La peste de Atenas, 430-427 a.C.

Artículo

John Horgan
por , traducido por Tomás Perpén
publicado 24 agosto 2016
Disponible en otros idiomas: inglés, francés, griego
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En el segundo año de la guerra del Peloponeso, 430 a.C., estalló un brote epidémico en Atenas. La enfermedad persistiría en diversas partes de Grecia y el Mediterráneo Oriental hasta finalmente extinguirse en el año 426 a.C. La epidemia tuvo su origen en el África subsahariana, justo al sur de Etiopía. La enfermedad arrasó el norte y oeste de Egipto y Libia, para luego atravesar el mar Mediterráneo hacia Persia y Grecia.

Se introdujo en Atenas por el puerto de El Pireo. El historiador griego Tucídides registró el brote en su obra monumental acerca de la guerra del Peloponeso (431-404 a.C.), entre Atenas y Esparta. Según varios eruditos, para cuando la epidemia se extinguió por fin, había matado a más de un tercio de la población, que en el siglo V a.C., era de entre 250.000 a 300.000 personas. De acuerdo con la mayoría de los relatos, la peste que azotó Atenas constituyó el episodio de enfermedad más letal en la historia de la Grecia clásica.

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Myrtis
Myrtis
Tilemahos Efthimiadis (CC BY-SA)

Tucídides y su descripción de la peste

En Historia de la guerra del Peloponeso, Tucídides abrió un paréntesis en la narración de la guerra para dar una descripción extremadamente detallada de los síntomas de aquellos afligidos que él observaba; síntomas que él compartía, pues la enfermedad también lo afectó. A pesar de su falta de instrucción médica, Tucídides relató de forma vívida la variedad de padecimientos que acarreaban las enfermedades:

Excesivo calor en la cabeza; los ojos se les ponían colorados e hinchados; la lengua y la garganta sanguinolentas, y el aliento hediondo y difícil de salir, produciendo continuo estornudar; la voz se enronquecía, producía gran tos y náuseas, que causaban un dolor muy agudo; el cuerpo por fuera no estaba muy caliente ni amarillo, y la piel poníase como rubia y cárdena, llena de pústulas pequeñas. (2.49-2.50)

Además, Tucídides describió a pacientes cuya fiebre era tan intensa que optaban por quedarse desnudos en lugar de vestir cualquier ropa que les tocara la piel. Algunos incluso preferían sumergirse en agua fría. Tucídides notó que la enfermedad «provocaba una sed implacable» que no se podía saciar, independientemente de la cantidad de líquido que consumieran los afligidos. Muchos enfermos manifestaban una agitación constante y tenían dificultad para dormir. La mayoría moría a los siete o nueve días desde la aparición de los síntomas.

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Si las víctimas eran lo suficientemente afortunadas de sobrevivir al periodo inicial de la infección, Tucídides comentó que sufrían una «ulceración extrema» y una diarrea intensa que, en general, conducían a la muerte. Aquellos que sobrevivían a la evolución completa de la enfermedad, a menudo padecían desfiguración de los genitales, dedos de las manos y de los pies (que a veces perdían), ceguera y pérdida de la memoria (con respecto a otros y a sí mismos). Tucídides se percató de que, en algunos casos, las aves y otros animales que frecuentemente se alimentaban de la carne humana, sentían rechazo hacia los cuerpos enfermos o se morían luego de consumir la carne enferma y podrida.

Portrait of Thucydides
Retrato de Tucídides
Carole Raddato (CC BY-SA)

¿Qué enfermedad era?

Durante casi 2.500 años, los historiadores y eruditos han intentado dar con el tipo exacto de enfermedad que arrasó Atenas y dejó tantos muertos. Tucídides, que no era versado en medicina, no especificó de qué enfermedad se trataba, sino que describió la variedad de síntomas, la reacción de la gente a la enfermedad y las consecuencias de la evolución de esta. Sin embargo, sí se dio cuenta de que los médicos probaron numerosas curas y remedios que no tuvieron éxito. Además, los doctores fueron unas de las primeras víctimas debido a estar en contacto reiterado con los que contraían la enfermedad. De esta manera supusieron que, fuera cual fuera, era contagiosa. En el fragor de la guerra, se insinuó que habían envenenado el agua de los pozos locales, lo que provocaba que incluso los hombres que gozaban de una salud óptima se enfermaran de repente.

