Órdenes monásticas en la Edad Media

Artículo

Joshua J. Mark
por , traducido por Miriam López
Publicado el 24 junio 2019
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Disponible en otros idiomas: inglés, francés, portugués

Las órdenes monásticas de la Edad Media se desarrollaron a partir del deseo de vivir una vida espiritual sin distracciones mundanas. Los hombres y mujeres que tomaron los votos religiosos buscaban la experiencia de pureza que les faltaba como laicos. Su modelo era Jesucristo, que no poseía nada y se daba a los demás, articulando una visión de conciencia comunitaria y abnegación en contra de la inclinación humana hacia el interés propio y el afán de protagonismo.

A Stained Glass Window Showing Two Franciscan Monks
Vidriera con dos monjes Franciscanos
Thesupermat (CC BY-SA)

Los apóstoles de Cristo, según el Libro de los Hechos de los Apóstoles, siguieron su ejemplo y sirvieron de modelo para los seguidores posteriores. Se considera que el primer ermitaño cristiano fue Pablo de Tebas (también conocido como Pablo el Ermitaño, hacia 226-341 d.C.), que inspiró a Antonio el Grande (también conocido como San Antonio de Egipto, 251-356 d.C.), uno de cuyos epítetos es "El padre de todos los monjes". La vida de San Antonio fue popularizada por el obispo Atanasio de Alejandría (hacia 296-373 d.C.), que escribió su biografía. Esta obra y otras posteriores introdujeron el concepto de monacato en la Europa medieval.

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Primeros ermitaños y fundación de los monasterios

San Pablo de Tebas era un cristiano de Egipto que huyó de su casa para evitar la persecución y se instaló en una cueva cerca del Mar Rojo. Sus problemas empezaron con una herencia que debía recibir y que su cuñado reclamó denunciando a Pablo como cristiano ante las autoridades. San Pablo descubrió que la soledad le acercaba a la comunión con Dios y abandonó su vida anterior para seguir una nueva con la única compañía de la Divinidad.

Algunos años más tarde, otro cristiano llamado Antonio se dirigía a los servicios cuando pensó en el ejemplo de Cristo y sus apóstoles, lo comparó con la forma en que vivían los cristianos a su alrededor y descubrió que no podía seguir viviendo de aquella forma. Renunció a su cargo, regaló sus posesiones y se fue a vivir solo al desierto. En el año 342 d.C., al oír hablar de San Pablo en su cueva, San Antonio fue a visitarlo y ambos comieron juntos. Cuando San Antonio regresó unos años después, San Pablo había muerto y San Antonio heredó su única prenda, una túnica de hojas cosida a mano, que se convirtió en su única posesión.

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Los monasterios de la Alta Edad Media ya tenían reglas y directrices rudimentarias establecidas por los discípulos de san Antonio y otros Padres del Desierto.

La piedad de San Antonio atrajo a otros que querían aprender de él y, finalmente, cedió a sus peticiones y salió de la soledad durante seis años. Instruyó a estos primeros adeptos en la vida solitaria de los monachos (los que viven apartados del mundo), que deriva del griego mono ('uno') y es la base de la palabra inglesa 'monk'. Después de organizar a los monachos, San Antonio volvió a recluirse hasta su muerte.

Constantino el Grande (272-337 d.C.) había legitimado el cristianismo en el 313 d.C. Antes de esto, se perseguía a los cristianos como minoría religiosa y muchos eligieron el martirio como medio último de expresar su devoción a Dios. Después de que el cristianismo se convirtiera en la religión estatal de Roma, un cristiano no necesitaba buscar la muerte física para demostrar su compromiso, pero el ejemplo de alguien como Pablo de Tebas o Antonio de Egipto era bastante convincente: se podía morir al mundo para acercarse a Dios. San Atanasio de Alejandría viajó a Roma hacia el año 340 d.C., llevando consigo a dos discípulos de San Antonio y su biografía del santo, y así se introdujo el monacato en Europa. La biografía de San Antonio se hizo muy popular e inspiró a muchos a seguir su ejemplo.

