El 5 de mayo de 1593, se publicaron una serie de panfletos antiprotestantes en toda la ciudad de Londres. Uno de los panfletos estaba escrito en pentámetro yámbico e incluía varias referencias a las obras del célebre poeta Christopher Marlowe (1564-1593), e incluso estaba firmado «Tamerlán», una clara alusión a un personaje ateo de una de sus obras más famosas. En esta época de intensas tensiones religiosas, cuando la disidencia religiosa a menudo se equiparaba con la sedición, el gobierno protestante de la reina Isabel I de Inglaterra (que reinó de 1558-1603) se tomó muy en serio tales publicaciones.
El 11 de mayo, las autoridades inglesas arrestaron a varios hombres sospechosos de hacer los panfletos, incluido Thomas Kyd, un famoso dramaturgo que, poco tiempo antes, había compartido una habitación con Marlowe. Ya en graves problemas, la situación de Kyd se volvió más precaria cuando se encontró un folleto herético de tres páginas entre sus documentos. Bajo la amenaza, o tal vez incluso los efectos, de la tortura corporal, el dramaturgo objetó que el folleto no era suyo, sino de Marlowe, y que debía haberse mezclado con sus papeles cuando todavía vivían juntos.
Kyd luego le proporcionó a Thomas Puckering, Guardián del Sello Privado, declaraciones blasfemas específicas que Marlowe supuestamente había hecho: según Kyd, Marlowe había estado acostumbrado a «burlarse de las escrituras divinas [y] burlarse de las oraciones» e «informar a San Juan como el Alexis de nuestro salvador Cristo», otra forma de decir que Jesucristo había tenido una atracción homosexual por san Juan (citado en Cheney, 37). Estas acusaciones de blasfemia y ateísmo, lo suficientemente graves por sí solas, no se habían hecho de forma aislada. El verano anterior, el moribundo poeta Robert Greene había atacado públicamente y con celos a Marlowe por «retar a Dios desde el cielo con ese ateo Tamerlán», haciendo nuevamente referencia a la conocida obra de Marlowe. Otro hombre, Richard Baines, atestiguó que Marlowe se había «burlado de las pretensiones del Antiguo y Nuevo Testamento» y había dicho que «Cristo era un bastardo y su madre deshonesta». No ayudó que Marlowe estuviera asociado con la llamada «Escuela de la Noche», un grupo de intelectuales centrados en sir Walter Raleigh (alrededor de 1552 a 1618) que eran ampliamente sospechosos de promover ideas ateas. Según Richard Cholmeley, Marlowe «leyó la conferencia atea a sir Walter Raleigh y otros» (citado en Cheney, 93).
El paso de los siglos tan solo ha dejado un contorno difuso del hombre que Marlowe pudo haber sido.
El 20 de mayo, Marlowe fue arrestado, acusado de blasfemia y se le ordenó presentarse diariamente ante el Consejo Privado de la reina hasta que se celebrara un juicio. Apenas diez días después, estaba muerto, a consecuencia de lo que aparentemente era una pelea de bar. Las reacciones a su muerte fueron bastante variadas: mientras algunos lamentaban la pérdida de un poeta que había hecho tanto por la literatura inglesa, otros no se apenaban ante la desaparición de un hombre aparentemente tan perverso. Thomas Beard, por ejemplo, vio en la muerte prematura de Marlowe la venganza de Dios, y exhortó a otras almas descarriadas a «ver cómo Dios metió la mano en la boca de este perro ladrador» (citado en Cheney, p. 24). Pero ¿se merecía esta reputación? Ciertamente, los hombres que lo acusaron de blasfemia en los meses previos a su muerte estaban lejos de ser fuentes imparciales. Kyd había hecho sus acusaciones bajo una gran presión, Greene por celos profesionales, y Baines, quien había tenido un conflicto con Marlowe después de que ambos se involucraran en un fallido plan de falsificación en 1592, por una venganza personal. Dado que Marlowe fue asesinado antes de haber tenido la oportunidad de defenderse, ya sea públicamente o en juicio, ¿es siquiera posible determinar las creencias del más grande dramaturgo inglés antes de William Shakespeare?