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J. F. D. Shrewsbury: sarampión

Ya solo en los últimos 60 años, se ha identificado la peste que azotó Atenas como una entre muchas enfermedades infecciosas posibles. J. F. D. Shrewsbury, en The Plage of Athens (La plaga de Atenas), indicó que la enfermedad era «nueva» en Atenas. Tucídides señaló que los médicos griegos no identificaron la enfermedad que azotaba a la población y describió los síntomas con la intención de que la gente del futuro pudiera reconocer la enfermedad en caso de reaparecer alguna vez. Shrewsbury brindó una lista de opiniones de los años 40 con el afán de identificar la enfermedad. Tifus, fiebre tifoidea, viruela, peste bubónica y una combinación de estas se pusieron sobre la mesa como posibles culpables.

durante CASI 2.500 AÑOS, LOS HISTORIADORES Y ERUDITOS HAN INTENTADO DAR CON la ENFERMEDAD exacta QUE ARRASÓ ATENAS Y DEJÓ TANTOS MUERTOS.

La viruela surgió como la más probable, seguida del tifus y la peste bubónica. Shrewsbury descartó la primera, ya que las personas afligidas por esa enfermedad no tendrían la fortaleza física para salirse de la cama ni mucho menos para meterse en agua fría, como Tucídides comentó que hacían algunos. Tampoco describió ningún tipo de dolor de espalda, uno de los primeros síntomas de la viruela.

El tifus se apartó de la discusión, puesto que parecía no haber una gran cantidad de ratas negras que llevaran los piojos ni ninguna evidencia de que Atenas o sus ciudadanos vivieran entre la suciedad o les faltara la higiene personal (un baño o ropa limpia) como para tener piojos. Otro indicio de tifus era la sordera, y no la ceguera que afligía a los atenienses.

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La idea de la peste bubónica se desechó igual de fácil porque no había pruebas de la presencia de ratas negras que portaran la pulga con la bacteria Yersinia pestis. La peste neumónica también se descartó como la razón de la enfermedad, pues Tucídides no mencionó toser ni escupir sangre, síntomas comúnmente asociados con esa infección mortal. La fiebre tifoidea, una enfermedad transmitida por el agua, se desestimó, ya que Tucídides no habló de vías fluviales contaminadas ni de ningún paciente que sufriera de sangrado rectal. Finalmente, Shrewsbury se decantó por el sarampión como la enfermedad principal. La virulencia de esta coincidía con el concepto de «nuevo» en Atenas y con el relato de Tucídides sobre los síntomas comunes del sarampión, tales como la ceguera, diarrea, gangrena, fiebre, sed y estornudos.

D. L. Page: sarampión

El artículo de Page Thucydides' Description of the Great Plage at Athens (Descripción de Tucídides de la gran plaga de Atenas), llegó a la conclusión de que fue una forma virulenta de sarampión la que arrasó Atenas. Este diagnóstico se basaba en dos bloques de descripciones contadas por Tucídides. El primero se trataba de testimonios de pacientes que seguían teniendo capacidad de moverse en la primera etapa de la enfermedad; no se mencionó la disentería ni estados de incapacidad mental como el delirio o el coma, aunque algunos pacientes denotaban depresión. Con base en la traducción de expresiones griegas y vocabulario que usó Tucídides, el segundo bloque de descripciones señalaba que no había periodo de incubación, puesto que la enfermedad golpeaba de inmediato y llegaba a su punto álgido entre los siete y nueve días después. Si el paciente sobrevivía, le aparecían lesiones intestinales, acompañadas de debilidad y diarrea. Luego sobrevenían la pérdida de memoria, la ceguera y la gangrena. Tucídides advirtió que la enfermedad parecía ser una novedad en Atenas. En ese caso, el sarampión se destacaba como la opción más probable, luego de una comparación exhaustiva entre descripciones modernas de un brote de sarampión y los registros de Tucídides. La viruela, la peste bubónica, la fiebre tifoidea y el tifus se descartaron por sintomatología inconsistente y la rauda arremetida de la peste en Atenas.