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San Pacomio (hacia 290-346 d.C.) fue uno de los primeros fundadores del monacato cenobítico ("cenobítico" significa una comunidad que vive según reglas establecidas) en una isla del Alto Egipto y sus preceptos influyeron en otros. La ermitaña Amma Sinclética de Alejandría (hacia 270 - 350 d.C.), que regaló todas sus riquezas a los pobres para seguir a Dios, escribió directrices para quienes emularan su decisión de alejarse del mundo. Se la conoce como "madre del desierto", al igual que a San Antonio y a otros como él se les denomina "padres del desierto", ermitaños primitivos cuyo ejemplo inspiró los movimientos monásticos posteriores. Juan Casiano (hacia 360 - 430 d.C.) fundó un monasterio en la Galia que animó a otros a hacer lo mismo.

Los monasterios en Europa

Los monasterios de la Alta Edad Media (hacia 476-1000 d.C.) ya contaban con reglas y directrices rudimentarias establecidas por los discípulos de Antonio y otros Padres del Desierto. San Agustín de Hipona (354-430 d.C.) había escrito una serie de directrices en una carta dirigida a una asamblea de monjas en el norte de África que se convirtió en la base del monacato agustiniano (carta 211). A medida que se desarrollaban nuevas órdenes, los fundadores se basaban en las reglas de San Agustín, hasta que en el siglo VI d.C. San Benito de Nursia (hacia 480-534 d.C.) escribió sus propias directrices, que establecerían el estándar para las órdenes monásticas en adelante. Las directrices de San Benito fueron posteriormente impulsadas por Carlomagno (742-814 d.C.), que aprobó el lema Ora et Labora ("Reza y trabaja") como característica definitoria de la vida monástica.

Las reglas de San Benito enfatizaban la importancia del trabajo manual y la oración diaria como medio de adoración y comunión con Dios. Los monjes rezaban ocho veces al día, comenzando antes del amanecer y terminando al atardecer, cuando no estaban en el trabajo o en las actividades comunales. Los miembros de un monasterio medieval entregaban todas sus posesiones terrenales al ingresar, donándolas a la orden, y renunciaban a cualquier reclamación de tierras, títulos o herencias. Los monjes procedían casi siempre de familias adineradas de clase alta, ya que se esperaba que hicieran algún tipo de donación para mantenerse al entrar en la orden.

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Saint Benedict of Nursia
San Benito de Nursia
Fra Angelico (Public Domain)

Los niños menores de diez años también eran enviados a la orden y, al igual que sus mayores, se esperaba que llegaran con una donación sustancial. Hildegarda de Bingen (1098-1179 d.C.) fue enviada al convento de Disibodenberg cuando tenía siete años, y el historiador-monje medieval Orderico Vital (1075-1142 d.C.) tenía diez años cuando, según escribe, fue conducido llorando desde el lado de su padre en Shropshire para convertirse en oblato (un menor dedicado por sus padres a una orden religiosa) en el monasterio de Saint-Evroult en Normandía.

No siempre se dan las razones por las que los padres envían a sus hijos a los monasterios. Algunos, como los padres de Hildegarda, afirmaban que simplemente diezmaban el diez por ciento que debían a la Iglesia al entregar a su décimo hijo. Estos niños crecieron sin conocer otra vida que la del monasterio, pero, al menos entre los que han dejado constancia de sus vidas, prosperaron allí de una manera que sentían que nunca podrían haber hecho en el mundo exterior. Las mujeres, especialmente, encontraron muchas más oportunidades como miembros de una orden religiosa que en la vida secular.