La respuesta es, por supuesto, no. El paso del tiempo ha dejado únicamente una vaga imagen del hombre que Marlowe pudo haber sido, una situación que se vio empeorada por las calumnias que sus contemporáneos arrojaron sobre su reputación. A pesar de su imagen popular moderna como un «chico rebelde» isabelino que desafiaba las estrictas normas sociales de su tiempo, existen pocas pruebas concretas de que Marlowe fuera ateo o, incluso, homosexual (un término que muchos estudiosos sostienen que no puede aplicarse a la época isabelina, dado que la noción moderna de orientación sexual aún no existía). Dicho esto, hay mucho que se puede aprender al observar cómo se retratan tales temas en la obra de Marlowe. Como señala el académico Paul Whitfield White:
Ningún poeta-dramaturgo de la era isabelina está más profundamente implicado en su obra que Marlowe... Por supuesto, nunca podremos regresar al «verdadero» Marlowe y ver dentro de su mente, pero es un ejercicio útil especular sobre lo que él creía y cómo se sentía acerca de la religión, aunque sea como un medio para sacar algunas conclusiones generales sobre lo que sus obras y poemas les comunican colectivamente a las audiencias contemporáneas y a nosotros hoy en día sobre este tema tan complejo.
(Cheney, 85)
Retrato de un caballero desconocido que se cree que es Christopher Marlowe
Unknown (Public Domain)
Con tal propósito en mente, el resto de este artículo examinará cómo se tratan los temas de la religión y la homosexualidad en las obras y poemas de Marlowe; entonces, se dejará al lector sacar sus propias conclusiones sobre el propio Marlowe y la época en que vivió.
En palabras del erudito G.K. Hunter, si Marlowe «era un ateo en el sentido moderno, era un ateo atormentado por Dios» (citado por White en Cheney, 86). Su trabajo está impregnado de lenguaje y temas religiosos, cuyo primer gran éxito, Tamerlán el Grande, cuestiona aspectos de la doctrina religiosa dominante, como la idea de la providencia divina. La obra, basada libremente en la vida del conquistador túrquico histórico del siglo XIV Tamerlán (o Timur), a menudo se refiere a su protagonista como el «Azote de Dios», un epíteto que el propio Tamerlán adopta, proclamando: «Hay un Dios lleno de ira vengativa cuyo Azote soy, y a él obedeceré» (citado en Cheney, 71). La idea de que Tamerlán es el «azote» de Dios, o agente, habría sido familiar para el público isabelino; como observa Paul Whitfield White, los escritos protestantes habían popularizado la idea de que los tiranos y conquistadores como Tamerlán fueron enviados por Dios para castigar a los pueblos y naciones pecaminosos. Pero Marlowe pone esta noción en duda, que describe la violencia contra inocentes, como se ve en la matanza de las vírgenes en Tamerlán Parte I y el ahogamiento de los ciudadanos de Babilonia en la segunda parte. Incluso Tamerlán admite que solo ha adoptado la identidad del «azote» de Dios para dar más legitimidad a sus conquistas, insinuando que él mismo no cree realmente en la idea. Afirma: «Pero como ejerzo un nombre más grande, el azote de Dios y terror del mundo, debo adaptarme a esos términos.» (2 Tam. 4.1.55-57).
