El comercio en la antigua Europa de los celtas

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Mark Cartwright
por , traducido por Waldo Reboredo Arroyo
Publicado el 24 marzo 2021
Disponible en otros idiomas: inglés, francés
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El comercio de materias primas y bienes manufacturados en la antigua Europa céltica era palpitante y extenso, en particular en el centro del continente, donde existía una encrucijada de rutas comerciales bien establecidas. A medida que el territorio de los celtas se expandía, sus redes de intercambio incluían a otras culturas mediterráneas como la griega, la etrusca, la romana, la ibérica y la de Britania. Las mercancías que de manera típica canjeaban los celtas eran sal, esclavos, hierro, oro y pieles, para adquirir mediante trueque vinos, ámbar, bronces finos y vasijas de barro, así como materiales escasos como el marfil, el coral y el vidrio coloreado, los cuales incorporaban en sus manufacturas. Además, el comercio trajo consigo la exposición a distintas ideas, en lo particular en los campos de la tecnología, el arte y las prácticas religiosas. De igual manera, se produjo un aumento de la competencia por la adquisición de recursos empleados como mercancía, lo cual a su vez produjo un incremento en los conflictos tribales y como consecuencia, en la construcción de reductos fortificados. Más adelante la situación desembocaría en la guerra con el más poderoso de sus vecinos, los romanos, quienes a la postre los conquistaron.

Essendon Celtic Coin Hoard
Tesoro de monedas celtas de Essendon
The British Museum (CC BY-NC-SA)

Las mercancías principales

Entre las mercancías que exportaban los pueblos celtas hacia las culturas vecinas se encontraban:

  • sal
  • oro
  • esclavos
  • hierro
  • cobre
  • textiles
  • pieles, cueros, curtidos
  • ámbar (proveniente del Báltico).

Los productos que los celtas importaban de las culturas vecinas incluían:

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  • vino
  • marfil
  • coral
  • vidrio
  • plata
  • estaño
  • comestibles, entre ellos aceitunas e higos
  • artículos manufacturados, como objetos de bronce, alfarería fina y muebles.

Los inicios del comercio: intercambio de obsequios

Es probable que el comercio con las tribus y culturas vecinas se iniciara con el intercambio de artículos de prestigio entre los jefes. El caldero de Gundestrup, de entre los siglos III y I a.C., constituye un ejemplo del canje de tales objetos entre dos culturas. Esta olla dorada de plata se halló en Dinamarca, en un pantano de turba, en 1891, y desde entonces ha desconcertado a los académicos. Sin lugar a dudas, los diseños de las figuras que aparecen en la olla están inspirados en los dioses celtas, pero el material de que está constituida no era común entre los artesanos de esa cultura. También presenta elementos visuales que se inspiran en el arte del Cercano Oriente. El cuenco bien pudo haberse elaborado en la región del Bajo Danubio, en particular en Dacia o Tracia, hoy día Rumanía y Bulgaria. Puede, incluso, que se haya destinado a algún cliente celta, como regalo ideal a intercambiar entre dos gobernantes que se profesaban amistad. Más adelante el recipiente pudo haberse transportado hasta Dinamarca como parte de un trueque secundario, o incluso como botín de guerra.

The Trichtingen Torc
Torques de Trichtingen
Landesmuseum Württemberg (CC BY-SA)

Otro objeto cuyo origen genera preguntas es el torque de Trictingen, descubierto cerca del poblado de igual nombre en Alemania. Fabricado en hierro enchapado en plata en fecha cercana al siglo II a.C., pesa 6.7 kg, unas 14.8 libras, lo que implicaba que no podía llevarse encima. Las cabezas bovinas en que termina el torque y la calidad del enchape en plata sugieren que procedía de Tracia o de Persia, o al menos, que se elaboró con la idea de imitar el estilo artístico de esas regiones. Por otra parte, algunos detalles indican que pudo inspirarse en el arte prevaleciente en la Galia. Queda el interrogante de si era un presente diplomático o un pago por la adquisición de alguna mercadería.

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la sal era necesaria para preservar las carnes, la cual abundaba en los alpes septentrionales.