Las órdenes monásticas

A medida que el monacato florecía, surgieron diferentes órdenes que respondían a lo que consideraban las preocupaciones más apremiantes de su tiempo, a un determinado grupo demográfico al que se sentían llamados a servir, o a una forma diferente de honrar a Dios que no encajaba del todo con otras órdenes. Todas ellas veneraban a la Virgen María, Madre de Dios, en mayor o menor medida, pero cada una tenía su propio enfoque especial. Las órdenes cenobíticas más conocidas son

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  • Los benedictinos
  • Cluniacos
  • Cistercienses
  • Cartujos
  • Premonstratenses
  • Trinitarios

Los benedictinos fueron la orden fundada por San Benito hacia el año 529 d.C., aunque todavía se discute si alguna vez tuvo la intención de fundar una orden y cómo pretendía que se utilizaran sus directrices. Hacia el año 580, la abadía benedictina de Montecassino fue saqueada por los lombardos y los monjes huyeron a Roma, llevando consigo las reglas de Benito, y así es como se difundieron ampliamente. A veces se les llama los monjes negros por el color de sus hábitos (túnicas) y se dedicaban al trabajo y a la oración de acuerdo con la visión inicial de San Benito.

Benedictine Abbey of Monte Cassino
Abadía benedictina de Montecassino
Capitu (ou Marcela) (CC BY-NC-SA)

Los cluniacenses eran una orden reformada de benedictinos fundada en Francia en la abadía de Cluny en el año 910. Las reformas cluniacenses fueron una respuesta a lo que se consideraba una excesiva interferencia de la nobleza en la vida de los monjes. Muchos nobles donaban tierras a los monasterios como diezmo a la Iglesia o como medio de reclamar su retiro, pero luego se inmiscuían en la vida de los monjes e interferían en sus horarios. Los cluniacenses se dedicaron especialmente a atender a los pobres y a los que habían sido desarraigados o dejados sin hogar por las incursiones vikingas. Su énfasis en el arte como medio de honrar a Dios dio lugar a la creación y conservación de muchas obras significativas.

Los cistercienses fueron otra orden benedictina que se formó en respuesta a los abusos y el laxismo percibidos. Los cistercienses fueron fundados en 1098 en la abadía de Citeaux (Francia) por benedictinos que abogaban por un retorno a la época de San Benito y una vida de austeridad. Rechazaron el valor cluniacense del arte como culto, así como el patrocinio abierto de la nobleza, y se centraron en el trabajo manual, el servicio a los demás y la oración. Su insistencia en la sencillez en todas las cosas dio lugar a la forma de construcción conocida como arquitectura cisterciense, que evita la ornamentación en favor de las líneas y formas sencillas. San Bernardo de Claraval (muerto en 1153) fue el cisterciense más famoso y un gran defensor de la sencillez en el culto y en la vida cotidiana.

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Algunos días de la semana se permitían los paseos en común, pero, en su mayor parte, los monjes cartujos vivían en silencio.

Los cartujos eran una orden que enfatizaba el valor del silencio y la contemplación. Los monjes vivían en celdas y salían para participar en rituales y trabajar principalmente en silencio. Algunos días de la semana se permitían paseos comunitarios en los que los adeptos podían hablar libremente entre sí, pero, en su mayor parte, los monjes vivían en silencio. La orden fue fundada por San Bruno de Colonia (hacia 1030-1101) en 1084 y estaba abierta tanto a monjes como a monjas. Los monasterios seguían el mismo paradigma que Hilda de Whitby (614-680 d.C.) en la abadía de Whitby, en Gran Bretaña, en el que hombres y mujeres vivían separados pero rendían culto juntos. El nombre proviene del emplazamiento de la primera ermita que Bruno fundó en las montañas de Chartreuse y los monjes siguen siendo conocidos por la bebida alcohólica Chartreuse que producen desde el siglo XVIII de nuestra era.

Los premostratenses son una orden fundada por San Norberto de Xanten (hacia 1075-1134) en Premontre, Francia, en 1120. Los adeptos no son monjes ni monjas, sino canónigos de la Iglesia que se dedican a la predicación, la evangelización y la enseñanza. San Norberto de Xanten era amigo de San Bernardo de Claraval, y los hábitos y la arquitectura de los premonstratenses reflejan en muchos aspectos los de los cistercienses. Su objetivo es llegar a las comunidades locales mediante la enseñanza y la elevación de los pensamientos y el comportamiento de los demás. Aunque durante la Baja Edad Media (hacia 1000-1500) prohibieron la afiliación de las mujeres, posteriormente cedieron.

