Los Diez Inmortales

El audaz rescate de John Doy

Artículo

Joshua J. Mark
por , traducido por Marco A. Kunzler
publicado 05 mayo 2025
Disponible en otros idiomas: inglés, francés
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Los Diez Inmortales fueron un grupo de abolicionistas del Territorio de Kansas (donde la esclavitud era un tema muy controvertido) que cruzaron sigilosamente el río Misuri hacia St. Joseph, Misuri (un estado esclavista) y, el 23 de julio de 1859, liberaron de la cárcel a su amigo y compañero abolicionista, el Dr. John Doy, justo antes de su traslado planeado a la Penitenciaría Estatal de Misuri para cumplir una condena de cinco años de trabajos forzados por el delito de «robo de esclavos».

The Immortal Ten
Los diez inmortales
Amon Gilbert DaLee (Public Domain)

Los Diez Inmortales fueron:

  • El mayor James B. Abbott,
  • el capitán Joshua A. Pike,
  • Jacob Senix,
  • Joseph Gardener,
  • Thomas Simmons,
  • S. J. Willis,
  • Charles Doy,
  • el capitán John E. Stuart (Stewart),
  • Silas Soule,
  • George R. Hay.

El rescate de Doy, un conductor del ferrocarril subterráneo, se vio como una gran victoria entre los abolicionistas de Lawrence, Kansas, quienes les dieron a los hombres su nombre, Diez Inmortales, pero para los esclavistas de Misuri y los defensores de la esclavitud en Kansas, la fuga de Doy de la «justicia» consolidó aún más su firme creencia de que los abolicionistas eran alborotadores rebeldes y antiestadounidenses.

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La fuga de Doy aumentó aún más las ya intensas tensiones en el Territorio de Kansas entre los abolicionistas del estado libre y los defensores de la esclavitud, lo que contribuyó al uso del término «Kansas Sangrante» (Bleeding Kansas) para describir la región, debido al constante derramamiento de sangre entre 1854 y 1859. «Kansas Sangrante» se considera un preludio de la guerra de Cesesión (1861–1865), ya que tanto los partidarios como los opositores de la esclavitud comprendieron que sus diferencias no podían resolverse de manera pacífica.

Kansas Sangrante

En mayo de 1854, la Ley Kansas-Nebraska creó dos nuevos territorios de los Estados Unidos en tierras arrebatadas a los pueblos nativos de Norteamérica. La Ley fue controvertida porque, en 1854, el número de estados esclavistas y estados libres estaba equilibrado, pero si Kansas y Nebraska se admitiesen como estados libres, los libres tendrían mayor poder en el Congreso que los estados esclavistas.

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Kansas tenía dos capitales diferentes: Lecompton (proesclavitud) y Lawrence (antiesclavitud), dos legislaturas diferentes y dos constituciones.

Según el Compromiso de Misuri de 1820, la esclavitud estaba prohibida al norte de la latitud 36°30' y al oeste del río Misisipi, excepto en el estado de Misuri. Dado que tanto Kansas como Nebraska se encontraban al norte de la latitud 36°30' y al oeste del río Misisipi, se esperaba naturalmente que fueran admitidos en la Unión como estados libres, de acuerdo con lo establecido en el Compromiso de Misuri. Sin embargo, en la ley se incluía la cláusula de Soberanía Popular, que les permitiría a los estados elegir por sí mismos si eran libres o esclavos. Nebraska rechazó la esclavitud, y se esperaba que Kansas, tan cerca de Misuri, eligiera la esclavitud.

Sin embargo, los abolicionistas de los estados libres ya se habían establecido en Kansas y exigían su admisión como estado libre. Los defensores de la esclavitud también se establecieron allí y argumentaron a favor de la admisión como estado esclavista. En un momento dado, Kansas tenía dos capitales diferentes: Lecompton (proesclavitud) y Lawrence (antiesclavitud), dos legislaturas diferentes y dos constituciones diferentes.

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Los defensores de la esclavitud atacarían a los abolicionistas, que luego tomarían represalias. John Brown (1800-1859) es uno de los abolicionistas más famosos y militantes del período de Kansas Sangrante. Lideró a sus hijos en la Masacre de Pottawatomie en mayo de 1856, en la que fueron asesinados varios defensores de la esclavitud. A cambio, los esclavistas asesinaron a los abolicionistas que, una vez más, tomaron represalias, y el número de muertos siguió aumentando.

