Shiva (Siva) es uno de los dioses más importantes del panteón hindú y se le considera miembro de la sagrada trinidad (trimurti) del Hinduismo, junto con Brahma y Vishnu. Es un personaje complejo, que puede representar la bondad y la benevolencia, y servir de protector. También se le asocia con el Tiempo, y en particular como el destructor y creador de todas las cosas.
En el Hinduismo, se cree que el universo se regenera en ciclos (cada 2,160,000,000 de años). Shiva destruye el universo al final de cada ciclo, lo que permite una nueva creación. Shiva es también el gran asceta, que se abstiene de toda forma de indulgencia y placer, concentrándose más bien en la meditación como medio para encontrar la felicidad perfecta. También tiene un lado más oscuro como líder de los espíritus malignos y los fantasmas, y como señor de los ladrones, villanos y mendigos. Shiva es el dios hindú más importante para la secta del Shaivismo, el patrón de los Yoguis y los Brahmanes, y también el protector de los Vedas, los textos sagrados.
Shiva, Parvati y Ganesha
La esposa de Shiva era Parvati, a menudo encarnada como Kali y Durga. En realidad era una reencarnación de Sati (o Dakshayani), la hija del dios Daksha. Daksha no aprobaba el matrimonio de Sati con Shiva e incluso fue más allá y celebró una ceremonia especial de sacrificio a todos los dioses excepto a Shiva. Indignada por este desaire, Sati se arrojó al fuego del sacrificio. Shiva reaccionó a esta tragedia creando dos demonios (Virabhadra y Bhadrakali) a partir de su cabello, quienes causaron estragos en la ceremonia y decapitaron a Daksha. Los demás dioses apelaron a Shiva para que pusiera fin a la violencia y, en atención a su pedido, devolvió la vida a Daksha, pero con la cabeza de un carnero (o cabra). Finalmente, Sati se reencarnó en Parvati en su siguiente vida y volvió a casarse con Shiva.
Con Parvati, Shiva tuvo un hijo, el dios Ganesha. De hecho, el niño fue creado de tierra y barro para hacerle compañía y protegerla mientras Shiva continuaba sus andanzas meditativas. Sin embargo, Shiva regresó un día y, al encontrar al niño que vigilaba la habitación donde Parvati se estaba bañando, preguntó quién era. No creyendo que el niño fuera su hijo, y pensando que era un mendigo insolente, Shiva llamó a los demonios bhutaganas que lucharon contra el niño y finalmente lograron distraerlo con la apariencia de la bella Maya y, mientras admiraba su belleza, le cortaron la cabeza. Ante la conmoción, Parvati salió corriendo de su baño y gritó que su hijo había sido asesinado. Al darse cuenta de su error, Shiva mandó a buscar una nueva cabeza con la cual hacer que el niño tuviera el cuerpo completo, pero la más cercana era la de un elefante. Y así nació Ganesha, el dios con cabeza de elefante. Otros hijos de Shiva son Skanda o Karttikeya, el dios de la guerra, y Kúbera, el dios de los tesoros.
Ganga (la diosa que personifica el río Ganges) fue entregada a Shiva por Vishnu, quien no podía soportar más las constantes peleas entre sus entonces tres esposas Lakshmi (diosa de la buena fortuna), Saraswati (diosa de la sabiduría) y Ganga. Para amortiguar la caída de Ganga a la tierra, y evitar que un río tan grande destruyera la civilización, Shiva la atrapó en un moño de su cabello; una vez más, ilustrando su cualidad de autosacrificio.
Shiva en los textos hindúes
Como cualquier otro dios importante, Shiva se vio envuelto en muchos episodios aventureros que ilustran su carácter virtuoso y ofrecen instrucciones sobre cómo vivir correctamente. Por ejemplo, el auto-sacrificio se ilustra cuando Vasuki, el rey de las serpientes, amenazó con vomitar veneno de serpiente en los mares. Shiva, asumiendo la forma de una tortuga gigante, recogió el veneno en la palma de su mano y se lo bebió. El veneno le quemó la garganta y le dejó una cicatriz azul permanente, de ahí que uno de sus muchos títulos fuera Nilakantha o Garganta Azul.
Otro célebre episodio describe cómo Shiva se asoció con el toro Nandi. Un día, Surabhi, que era la madre original de todas las vacas del mundo, empezó a dar a luz a un número incalculable de vacas perfectamente blancas. La leche de todas estas vacas inundó el hogar de Shiva, en algún lugar del Himalaya. Enfadado por esta perturbación de su meditación, el dios atacó a las vacas con el fuego de su tercer ojo. Como consecuencia, las pieles de las vacas se volvieron marrones. Todavía enfadados, los otros dioses trataron de calmar a Shiva ofreciéndole un magnífico toro, Nandi —hijo de Surabhi y Kasyapa— que Shiva aceptó y montó. Nandi también se convirtió en el protector de todos los animales.
Shiva está estrechamente asociado con el Linga (o Lingam), un falo o símbolo de fertilidad, o energía divina que se encuentra en los templos del dios. Tras la muerte de Sati, y antes de su reencarnación, Shiva estuvo de luto y se fue al bosque Daru a vivir con los rishis o sabios. Sin embargo, las esposas de los rishis pronto comenzaron a interesarse por Shiva. Por celos, los rishis enviaron primero un gran antílope y luego un tigre gigantesco contra el dios, pero Shiva lidió rápidamente con ellos y vistió la piel del tigre a partir de entonces. Los sabios maldijeron entonces la hombría de Shiva que, en consecuencia, se cayó. Cuando el falo golpeó el suelo, comenzaron los terremotos y los rishis se asustaron y pidieron perdón. Este les fue concedido, pero Shiva les dijo que para siempre deberían adorar el falo como el simbólico Linga.
¿Cómo se representa a Shiva en el arte?
En el arte asiático, Shiva puede ser representado de formas ligeramente diferentes dependiendo de la cultura particular, ya sea de la India, Camboya, Java, etc., pero lo más habitual es que se le represente semidesnudo, con varios brazos y con el pelo recogido en un moño. Suele tener tres marcas horizontales y un tercer ojo vertical en la frente. Lleva un tocado con una luna creciente y una calavera (que representa la quinta cabeza de Brahma, la que decapitó como castigo porque el dios deseaba a su propia hija Sandhya), un collar de cabezas, y serpientes como brazaletes. En esta apariencia, suele representar a Nataraja y realiza la danza cósmica Tandava dentro de un círculo de fuego que representa el ciclo interminable del tiempo. Sostiene el fuego divino (agni) que destruye el universo y el tambor (damaru) que emite los primeros sonidos de la creación. Con una mano hace el gesto apaciguador de abhayamudra, y con la otra señala su pie izquierdo, símbolo de la salvación. También pisa con un pie a la figura enana Apasmara Purusha, que representa la ilusión y aleja a los hombres de la verdad.
Shiva también puede ser representado de pie sobre una pierna, con la pierna derecha doblada delante de la rodilla izquierda, y sosteniendo un rosario en la mano derecha, la postura típica de la meditación ascética. A veces también monta su toro blanco, lleva un arco de plata (Pinaka), sostiene un antílope y viste una piel de tigre o de elefante, todo ello símbolo de su afamada destreza como cazador.