Los trinitarios (también conocidos como Orden de la Santísima Trinidad y de los Cautivos) son una orden fundada en 1198 por San Juan de Matha (1160-1213). Su función principal era rescatar a los cristianos cautivos de los musulmanes durante las Cruzadas o la piratería. San Juan de Matha amplió esta visión para ofrecer hospitalidad a los peregrinos, atender a los enfermos, restaurar edificios de la iglesia y realizar actividades de evangelización. Los trinitarios siempre fueron muy activos en sus comunidades locales, fomentando la educación como forma de devoción religiosa.

Otras órdenes

Además de las órdenes monásticas centradas en un monasterio, también había mendicantes (mendigos) cuyos adeptos vivían en la más absoluta pobreza y transitoriedad, y sobrevivían gracias a la bondad de los demás. Las dos órdenes mendicantes más conocidas son los franciscanos (fundados por San Francisco de Asís en 1209) y los dominicos (fundados por Santo Domingo en 1216). Los franciscanos hacían hincapié en la devoción y el servicio a los demás a través de una vida de sencillez que reflejaba el ministerio de Jesús y el de sus apóstoles. Los dominicos resaltaban la importancia de la educación y la erudición para comprender la voluntad de Dios y fueron también la orden que más participó en la inquisición medieval y en la eliminación de la herejía.

Las beguinas eran una orden no oficial que se desarrolló en Francia en el siglo XII, compuesta en su totalidad por mujeres laicas que se sentían llamadas a servir a Dios y al prójimo. Sus homólogos masculinos eran conocidos como los begardos. Las beguinas no hacían votos ni tenían nada que ver oficialmente con la Iglesia medieval, sino que se unían a una comunidad de mujeres con ideas afines y se dedicaban a la pobreza, la castidad y el servicio a los demás. Podían marcharse cuando quisieran y volver a su vida anterior. La Iglesia suprimió y disolvió la orden alegando que nunca había aprobado su existencia.

Beguinage
Beguinaje
Charles Hutchins (CC BY)

También había órdenes militares que combinaban la piedad con la habilidad marcial y el combate. Las más famosas fueron los Caballeros Hospitalarios, los Templarios y los Caballeros Teutónicos.

Los Hospitalarios (también conocidos como la Orden de los Caballeros del Hospital de San Juan de Jerusalén) fueron fundados por el Beato Gerardo (hacia 1040-1120) hacia el final de la Primera Cruzada (hacia 1099 ) para cuidar de los heridos, enfermos y desvalidos en Jerusalén. Después de la cruzada, la organización se centró en el cuidado de los peregrinos a Tierra Santa y, finalmente, se convirtió en un brazo militar de la Iglesia que operaba desde la isla de Rodas.

Los Caballeros Templarios, sin duda la más famosa de las órdenes militares, fueron fundados en 1119 por Hughes de Payens (hacia 1070-1136) y Bernardo de Claraval, quien escribió conjuntamente la Regla Latina, que definía el comportamiento adecuado de un caballero cristiano. Los templarios protegieron a los peregrinos a Tierra Santa y desarrollaron prácticas financieras (como el cheque y el crédito) para facilitar a los peregrinos y cruzados los viajes al extranjero. Fueron disueltos y destruidos sistemáticamente hacia el 1312 por iniciativa de Felipe IV de Francia (1268-1314), que estaba profundamente endeudado con ellos.

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Los Caballeros Teutónicos fueron una orden establecida hacia 1190 para ayudar a los peregrinos a Tierra Santa. Fundaron hospitales y atendieron a los enfermos, al tiempo que actuaban como contingente militar con sede en Acre, Reino de Jerusalén. Más tarde, los caballeros ampliaron sus esfuerzos a Europa, sirviendo a los cristianos y a la nobleza cristiana como sanadores y mercenarios. Se hicieron cada vez más poderosos, apoderándose de tierras para sus propios fines en toda Europa oriental, lo que les hizo entrar en conflicto con la clase dirigente. Aun así, consiguieron no sólo sobrevivir sino prosperar hasta el siglo XIX.

