Salones parisinos y el Siglo de las Luces

Artículo

Mark Cartwright
por , traducido por Edilsa Sofia Monterrey
Publicado el 09 febrero 2024
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Disponible en otros idiomas: inglés, francés

El salón fue un evento cultural especialmente francés, una reunión social privada donde una mezcla de invitados discutía abiertamente sobre arte, literatura, filosofía, música y política. Los salones se relacionaban en particular, pero no exclusivamente, con París y casi siempre eran organizados por mujeres ricas y bien relacionadas.

Los invitados al salón venían de orígenes distintos y así, como había una atmósfera democrática, cosmopolita y tolerante en los actos, los salones eran una oportunidad para escuchar diferentes puntos de vista provenientes de una variedad de niveles sociales. También eran una oportunidad para encontrar nuevas ideas, a veces radicales, en varios campos y así contribuyeron a la expansión del pensamiento ilustrado. Definitivamente, el salón se convirtió en una institución cultural, particularmente en los siglos XVII y XVIII, no sólo en Francia, sino también en muchas otras ciudades europeas y en Norteamérica.

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Salon of Madame Geoffrin
«El salón de madame Geoffrin en 1755»
Anocet Lemonnier (Public Domain)

Desarrollo del salón

A partir de comienzos del siglo XVII, los salones se hicieron populares en París. Sin embargo, el término ‘salon’ no fue utilizado antes del siglo XVIII y éste no se debe confundir con las exposiciones públicas de arte que tenían lugar contemporáneamente en París, las cuales eran conocidas con el mismo nombre. Generalmente organizado por mujeres aristocráticas, las reuniones semanales del salón eran sólo para personas con invitación y tenían lugar en habitaciones donde los invitados podían relacionarse y hablar en grupos pequeños. El historiador W.E. Burns explica que «su misión original era el refinamiento de los modales, del lenguaje y de la literatura» (página 285). Con el tiempo, tomar en consideración las artes, la filosofía y las ciencias se convirtió en una función importante del evento. A pesar de sus importantes disquisiciones intelectuales, los salones continuaron siendo reuniones informales. Aparte de la comida que se ofrecía, los invitados podían escuchar representaciones musicales ejecutadas por músicos destacados o prometedores. Se exhortaba a los escritores a que leyeran extractos de sus obras más recientes. Podía haber bailes, actuaciones cortas de dramas, debates intelectuales, mímicas, así como juegos de cartas y de mesa. Otros invitados incluían miembros de la alta sociedad y mientras que algunas anfitrionas separaban a sus invitados en base a su rango social (ya sea en habitaciones distintas o invitándolos a que acudieran a otros salones), otras permitían una mezcla de distintas clases. Las mujeres también estaban invitadas, otro factor que contribuyó a que los salones fueran un verdadero popurrí de género, estatus social y talento.

LAS ANFITRIONAS DEL SALÓN SOLÍAN SER RICAS, ESTAR BIEN RELACIONADAS Y TENER EL TIEMPO, EL ESPACIO Y EL DINERO NECESARIO PARA PAGAR LA COMIDA Y LAS BEBIDAS.

Al ser un foro para las nuevas ideas, los salones pudieron haber contribuido al movimiento ilustrado europeo cuando las opiniones tradicionales empezaron a ser cuestionadas por la razón y la ciencia. Los salones contribuyeron a la difusión de ideas al conectar a escritores con editores, a pensadores con otros congéneres y consiguieron que muchos intelectuales obtuvieran los medios financieros para continuar con su búsqueda del conocimiento. Gracias a su transparencia respecto a quiénes iban a sus salones, muchas veces las anfitrionas contribuyeron a ser «catalizadoras para tendencias políticas y culturales» (Yolton, página 471). En resumidas cuentas, las ideas radicales no siempre se quedaron dentro de las paredes del salón. El historiador J.W. Yolton lo explica más a fondo:

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Debido a su permeabilidad social, los salones se convirtieron en foros importantes para el pensamiento prerrevolucionario en Francia. Después de la desaparición del mecenazgo de la corte, pero precediendo la madurez de la industria editorial, los salones también funcionaron para ayudar a las editoriales, a los patrocinadores y a los lectores a buscar autores para ayudar a producir y a distribuir sus obras.

Yolton. A Companion to the Enlightenment, página 471.

Madame de Lambert
Retrato de madame de Lambert
Sailko (CC BY)

Hay que recordar que los salones no fueron establecidos únicamente por razones intelectuales y que eran fundamentalmente eventos sociales. Este último hecho ha dado lugar a que algunos historiadores tales como R. Robertson afirmen que:

Por muy diversas que hayan sido estas reuniones, tuvieron una importancia considerable para la vida cultural. Sin embargo, esto no significa que contribuyeran por igual al desarrollo del pensamiento ilustrado y su relevancia en este sentido puede haber sido exagerada.