De hecho, la mano de Dios parece completamente ausente del mundo que Marlowe presenta en Tamerlán. Después de una derrota en el campo de batalla, un personaje le pregunta a otro si ve la batalla reciente como el juicio de Cristo, solo para encontrarse con la respuesta: «Es solo la fortuna de las guerras, mi Señor, / cuyo poder a menudo se demuestra como un milagro» (2 Tam. 2.3.31-32). En otras palabras, el resultado de la batalla había sido determinado por los hombres que la lucharon y por pura suerte, sin tener en cuenta el favor de Dios. En otra escena particularmente impactante, Tamerlán quema el Corán mientras se burla del profeta Mahoma para derribarlo. Aunque el conquistador experimenta dolor físico poco después, un médico se apresura a diagnosticar su dolencia como un desequilibrio humoral en lugar de una retribución divina. En otra escena, Bajazeth, el emperador de Turquía, y su esposa Zabina cuestionan su fe después de haber sido hechos prisioneros por Tamerlán. Bajazeth se golpea los sesos contra los barrotes de su celda y deja a una horrorizada Zabina llorando: «¿Entonces no queda Mahoma, ni Dios?» antes de suicidarse del mismo modo (1 Tam. 3.3.269). Si bien estas escenas se han visto específicamente como un ataque al islam, se puede argumentar que Marlowe estaba criticando toda religión institucionalizada. En un momento en que el teatro isabelino a menudo incluía personajes sobrenaturales, así como un cielo y un infierno escénico para enfatizar temas moralistas, Marlowe dejó esos elementos fuera de Tamerlán, como para subrayar el argumento de que Dios no juega ningún papel en los asuntos humanos. No es de extrañar, entonces, que Robert Greene acusara al dramaturgo de «tentar a Dios desde el cielo» con esta obra.
Tamerlán y Bajazeth
Andrea Celesti (Public Domain)
La religión también ocupa un lugar destacado en El judío de Malta, que sigue a Barrabás, un comerciante judío que debe navegar por la compleja red de la política religiosa maltesa. Como señala White, es interesante que el protagonista de Marlowe comparta un nombre con el bíblico Barrabás, el ladrón que los judíos le pidieron a Poncio Pilato que liberara a cambio de la crucifixión de Jesús de Nazaret; de hecho, una de las declaraciones blasfemas que supuestamente hizo Marlowe fue que «Cristo merecía morir más que Barrabás y que los judíos hicieron una buena elección» (citado en Cheney, 76).El judío de Malta recurre a muchos estereotipos judíos que habrían sido familiares para los isabelinos y que hoy a menudo se consideran antisemitas; pero, al igual que en el caso de Tamerlán, Marlowe aprovecha la oportunidad para criticar la religión en general. La obra comienza con un prólogo pronunciado por un personaje llamado Maquiavelo, una caricatura del teórico político italiano Nicolás Maquiavelo, quien se refiere a la religión como «un juguete infantil» que los hombres ambiciosos usan para ganar poder. La idea de la moral religiosa es un tema importante en esta obra, como lo demuestran las acciones de Ferneze, el gobernador cristiano de Malta, que se apodera de la mitad de los bienes de los judíos de la isla al inicio de la obra. El tema de los hombres impulsados por la religión a hacer cosas malas se explora más a fondo en la obra de Marlowe La masacre de París, que se centra en la masacre de los hugonotes franceses (protestantes) en la masacre del día de San Bartolomé de 1572. A menudo descartada como una pieza de propaganda anticatólica, la obra ciertamente plantea preguntas «sobre la explotación cínica de la autoridad religiosa y el miedo inducido por la religión en la búsqueda de la fuerza militar y el poder político» (White in Cheney, 79).
Marlowe: «Todos aquellos que no aman a los muchachos y el tabaco son tontos».
Pero así como Marlowe podía criticar los efectos de la religión en sus obras, también fue capaz de comprender sus poderosos efectos en la mente y el alma. En Doctor Fausto, considerada por White como la más explícitamente religiosa de sus obras, el erudito titular vende su alma a Lucifer a cambio de poderes mágicos. Como señala White, la obra «sugiere una identificación apasionada con las experiencias de remordimiento, miedo a la condenación, arrepentimiento y adoración», lo que demuestra que si Marlowe era de hecho un ateo, todavía tenía respeto por lo que la religión es capaz de hacer (Cheney, 86). Un pasaje en particular, en el que Fausto se despide de la tierra, ha sido descrito por el erudito Stanley Wells como una prueba de que Marlowe tenía «el poder imaginativo para proyectar un estado mental profundamente religioso» (92):
Ah Fausto,
Ahora sólo te queda una hora de vida,
Y entonces debes ser condenado perpetuamente,
Quédense quietos, esferas del cielo en constante movimiento,
¡Que el tiempo cese y la medianoche nunca llegue!...