W. P. McArthur: tifus

McArthur no estaba de acuerdo. En The Athenian Plage: A Medical Note (La plaga ateniense: un apunte médico), señaló al tifus como la posible enfermedad. Los primeros eruditos argumentaron que, para poder llegar a un diagnóstico de tifus, los atenienses tenían que estar en contacto diario con ratas negras. McArthur respondió que el tifus no se propagaba por las ratas, sino por los piojos. Como indicó Tucídides, otros síntomas que sugerían al tifus como responsable eran: un cierto grado de deterioro mental, una sed extraordinaria, delirio, niveles elevados de fuerza y resistencia, alucinaciones, sangrado, tono azulado de la piel, convulsiones, diarrea, ceguera y la pérdida de dedos de las manos y de los pies.

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P. Salway y W. Dell: intoxicación por cornezuelo

Por la falta de consenso y las conclusiones contradictorias de varios académicos, Plage of Athens (Plaga de Atenas) de Salway y Dell continuó con la discusión acerca de la naturaleza de la enfermedad que azotó Atenas. Estos autores reconocían a Tucídides como la única fuente de información de la epidemia, así que atrajeron a los lectores hacia el lado de los síntomas específicos que este señalaba. La diversidad de síntomas no hacía fácil llegar a una conclusión definitiva. La fiebre, los trastornos mentales, el sangrado intestinal y la gangrena daban a pensar en muchas posibilidades con respecto al origen de la condición. Era de particular interés el hecho de que las aves y otros animales sufrieran al entrar en contacto con los cuerpos muertos y enfermos. Se descartaron todas las enfermedades infecciosas, ya que los síntomas no coincidían con ninguna afección conocida.

Plague in an Ancient City
«Plaga en una ciudad antigua», de Michael Sweerts
Los Angeles County Museum of Art (Public Domain)

Salway y Dell apuntaron al agua y a la comida como las fuentes posibles de la enfermedad. La primera se descartó porque incluso los soldados que batallaban fuera de Atenas se vieron afectados por la epidemia. Así, el grano contaminado sería la causa más probable; en particular, a la intoxicación por cornezuelo que, de ingerirlo en dosis bajas o grandes, podía afectar a muchas personas de forma simultánea. Los primeros síntomas de esta intoxicación eran depresión, sudor, dolor abdominal con calambres, piel pálida, frío en las extremidades y dolor de cuello. Conforme la enfermedad avanzaba, aparecía el insomnio, la sensación de ardor interno y calambres en las piernas. En su punto más grave, la intoxicación por cornezuelo producía delirios, espasmos y convulsiones, gangrena, diarrea intensa y ampollas en las manos y en los pies seguidas de grandes manchas moradas. Los primeros eruditos sugirieron la posibilidad del cornezuelo, pero sus diagnósticos se hicieron a un lado y quedaron en segundo plano. La interrupción y el destrozo de las cosechas y los campos indicaban que la harina y los granos contaminados podrían haber venido de Tracia o del Ática.

C. H. Eby y H. D. Evjen: muermo

En The Plague of Athens: A New Oar in Muddied Waters (La plaga de Atenas: una teoría más en la confusión), Clifford H. Eby y Harold D. Evjen convinieron en que la descripción de Tucídides de los síntomas del brote, que se asemejaban a varias enfermedades infecciosas conocidas, daba lugar a que los lectores llegaran a sus propias conclusiones respecto de la enfermedad específica que afectó Atenas en el año 430 a.C. Realizar un diagnóstico exacto era problemático por la falta de conocimiento de medicina griega y por la naturaleza cambiante de la enfermedad (tanto la afección particular como sus síntomas podían cambiar con el tiempo). Eby y Evjen adoptaron un enfoque innovador para resolver el misterio: buscaron una enfermedad que ya no estuviera presente en Europa ni América, pero que coincidiera con los síntomas que explicó Tucídides.