Con independencia de cuáles hayan sido las verdaderas historias del Caldero de Gundestrup y del Torque de Trichtingen, resulta evidente que estos artículos no se transportaron por sí mismos, debido a lo cual constituyen un ejemplo de la existencia de contactos entre pueblos distantes, cuyas vidas se desarrollaban a miles de kilómetros unas de otras. Es indiscutible que el trasiego de objetos finos y de valor dio origen al comercio, a través del cual los recursos que resultaban abundantes en una comunidad se intercambiaban para adquirir otros a los que no se podía acceder con facilidad en el lugar. Los hallazgos arqueológicos constituyen testimonio de la existencia del tráfico de mercancía entre las tribus celtas de lo que hoy es Alemania meridional y las colonias griegas del sur de Francia, en fechas tan lejanas como el siglo VI a.C.

Bienes de exportación

El hierro y la sal parecen ser los productos más comercializados entre las distintas tribus celtas. La sal era necesaria para preservar las carnes, y su abundancia era notable en los Alpes septentrionales. En la zona se extraía sal de roca mediante el proceso de evaporar el agua de arroyos salobres, y a partir del siglo VIII a.C., también por medio de la minería. Las minas de sal de Hallstat, de Austria central, constituyeron la razón principal por la que allí se desarrollaron numerosos asentamientos entre los siglos VIII y VI a.C. De hecho, la prosperidad de los primeros celtas de la Europa central se debió en lo fundamental a que estaban ubicados en el mismo centro de las antiguas rutas comerciales que cruzaban de este u oeste y de norte a sur. Otro factor que influyó en el éxito de las comunidades fue su proximidad a importantes ríos como el Rin, el Danubio, el Sena y el Loira, puesto que la mayoría de las mercancías se transportaban por agua, no por tierra.

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Los artefactos relacionados con la explotación minera de la sal se han preservado a causa del alto contenido salino de los suelos que rodean a Hallstat. Estos objetos incluyen picos, sacos de cuero para el acarreo de rocas y antorchas resinosas. El cobre, otra materia prima muy apreciada que se encontraba en la región, se exportaba. Desde alrededor del 600 a.C., se extraía sal en cantidades significativas en Dürnberg, Austria, pero su producción concluyó, junto con la de Hallstat, alrededor del 400 a.C. El agotamiento de la sal puede ser la razón de la migración de los celtas desde el centro de Europa hacia otras regiones alrededor del siglo III a.C., después de que los gustos de la élite por los bienes de lujo procedentes del extranjero se afianzaran.

Map of Hallstatt & La Tène Cultures
Mapa de las culturas de Hallstatt y La Tène
Dbachmann (GNU FDL)

El mineral de hierro abundaba en Europa más que la sal, aunque su fundición y elaboración requería de mayor habilidad tecnológica que la del procesamiento de otros metales. Se empleaba en centros especializados diseminados por toda Europa, donde se confeccionaban desde armas y herramientas hasta calderos y joyas; los herreros húngaros, sin embargo, eran los que gozaban de mayor reputación por la calidad de sus productos. Era típico que el hierro se comercializara en forma de lingotes fundidos configurados en forma de doble pirámide o de varillas, con un peso de entre 2 y 9 kg, es decir, entre 4 y 20 libras.

El oro era bastante abundante en distintas regiones como la Galia, hecho que Julio César (100-44 a.C.) destacó. Al observar la inclinación que sentían los celtas por los pesados torques de oro que llevaban en el cuello, describió la zona como Gallia aurífera, o «la Galia productora de oro» (Eluere, 160). El oro se extraía de ríos y minas, que podían ser subterráneas o abiertas. El escritor Diodoro Sículo, en su Historia del Mundo, describe a los buscadores de oro celtas de la Galia:

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En la Galia existe abundante oro nativo, que los habitantes recolectan sin dificultad y sin necesidad de realizar excavaciones. A medida que los ríos fluyen por los recodos y corren por la base de los montes, desprenden montones de rocas y se llenan de polvo de oro. Las gentes que llevan a cabo este trabajo recogen y trituran las rocas que producen el polvo, que luego lavan varias veces para retirar la tierra y fundir el residuo en los hornos. (5:27)

Los espejos de bronce constituyeron una exportación específica del sur de Inglaterra, desde el siglo I a.C. hasta el I d.C. De suntuosa elaboración, a menudo contaban con un mango y el reverso se tallaba con intrincados diseños.