Map of the United States on the Eve of Civil War, 1861
Los Estados Unidos en vísperas de la guerra de Secesión, 1861
Simeon Netchev (CC BY-NC-ND)

Misuri, por supuesto, se alineó con los pro-esclavitud de Kansas y, especialmente después de que la Ley de Esclavos Fugitivos de 1850 se aprobara en el Congreso (que permitía a los cazadores de esclavos perseguir y devolver la «propiedad» de los dueños de esclavos en cualquier parte de los Estados Unidos), llevó a cabo incursiones en Kansas para capturar a los esclavos fugitivos (o a los negros libres que pudieran vender como esclavos) y causar tantos problemas como fuera posible a los abolicionistas.

Secuestro del Dr. Doy y los Diez Inmortales

El 25 de enero de 1859, el Dr. John Doy y su hijo Charles (ambos conductores del ferrocarril subterráneo) transportaban a 13 personas en busca de libertad (esclavos fugitivos) desde Lawrence, Kansas, hacia el norte, en el primer tramo de su viaje hacia la libertad en Canadá. Doce millas a las afueras de Lawrence, fueron detenidos por un grupo armado de Misuri y llevados de regreso al estado esclavista.

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Doy protestó que los negros de su vagón, hombres, mujeres y niños, eran seres humanos, no propiedad, pero esta sugerencia fue ridiculizada, y se los llevaron a todos para venderlos. John y Charles Doy fueron encarcelados en una pequeña celda durante casi dos meses, del 25 de enero al 20 de marzo de 1859, hasta que fueron trasladados a otra cárcel en St. Joseph, Misuri, para ser juzgados. Charles fue absuelto, pero el Dr. Doy fue condenado por «robo de esclavos», a pesar de que no había pruebas de que ninguno de los negros de su vagón fuera de Misuri, y condenado a cinco años de trabajos forzados en la Penitenciaría Estatal de Misuri. Su traslado desde St. Joseph estaba programado para el 25 de julio.

Abolitionist Dr. John Doy
Dr. John Doy, abolicionista
Thomas Holman (Public Domain)

James B. Abbott de Kansas, un abolicionista y amigo de Doy, entendió que, una vez que Doy estuviera en la penitenciaría, habría pocas esperanzas de que alguna vez la dejara con vida, por lo que reunió a nueve hombres en los que sabía que podía confiar y fue a rescatar al Dr. Doy. Llegaron y exploraron St. Joseph, planeando irrumpir en la cárcel a la medianoche del 23 de julio, pero se enteraron de que el teatro estaría terminando alrededor de las 11 de la noche. Si lograban entrar a la cárcel en silencio y sacar a Doy sin causar alarma, podrían mezclarse con la multitud que saldría del teatro, llegar al río Misuri y cruzar de vuelta a Kansas sin que nadie supiera que habían estado allí.

El plan de Abbott funcionó a la perfección. Algunos de los Diez Inmortales vigilaban la calle, mientras que otros entraban a la cárcel fingiendo que uno de ellos era un ladrón de caballos al que había que retener durante la noche. Doy describe su rescate en el último capítulo de su relato sobre su secuestro, encarcelamiento y juicio, The Narrative of John Doy, of Lawrence, Kansas: A plain, unvarnished tale (La narración de John Doy, de Lawrence, Kansas: un relato sencillo y sin adornos, 1860), que se presenta a continuación.

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Se ofreció una recompensa de 100 dólares por la captura de Doy, por lo que abandonó Kansas y se estableció con su familia en Rochester, Nueva York, entre una comunidad de abolicionistas, donde escribió su libro. Charles Doy permaneció en Kansas y lo mataron a tiros, junto con un compañero, en julio de 1860 como ladrón de caballos, aunque su muerte puede que tuviera más que ver con su participación en el rescate de su padre.

De los otros nueve, todos sirvieron con distinción en el Ejército de la Unión durante la guerra de Secesión. Silas Soule (1838-1865) se hizo famoso por negarse a participar en la masacre de Sand Creek (29 de noviembre de 1864) en Colorado contra las naciones arapajó y cheyene. Testificó contra su oficial al mando, defendió a los nativos americanos y fue asesinado en Denver el 23 de abril de 1865. Se desconoce qué fue del Dr. John Doy después de la publicación de su libro.

Captain Silas S. Soule
Capitán Silas S. Soule
Unknown/Denver Public Library (Public Domain)

Texto

Lo siguiente está tomado del Capítulo XIX de The Narrative of John Doy, of Lawrence, Kansas (1860), reeditado por la Biblioteca de la Universidad de Michigan en 2015. El relato del rescate por parte del mayor James B. Abbott se da en la bibliografía y los enlaces externos a continuación del artículo.