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Los autores pusieron especial atención en lo que afirmó Tucídides sobre la ausencia de aves y otros animales que normalmente se alimentarían de cadáveres humanos. La única excepción ausente en el relato era el perro. Tras consultar con veterinarios, se propuso el muermo como la causa probable de la epidemia, ya que era común tanto en los seres humanos como en los caninos. El muermo producía sarpullido, fiebre, lesiones, tos, goteo nasal y secreción ocular, lo que provocaba una sepsis que rápidamente llevaba a la muerte. Según Aristóteles, la enfermedad existía en el siglo IV a. C, pero se erradicó en Europa y Norteamérica a principios del siglo XX d.C.

En principio, el muermo se da principalmente en caballos y mulas, aunque se puede transmitir a humanos por medio del agua contaminada por el goteo nasal de animales infectados o de un humano a otro si comparten agua contaminada. Una vez que una persona contrae la enfermedad, se puede propagar a otras personas con velocidad si el afectado estornuda o tose. Como la epidemia estalló durante la guerra, sin duda había mulas y caballos del ejército amarrados tanto dentro como fuera de Atenas. El simple contacto de unos pocos animales infectados con los humanos o los suministros de agua podrían haber causado la epidemia. El muermo no es letal en todos los casos; Tucídides informó de que algunos individuos se recuperaron de la enfermedad y que eso les otorgaba un grado de inmunidad si se producía un nuevo brote.

The Plague at Athens
La peste de Atenas
Nicolas Poussin (CC BY-SA)

R. J. Littman y M. L. Littman: viruela

El estudio de Robert J. Littman y M. L. Littman, The Athenian Plague: Smallpox (La plaga ateniense: viruela), retomó la discusión del idioma y la traducción, pues la precisión en el lenguaje y el significado influye en cualquier diagnóstico. Además, los autores argumentaron que Tucídides identificó síntomas, tales como el sarpullido, que eran incompletos y probablemente irrelevantes al igual que la sed, que es común de muchas enfermedades infecciosas. Los Littman descartaron toda enfermedad que no fuera contagiosa ni produjera la inmunidad que descubrió Tucídides. Asimismo, los síntomas, sobre todo los menores, variaban de un brote a otro, de modo que no todas las personas manifestaban todos los síntomas. Un inexperto, como Tucídides, podía confundir una infección secundaria, como la neumonía, y considerarla un síntoma primario.

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En un intento por reevaluar la descripción de Tucídides, tanto los síntomas como la evolución, estos autores concluyeron que la viruela era la causa más probable. Se descartaron los diversos tipos de peste (bubónica y neumónica), la fiebre tifoidea y la intoxicación por cornezuelo, ya que esta última no es contagiosa y Tucídides nunca mencionó ningún síntoma de peste bubónica, como los bubones en las axilas o en la ingle. El tifus y el sarampión no se contemplaron porque el tipo de sarpullido que se asociaba a estas no coincidía con el relato de Tucídides acerca de erupciones como las ampollas y las llagas. Además, las pústulas de la viruela atacan las extremidades, algo que no sucede con el tifus ni con el sarampión. Tucídides explicó que la enfermedad de Atenas producía ceguera, un síntoma común de la viruela y no así del tifus ni del sarampión. La descripción que hizo sobre la pérdida de memoria complicaba el diagnóstico, pero la viruela generaba encefalitis y esta podía conducir a la pérdida de memoria. La imposibilidad de usar los dedos de las manos y de los pies, identificada por Tucídides, probablemente se debía a la gangrena, que era una de las complicaciones de la viruela. La ausencia de una descripción de Tucídides en cuanto a cicatrices, a menudo una consecuencia duradera de la viruela, tenía que ver con que Tucídides siguiera la teoría de la escuela hipocrática que hacía énfasis en el pronóstico y no en el diagnóstico.

