El relato sioux teton El hombre que luchó con un fantasma, también conocido como El indio que peleó contra un fantasma, aborda la forma en que se debe interactuar con los espíritus de los fallecidos cuando las circunstancias no permiten evitarlos. Es uno de los cuentos de fantasmas más conocidos de los nativos americanos y se encuentra entre los que con mayor frecuencia se incluyen en las antologías.
Cada nación aborigen americana posee sus propias historias de fantasmas, puesto que entienden que las apariciones constituyen un fenómeno de ocurrencia natural, como todo en la vida. Sin embargo, al mismo tiempo, y por distintas razones, se advertía a las gentes que se abstuvieran de interactuar con las ánimas. El espíritu del difunto podía tratar de tentar al individuo a que se dirigiera a la tierra de los muertos, como en el relato pawneeLa esposa fantasma, o intentar engañarlo para que abandonara a su familia y a la comunidad hasta convertirse en espectro, como en Una historia teton de fantasmas; también podía ocasionar daños físicos o sicológicos a la persona.
Sin embargo, la razón fundamental para eludir a a un fantasma era que había dejado de ser la persona que se había conocido mientras gozaba de vida y ahora poseía conocimientos sobrenaturales, es decir, podía responder a la pregunta de qué ocurre tras la muerte del cuerpo. Esta información se niega a los vivos, a menos que por alguna razón específica se otorgue a una persona viva un atisbo de ese conocimiento durante una visión. De manera que interactuar con un espíritu podía resultar peligroso, porque el ánima, de manera no intencionada o a propósito, era capaz de revelar algún aspecto de la vida en el más allá que se suponía debía permanecer en secreto.
Otro peligro a evitarse, a causa de la naturaleza de los fantasmas, es que la persona conociera su futuro sin autorización del Mundo Espiritual. Del mismo modo que se creía que los espectros conocían todos los secretos de la vida de ultratumba, también se pensaba que conocían el futuro. Si alguien rezaba para que se le otorgara una visión y realizaba los rituales prescritos, así como los sacrificios personales que se exigían, el Gran Misterio podía concederle un profundo entendimiento de su futuro, lo cual estaría en consonancia con el plan divino establecido para ese individuo.
EN LAS CREENCIAS DE LOS NATIVOS AMERICANOS, LOS FANTASMAS PODÍAN APARECERSE POR CUALQUIER RAZÓN, POR LO QUE LA PERSONA DEBÍA PREPARARSE CON ANTERIORIDAD PARA TRATARLOS DE LA MANERA MÁS SEGURA POSIBLE.
Sin embargo, si por vía de un fantasma y sin sujeción a regulaciones el individuo recibía esa información, estaría, en esencia, cometiendo un fraude, al aceptar un presente para cuyo merecimiento nada había realizado, que además no se correspondía con sus méritos. Para ser digno de recibir palabras, consejos, o profecías del mundo de los espíritus, se requería que en justa transacción el individuo ofreciera algo a cambio, en particular algún objeto o servicio que incluso prefiriera no conferir.
Sin embargo, en cuanto a la cuestión de sostener intercambios con espectros, en algunas ocasiones, cuando el espíritu se aparecía de manera imprevista, la persona no tenía posibilidad de elegir.El hombre que luchó con un fantasma trata dos situaciones de este tipo y provee al público una especie de guía acerca de la mejor manera de lidiar con tales situaciones.
Aunque, como en muchas otras civilizaciones del mundo, se pensaba que el retorno de un fantasma se debía a la incorrecta celebración de los ritos funerarios, o a que los que quedaban vivos no habían cumplido con sus últimos deseos, por lo general, en el ideario de los nativos americanos, las ánimas podían aparecerse por cualquier razón. En consecuencia, la persona debía estar preparada de antemano para tratarlos de la forma más segura posible, y al igual que con la totalidad de los seres vivientes, el mejor curso de acción era dirigirse a ellos en forma respetuosa.