Las estrellas se mueven quietas; el tiempo corre; el reloj sonará;
El diablo vendrá, y Fausto debe ser condenado.
¡Oh, saltaré hacia mi Dios! ¿Quién me tira hacia abajo?
¡Mira, mira por dónde corre la sangre de Cristo en el firmamento!
Una gota salvaría mi alma, media gota. ¡Dios mío!
¡Ah, no desgarres mi corazón por nombrar a mi Cristo!
Sin embargo, lo llamaré.
(Fausto 5.2.57-73).
El Dr. Fausto se encuentra con el demonio
Wellcome Library (CC BY)
Marlowe y la homosexualidad
De las muchas acusaciones impuestas contra el poeta por Richard Baines, una cita que Marlowe supuestamente hizo sigue destacando en la imaginación popular: «todos los que no aman a los muchachos y el tabaco son tontos» (citado en Cheney, 36). Muchos han tomado esta cita en el sentido de que Marlowe era homosexual o participó en relaciones entre personas del mismo sexo, una postura que parece respaldada por el hecho de que no hay evidencia registrada de que alguna vez tuviera una relación con una mujer. La cita en sí misma debe tomarse con muchas reservas, pero la idea de que Marlowe era homosexual, o al menos apreciaba el amor entre personas del mismo sexo, ciertamente puede ser respaldada por su obra. Si bien el concepto de homosexualidad como orientación sexual era desconocido en la Inglaterra isabelina, los actos homosexuales se consideraban «un aspecto del comportamiento sedicioso», lo que hacía aún más interesante que Marlowe aludiera a tales temas en sus obras (David Riggs, en Cheney 35-36).
Un ejemplo de homoerotismo en Marlowe se puede encontrar en una de sus primeras obras, Dido, reina de Cartago, posiblemente escrita en colaboración con Thomas Nashe. La obra comienza con Júpiter «amando» al joven Ganímedes «sobre sus rodillas» antes de pronunciar tiernamente las palabras: «Ven, gentil Ganímedes, y juega conmigo: /Te amo bien, dile a Juno lo que ella quiera» (citado en Wells, 80). En este momento, Júpiter es, en palabras de la académica Sara Munson Deats, «una víctima del amor apasionado que muestra la insensatez y el exceso que se asocian convencionalmente con los arrebatos amorosos» (Cheney,195). Un ejemplo más explícito de homoerotismo, y que puede transmitir los propios sentimientos del autor, se puede ver en el poema dramático de Marlowe Hero y Leandro. Mientras que el poema en sí trata sobre el romance heterosexual entre dos jóvenes amantes, Marlowe pasa mucho tiempo reflexionando sobre la belleza andrógina de su protagonista masculino Leandro y escribie que «algunos juraron que era una criada con atuendo de hombre/porque en su apariencia era todo lo que los hombres desean» (Sestiado 1, líneas 83-84). El poema también contiene un pasaje donde Leandro nada a través del Helesponto mientras el dios Neptuno, enamorado de su belleza, nada entre sus miembros desnudos:
Él observaba sus brazos, y a medida que se abrían de par en par,
En cada golpe, entre ellos se deslizaba,
Y robaba un beso, luego salía a danzar,
Y al girar, lanzaba muchas miradas lujuriosas,
Y le arrojaba juguetes llamativos para agradar su vista,
Y se sumergía en el agua, y allí indagaba
Sobre su pecho, sus muslos y cada miembro,
Y subía nuevamente, y nadaba justo detrás de él,
Y hablaba de amor. Leandro respondió,
"Estás equivocado, no soy una mujer".
(Sestiado 2, versos 183–192).