A. J. Holladay y J. C. F. Poole: múltiples enfermedades

En Thucydides and the Plage of Athens (Tucídides y la plaga de Atenas), Holladay y Poole argumentaron que la descripción del brote hecha por Tucídides no se amoldaba a ninguna enfermedad moderna. Todos los síntomas que mencionaba Tucídides podían coincidir con prácticamente cualquier enfermedad si un investigador se disponía a ignorar algunos de ellos. Además, tanto los parásitos como sus portadores evolucionaban con el tiempo debido a la exposición constante y su consecuente evolución para sobrevivir.

Los autores debatieron sobre los diferentes diagnósticos y los problemas que surgían con cada uno de ellos. La viruela era la que se proponía más a menudo como la razón de la epidemia. Es contagiosa y va acompañada de fiebre y sarpullido, lo que provoca que la tasa de letalidad fuera alta; sin embargo, los sobrevivientes adquieren un grado de inmunidad gracias a la exposición. El hecho de que Tucídides no mencione las marcas que deja la enfermedad es problemática, pero no la descarta por completo. Su descripción de la gangrena en las extremidades es muy rara en los brotes de viruela. El único portador conocido de esta afección era el ser humano, pero Tucídides habló de aves y animales, en particular perros, qué sucumbían a la enfermedad en Atenas. La tasa de letalidad baja fue lo que condujo a descartar casi totalmente la viruela, puesto que Tucídides indicó una tasa del 25% entre los soldados, pero no mencionó el porcentaje entre los niños, sobre todo aquellos menores de cinco años que eran los que tenían más probabilidades de morir.

En cuanto a la peste bubónica, sigue siendo una buena candidata porque afectaba a seres humanos y animales por igual. Sin embargo, Tucídides no dejó registro de bubones y, como la enfermedad se transmitía de las pulgas a los humanos y no de persona a persona, eran bajas las posibilidades de que esta fuera la que azotó Atenas. La fiebre escarlata se desestimó, dado que solo afectaba a humanos y no a animales, además de que, en general, tenía una tasa de letalidad muy baja (al menos durante el siglo XX d.C., aunque pudo haber sido más alta en épocas anteriores). El sarampión se desechó por los mismos motivos y porque, también, es más frecuente que brote en ciudades con poblaciones muy densas de más de 300.000 habitantes, y existían pocas así en la Antigüedad. El tifus se descartó, pues Tucídides se refirió al sarpullido de las víctimas como ampollas y llagas pequeñas, pero esta producía manchas rojas y no ampollas. Tampoco habló de los síntomas mentales que habitualmente se manifestaban en los pacientes de tifus. Por otro lado, Atenas no dependía de una fuente central de agua, sino de múltiples pozos, de modo que se rechazó la fiebre tifoidea como la causa de la epidemia. La intoxicación por cornezuelo se dejó al margen de la discusión por no ser contagiosa, no otorgar inmunidad a los sobrevivientes ni estar causada por la propagación de microbios.

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Greek Statuette of an Emaciated Woman
Estatuilla griega de una mujer demacrada
Metropolitan Museum of Art (Copyright)

La posibilidad de que la peste ateniense fuera una combinación de enfermedades era un diagnóstico prometedor, sobre todo si todas las otras afecciones se descartaban por sí solas como posibles razones detrás de la epidemia. En cualquier sociedad existen y conviven múltiples enfermedades y sobrevivir a una no garantiza salvarse de las demás. No obstante, la teoría de una combinación de enfermedades se puso en tela de juicio en vista de lo que relató Tucídides acerca de que los sobrevivientes se hacían inmunes. Los académicos modernos supusieron, de manera errónea, que la peste de Atenas tenía que ser una enfermedad moderna conocida. Existe la posibilidad de que la dolencia que golpeó Atenas se haya extinguido o que, después de 24 siglos, la bacteria responsable haya cambiado tanto, junto a otros síntomas, que simplemente no se pueda identificar en la actualidad. La pregunta de qué arrasó Atenas en el año 430 a.C. puede quedar sin responder si los investigadores tratan de hacer coincidir esa enfermedad antigua con versiones modernas.