Importancia y legado de las órdenes monásticas

Las órdenes monásticas de la Edad Media son conocidas por la producción de Manuscritos Iluminados, libros muy ornamentados sobre temas bíblicos o textos ilustrados de libros bíblicos, que fueron muy apreciados en su época y siguieron siéndolo durante el Renacimiento y hasta nuestros días. Estos monasterios también conservaron obras clásicas de la antigüedad de autores como Platón, Aristóteles, Cicerón, Lucrecio, Homero, Sófocles y otros escritores cuyas piezas se habrían perdido de otro modo.

Book of Hours of Jeanne d'Evreux
Libro de horas de Jeanne d'Evreux
Eugene (Public Domain)

El monacato celta, centrado en Irlanda, fue responsable de la conservación de numerosas obras de valor cultural duradero. Irlanda nunca fue conquistada por las legiones romanas, por lo que se le dejó desarrollarse por sí misma y, además, no se vio afectada por la caída del Imperio Romano de Occidente en el año 476 d.C.. La alfabetización y la erudición irlandesas eran tan respetadas que Carlomagno consultó al ermitaño irlandés San Denis sobre el significado y la definición de un eclipse solar. Las órdenes monásticas, aunque apartadas de la sociedad dominante, la informaron de muchas maneras. Los investigadores Rosalind y Christopher Brooke comentan:

Los siglos IX y X fueron testigos del comienzo de un gran renacimiento de la vida religiosa. El claustro monástico era el centro de un modo de vida profundamente influyente y admirado (una vida ritual con una elaborada liturgia en su centro), una vida para relativamente pocos monjes dedicados, no en sí misma una expresión de la religión popular... [pero] muchas de las devociones que florecieron en las iglesias monásticas se hicieron más conocidas y se difundieron más ampliamente: los cultos a los santos y las reliquias, la devoción a la Santísima Virgen y los servicios en su honor. (48)

El concepto moderno de hospital, especialmente en Estados Unidos, parece arcaico si se compara con el mismo tipo de institución establecida por las órdenes monásticas en la que se atendía a cualquier persona necesitada, independientemente de que pudiera pagar el servicio. El desarrollo del culto a María en la Edad Media elevó el estatus de la mujer a un nivel hasta entonces desconocido en Europa. Las monjas participaron en la copia e ilustración de manuscritos junto con sus colegas masculinos e iniciaron programas sociales para ayudar a sus comunidades vecinas.

Aunque el impulso inicial de los adeptos al monacato era un retraimiento del mundo, los monjes que vivían, trabajaban y morían en los monasterios de la Europa medieval afectaron fundamentalmente a la sociedad. Establecieron normas sociales, rituales religiosos y una liturgia eclesiástica que, aunque parezcan habituales en la actualidad, fueron totalmente innovadores en su momento.

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Sobre el traductor

Miriam López
I'm a translator and interpreter in an ever-changing world. I love languages and getting to know other cultures. Travelling has become the nearest way to learn from each other these days.

Sobre el autor

Joshua J. Mark
Joshua J. Mark es un escritor independiente y antiguo profesor de filosofía a tiempo parcial en el Marist College de Nueva York. Vivió en Grecia y Alemania y ha viajado por Egipto. Ha sido profesor universitario de historia, escritura, literatura y filosofía.

Cita este trabajo

Estilo APA

Mark, J. J. (2019, junio 24). Órdenes monásticas en la Edad Media [Monastic Orders of the Middle Ages]. (M. López, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1407/ordenes-monasticas-en-la-edad-media/

Estilo Chicago

Mark, Joshua J.. "Órdenes monásticas en la Edad Media." Traducido por Miriam López. World History Encyclopedia. Última modificación junio 24, 2019. https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1407/ordenes-monasticas-en-la-edad-media/.

Estilo MLA

Mark, Joshua J.. "Órdenes monásticas en la Edad Media." Traducido por Miriam López. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 24 jun 2019. Web. 25 abr 2024.

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