Ritos funerarios y fantasmas
Aunque los fantasmas tenían sus razones particulares para retornar de la tierra de los muertos, la presencia de un embrujo quedaba asegurada si no se realizaban los ritos funerarios de exigencia. Los detalles específicos de los ritos variaban de nación a nación, pero con independencia de la forma en que se entendieran, requerían que se realizaran de manera decorosa con el máximo respeto, y que se centraran en prevenir que el difunto regresara en forma de espectro. Según aclara el académico Larry J. Zimmerman:
La creencia de que los fantasmas eran atraídos por el sitio donde habían residido durante sus vidas se encontraba ampliamente difundida. Los pueblos mojave y yuma quemaban la casa del difunto para prevenir que el espíritu de la mujer u hombre que la habitaba tratara de regresar a ella. Los navajos sencillamente abandonaban la morada. En igual sentido, todas las posesiones del fallecido podían regalarse a personas no emparentadas, o incluso, destruirse.
El cadáver se podía cremar, enterrar, o permitir que se descompusiera al aire libre tendido sobre un andamio o sobre un árbol. Los huesos que quedaban podían dejarse en el suelo o más tarde recogerse para internarlos en un montículo mortuorio cónico o lineal. Tanto los andamios como los montículos de enterramiento se consideraban áreas sagradas que algunos consideraban peligrosas desde el punto de vista espiritual. Entre los lakota se dice que los espíritus wanagi, las «cosas de la sombra», vigilan las tumbas y pueden perjudicar a la persona que perturbe a los muertos… Debido a la angustia que a menudo experimentaban los difuntos al separarse de los vivos, los que continuaban en vida se proponían aliviar sus penas. Los rituales que acompañan a la muerte pueden ser simples tabúes, en los cuales el nombre del fallecido no puede pronunciarse, o pueden incluir manifestaciones públicas de dolor, demostrativas de cuánto se extrañaba a la persona.
En muchos de los grupos indios de las llanuras, los dolientes se recortan el cabello y lo llevan corto durante un año, se sajan los brazos o el pecho, se trozan la punta de un dedo, o se visten con ropas de luto. Muchos expresaban su congoja durante cierto período y otros llevaban a cabo ceremonias sencillas y apacibles, tales como la de ofrecer alimentos al fallecido para facilitarle el paso hacia el más allá. En algunas tribus las gentes le consagran largos discursos al espíritu del muerto y piden que permanezca lejos de los vivos. (247-248)
Sin embargo, aunque todos los ritos se observaran de manera apropiada, podía ocurrir que el fantasma retornara, no necesariamente para perseguir a los vivos, sino con el simple objetivo de visitar los lugares que había conocido en vida. Más aún, según afirma Zimmerman, el ánima solo embrujaría el área que circundaba a su tumba y no atribularía a los vivos a menos que alguien molestara su paz.
En El hombre que luchó con un fantasma, los dos espíritus con quienes el joven guerrero se encuentra representan estos dos tipos de almas. El primero es el fantasma de una mujer cuyo andamio mortuorio se encuentra cercano al lugar donde el mozo acampa en la noche, mientras que en el segundo, se trata de un hombre que parece hacer las mismas cosas que hacía mientras vivía.
El texto que aparece a continuación pertenece a Mitos y leyendas de los nativos americanos, editado por J. K. Jackson.
Un joven partió solo por sendas de guerra. Transcurrido un tiempo arribó a un bosque. Un día, durante su andar, escuchó una voz. Dijo: «voy a tener compañía». Al adentrarse en una foresta, escuchó a alguien que gritaba. Al observar, era un búho.
Más adelante al acercarse a otro bosque, y como la noche se aproximaba, se tendió para descansar. Se recostó en la linde de los árboles, al aire libre. A medianoche lo despertó la voz de una mujer. Gemía: «¡Hijo mío!, ¡hijo mío!». Aun así permaneció donde estaba y añadió leña al fuego. Yacía de espaldas a las llamas. Abrió un hueco en su manta, de tamaño suficiente para atisbar a través de él.