J. Longrigg: múltiples enfermedades

En respuesta a los muchos estudios que indicaban que la peste de Atenas podía ser una de tantísimas enfermedades conocidas, James Longrigg observó, en The Great Plague of Athens (La gran plaga de Atenas), que es difícil realizar diagnósticos exactos durante las primeras etapas de muchas enfermedades, puesto que los primeros síntomas a menudo encajan con diversas infecciones. El diagnóstico se complica aún más cuando la fuente de información es un relato literario de segunda mano y cuando el autor de dicho relato, en este caso Tucídides, es víctima de la enfermedad.

En general, las epidemias de suelo virgen (las que ocurren en poblaciones nunca antes expuestas a un agente infeccioso) son mucho más virulentas, lo que sugiere que Tucídides pudo haber descrito una nueva enfermedad. La mayoría de los términos que él usó en su relato eran expresiones médicas normales y de uso corriente en el siglo IV y V a.C. Lo que describió no inducía a pensar en una enfermedad específica, sino que podía coincidir con unas cuantas. Asimismo, dado que una enfermedad podía hacer que cualquier población fuera susceptible a otras, Longrigg concluyó que era una tontería que la medicina moderna tratara de señalar una afección exacta como la causa de la epidemia de Atenas.

J. A. H. Wylie y H. W. Stubbs: infección bacteriana

En The Plague of Athens: 430-438 B.C. Epidemic and Epizoötic (La plaga de Atenas: 430-428 a.C. Epidemia y epizootia), Wylie y Stubbs reabrieron la posibilidad de que la peste de Atenas hubiera tenido su origen en los animales (epizootia). Hablan de perros y pájaros que evitaban los cadáveres humanos o que se enfermaban tras entrar en contacto con ellos. El ganado que quedaba en la ciudad parecía aumentar la duración y la potencia de la enfermedad. Los autores comentaron que la leptospirosis, una infección bacteriana transmitida por los perros y el ganado, existe en condiciones que eran prevalentes en la Atenas antigua: una población altamente concentrada que vivía en situaciones deplorables y contaba con un suministro de alimentos pobre.

Artist's Depiction of an Ailing Woman
Representación artística de una mujer enferma
Mohawk Games (Copyright)

La tularemia, otra infección bacteriana de origen animal, pudo haberse transmitido con facilidad de los roedores a los humanos mediante pulgas, picaduras de garrapata, el contacto con animales infectados o el consumo de agua contaminada. La mayoría de los síntomas que describió Tucídides podían encajar con estas enfermedades epizoóticas, a excepción de aquellos síntomas que, en general, eran habituales en una gran cantidad de infecciones. En la actualidad estas enfermedades son mucho menos severas debido a los antibióticos, pero las condiciones en la Atenas antigua del 430 a.C. provocaron que el brote se agravara. Al final, el paso del tiempo causó que la bacteria o el virus que azotó Atenas mutara, lo que complica la realización de un diagnóstico moderno.

D. M. Morens y R. J. Littman: enfermedad respiratoria

Con un enfoque epidemiológico y el uso de modelos matemáticos para comparar la peste de Atenas con otras epidemias antiguas previamente descritas, la investigación de Morens y Littman, Epidemiology of the Plague of Athens (Epidemiología de la plaga de Atenas), redujo los posibles medios de transmisión tras descartar ciertas causas y diagnósticos. Según los autores, existen tres tipos de transmisión: de fuente común (suministros de agua y comida), de persona a persona, y por reservorio (un brote epidémico que proviene de un animal, un insecto o del medioambiente). Para que la enfermedad se propagara tan rápido y a la vez arrasara tanto con la vida humana, la epidemia debía de tener un origen respiratorio, cuya fuente probable fuera un animal o insecto de reservorio. En este caso, la epidemia de Atenas fue probablemente un episodio de tifus o viruela, ya que ambas coinciden con la descripción que dio Tucídides.