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Alrededor de las doce, en medio de la tormenta, mientras aún estábamos vigilando por la ventana con rejas, escuchamos un fuerte golpe en la puerta de la cárcel, que no podíamos ver, y después de un rato, la voz del carcelero desde su ventana, que preguntaba: «¿Quién está ahí? ¿Qué quieres?»

–Somos del condado de Andrew y tenemos un prisionero que queremos poner en la cárcel para su custodia. Baja rápido –fue la respuesta.

–¿Quién es?

–Un notorio ladrón de caballos.

–¿Tienes una orden?

–No; pero está bien.

–No puedo aceptar a un hombre sin autorización.

–Si no lo haces, será una lástima; porque es un individuo peligroso, y nos ha costado mucho trabajo atraparlo. Le daremos la seguridad por la mañana de que todo está en orden.

El carcelero bajó luego y los dejó entrar, y, como me dijeron después, cuando estuvieron dentro, volvió a decir, –no me gusta recibir a un hombre sin una orden–, y volviéndose hacia el supuesto ladrón de caballos, le preguntó– ¿Qué dices? ¿Crees que podrán condenarte?

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–No, no lo harán, –respondió el ladrón– seguro que encontraron el caballo en mi posesión, pero no pueden demostrar que lo robara.

–Bueno, –dijo el carcelero– si encontraron el caballo en tu poder, supongo que tienen razón, y te encerraré.

Pronto escuchamos pasos en las escaleras, y nos apresuramos a la cama, vestidos como estábamos, cubriéndonos con las sábanas. La puerta exterior de nuestra celda estaba abierta, y mirando de reojo, sin mover la cabeza, podía ver al carcelero y al ladrón de caballos con las manos atadas y sostenido con fuerza por dos hombres, mientras que otro era apenas visible un poco atrás.

Hubo un gran debate en la puerta, y el ladrón de caballos pareció retroceder. Entonces, el carcelero destrancó y abrió la reja de hierro, y le ordenó que entrara. El ladrón aún se echó atrás y dijo, –No me meterán con los negros.

–¡Ah! No metemos aquí a los negros, –respondió el carcelero– están abajo.

–¿Tienes aquí al viejo Doy, el abolicionista? –preguntó uno de los hombres, todavía agarrando al ladrón de caballos, y avanzando hacia la puerta, como si sintiera curiosidad por verme.

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–El doctor Doy está aquí –respondió el carcelero.

–Ese es el hombre por el que hemos venido –exclamó uno.

El otro dijo –Amigo, te hemos engañado hasta ahora, pero era necesario para nuestro propósito. No hemos venido a encarcelar a un hombre, sino a sacar a uno que está confinado injustamente.

Al mismo tiempo, el ladrón de caballos se liberó las muñecas de las ataduras, que se convirtieron de repente en un arma improvisada, con la bola oculta en su mano, y se lanzó hacia adelante. El carcelero, completamente sorprendido, trató de cerrar la puerta, pero le apuntaron un revólver de diez pulgadas al pecho.

–Es demasiado tarde, señor Brown. Si te resistes o intentas dar una alarma, eres hombre muerto. La puerta inferior está custodiada y la cárcel está rodeada por un grupo de hombres armados. Hemos venido a llevar al Dr. Doy de regreso a Kansas, y vamos a hacerlo; así que mejor mantente en silencio.

Entonces el ladrón de caballos se acercó a mi cama, me estrechó la mano y me ayudó a levantarme. Al levantarme de la cama, el carcelero dijo –Señores, estoy en su poder y debo someterme. Se lo dejaré al Doctor –y, dirigiéndose a mí dijo– Doctor, ¿no cree que es mejor que se quede y sea absuelto legalmente por la Corte Suprema, en lugar de salir de esta manera y correr el riesgo de ser recapturado?

–Sr. Brown, –respondí– fui secuestrado de mi casa y creo que estoy perfectamente justificado para tomar mi libertad de cualquier manera que pueda. En cuanto a la Corte Suprema, no confiaré en ningún tribunal de Misuri. Mis documentos nunca llegarán allí. Por lo tanto, iré con mis amigos y correré el riesgo.

Para entonces, ya estaba listo. Le di la mano al carcelero y les dije a mis amigos –Chicos, el Sr. Brown y su familia me han tratado como a un caballero. Ha sido muy amable conmigo, especialmente en comparación con el carcelero de la ciudad de Platte.