Robertson. The Enlightenment, página 363.

El papel de la anfitriona

Como lo expresó Yolton: «En todos los salones, la figura principal era la anfitriona, a menudo una mujer madura con don de gentes y autoridad. Su encanto personal y ambición social, sus habilidades para organizar, su inteligencia, humor ingenioso y buen gusto determinaban el ambiente» (Yolton, página 471). Las organizadoras, por supuesto, también eran responsables de decidir quién sería invitado a sus reuniones semanales o dos veces a la semana.

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LOS SALONES ERAN REUNIONES SoLO PARA gente con invitación Y si la anfitriona no los conocía personalmente, hacían falta CARTAS DE INTRODUCCIÓN.

Las anfitrionas del salón solían ser ricas, estar bien relacionadas y tener el tiempo, el espacio y el dinero necesario para pagar la comida y las bebidas. Había algunos salones sólo para hombres, tales como aquellos organizados por el barón de Holbach (1723-1789) en su lujosa casa de París, pero los más famosos estaban dirigidos por mujeres. Varias anfitrionas, llamadas salonnières, llegaron a ser famosas por sus salones a nivel internacional. Cabe notar que en una época en que los esposos todavía dominaban a sus esposas en casi todos los aspectos, muchas salonnières (pero ciertamente no todas) tenían la libertad de organizar eventos públicos porque eran viudas o estaban separadas de sus esposos. Había algunas anfitrionas de salón que estaban casadas y había anfitrionas solteras también.

Muchas mujeres que organizaban los salones eran amigas de los intelectuales y de los artistas que invitaban a sus salones y algunas mantuvieron correspondencia durante años. Además, muchas actuaron como mecenas, ya sea mediante subvenciones o por medio de recomendaciones directas a personas clave en la toma de decisiones. Añádase a esto la oportunidad única de exponerse que les estaban brindando a los artistas y pensadores y no es ninguna sorpresa que estas mujeres se convirtieran en «agentes intermediarios de poder que pocos podían permitirse el lujo de ignorar» (Chisick, página 378).

Anne-Catherine Helvétius Portrait
Retrato de madame Anne-Catherine Helvétius
Louis-Michel van Loo (Public Domain)

Aparte de su encanto y humor ingenioso, las anfitrionas también podían ofrecer sus propios entretenimientos, tales como aquellos de una dama que tenía camaleones en una jaula con calefacción para que sus invitados pudieran maravillarse mientras estos animales cambiaban de color. Las mujeres de salón recibieron un trato displicente en la literatura y en la prensa. En 1672, el dramaturgo Molière (1622-1673) escribió Las mujeres sabias, una sátira que ridiculizaba el interés de las mujeres por cuestiones intelectuales.

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Las salonnières

A continuación se consideran algunas de las anfitrionas más importantes.

Madame Anne-Thérèse de Marguenat de Courcelles, marquesa de Lambert (1647-1733), fue quien en gran medida estableció el modelo para los salones que siguieron, a pesar de que ella tenía una reunión para literatos y otra para los miembros de la alta sociedad. Estas reuniones comenzaron en 1710 y había invitados que asistían a ambos tipos. El salón intelectual de madame de Lambert tenía tan buena asistencia que llegó a ser conocido como «la antecámara de la Academia» (Chisick, página 377); de hecho, su respaldo a Montesquieu (1689-1757) no fue una contribución insignificante para la posterior aceptación del filósofo a la prestigiosa Académie française.

Madame Marie-Anne de Doublet (1677-1771) organizó un salón en París durante 40 años. Su salón se dio a conocer por la presencia tanto de mujeres como de hombres y por los lazos estrechos entre los asistentes, quienes se llamaban a sí mismos «los parroquianos» (Chisick, página 149). El salón hasta publicaba su propio diario.

Madame Claudine-Alexandrine Guérin de Tencin (1681-1749), una parisina de nacimiento y una marquesa, fue una autora por derecho propio, que escribió novelas y en 1735 las Mémoires du comte de Comminge. Madame de Tencin tuvo una vida escandalosa: luchó en 1714 contra sus votos religiosos forzados , tuvo varios amantes pero nunca se casó, tuvo un hijo ilegítimo (el matemático Jean Le Ronde d’Alembert), le procuró amantes al rey Luis XV de Francia (que reinó de 1715 a 1774) y hasta pasó una temporada en la prisión de la Bastilla después de haber sido acusada de extorsión por uno de sus amantes (éste luego se suicidó). Al haber organizado salones desde 1718, madame de Tencin podía atraer invitados estelares, pero aun así ella los llamaba a todos las «bestias» de su «jardín zoológico» (Chisick, página 410).