Pronto escuchó que se partían ramas bajo los pies de alguien que se aproximaba, de manera que miró a través del cobertor, sin levantarse. He ahí que una mujer de antaño se acercaba. Vestía una túnica de piel con largos flecos. Ceñido a su cintura llevaba un manto de búfalo. Su collar era de grandes cuentas, y llevaba botines cubiertos de abalorios o piel de puerco espín. El manto de búfalo le cubría la cabeza, y olfateaba mientras se acercaba.
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El hombre se hallaba acostado con las piernas estiradas, y ella se paró a su lado. Lo tomó por un pie, que levantó muy despacio. Al soltarlo, cayó de golpe, como si estuviera muerto. Lo levantó una segunda vez, y luego en una tercera ocasión. A pesar de todo el hombre no se movía. Entonces la mujer sacó un cuchillo muy herrumbroso de la parte delantera de su cinto, agarró de improviso su pie y estaba a punto de alzarlo y cortarlo, cuando de pronto el hombre saltó.
Le dijo: «¿Qué estás haciendo?». Y entonces, de repente, le disparó. La mujer corrió hacia el bosque, mientras gritaba: «¡Yun!, ¡yun!, ¡yun!, ¡yun!, ¡yun!, ¡yun!». Se sumergió en la arboleda y jamás se la volvió a ver.
Una vez más el hombre se cubrió la cabeza con su cobertor, pero no durmió. Al amanecer levantó la vista. Vio que había un andamio mortuorio del que colgaban raídas frazadas. Pensó: «¿Será éste el espectro que se me apareció?».
De nuevo se aproximó a un bosque, donde tuvo que pernoctar. Prendió un fuego. Se encontraba sentado cuando de súbito escuchó a alguien que cantaba. Hacía que la arboleda resonara. El hombre le gritó al cantor, pero no obtuvo respuesta. El joven llevaba consigo una pequeña porción de wasna, grasa mezclada con carne de búfalo y cerezas silvestres; también disponía de abundante tabaco.
Así, cuando el cantante se aproximó y le pidió de comer, el muchacho dijo: «Nada tengo».
La aparición respondió: «No es así; sé que tienes algo de wasna».
Entonces el hombre le dio un poco al espectro y le rellenó la pipa. Tras la cena, cuando el forastero tomó la pipa y la sostuvo por el cañón, el viajero observó que no era más que huesos. No había carne. Luego el manto del desconocido cayó de sus hombros, y halló que todas las costillas se veían. Ninguna carne las cubría. El fantasma no abrió sus labios al fumar. El humo brotaba de entre sus costillas.
Al terminar de fumar, dijo el ánima: «¡Ea!, debemos luchar. Si logras derribarme, podrás matar sin dificultad a tu enemigo y podrás robar caballos».
El muchacho estuvo de acuerdo. Pero antes lanzó un haz de ramas al fuego. Colocó abundante ramaje cerca del fuego.
De inmediato el fantasma se abalanzó sobre el hombre. Lo agarró con sus huesudas manos, lo cual resultaba muy doloroso; pero ello no importaba. El hombre trató de sacarse de encima al espíritu, cuyas piernas eran en extremo fuertes. La aparición se debilitaba cuando la halaban hacia el fuego; pero ganaba fuerzas al empujar al joven hacia la oscuridad. El ímpetu del espectro aumentaba con el debilitamiento de las llamas.
Amaneció justo cuando el hombre comenzaba a fatigarse. Entonces recomenzó la lucha. Al arrimarse de nuevo a las llamas, el hombre realizó un último esfuerzo; con el pie empujó más matojos hacia el fuego. De pronto se avivó la hoguera. Acto seguido el fantasma cayó, como si se deshiciera en pedazos.