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J. M. H. Hopper: fiebre de Lassa

La obra An arenavirus and the plague of Athens (Un arenavirus y la plaga de Atenas) de Hopper desestimó la idea de que el portador fuera un insecto, dado que Etiopía fue el punto de origen de la enfermedad y luego se transportó a lo largo del Nilo. En gran parte, la epidemia era exclusiva de Atenas y no se propagó al resto de Grecia, así que Hopper se centró en las ratas, ratones, pulgas, piojos y cucarachas como potenciales portadores. La rata negra, que contaminaba la comida y el polvo con su orina y así creaba las condiciones para una transmisión de persona a persona, era la principal sospechosa de propagar la fiebre de Lassa. Identificada por primera vez en Nigeria en 1969, esta fiebre exhibe la mayoría de los síntomas que nombró Tucídides: fiebre, escalofrío, dolor de cabeza, náuseas y vómito, protuberancias en la piel, úlceras orales, sarpullido y mareo. Si no se trata, la fiebre de Lassa puede matar al paciente en un intervalo de 7 a 26 días.

J. Bellemore, I. M. Plant y M. Cunningham: aleucia tóxica alimentaria

En Plague of Athens—Fungal Poison? (La plaga de Atenas: ¿intoxicación micótica?, Bellemore, Plant y Cunningham retomaron la posibilidad de que la epidemia de Atenas proviniera de algún tipo de intoxicación por hongos. La idea anterior de envenenamiento por cornezuelo se descartó, pues ese hongo específico está presente sobre todo en el centeno, un cereal que la mayoría de atenienses no consumía. En cambio, se propuso la aleucia tóxica alimentaria como una alternativa, puesto que se producía al consumir trigo contaminado. Para llegar a una conclusión acerca del origen de la epidemia, los autores se valieron de las tasas de letalidad de los casos de aleucia que existieron en Rusia en las décadas de 1930 y 1940. Cerca del 60% de la gente que había contraído la enfermedad había muerto por la ingesta de trigo de invierno.

La aleucia tóxica alimentaria no puede verse a simple vista y puede permanecer activa hasta siete años en los cereales almacenados. Sus síntomas aparecen aproximadamente entre la segunda y tercera semana, y provocan la muerte entre la sexta y octava. Los síntomas coincidían mucho con los descritos por Tucídides: sensación de ardor, lengua inflamada, vómitos, diarrea, dolor estomacal, dolor de cabeza, mareo, fatiga, hipersalivación, dolores en la espalda y en las articulaciones, hemorragia de la piel, pústulas, erupción cutánea, sangrado de nariz, boca y pulmones, delirio, convulsiones, depresión y desorientación. Es posible recuperarse por completo de la aleucia tóxica alimentaria, pero solo si el paciente no vuelve a exponerse al cereal contaminado.

Agora of Athens and the Temple of Hephaestus
El ágora de Atenas y el templo de Hefesto
Spyros Kamilalis (CC BY-NC-SA)

Según Diodoro Sículo, casi 10.000 de las 420.000 personas alojadas dentro de la ciudad perecieron; una tasa de letalidad del 2 al 5% de la población general. La tasa entre la clase alta fue del 25 al 30%. Que la tasa de la población general fuera más baja se podía correlacionar con el hecho de que los menos pudientes comían principalmente cebada, mientras que los más adinerados y los soldados mejor pagados podían permitirse cereales más caros como el trigo. Tucídides no registró el tiempo transcurrido entre la ingesta del cereal contaminado y la aparición de los primeros síntomas; por lo tanto, una intoxicación por hongos no se tuvo en consideración (esta no se reconoció de manera médica hasta el siglo XVI/XVII d.C.). Si bien previamente se había valorado el envenenamiento como una causa posible de la epidemia de Atenas, los primeros eruditos examinaron el agua de la ciudad, pero no las reservas de alimento.

