En el año 330 a.C., Alejandro Magno (356-323 a.C.) conquistó el Imperio persa aqueménida tras su victoria sobre el emperador persa Darío III (que reinó de 336-330 a.C.) en la batalla de Gaugamela en el año 331 a.C. Tras la derrota de Darío III, Alejandro marchó a Persépolis, la capital persa, y después de saquear sus tesoros, incendió el gran palacio y la ciudad circundante, destruyendo siglos de arte y escritos religiosos, así como los magníficos palacios y salas de audiencias que habían hecho de Persépolis la joya del imperio.
La ciudad
Persépolis era conocida por los persas como Parsa ("la ciudad de los persas"), y el nombre "Persépolis" significaba lo mismo en griego.Darío I el Grande (que reinó de 522-486 a.C.) inició la construcción del palacio y la ciudad entre 518 y 515 a.C. y la convirtió en la capital del Imperio persa (sustituyendo a la antigua capital, Pasargada) y comenzó a albergar allí los mayores tesoros, obras literarias y obras de arte de todo el Imperio aqueménida.Jerjes I (que reinó de 486-465 a.C., hijo de Darío) mejoró considerablemente el palacio (al igual que el resto de la ciudad), y los sucesores de Jerjes I, especialmente su hijo Artajerjes I (que reinó de 465-424 a.C.), lo ampliarían, aunque los reyes persas posteriores añadirían sus propios ornamentos.
LOS EDIFICIOS Y PALACIOS DE PERSÉPOLIS ERAN OBRAS MAESTRAS ARQUITECTÓNICAS DE OPULENCIA DISEÑADAS PARA INSPIRAR ASOMBRO Y MARAVILLA.
Darío I había elegido a propósito la ubicación de su ciudad en una zona remota, lejos de la antigua capital, probablemente en un esfuerzo por diferenciar drásticamente su reinado del de los monarcas anteriores. Persépolis se planificó como una gran celebración del reinado de Darío I, y los edificios y palacios, desde el primer palacio y sala de audiencias de Darío, hasta las obras posteriores y más grandiosas de sus sucesores, eran obras maestras arquitectónicas de opulencia diseñadas para inspirar asombro y maravilla.
En la zona conocida actualmente como la llanura de Marv Dasht (al noroeste de la actual Shiraz, Irán), Darío mandó construir una gran plataforma-terraza de 125.000 metros cuadrados (1.345.488 pies cuadrados) de superficie y 20 metros (66 pies) de altura sobre la que edificó su sala del consejo, palacio y sala de audiencias, la Apadana, que contaba con una sala hipóstila de 60 metros (200 pies) de longitud y 72 columnas de 19 metros (62 pies) de altura. Las columnas sostenían un tejado de cedro que también estaba reforzado por vigas del mismo material. Estas columnas estaban coronadas por esculturas de diversos animales que simbolizaban la autoridad y el poder del rey. La Apadana estaba diseñada para humillar a cualquier invitado e impresionar a los visitantes con el poder y la majestuosidad del Imperio persa.
Darío I murió antes de que la ciudad estuviera terminada y Jerjes I continuó su visión, construyendo su propio palacio opulento en la terraza, así como la Puerta de todas las Naciones, flanqueada por dos estatuas monumentales de lamassu (hombres toro), que conducía a su gran sala de audiencias de 25 metros de largo, con cuatro grandes columnas de 18,5 metros de altura que sostenían un techo de cedro con paredes decoradas con brillantes relieves en las puertas. El historiador Diodoro Sículo (siglo I a.C.) describió la ciudad como la más rica del mundo, y otros historiadores la describen con los mismos términos.
La destrucción de Persépolis
Jerjes I había invadido Grecia en 480 a.C., quemando pueblos, ciudades y templos, incluido el Partenón de Atenas, hasta que fue derrotado en la batalla naval de Salamina y, más tarde, en la batalla de Platea. Los griegos no olvidarían durante mucho tiempo la invasión persa de 480 a.C. ni las guerras consecuentes, y se aduce como la principal motivación por la que Alejandro quemó Persépolis, aunque todos los relatos señalan también que Alejandro y sus hombres estaban borrachos cuando decidieron destruir la ciudad. Cuando Alejandro Magno llegó a Persépolis, era una de las ciudades más impresionantes del mundo, y cuando se marchó era una ruina cuyo lugar sólo se conocería durante generaciones como "el lugar de las cuarenta columnas" por las columnas del palacio que quedaban en pie en la arena entre las ruinas.