Celtic Torc, Vix Burial
Torques celta, enterramiento de Vix
Karsten Wentink (CC BY-NC)

Las telas también eran objeto de intercambio entre las tribus locales, debido a que los celtas eran expertos fabricantes de textiles a partir de la lana, el lino, fibras vegetales y cabello de animales como el tejón. El tejido de las telas formaba patrones, o se teñía, o se decoraba mediante el empleo de hilos de oro. La lana cruda se exportaba a las culturas vecinas. Además, se comerciaban las pieles de los animales, los cueros y curtidos finos con otros grupos poblacionales.

Por último, los hombres y mujeres que la sociedad celta esclavizaba se empleaban como objetos de cambio. Su fuente de procedencia eran los prisioneros hechos en la guerra o aquellos que no podían pagar sus deudas. Resulta interesante que la palabra celta que se empleaba para identificar a una esclava era cumal, término que más adelante se empleó como unidad monetaria. A los romanos les interesaba de manera muy particular la obtención de esclavos para emplearlos en las labores de sus grandes haciendas y en específico, en los viñedos.

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el tesoro del enterramiento de vix ofrece testimonio de las riquezas que se obtenían a partir del comercio de estaño.

Bienes importados

En la antigüedad, las principales fuentes del estaño europeo eran las minas de Cornualles y del oeste de Inglaterra, la Armórica (noroeste de Francia) y el norte de España. El metal se empleaba para fabricar bronce, por lo que a partir del siglo VI a.C. se embarcaba estaño hacia otras partes del continente, sobre todo hacia los asentamientos celtas de Mont Lassois, ubicados en el cuadrante noreste de Francia. El tesoro del enterramiento de Vix, del sitio de igual nombre, data de este período y constituye un testimonio de las riquezas que se obtenían a partir del comercio de estaño.

El coral rojo, que al principio se extraía del Mar Tirreno, se importaba y empleaba en la Gran Bretaña celta y en otros lugares para efectuar decoraciones de alto valor sobre objetos que otorgaban prestigio, como escudos y espadas ornamentadas. Durante los siglos VI y V a.C., los celtas importaban vidrio en forma de cuentas y de lingotes sin elaborar, hasta que descubrieron cómo fabricarlo. Por el contrario, la plata no se tenía en particular estima entre estos pueblos, y alrededor del siglo III a.C., su empleo se encontraba limitado a las monedas. El ámbar se adquiría del Báltico, aunque los pueblos celtas no tenían contacto directo con los habitantes de esa zona; su adquisición, por lo tanto, debe haberse realizado a través de intermediarios. Los celtas empleaban ámbar en la confección de artículos de joyería en forma de cuentas y pendientes; también para realizar incrustaciones del precioso material en cualquier objeto, desde broches hasta muebles. Asimismo, intercambiaban ámbar con otros pueblos del sur de Europa. Por último, vendían y compraban caballos provenientes de Europa del este y de los Balcanes.

Witham Shield Detail
Detalle del escudo de Witham
The British Museum (CC BY-NC-SA)

A partir del 500 a.C. muchas tribus celtas desarrollaron un intenso gusto por los vinos mediterráneos. En la Galia se descubrieron decenas de miles de ánforas romanas empleadas para almacenar vino, de fechas anteriores a la conquista romana efectuada a mediados del siglo I d.C. Un buen ejemplo de ello es el naufragio descubierto en las cercanías de las costas del sur de Francia, ocurrido quizá de camino a Marsella, que data de entre el 75 y el 60 a.C., en el que se hallaron 6.000 ánforas de vino italiano. Por lo general, los celtas pagaban el vino con esclavos.

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El vino constituía una provisión básica en las mesas de los festines celtas. Estas extravagantes comidas se transformaban en oportunidades ideales para la ostentación social; al parecer los celtas sentían particular admiración por las finas vasijas extranjeras que empleaban para mezclar y escanciar el vino. En las tumbas celtas se han encontrado desde copas griegas, cuernos con incrustaciones de oro y cráteras etruscas de bronce, hasta vinajeras romanas, lo que demuestra que el comercio con las culturas mediterráneas no se limitaba al vino en sí, sino que abarcaba todo lo relacionado con la libación de vino.