De modo que el hombre ganó la lucha. Además, eliminó a su enemigo y robó algunos caballos. Todo se desenvolvió como el espíritu había dicho. Por esto las gentes creen en lo que dicen los fantasmas.
Comentario
Desde el principio, la historia se teje con esmero con la aparición del búho. El estudioso Bobby Lake-Thom resalta:
La mayoría de los grupos de nativos americanos consideran que el búho es portador de malos augurios y que constituye una potencia maligna. Es mensajero del mal, de enfermedades, o de accidentes fatales. También se identifica como señal de muerte. (116)
En el presente relato la voz incorpórea que el guerrero escucha, que indica que tendrá compañía, seguida de la aparición del búho, habría alertado al público original acerca del tema de la historia y de que escucharían cuestiones relacionadas con la muerte, la vida en el más allá, fantasmas, o una mezcla de los tres. Los hechos narrados en el cuento se desenvuelven de manera que al final se concluye que la gente cree en lo que dicen los espectros a causa de que poseen más sapiencia que los mortales, por lo cual deben respetarse de la misma manera que al búho, cuya sabiduría también es superior a la de los humanos.
SEGÚN LAS CREENCIAS DE LOS NATIVOS AMERICANOS, EL MOMENTO DE LA MUERTE DE UNA PERSONA se PODÍA DESIGNAR, PERO LA MANERA EN QUE CADA QUIEN VIVE DEPENDE DE SU LIBRE VOLUNTAD Y DECISIÓN PERSONAL.
El guerrero acampa en la oscuridad de la noche, y por lo tanto no es consciente de que se ha colocado debajo del andamio funerario de la mujer cuyo espíritu pronto conocerá. Al presentarse, su ánima gime por su hijo, pero no se aclara si piensa que el guerrero es su retoño, de visita ante su panteón, o si está contristada por un vástago que ha perdido en alguna ocasión anterior. De ser lo segundo, se concluye que se trata de un espectro que ha quedado atrapado en el plano terrestre por apego a su pasado, no puede continuar su camino por resultarle imposible desasirse de él. Por otra parte, de no ser su hijo, quedaría explicado porqué decide cortarle el pie al joven a modo de trofeo, cuando entiende que no se trata de un descendiente suyo y que es alguien que aunque aparenta estar muerto, ha transgredido el área de su tumba, por lo que siente la necesidad de quitarle algo en calidad de pago.
En relación al primer fantasma, el guerrero comete dos errores. El primero, por supuesto, es que acampa cerca de su tumba, y el segundo es no tratar con respeto al espíritu al simular estar muerto, no ofrecerle nada en señal de hospitalidad, y al final, dispararle. Aunque el espectro pudiera haber sido un espíritu wanagi, guardián de la tumba, más bien parece que es el de una mujer que ha quedado atrapada por su apego al pasado, a quien podría haber consolado, y en respuesta al gesto, haber dejado al combativo joven en paz.
Su interacción con el segundo aparecido difiere de manera importante de la primera en que aunque al principio le miente al espíritu al expresarle que no posee alimento alguno, más tarde observa todos los ritos de hospitalidad, al regalarle wasna y tabaco. Cuando el ánima le exige que luchen, el joven guerrero acepta, del mismo modo que lo habría hecho con un huésped vivo, pero al colocar con rapidez el ramaje alrededor de las llamas y echar parte al fuego, se asegura de tener al menos una oportunidad de salir vencedor. Contra un contrincante viviente no habría tomado semejante precaución, pues se habría considerado una trampa.
En la interacción se llega a un trato a través del intercambio de enseres y servicios. El joven luchador le entrega alimento y tabaco al espíritu y se involucra en la contienda exigida; el ánima le ofrece una profecía que menciona su éxito. Al final, el combatiente sale airoso en su misión de derrotar al enemigo y robar caballos, y se somete a quienes escuchan la decisión acerca de si se habría producido el mismo desenlace de no haberse encontrado con el fantasma, y no haber interactuado con él de manera respetuosa.