M. J. Papagrigorakis y otros: fiebre tifoidea

El estudio reciente de Papagrigorakis y otros colaboradores acerca de la epidemia, DNA examination of ancient dental pulp incriminates typhoid fever as a probable cause of the Plague of Athens (Un análisis de ADN de pulpa dental de la Antigüedad señala la fiebre tifoidea como la causa probable de la peste de Atenas), se ha visto favorecido por el análisis genético. En 1995 se recuperaron alrededor de 150 cuerpos de un antiguo cementerio de Atenas llamado Kerameikos. El sitio se ha relacionado con la peste de Atenas durante la guerra del Peloponeso. La fosa común contenía huesos y dientes suficientes como para permitir la extracción de ADN, sobre todo de pulpa dental, lo que posibilitaba un análisis biomédico mucho más preciso de lo ocurrido en el año 430 a.C. Las diversas etapas de la examinación revelaron que la peste bubónica, la fiebre tifoidea, el ántrax, la tuberculosis, la viruela vacuna y la enfermedad por arañazo de gato no fueron las causas de la infección masiva. Sin embargo, un séptimo estudio evidenció rastros de fiebre tifoidea en los dientes de tres víctimas. Muchos de los síntomas que relató Tucídides, como la fiebre, el sarpullido y la diarrea, concuerdan con los síntomas presentes en la fiebre tifoidea, aunque otros, también descritos por él, no encajan. Una explicación sencilla para eso puede ser la posible evolución de la enfermedad con el tiempo.

Conclusión

El brote de Atenas del año 430 a.C. sigue siendo un misterio. Con respecto al diagnóstico, se ha sugerido el ébola, la fiebre tifoidea, la viruela, el sarampión, la peste bubónica, el cólera, la gripe, la intoxicación por cornezuelo y un gran número de enfermedades animales. La comunidad científica y académica no ha aceptado ninguna como la enfermedad letal. Además, la descripción que brindó Tucídides se ha puesto en tela de juicio en lo que respecta al significado real de algunas características de la enfermedad en la traducción. A decir verdad, se ha investigado a Tucídides no solo por sus motivos para incluir el episodio sobre la enfermedad en el libro, sino también por el hecho de que no tuviera ningún tipo de formación médica y, por lo tanto, la credibilidad de los síntomas relatados es cuestionable.

El reciente descubrimiento de las fosas comunes que datan de la Antigüedad y la disponibilidad de la tecnología moderna para realizar análisis de ADN renovaron las esperanzas de que se llegara a un diagnóstico definitivo y se pudiera dar por terminada esta discusión de casi 2.000 años. La muestra de ADN que se extrajo de los dientes indicaba que la fiebre tifoidea era la principal culpable. Sin embargo, poco tiempo después de que se anunciaran los resultados, otros científicos pusieron en duda este diagnóstico al alegar que se había empleado una metodología defectuosa. Las muestras de ADN son deficientes, sobre todo para la detección de virus, que requieren un análisis de ARN. Aun así, estos se degradan rápido con el tiempo, lo que significa que la probabilidad de descubrir alguna vez lo que sucedió en Atenas sea extremadamente baja.

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Bibliografía

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  • Thucydides (trans. B.Jowett). History of the Peloponnesian War. Clarendon Press, Oxford, 1900, 2.42-2.462.55-2.
  • W.P. MacArthur. "The Athenian Plague: A Medical Note." The Classical Quarterly, vol. 4 (July-October, 1954), pp. 171-74.

Sobre el traductor

Tomás Perpén
Tomás Perpén, nacido en Rosario, Argentina. Traductor literario y técnico-científico de inglés del Instituto de Educación Superior N.° 28 "Olga Cossettini".

Sobre el autor

John Horgan
Actualmente es profesor adjunto de Historia en Concordia University Wisconsin, en Estados Unidos. Sus intereses de lectura e investigación actuales incluyen las plagas, enfermedades y la alimentación en la historia del mundo.

Cita este trabajo

Estilo APA

Horgan, J. (2016, agosto 24). La peste de Atenas, 430-427 a.C. [The Plague at Athens, 430-427 BCE]. (T. Perpén, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-939/la-peste-de-atenas-430-427-ac/

Estilo Chicago

Horgan, John. "La peste de Atenas, 430-427 a.C.." Traducido por Tomás Perpén. World History Encyclopedia. Última modificación agosto 24, 2016. https://www.worldhistory.org/trans/es/2-939/la-peste-de-atenas-430-427-ac/.

Estilo MLA

Horgan, John. "La peste de Atenas, 430-427 a.C.." Traducido por Tomás Perpén. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 24 ago 2016, https://www.worldhistory.org/article/939/the-plague-at-athens-430-427-bce/. Web. 12 jul 2025.

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