La razón exacta por la que Alejandro incendió la gran ciudad que, como conquistador, ahora poseía (y sobre todo teniendo en cuenta su conocido interés por las artes y las ciencias y su amor por la cultura persa) es una pregunta a la que los historiadores han intentado dar respuesta durante siglos, y la mayoría de ellos coinciden en que el fuego se inició a provocación de la hetaira(cortesana) de Atenas, Thais. Thais era en ese momento la amante de Ptolomeo I, uno de los generales de Alejandro, su guardaespaldas y uno de sus amigos más antiguos (posiblemente también su medio hermano). También podría haber sido una de las amantes de Alejandro, ya que el historiador Ateneo afirma que a Alejandro le gustaba "tener a Thais con él", aunque esto podría significar simplemente que ella, como muchas otras mujeres, era alguien de cuya compañía disfrutaba. Una hetaira era algo más que una prostituta de lujo; también sabía cantar, recitar poesía y contar historias, talentos a menudo más valorados que el sexo a secas.
Los siguientes son los relatos antiguos más conocidos del incendio de Persépolis, todos ellos escritos siglos después del suceso, pero basados en obras anteriores ahora perdidas. En todos ellos, excepto en el de Arriano, la historia sigue la misma narrativa básica de los conquistadores macedonios celebrando con demasiado vino y decidiendo prender fuego a la ciudad en represalia por el incendio de Atenas en 480 a.C.
Diodoro Sículo
Uno de los relatos más famosos del incendio de la gran ciudad procede del historiador Diodoro Sículo en su Bibliotheca Historica, quien da la siguiente versión de la destrucción de la ciudad:
En cuanto a Persépolis, la capital del Imperio persa, Alejandro se la describió a los macedonios como su peor enemigo entre las ciudades de Asia y la entregó a los soldados para que la saquearan, con excepción del palacio real. Era la ciudad más rica bajo el sol y las casas particulares estaban repletas de riquezas de todo tipo, desde hacía mucho tiempo. Los macedonios se lanzaron sobre la ciudad, matando a todos los hombres y saqueando las casas, que eran numerosas y estaban llenas de muebles y objetos preciosos de todo tipo. Aquí se llevaron mucha plata y no poco oro, y muchos vestidos caros, bordados con púrpura o con oro, cayeron como premios en manos de los vencedores.
Pero el gran palacio real, famoso en todo el mundo habitado, había sido condenado a la humillación de la destrucción total. Los macedonios dedicaron todo el día al saqueo, pero no pudieron satisfacer su inagotable codicia. En cuanto a las mujeres, se las llevaron a la fuerza con sus joyas, y trataron como esclavos a todo el grupo de cautivos. Así como Persépolis había superado a todas las demás ciudades en prosperidad, ahora las superaba en desgracia. (17.70.1-6)
Alejandro subió a la ciudadela y tomó posesión de los tesoros ahí guardados. Estaban llenos de oro y plata, con la acumulación de ingresos desde Ciro, el primer rey de los persas, hasta ese momento. Calculando el oro en términos de plata, se encontraron 2.500 toneladas. Alejandro quiso llevarse parte del dinero para los gastos de guerra y depositar el resto en Susa, bajo estrecha vigilancia. Desde Babilonia, Mesopotamia y Susa envió una multitud de mulas, en parte de carga y en parte de animales de tiro, así como 3.000 camellos de carga, y con ellos hizo transportar todo el tesoro a los lugares elegidos. Era muy hostil a la población local y no se fiaba de ella, y deseaba destruir Persépolis por completo. (17.71.1-3)
Alejandro celebró juegos para festejar sus victorias; ofreció magníficos sacrificios a los dioses y entretuvo a sus amigos espléndidamente. Un día en que los compañeros estaban de fiesta, y la intoxicación iba en aumento a medida que avanzaba la embriaguez, una violenta locura se apoderó de aquellos hombres ebrios. Una de las mujeres presentes, Thais, la amante ateniense del comandante macedonio Ptolomeo, declaró que el mayor logro de Alejandro en Asia sería unirse a su cortejo y prender fuego al palacio real, permitiendo que las manos de las mujeres destruyeran en un instante lo que había sido el orgullo de los persas.