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Al carcelero se le dijo de manera contundente que un fuerte destacamento estaba apostado alrededor de la cárcel, y que le dispararían a él o a cualquiera que intentara dar la alarma o salir del edificio antes del amanecer.

Los otros prisioneros trataron de salir con nosotros, pero el carcelero apeló a la magnanimidad de los hombres de Kansas, quienes de inmediato les advirtieron con sus pistolas, diciendo –Si han violado las leyes de Misuri, deben sufrir la pena. No vinimos a interferir con la justicia, sino a corregir lo que sabíamos que estaba mal. –Y el carcelero les cerró la puerta.

Cuando llegamos al piso inferior, encontramos allí a un Sr. Slayback, quien, al haber llegado recientemente en el ferrocarril y al no poder encontrar a su hermano, un abogado en la ciudad, le había pedido al carcelero una noche de alojamiento, y el Sr. Brown dijo –Caballeros, esto dañará mi reputación. ¿Le explicarán al Sr. Slayback cómo se hizo esto?

–Claro, –respondió uno de mis rescatistas. –Señor Slayback, por favor comprenda e informe a los ciudadanos de St. Joseph que vinimos en masa desde Kansas para rescatar al Dr. Doy. Sorprendimos y vencimos al carcelero, y no debería sufrir en consecuencia, ya que se habría necesitado un hombre mucho más grande que él para resistirnos.

En la puerta de la cárcel nos recibieron los demás, que habían estado vigilando todas las ventanas y puertas de la prisión. Cuando llegamos a la calle me caí, incapaz de pararme por la debilidad y la enfermedad ocasionadas por mi largo confinamiento. Dos de los hombres me tomaron por los brazos y me llevaron adelante.

Estaba tan oscuro que no pude ver nada y me vi obligado a preguntar los nombres de mis rescatistas. Incapaces de dirigir nuestros pasos correctamente, seguíamos cayendo en las canaletas de las calles, y a veces un relámpago nos mostraba que nos estábamos dando contra las casas. Finalmente, manteniéndonos juntos lo mejor que pudimos, llegamos a la orilla del río y vimos que varios de los bares seguían abiertos, ya que era noche de sábado.

Pero, en la espesa oscuridad, perdimos el lugar donde habían quedado los botes, y no sabíamos exactamente dónde buscarlos, cuando dos de los policías nocturnos, probablemente al oír nuestras voces y percibir a varias personas juntas, se acercaron con grandes linternas que sostenían en el aire para ver mejor de qué se trataba.

Por su luz, vimos nuestros botes un poco más arriba en el arroyo; nos apresuramos hacia ellos, saltamos y los desatamos. Estaban parcialmente llenos de agua, y algunos de los muchachos la sacaron con sus sombreros, mientras que otros remaban. A base de un esfuerzo constante, ya que la corriente del Misuri es muy fuerte allí, pronto llegamos a la orilla de Kansas, que tantas veces había mirado con anhelo desde la ventana de mi celda.

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Me ayudaron a subir a un vagón cubierto y me echaron sobre un poco de heno en el fondo, cuando se dispararon dos disparos de pistola, según lo acordado, para notificar a nuestros amigos de Kansas en St. Joseph que estaba a salvo y preparado para viajar. Partimos (algunos de mis rescatadores, que eran diez en total, iban a pie y otros a caballo) y recorrimos unas doce millas antes de detenernos a desayunar.

No solo las damas de la casa donde nos detuvimos se desvivieron en atenciones hacia el convicto de Misuri y nos brindaron una hospitalidad excepcional, sino que nuestro anfitrión mismo me llevó doce millas más con su propio carruaje y se negó a aceptar cualquier tipo de compensación, salvo nuestro más sincero agradecimiento.

Me sorprendió ver salir a tantas personas a recibirnos; evidentemente sabían lo que se había planeado y solo lamentaban no haber podido participar en la misión. Nos siguieron varios hombres durante buena parte del día, pero no sentimos temor ya que los diez eran más que capaces de enfrentarse a cualquier grupo que pudieran enviar tras nosotros, mientras que los amigos a lo largo del camino estaban listos para avisar y ayudar a resistir cualquier intento serio de recaptura.