Las consecuencias del comercio

El comercio no solo trae consigo el resultado positivo de acceder a recursos escasos, sino que además tiene consecuencias secundarias: se produce un intercambio bidireccional de ideas con las gentes que conducen las transacciones y a menudo, además, mediante los propios objetos que trafican. De esta manera los celtas quedaron expuestos a nuevas ideas acerca de la elaboración de metales y de las tecnologías de la alfarería, el arte y las prácticas religiosas. Un claro ejemplo se observa a partir del siglo III a.C. en su adopción del modelo griego relativo a la acuñación de sus propias monedas. Si bien no existía un estado celta unificado como tal, sus monedas, cuyo valor se calculaba a partir del peso del metal, se limitaban a un uso local, y su empleo estaba en buena medida vinculado al propósito de prestigiar a los gobernantes regionales. Otro caso es el de la forma en que evolucionaron sus ritos de inhumación, los cuales, a partir del siglo II a.C., tras el contacto con las culturas mediterráneas, dejaron de emplear túmulos mortuorios para comenzar a utilizar tumbas horizontales o cremación. Respecto al arte, es probable que los complejos y curvilíneos diseños en imitación de formas vegetales que gustaban a los celtas, con los cuales rellenaban todos los espacios disponibles de sus objetos, provinieran del Cercano Oriente por vía de contactos griegos y romanos. En sentido inverso, la particular importancia que los celtas atribuían a los torques fue adoptada por los romanos, quienes los convirtieron en símbolo de valor, al punto que sus soldados los mostraban en sus corazas de pecho.

Maiden Castle, Dorset
Castillo Maiden, Dorset
Maj. George Allen (Public Domain)

El comercio también trae consigo una mayor lucha por la obtención de recursos. A partir del siglo II a.C. se evidencia un incremento en el nivel y violencia de la rivalidad entre las tribus celtas, que se manifiesta en forma de sitios fortificados, oppida, y en algunas ocasiones en las características propias de sus asentamientos. El oppidum típico era una construcción realizada en una localización de fácil defensa, como la cima de una colina o el recodo de un río. Las fortificaciones se fabricaban de madera, tierra, rocas y cascotes, y se diseñaban para asegurar que los recursos de la comunidad pudieran defenderse de las incursiones de las tribus rivales. Estos lugares bien protegidos se convirtieron en ubicaciones ideales de los centros de manufactura. Las excavaciones han revelado que un elevado número de oppida albergaba instalaciones donde se acuñaban monedas, además de talleres para trabajar el metal, la alfarería, la tejeduría y la manufactura del vidrio. Los oppida se convirtieron en centros de intercambio; de hecho, muchos se ubicaban con el propósito específico de aprovechar los recursos naturales del lugar, como metales preciosos, o se erigían a lo largo de rutas comerciales bien establecidas, por donde se movían mercancías como el ámbar, de un extremo de Europa hasta el otro.

Por último, el comercio puede conducir a la conquista. Cuando los romanos comprendieron la importancia de los recursos que manejaban los celtas, se inclinaron por acabar con el comercio y pasar a la conquista militar. A mediados del siglo I a.C., a medida que el Imperio Romano se expandía a través de Europa, los celtas pasaron a ser pueblos asimilados, a quienes se les arrebató sus riquezas e independencia, tanto política, como más adelante, cultural. En ese momento, el intercambio reemplazó a la conquista, a partir de que las costumbres culturales romanas se difundieran hacia otras poblaciones y se incrementara la demanda de todos los productos romanos, desde el vino hasta las lámparas de aceite.

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Sobre el traductor

Waldo Reboredo Arroyo
Interesado en el estudio de las migraciones, costumbres, las artes y religiones de distintas culturas; descubrimientos geográficos y científicos. Vive en La Habana. En la actualidad traduce y edita libros y artículos para la web.

Sobre el autor

Mark Cartwright
Mark es un autor, investigador, historiador y editor de tiempo completo. Se interesa, en especial, por el arte y la arquitectura, así como por descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en filosofía política y es el director de publicaciones de World History Encyclopedia.

Cita este trabajo

Estilo APA

Cartwright, M. (2021, marzo 24). El comercio en la antigua Europa de los celtas [Trade in Ancient Celtic Europe]. (W. R. Arroyo, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1719/el-comercio-en-la-antigua-europa-de-los-celtas/

Estilo Chicago

Cartwright, Mark. "El comercio en la antigua Europa de los celtas." Traducido por Waldo Reboredo Arroyo. World History Encyclopedia. Última modificación marzo 24, 2021. https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1719/el-comercio-en-la-antigua-europa-de-los-celtas/.

Estilo MLA

Cartwright, Mark. "El comercio en la antigua Europa de los celtas." Traducido por Waldo Reboredo Arroyo. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 24 mar 2021. Web. 06 nov 2024.

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