Estas palabras fueron pronunciadas ante jóvenes que estaban completamente fuera de sí a causa de la bebida, y alguien, como era de esperar, gritó para encabezar la procesión y encender antorchas, exhortándoles a castigar los crímenes cometidos contra los santuarios griegos. Otros se unieron al grito y dijeron que sólo Alejandro era digno de este acto. El rey se exaltó con el resto por estas palabras. Todos saltaron del banquete y pasaron la voz para formar una procesión triunfal en honor de Dioniso.
Rápidamente se reunió una gran cantidad de antorchas y, como se había invitado al banquete a mujeres músicas, el rey las condujo a la fiesta al son de los cantos, las flautas y las gaitas, mientras la cortesana Thais dirigía la ceremonia. Después del rey, ella fue la primera en arrojar su antorcha al palacio. Cuando los demás siguieron su ejemplo, toda la zona del palacio real quedó rápidamente envuelta en llamas. (17.72.1-6)
Quinto Rufo
El historiador romano Quinto Curcio Rufo (41-54 d.C.), en su Historia de Alejandro Magno, también cita a Thais como la instigadora del incendio que consumió Persépolis:
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Thais había bebido tanto como los demás cuando declaró que si Alejandro daba la orden de quemar el palacio persa, se ganaría la más profunda gratitud de todos los griegos. Eso era lo que esperaban los pueblos cuyas ciudades habían destruido los persas, ella dijo. Como la ramera borracha daba su opinión sobre un asunto de extrema importancia, uno o dos que estaban peor por la bebida estuvieron de acuerdo con ella. También el rey se mostró más entusiasmado que conforme. '¿Por qué no vengamos a Grecia y prendemos fuego a la ciudad?' preguntó. Todos estaban ebrios de vino y se levantaron borrachos para quemar una ciudad que habían perdonado mientras estaban en armas. Alejandro tomó la iniciativa y prendió fuego al palacio, seguido de sus compañeros de borrachera, sus asistentes y las cortesanas. Grandes partes del palacio estaban hechas de cedro, por lo que prendieron rápidamente y extendieron la conflagración por una amplia zona [en la excavación se encontraron entre 30 y 90 cm de ceniza de cedro]. El ejército, acampado no lejos de la ciudad, se percató del incendio. Pensando que era accidental, acudieron en masa a ayudar. Pero cuando llegaron al pórtico del palacio, vieron a su rey en persona, todavía amontonando leña, así que dejaron lo que habían traído y empezaron a arrojar ellos mismos leña seca al fuego. Ese fue el fin del palacio que había gobernado todo Oriente. (V.6.1-7)
Plutarco (en torno a 45-125 d.C.), en su Vida de Alejandro, ofrece un relato similar del incidente:
Mientras bebían, Thais pronunció un discurso que en parte pretendía ser un elegante cumplido para Alejandro y en parte para divertirle. Lo que dijo era típico del espíritu de Atenas, pero poco acorde con su propia situación. Declaró que todas las penurias que había soportado vagando por Asia se habían visto ampliamente recompensadas aquel día, cuando se encontró disfrutando lujosamente en el espléndido palacio de los persas, pero que sería un placer aún más dulce terminar la fiesta saliendo e incendiando el palacio de Jerjes, que había convertido Atenas en cenizas. Quería prender fuego al edificio ella misma, a la vista de Alejandro, para que la posteridad supiera que las mujeres que siguieron a Alejandro habían tomado una venganza más terrible por los males de Grecia que todos los famosos comandantes de épocas anteriores por tierra o por mar. Su discurso fue acogido con aplausos emocionados y los compañeros del rey le insistieron con entusiasmo hasta que por fin se dejó convencer, se puso de pie de un salto y, con una guirnalda en la cabeza y una antorcha en la mano, encabezó la marcha. (38.1-8)
Arriano
El historiador Arriano de Nicomedia (87-160 d.C.) está en desacuerdo con estos otros y, en su relato, se basó en las fuentes primarias de Ptolomeo y Aristóbulo, ambos supuestamente testigos presenciales del acontecimiento. Arriano afirma:
Ptolomeo y Aristóbulo son los escritores más fiables sobre las conquistas de Alejandro, porque el segundo compartió las campañas de Alejandro, y el primero, Ptolomeo, además de esta ventaja, era él mismo rey, y es más vergonzoso para un rey decir mentiras que para cualquier otra persona. (III.18.11-12)
Arriano creía que la motivación para quemar Persépolis era tan evidente, que no se preocupó en dar más detalles de lo que él consideraba como obvio. Según Arriano, Persépolis fue quemada deliberada y sobriamente como retribución por el incendio de Atenas por los persas en 480 a.C., Arriano escribe: "Alejandro quemó el palacio de Persépolis para vengar a los griegos porque los persas habían destruido tanto los templos como las ciudades de los griegos a sangre y fuego".