Alrededor de las tres de la tarde, cuatro de nuestros hombres se rezagaron para vigilar a nuestros perseguidores, pero estos desaparecieron y no volvimos a verlos. Seguimos hasta las 12 en punto esa noche, y comenzamos de nuevo temprano a la mañana siguiente, que era lunes. A las 5 de la tarde de ese día, después de viajar noventa millas, y ser recibidos con entusiasmo y hospitalidad durante todo el camino, llegamos al río frente a Lawrence y cruzamos a esa ciudad de refugio.

Al entrar en la ciudad, se disparó una triple salva, y los nobles Diez fueron recibidos con vítores y entusiasmo, como quienes habían llevado a cabo con éxito el intento de rescate más audaz jamás planeado y ejecutado, y como quienes habían borrado la mancha de al menos una de las ofensas infligidas a Kansas por su vecino más poderoso.

Así, gracias al ingenio, al valor y a la perseverancia de esos diez nobles ejemplares de hombres libres de Kansas, yo fui, aunque lisiado y enfermo por los malos tratos y el largo encarcelamiento, una vez más un hombre libre, devuelto a mi hogar, a mi familia y amigos, y a la tierra que tanto amo.

Aquí puedo, con justicia, dar por concluido mi relato, dando fe de la absoluta veracidad de cada palabra que he escrito, y pidiendo a mis conciudadanos de estos Estados Unidos que lo mediten seriamente y respondan ante sus propias conciencias, como también deberán hacerlo ante el Dios de la Justicia, si atrocidades como las que he descrito han de seguir ocurriendo, si sufrimientos como los que he narrado han de seguir infligiéndose a los indefensos e inocentes, en esta nuestra patria común, que debería ser verdaderamente «la tierra de los libres y el hogar de los valientes».

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Preguntas y respuestas

¿Quiénes fueron los Diez Inmortales?

Los Diez Inmortales (1859) fueron diez abolicionistas del Territorio de Kansas que, a gran riesgo para ellos mismos, liberaron a su amigo y compañero abolicionista, el Dr. John Doy, de la cárcel el 23 de julio de 1859.

Who were the members of the Immortal Ten of 1859?

Los Diez Inmortales de 1859 eran: El mayor James B. Abbott, el capitán Joshua A. Pike, Jacob Senix, Joseph Gardener, Thomas Simmons, S. J. Willis, Charles Doy, el capitán John E. Stuart (Stewart), Silas Soule, y George R. Hay, todos de Kansas y todos abolicionistas.

¿Por qué los llamaban así a los Diez Inmortales?

Los Diez Inmortales se llamaban así porque arriesgaron sus vidas para salvar al Dr. John Doy de la injusta condena a cinco años de trabajos forzados en la Penitenciaría Estatal de Misuri por el «delito» de intentar ayudar a personas esclavizadas a alcanzar la libertad. Los diez hombres arriesgaron sus vidas para salvar a Doy.

¿Qué pasó con los Diez Inmortales después de 1859?

Charles Doy, uno de los Diez, fue asesinado en 1860, acusado de robo de caballos. Los otros nueve sirvieron con distinción en el Ejército de la Unión durante la Guerra de Secesión. Silas Soule se hizo famoso por oponerse a la Masacre de Sand Creek de 1864 y por testificar contra su comandante. Fue asesinado por decir la verdad sobre la masacre en abril de 1865.

Sobre el traductor

Marco A. Kunzler
Marco Kunzler es psicólogo licenciado y traductor autónomo con experiencia en ONG internacionales. Apasionado por conectar con diversas culturas, apoya el aprendizaje permanente y valora las interacciones significativas entre profesiones y comunidades.

Sobre el autor

Joshua J. Mark
Joshua J. Mark es cofundador y director de contenido de la World History Encyclopedia. Anteriormente fue profesor en el Marist College (Nueva York), donde enseñó historia, filosofía, literatura y escritura. Ha viajado a muchos lugares y vivió en Grecia y en Alemania.

Cita este trabajo

Estilo APA

Mark, J. J. (2025, mayo 05). Los Diez Inmortales [The Immortal Ten]. (M. A. Kunzler, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-2714/los-diez-inmortales/

Estilo Chicago

Mark, Joshua J.. "Los Diez Inmortales." Traducido por Marco A. Kunzler. World History Encyclopedia. Última modificación mayo 05, 2025. https://www.worldhistory.org/trans/es/2-2714/los-diez-inmortales/.

Estilo MLA

Mark, Joshua J.. "Los Diez Inmortales." Traducido por Marco A. Kunzler. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 05 may 2025, https://www.worldhistory.org/article/2714/the-immortal-ten/. Web. 17 jul 2025.

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