Júpiter besando a Ganímedes
Wilhelm Böttner (Public Domain)
Quizás el ejemplo más claro del homoerotismo marloviano se puede encontrar en la obra histórica Eduardo II, que se centra en la caída del rey Eduardo II de Inglaterra (que reinó de 1307-1327) y se centra en su estrecha relación con su favorito, Piers Gaveston. Cuando comienza la obra, Gaveston se desmaya ante una carta de amor de Eduardo y, en su afán de cruzar el canal y estar con el rey, se compara con Leandro: «Dulce príncipe, vengo: estas, estas tus líneas amorosas/ Podrían haberme obligado a nadar desde Francia / E igual que Leandro jadeó en la arena, / Así sonreirías y me tomarías en tus brazos» (EII 1.1.6-9). Gaveston continúa soñando despierto con una máscara que lanzará para entretener al rey:
Cuando Gaveston llega a la corte de Eduardo, el rey lo colma de regalos y títulos y lo sienta al lado del trono en el lugar generalmente reservado para la reina. Esta atención indebida enfurece a los otros señores de la corte de Eduardo, que pronto conspiran contra el favorito del rey. Por supuesto, su disgusto por el trato especial de Gaveston puede interpretarse como derivado de la homofobia. En una escena en la que los señores conspiran para asesinar a Gaveston, capturado, el villano Mortimer Junior se niega incluso a levantar su espada contra él, considerando que es una «vergüenza y deshonra» que Gaveston «caiga sobre la punta de mi arma», una clara alusión a la sodomía. Después de que Gaveston sea asesinado y Eduardo II encarcelado, el rey encuentra su propia muerte en una parodia grotesca de sodomía al tener un atizador al rojo vivo insertado en el ano. Esto se ha interpretado como un símbolo de la homofobia inherente a las acciones de los asesinos del rey y del propio Estado, y tal vez haya servido como una crítica encubierta de la sociedad en la que vivía el propio Marlowe.
Conclusión
La reputación de Christopher Marlowe como un poeta que empuja los límites y redefine la literatura isabelina es ciertamente bien merecida. En más de un sentido, su obra cambió la forma en que se concebían y representaban las obras, allanando el camino para personas como Shakespeare. Si bien no se puede decir con certeza que fuera un ateo radical o un hombre homosexual, el tratamiento de tales temas en sus obras fue otra forma en que se destacó de sus predecesores. Audaz y desafiante, el interés de Marlowe por escribir sobre tales temas lo ayudó a consolidarse en el panteón de los grandes escritores ingleses.
¿Te gusta la historia?
¡Suscríbete a nuestro boletín electrónico semanal gratuito!
Si bien no podemos afirmar con certeza cuáles eran las creencias religiosas de Christopher Marlowe, sus obras ciertamente pueden interpretarse como críticas hacia la religión institucionalizada, y fue acusado de hacer declaraciones blasfemas en las semanas previas a su muerte.
¿Cómo se trata la homosexualidad en las obras de Marlowe?
Los elementos de homoerotismo están muy presentes en las obras de Christopher Marlowe: desde Neptuno nadando entre los miembros desnudos de Leandro en el poema "Hero and Leander", hasta la relación entre el rey y su favorito Gaveston en la obra "Eduardo II".
¿Quién acusó a Christopher Marlowe de ateísmo?
Christopher Marlowe fue acusado de hacer declaraciones ateas por su ex compañero de cuarto Thomas Kyd, el poeta rival Robert Greene y su antiguo colaborador Richard Baines, entre otros. Sin embargo, estas acusaciones son dudosas: Kyd las hizo después de ser torturado, Greene por celos y Baines por una venganza personal.
Marco Kunzler es psicólogo licenciado y traductor autónomo con experiencia en ONG internacionales. Apasionado por conectar con diversas culturas, apoya el aprendizaje permanente y valora las interacciones significativas entre profesiones y comunidades.
Mark, H. W. (2025, abril 23). Este perro ladrador [This Barking Dog].
(M. A. Kunzler, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-2705/este-perro-ladrador/
Estilo Chicago
Mark, Harrison W.. "Este perro ladrador."
Traducido por Marco A. Kunzler. World History Encyclopedia. Última modificación abril 23, 2025.
https://www.worldhistory.org/trans/es/2-2705/este-perro-ladrador/.
Estilo MLA
Mark, Harrison W.. "Este perro ladrador."
Traducido por Marco A. Kunzler. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 23 abr 2025, https://www.worldhistory.org/article/2705/this-barking-dog/. Web. 18 jun 2025.
Licencia y derechos de autor
Escrito por Harrison W. Mark, publicado el 23 abril 2025. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.