Dado que ni Ptolomeo ni Aristóbulo afirman tener conocimiento alguno de una fiesta de borrachos que condujera al incendio, Arriano asume que tal fiesta no existió. Sin embargo, él mismo afirma que "incluso los escritores más fidedignos, hombres que estaban con Alejandro en aquel momento, han dado relatos contradictorios de hechos notorios con los que debían estar perfectamente familiarizados" y admite que es posible que nunca se sepa lo que realmente provocó el incendio de Persépolis.
Conclusión
Aun así, Ateneo, que escribió hacia el año 200 de nuestra era, mantiene la conexión de Thais con el incendio de la ciudad. Escribe: "¿Acaso Alejandro Magno no tenía consigo a Thais, la prostituta ateniense? Cleitarco habla de ella como causante del incendio del palacio de Persépolis". Diodoro sugiere una causa inmediata para las acciones de Alejandro Magno, aunque nunca lo afirma explícitamente. Diodoro señala que, cuando Alejandro y su ejército se acercaban a Persépolis, fueron recibidos por una multitud de 800 artesanos griegos que habían permanecido cautivos en dicha ciudad. Estas personas. hombres y mujeres de edad avanzada, habían sido hechas prisioneras años antes y, como trabajadores habilidosos, se les habían encomendado diversas tareas en la ciudad. Sin embargo, estaban mutilados; algunos habían perdido una mano o un pie, por lo que no pudieron escapar (Diodoro, 17.69.1-9).
Según Diodoro, este encuentro con los artesanos conmovió mucho a Alejandro y a su plana mayor, lo que pudo motivar que tratara a Persépolis tan mal como lo hizo. Después de Gaugamela, Alejandro había marchado a la ciudad de Susa, que se rindió sin oposición, y prohibió a sus tropas que la dañaran o hicieran daño a ninguno de sus ciudadanos. En cambio, cuando llegó a Persépolis, dio rienda suelta a sus tropas, las animó a saquear la ciudad y no hizo nada para impedir que violaran y mataran a cualquiera que encontraran dentro de las murallas.
Cualquiera que haya sido la motivación de Alejandro, se dice que lamentó sus acciones a la mañana siguiente y durante el resto de su corta vida. La destrucción de Persépolis fue una inmensa pérdida del conocimiento acumulado, del arte y la cultura de la antigua Persia. Las obras religiosas del primer zoroastrismo, escritas en pergamino de piel de cabra, fueron destruidas junto con obras de arte, tapices y otros objetos culturales de valor incalculable. Los documentos administrativos de la ciudad, escritos en tablillas cuneiformes de arcilla, se cocieron al calor del incendio y quedaron enterrados bajo los escombros, gracias a lo cual sobrevivieron hasta nuestros días y les proporcionaron a los arqueólogos información vital sobre el funcionamiento del Imperio persa y de lo que valoraba la gente. Aun así, desde hace tiempo se reconoce que lo que se perdió en el incendio es irremplazable, y lo que motivó la destrucción de Persépolis, no puede importar finalmente.
Es un abogado mexicano que cuenta con experiencia en traducción jurídica y académica. En su labor profesional se ha dedicado mayormente al servicio público, en donde se ha especializado en diversos temas de derecho, gobierno, cultura y derechos humanos.
Joshua J. Mark no sólo es cofundador de World History Encyclopedia, sino también es su director de contenido. Anteriormente fue profesor en el Marist College (Nueva York), donde enseñó historia, filosofía, literatura y escritura. Ha viajado a muchos lugares y vivió en Grecia y en Alemania.
Mark, Joshua J.. "Alejandro Magno y el incendio de Persépolis."
Traducido por Jair Araiza. World History Encyclopedia. Última modificación noviembre 22, 2019.
https://www.worldhistory.org/trans/es/2-214/alejandro-magno-y-el-incendio-de-persepolis/.
Estilo MLA
Mark, Joshua J.. "Alejandro Magno y el incendio de Persépolis."
Traducido por Jair Araiza. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 22 nov 2019. Web. 31 oct 2024.
Licencia y derechos de autor
Escrito por Joshua J. Mark, publicado el 22 noviembre 2019. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.