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Madame Marie de Vichy-Chamrond, marquesa de Deffand (1696-1780), aunque estaba casada había vivido separada en la corte del regente francés y después se instaló independientemente. En 1745 estableció su salón parisino y prefirió tener invitados que no fueran filósofos, con la sola excepción de Voltaire (1694-1778).

Madame Geoffrin
Retrato de madame Geoffrin
Studio Sebert (Public Domain)

Madame Marie-Thérèse Rodet Geoffrin (1699-1777), otra parisina de nacimiento, fue en muchas maneras una aprendiz de madame de Tencin, al haber asistido a sus salones desde que era una jovencita. Madame Geoffrin tuvo la idea innovadora de organizar dos cenas cada semana, una los lunes para los escritores y otra los miércoles para los artistas. Para ayudar a sus invitados en necesidad, ella les daba dinero y hasta compraba sus pinturas. Conocida por su tacto y discreción manipulando la conversación, sus salones se destacaron por su respetabilidad y se evitaban las discusiones más radicales. La hija de madame Geoffrin, la marquesa de Ferté-Imbault, escribió una memoria sobre las actividades del salón de su madre.

Madame Anne-Catherine Helvétius (Ligniville de soltera, 1722-1800) tuvo el único salón que sobrevivió hasta los años de la Revolución francesa (1789-1799). Su salón, organizado en Auteuil que en aquel entonces era un retiro campestre en las afueras de París (pero que hoy es uno de los suburbios de la capital), fomentaba la asistencia de los miembros más pobres de la sociedad y de pensadores de diferentes generaciones. El salón se convirtió en un gran hervidero de debate político con participantes regulares, incluido el renombrado teórico político, el marqués de Condorcet (1743-1794).

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Mademoiselle Julie-Jeanne Éléonor de Lespinasse (1732-1776) era la hija ilegítima de una condesa. Se convirtió en una compañera de madame de Deffand, aunque luego fue despedida cuando esta última se dio cuenta de que antes del salón propiamente dicho, Julie estaba llevando a cabo reuniones populares con los invitados que llegaban temprano. Con ayuda financiera de madame Geoffrin, Julie pudo establecer su propio salón y adoptó un método completamente distinto al tener la «casa abierta» todos los días de 5 p. m. a 9 p. m. A los invitados sólo se les ofrecían bocadillos, pero aún así fue popular. El historiador y hombre de letras Jean-François Marmontel (1723-1799), un invitado frecuente del salón, describió a Julie de Lespinasse en sus Memorias como «una sorprendente composición de decoro, de intelecto, de sabiduría, con la mente más vivaz, el alma más ardiente, la imaginación más inflamable que haya existido desde Safo

Los invitados

Los salones eran reuniones a las que solo se podía acudir con invitación, y si algún invitado no conocía personalmente a la anfitriona, entonces solía ser necesaria una carta de introducción por parte de alguien que ya la conociera. La conversación era el objetivo principal del salón. Un buen invitado del salón tenía algo que aportar a la conversación, lo mínimo era ingenio humorístico y un lenguaje francés elegante. Aquellos con dones en habilidades particulares eran sumamente apreciados. Los escritores, los pintores, los músicos y los filósofos eran particularmente valorados por sus anfitrionas porque ellos no sólo garantizaban el entretenimiento de los otros invitados, sino que también revelaban tendencias de vanguardia en sus áreas respectivas. También había personas que habían sido invitadas por su riqueza y rango social ya que le daban un tipo de prestigio diferente a la anfitriona. La edad no era un obstáculo, como se muestra con la presencia de jóvenes prodigios como el matemático Blaise Pascal (1623-1662). Extranjeros como el estadista Benjamín Franklin (1706-1790) y el historiador británico Edward Gibbon (1737-1794) también eran bienvenidos a los salones.

Franz Liszt in Concert
Caricatura de Franz Liszt en concierto
Theodor Hosemann (Public Domain)

Aunque en el salón la música se veía con malos ojos por ser considerada una frivolidad y ciertamente carente del estándar de las representaciones de concierto con orquesta, algunos músicos destacados, en particular Franz Liszt (1811-1886), hicieron sus rondas con apariciones personales. Otros, tales como Jacques Offenbach (1819-1880), compusieron baladas sentimentales y obras para violoncelo y piano específicamente para los salones. Algunos compositores organizaban sus propios salones, en particular Gioachino Rossini (1792-1868), quien en su jubilación aprovechaba sus muy populares salones realizados en su espléndida villa en el Bosque de Boulogne en París para promover las carreras de futuras estrellas, tales como Camille Saint‑Saëns (1835-1921) y George Bizet (1838-1875).

