande o pequeño, eternamente; esto también puede haber sido sugerido por las enseñanzas de Pitágoras.
Incluso si el propio Pitágoras no formuló el concepto de esta manera, debe haberlo articulado de alguna manera para que los pitagóricos posteriores lo repitieran. El concepto de la naturaleza cíclica de la vida y la inmortalidad del alma estaban en el corazón del pensamiento pitagórico e influyeron en muchos escritores y pensadores de la antigua Grecia, pero ninguno tan significativo como Platón.
Pitágoras y Platón
Es posible que Platón comenzara como estudiante de Sócrates, adhiriéndose a la dialéctica para establecer la verdad, y luego poco a poco se moviera hacia abrazar el idealismo de Pitágoras, como han afirmado algunos eruditos, pero parece más probable que el mismo Sócrates estuviera alineado con el pensamiento pitagórico. Realmente no hay forma de establecer ninguna afirmación en este sentido, ya que la mayor parte de lo que sabemos de Sócrates proviene de los Diálogos de Platón, que se escribieron después de la muerte de Sócrates, cuando Platón ya tenía una mente filosófica madura.
Independientemente de cómo se le presentara, el pensamiento pitagórico influyó significativamente en la filosofía de Platón, que incluía el concepto de una verdad última no sujeta a opinión, de una forma ética de vivir de acuerdo con esa verdad, la inmortalidad del alma, la necesidad de la salvación a través de la filosofía y del aprendizaje como recuerdo. Los conceptos pitagóricos son evidentes en toda la obra de Platón, pero sobre todo en los diálogos del Menón y el Fedón.
En el Menón, el personaje principal de Platón, Sócrates, muestra cómo lo que uno llama "aprender" en realidad es solo "recordar" lecciones de una vida pasada. Demuestra su afirmación haciendo que un esclavo joven y sin educación resuelva un problema geométrico. Platón sostiene que, si uno muere con la mente intacta, "recordará" lo que aprendió durante esa vida cuando nazca en la siguiente. Lo que uno cree que "aprende" en esta vida, en realidad solo lo está "recordando" de su vida anterior y lo que sabía en esa vida pasada lo recordaba de una vida anterior.
Platón nunca aborda el problema obvio con esta teoría: en algún momento, el alma debe haber tenido que "aprender" realamente y no solo "recordar". Su afirmación de que uno "recuerda" lo que aprendió en el éter entre vidas, no solo en forma mortal, no aborda este problema, porque el alma aún necesitaría "aprender" en algún momento, ya sea en el cuerpo o fuera de él.
La afirmación de Pitágoras de que “las cosas son números” y que uno podría entender el mundo físico a través de las matemáticas también aparece en el Menón, no solo a través de la interacción de Sócrates con el esclavo, sino también a través de su argumento de que la virtud es una cualidad singular inherente a todas las personas, independientemente de su edad, sexo o condición social, del mismo modo que el "número" informa y define el mundo conocido; uno reconoce la realidad a través de una distinción entre unidad y dualidad.
Esta afirmación formaría parte del desarrollo de la famosa Teoría de las Formas de Platón en la que describe un mundo objetivo de la Verdad, por encima del reino mortal, que subyace e informa todas las verdades humanas y les da su valor de "veracidad". Sin este Reino de las Formas, argumentó Platón, no podría haber una verdad real; únicamente opinión sobre lo que uno sentía que era verdad.
Para Pitágoras, las matemáticas eran el camino hacia la iluminación y la comprensión y, como afirmó, "Diez es la naturaleza misma del número" y por este "número" se refería no solo a una unidad de medida, sino a un medio por el cual se podía entender y captar el mundo. Observó cómo la gente puede contar hasta diez con los dedos y, al llegar a diez, volver a la unidad y comenzar de nuevo. De la misma manera, un alma entraba en un cuerpo, vivía durante cierto tiempo, moría y volvía al punto de partida, para luego volver a recorrer el mismo camino.
Este concepto se explora plenamente en el Fedón de Platón, el relato del último día de prisión de Sócrates antes de su ejecución, que se centra en la inmortalidad del alma y el más allá. Desde el comienzo del diálogo, Platón hace uso del vínculo de Pitágoras con Fliunte, al elegir a Equécrates de Fliunte como interlocutor y audiencia de Fedón, el narrador. Además, los personajes de Simmias y Cebes de Tebas, los interlocutores centrales de Sócrates en el relato que relata Fedón, son ambos pitagóricos. La elección de Platón de Equécrates vincula el diálogo directamente con el pensamiento pitagórico desde la primera línea pero, a través de Simmias y Cebes, los conceptos pitagóricos se introducen y desarrollan en todo momento.
Hacia el final del diálogo, después de que Sócrates haya dado varias pruebas de la inmortalidad del alma, concluye con este intercambio con Cebes:
Dime, [dijo Sócrates], ¿qué es lo que debe estar en el cuerpo para que esté vivo?
Un alma, respondió [Cebes].
¿Y esto es siempre así?
Claro, dijo [Cebes].
¿Entonces el alma siempre da vida a todo lo que la contiene?
Sin duda, respondió [Cebes].
¿Y hay un opuesto a la vida o no?
Sí.
¿Qué es?
Muerte.
¿Y ya hemos acordado que el alma nunca puede recibir lo contrario de lo que trae?
Sí, ciertamente lo hemos hecho, dijo Cebes.
…
¿Cómo llamamos a lo que no admite la muerte?
El inmortal, dijo [Cebes].
¿Y el alma no admite la muerte?
No.
¿Entonces el alma es inmortal?
Así es.
Bien, dijo [Sócrates]. ¿Diremos que esto está demostrado? ¿Qué piensas?
(Fedón, 105c-e)
Las pruebas matemáticas que ofrece Sócrates anteriormente con respecto a los números pares e impares finalmente conducen a la prueba anterior de que "par" no puede admitir lo "impar" para seguir siendo él mismo (par) y, por lo tanto, la vida (el alma) no puede admitir la muerte y aún permanecer vida; por lo tanto, el alma debe ser inmortal. Todo este argumento tipifica el pensamiento pitagórico tal como lo entendían los escritores antiguos y lo practicaban las sectas pitagóricas de la época de Platón.
Conclusión
El Fedón también establece la geografía del más allá que más tarde sería utilizada por la Iglesia para crear los conceptos del Infierno, el Purgatorio y el Cielo. El concepto de purgatorio aparece por primera vez en Fedón 108b-d, el juicio de los muertos en 113d-e, el infierno en 113e-114a y el cielo en 109d-110b. El argumento de Platón a favor de un reino de verdad último e innegable, a partir del cual se establecen todas las demás verdades, también es evidente en las narraciones evangélicas de la Biblia, sobre todo en el Evangelio de Juan y en las epístolas de san Pablo.
Aunque no se puede decir nada con certeza sobre la vida o las enseñanzas originales de Pitágoras, sus discípulos y admiradores posteriores desarrollaron suficiente cantidad de su pensamiento como para haber influido en el más grande filósofo griego de la antigüedad. La obra de Platón estableció la disciplina de la filosofía y ha permeado a todas las demás, en mayor o menor grado, durante los últimos 2000 años. Puede que los detalles de la vida de Pitágoras nunca se conozcan por completo, pero su influencia continua, en todo el mundo, en la actualidad.