En la religión sintoísta, kami es un término global que designa a dioses, espíritus, mortales divinizados, antepasados, fenómenos naturales y poderes sobrenaturales. Todos estos kami pueden influir en la vida cotidiana de las personas, por lo que se les rinde culto, se les hacen ofrendas, se les pide ayuda y, en algunos casos, se recurre a ellos por sus poderes adivinatorios. Los kami se sienten atraídos por la pureza (tanto física como espiritual) y repelidos por la falta de ella, incluida la falta de armonía. Los kami se asocian especialmente con la naturaleza y pueden estar presentes en lugares como montañas, cascadas, árboles y rocas con formas inusuales. Por esta razón, se dice que hay ocho millones de kami, un número denominado yaoyorozu-no-kamigami. Muchos kami son conocidos a nivel nacional, pero muchos más pertenecen solo a pequeñas comunidades rurales, y cada familia tiene su propio kami ancestral.
La veneración por espíritus que se cree que residen en lugares de gran belleza natural, fenómenos meteorológicos y algunos animales se remonta al menos al primer milenio a.C. en el antiguo Japón. Si a estos se añade el grupo de dioses sintoístas, héroes y antepasados familiares, así como bodhisattvas asimilados del budismo, se tiene un número casi ilimitado de kami. Todos los kami tienen en común sus cuatro mitama (espíritus o naturalezas), uno de los cuales puede predominar según las circunstancias: aramitama (salvaje o bruto), nigimitama (amable, que sostiene la vida), kushimatama (maravilloso) y sakimitama (protector). Esta división subraya que los kami pueden ser tanto buenos como malos. A pesar de su gran número, los kami pueden clasificarse en varias categorías. Existen diferentes enfoques para la categorización: algunos estudiosos utilizan la función de los kami, otros su naturaleza (agua, fuego, campo, etc.). Para simplificar, y dado que los métodos mencionados tienden a crear muchos solapamientos, adoptaremos aquí el enfoque del historiador M. Ashkenazi.
Los kami clásicos
Los kami «clásicos» son los que aparecen en los textos sintoístas más antiguos, como el Kojiki y el Nihon Shoki. Aquí tenemos a los dioses, entre los que destaca Amaterasu, la diosa del Sol. Otros son su hermano Susanoo, el dios del viento y el mar, Takamimusubi, Okuninushi y los dioses creadores Izanami e Izanagi. Los primeros dioses que permanecieron en los cielos suelen denominarse amatsukami (kami celestiales), mientras que los dioses de la siguiente generación que gobernaron primero en la tierra se denominan kunitsukami (kami terrenales). Todos los kami se reúnen ocasionalmente, en tiempos de grandes crisis, en el cauce seco del Río Celestial. Muchos ríos, montañas, cuevas y rocas importantes también tienen sus propios kami. En este grupo también se encuentran dos kami del otro lado del mar: Sukunabikona y Sarutahiko.
Kami posteriores
El segundo grupo de kami son aquellos que fueron reconocidos oficialmente después de que los primeros textos ya fueron escritos, lo que no quiere decir que no fueran venerados con anterioridad. Aquí tenemos a Hachiman, el emperador deificado Ojin (que reinó entre los años 270 y 310 d.C.), dios de la guerra y la cultura; y a Inari, el dios del arroz y el comercio. El emperador japonés reinante también era considerado un kami viviente. Fenómenos como el sol, la lluvia y el viento pueden ser kami, siendo el más famoso el kamikaze o viento divino que sopló contra la flota invasora mongola en el siglo XIII d.C. También hay individuos deificados tras la muerte: varios antiguos emperadores, el erudito Sugawara Michizane (también conocido como Tenman Tenjin), y Tokugawa Ieyasu, fundador de la dinastía shogunal Tokugawa (1603-1868 d.C.) son algunos de ellos. También se aceptaban como kami a dioses extranjeros, entre los que destacan los hindúes Brahma e Indra y el bodhisattva budista Kannon. Por último, están los Siete Dioses de la Fortuna o Shichi fukujin: Benten, Bishamon, Daikoku, Ebisu, Fukurokuju, Hotei y Jurojin. Se trata de un grupo mixto de dioses chinos, hindúes, budistas y japoneses, y son un buen ejemplo de cómo el sintoísmo ha acogido, absorbido y transformado deidades extranjeras en su enorme panteón de kami.
Kami locales
El tercer grupo es el de los kami locales, aunque varios de ellos son tipos genéricos reconocidos como poderosos en todo Japón. Están los kami dragón (Ryujin), los kami de las encrucijadas y fronteras (Dosojin), los kami de las características naturales locales prominentes, los kami de los pueblos y las familias individuales, etc. A veces, los animales, especialmente los blancos, reciben un kami. Los kami locales suelen aparecer en parejas, un hombre y una mujer.
El culto a los kami
A los kami se les invoca, alimenta y apacigua para que su influencia sea y siga siendo positiva. Las ofrendas de vino de arroz, comida, flores y oraciones pueden ayudar a conseguir este objetivo. Los festivales, los rituales, la danza y la música hacen lo mismo. En su honor se construyen desde sencillos santuarios hasta enormes complejos sagrados. Cada año, la imagen u objeto (goshintai) que se cree que es la manifestación física del kami en la tierra se transporta por la comunidad local para purificarlo y asegurar su futuro bienestar. Por último, los kami que se cree que están encarnados por un gran elemento natural, como el monte Fuji, son visitados por los fieles en un acto de peregrinación.
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