Conclusión
Es posible, desde luego, que el valiente mozo pudiera haber logrado el éxito, incluso si no se hubiera encontrado con el aparecido. Nada en la historia sugiere que el luchador muchacho comunicara al espectro su misión, pero aun así el espíritu le explica que si gana el combate no confrontará obstáculos para matar a su enemigo y robará los caballos, lo cual indica precognición del hecho. Sin embargo, se profetiza esta culminación solo si el joven conviene en luchar con el fantasma. Por lo tanto, tras haberse enzarzado con el espíritu, lo que escoge hacer el guerrero en cada momento decide si más adelante triunfará.
Según las creencias de los nativos americanos se podría designar el momento de la muerte de una persona, pero la manera en que cada quien vive depende de su libre voluntad y decisión personal. A través de la interacción del joven guerrero con los espíritus, El hombre que luchó con un fantasma resalta la importancia de las elecciones que hace cada quien, y en conclusión, que elegir no es otra cosa que mostrarle o negarle respeto a los demás.
Del mismo modo que los difuntos requieren que se les ofrezcan rituales plenos de respeto en las ceremonias funerarias, también sus espíritus deben tratarse con igual reconocimiento. A las personas se las alienta, por su propia seguridad, a evitar a los espectros, pero una vez que se hace contacto con ellos, obra en el mejor interés personal que se honre al ánima con lo que sea que se pueda ofrecer, al igual que se haría con todos los vivos y con los seres queridos, quienes un día podrían aparecerse a otros como fantasmas.
El hombre que luchó con un fantasma es un relato sioux teton que aborda el encuentro de un joven guerrero con dos fantasmas, y la importancia del respeto al tratar con los espíritus de los muertos.
¿Qué mensaje transmite El hombre que luchó con un fantasma?
El mensaje que transmite El hombre que luchó con un fantasma es que siempre se debe tratar a los demás en forma respetuosa, sin importar de quién se trate, incluso si ya ha dejado de vivir.
¿De cuándo data El hombre que luchó con un fantasma?
Como ocurre con toda la literatura de los nativos americanos, no se ha adjudicado fecha a la composición de El hombre que luchó con un fantasma debido a que la historia se transmitió de manera oral de generación en generación, hasta que los colonos blancos la pusieron por escrito entre los siglos XVII y XIX.
¿Qué simboliza el búho en El hombre que luchó con un fantasma?
La mayoría de las culturas de los nativos americanos reconocen al búho como un símbolo de muerte o presagio de desastre, de manera que en El hombre que luchó con un fantasma se menciona a un búho en el primer párrafo para alertar al auditorio sobre el tema de la historia: la muerte, la vida en el más allá y los fantasmas.
Interesado en el estudio de las migraciones, costumbres, las artes y religiones de distintas culturas; descubrimientos geográficos y científicos. Vive en La Habana. En la actualidad traduce y edita libros y artículos para la web.
Joshua J. Mark no sólo es cofundador de World History Encyclopedia, sino también es su director de contenido. Anteriormente fue profesor en el Marist College (Nueva York), donde enseñó historia, filosofía, literatura y escritura. Ha viajado a muchos lugares y vivió en Grecia y en Alemania.
Mark, Joshua J.. "El hombre que luchó con un fantasma."
Traducido por Waldo Reboredo Arroyo. World History Encyclopedia. Última modificación octubre 26, 2023.
https://www.worldhistory.org/trans/es/2-2314/el-hombre-que-lucho-con-un-fantasma/.
Estilo MLA
Mark, Joshua J.. "El hombre que luchó con un fantasma."
Traducido por Waldo Reboredo Arroyo. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 26 oct 2023. Web. 04 oct 2024.
Licencia y derechos de autor
Escrito por Joshua J. Mark, publicado el 26 octubre 2023. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.