Liszt, en particular, se convirtió en una atracción tan popular en los salones que su culto como un ídolo llegó a ser conocido como "Lisztomanía". Las damas daban gritos ahogados y se desmayaban ante este diablo del teclado, hasta se peleaban para tomar posesión de los guantes del maestro si en un descuido los había dejado sobre su piano o si los había tirado dramáticamente al piso, como a menudo hacía antes de empezar a tocar. Liszt alimentaba la manía tocando tan frecuentemente como le era posible y para ello seleccionaba las piezas más rimbombantes, por lo general, sus propias composiciones. De esta manera, Liszt fue un pionero del recital y ayudó a que las presentaciones de solistas fueran una característica básica del entretenimiento del salón.

Entre los filósofos que frecuentaban los salones, se encontraban Montesquieu, Voltaire, David Hume (1711-1776) y Adam Smith (1723-1790). Los científicos también eran bienvenidos, especialmente si podían llevar sus aparatos y de hacer una demostración entretenida. El astrónomo neerlandés Christian Huygens (1629-1695) estaba invitado frecuentemente a los salones, un marco que utilizó, como muchos otros intelectuales, para hacer contactos y avanzar su carrera.

Los escritores incluían a Bernard Le Bovier de Fontenelle (1657-1757) y Horace Walpole (1717-1797). Los hombres de letras aprovecharon la lectura de extractos de obras que todavía no habían publicado para sondar la reacción de la audiencia y hacer revisiones si fuese necesario. Algunos escritores estaban consternados por el mecenazgo antojadizo ofrecido, otros fueron francamente críticos de la capacidad intelectual de la audiencia aristocrática. Voltaire escribió de forma despectiva en Cándido, obra publicada en 1759:

La cena era como la mayoría de las cenas en París, primero silencio, luego un ruido de palabras que no se distingue nada, después las bromas que en su mayoría son insípidas, las noticias falsas, los razonamientos erróneos, un poco de política y mucha maledicencia.

Voltaire. Candide ou l’optimisme, página 114/174.

La expansión de los salones

Aunque la influencia precisa de los salones en la cultura ilustrada se podría debatir, el historiador H. Chisick nota que los salones «proporcionan un contexto insólito en el que las mujeres desempeñan un papel dominante en la cultura de élite» (página 379). Definitivamente la idea se puso de moda muy pronto en otros lugares. En Londres, Elizabeth Montagu (1718-1800) organizó un famoso salón, el cual incluyó a autoras en su lista de invitados. En Prusia, Henriette Herz (1764-1847) y Rachel Levin organizaron salones frecuentes para la comunidad judía en Berlín. En Philadelphia, la autora Elizabeth Graeme Fergusson (1737-1801) organizó un popular salón literario, el cual fue el precursor del evento en Norteamérica. Parece que las mujeres en todos lados, no sólo aquellas en París, estaban interesadas en explorar las oportunidades de esta avenida única de enriquecimiento social e intelectual.

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Preguntas y respuestas

¿Qué era un salón parisino?

Un salón parisino era una reunión social donde los aristócratas y la gente de talento se encontraba informalmente para discutir ideas y las artes, así como para entretenerse. Fueron especialmente populares en los siglos XVIII y XIX.

¿Qué pasaba en los salones parisinos?

Las actividades en los salones parisinos incluían conversación, recitales musicales, lecturas de obras literarias y discusiones de nuevas ideas. Frecuentemente había comidas y bebidas ligeras a disposición. Debido a que eran reuniones relativamente informales, cabía la posibilidad de que se reunieran no sólo clases sociales diferentes, sino también hombres y mujeres.

¿Quién organizaba los salones parisinos?

Como norma general, los salones parisinos estaban organizados por damas aristocráticas ricas, que por lo regular eran viudas de medios propios con buenos contactos.

Sobre el traductor

Edilsa Sofia Monterrey
Edilsa Sofía es una antigua diplomática y educadora, especialmente interesada en las Artes y los asuntos culturales. Además de otros grados, tiene una maestría en traducción literaria.

Sobre el autor

Mark Cartwright
Mark es un autor, investigador, historiador y editor a tiempo completo. Se interesa especialmente en arte, arquitectura, así como en descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en filosofía política y es el director de publicaciones en World History Encyclopedia.

Cita este trabajo

Estilo APA

Cartwright, M. (2024, febrero 09). Salones parisinos y el Siglo de las Luces [Parisian Salons & the Enlightenment]. (E. S. Monterrey, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-2374/salones-parisinos-y-el-siglo-de-las-luces/

Estilo Chicago

Cartwright, Mark. "Salones parisinos y el Siglo de las Luces." Traducido por Edilsa Sofia Monterrey. World History Encyclopedia. Última modificación febrero 09, 2024. https://www.worldhistory.org/trans/es/2-2374/salones-parisinos-y-el-siglo-de-las-luces/.

Estilo MLA

Cartwright, Mark. "Salones parisinos y el Siglo de las Luces." Traducido por Edilsa Sofia Monterrey. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 09 feb 2024. Web. 02 may 2024.

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