Tras la conquista del norte de África por parte de los árabes musulmanes en el siglo VII, el islam se extendió por África occidental a través de mercaderes, comerciantes, eruditos y misioneros, es decir, en gran medida por medios pacíficos en los que los gobernantes africanos toleraban la religión o se convertían a ella. De este modo, el islam se extendió por el desierto del Sahara y sus alrededores. Además, la religión llegó a África oriental cuando los comerciantes árabes cruzaron el Mar Rojo y, en una segunda oleada, se asentaron a lo largo de la Costa Suajili. A partir del siglo XIV hubo campañas militares contra los reinos cristianos de Nubia, por ejemplo, mientras que en el siglo XVIII los fulani musulmanes iniciaron una guerra santa en la región del lago Chad. También hubo una resistencia a veces violenta por parte de los partidarios de las creencias tradicionales africanas, como el animismo y el culto a los fetiches, los espíritus y los antepasados.
No obstante, durante al menos seis siglos, el islam se extendió en gran medida de forma pacífica y gradual allí donde había conexiones comerciales con el amplio mundo musulmán del sur del Mediterráneo, el Golfo Pérsico y el Mar Arábigo. La religión no fue adoptada de manera uniforme, ni tampoco mantuvo su pureza de origen, y muy a menudo coexistió con prácticas y rituales tradicionales. Con la religión llegaron también otras ideas, especialmente las relativas a la administración, el derecho, la arquitectura y muchos otros aspectos de la vida cotidiana.
Una nota sobre el islam
Tal vez valga la pena señalar desde el principio que la expansión del islam en África fue mucho más que la transmisión y adopción de ideas religiosas. Como resume la Historia general de África de la UNESCO, a diferencia de muchos otros credos:
El islam no es solo una religión: es una forma de vida integral, que abarca todos los ámbitos de la existencia humana. El islam pauta todos los aspectos de la vida: individual y social, material y moral, económico y político, jurídico y cultural, nacional e internacional. (Vol. III, 20)
Por lo tanto, tal vez sea más comprensible, teniendo en cuenta lo anterior, por qué tantos gobernantes y élites africanas estaban dispuestos a adoptar una religión extranjera cuando también traía consigo ventajas definitivas de gobierno y riqueza.
Difusión geográfica
El islam se extendió desde Oriente Medio hasta el norte de África durante la segunda mitad del siglo VII, cuando el califato omeya (661-750) de Damasco conquistó la zona por la fuerza militar. A partir de entonces se extendió a través de bereberes islamizados (a los que se había coaccionado o convencido para que se convirtieran) en el siglo VIII a lo largo de las rutas comerciales que atravesaban África occidental, pasando de la costa oriental al interior de África central, hasta llegar al lago Chad. Mientras tanto, la religión también se extendió por Egipto y giró hacia el oeste a través de la región de Sudán, bajo el desierto del Sahara. Una tercera oleada llevó la religión a las costas orientales de África, al Cuerno de África y a la Costa Suajili, directamente desde Arabia y el Golfo Pérsico.
Una vez que la religión llegó a la región de la sabana que se extiende por África por debajo del desierto del Sáhara, fue adoptada por las élites africanas gobernantes, aunque muy a menudo se siguieron practicando las creencias y rituales indígenas o incluso se mezclaron con la nueva religión. A medida que los comerciantes musulmanes se adentraban en África, la religión se extendía de un imperio a otro, arraigando primero en Gao en el año 985 y luego en el Imperio de Ghana (siglos VI-XIII) a partir de finales del siglo X. A partir de ahí, la religión se extendió hacia el este, al Imperio de Malí (1240-1645) y al Imperio songhai (c. 1460 - c. 1591). Con la adopción del islam por parte de los gobernantes del reino de Kanem (c. 900 - c. 1390) entre los siglos XI y XIII, y de Hausalandia a partir de finales del siglo XIV, la religión había cercado la región africana por debajo del desierto del Sahara por completo.
En África oriental, el islam tuvo que hacer frente a la dura competencia del cristianismo, que estaba firmemente arraigado en Nubia y en estados como los reinos de Faras (también conocido como Nobatia), Dongola y Alodia, y en el reino de Axum (siglos I - VIII) en la actual Etiopía. No fue hasta el siglo XIV y la intervención militar del sultanato mameluco de Egipto (1250-1517) que estos reinos cristianos se convirtieron en musulmanes, con la excepción del reino de Abisinia (siglos XIII al XX). Además, dos importantes estados musulmanes del Cuerno de África fueron los sultanatos de Adal (1415-1577) y Ajuran (siglos XIII a XVII).
El islam tuvo un éxito más inmediato al sur de la Costa Suajili. A partir de mediados del siglo VIII, los comerciantes musulmanes procedentes de Arabia y Egipto empezaron a establecerse de forma permanente en las ciudades y centros comerciales de la Costa Suajili. Los pueblos bantúes y árabes locales se mezclaron, al igual que sus lenguas, eran habituales los matrimonios mixtos y se produjo una mezcla de prácticas culturales que dio lugar a la evolución de una cultura suajili única. El islam se estableció con mayor firmeza a partir del siglo XII, cuando llegaron los mercaderes shirazi desde el Golfo Pérsico. Como dice el historiador P. Curtin, "la religión musulmana terminó convirtiéndose en uno de los elementos centrales de la identidad suajili. Ser suajili, en los siglos posteriores, significaba ser musulmán" (125). El islam fue un éxito en la costa, pero no tuvo ningún impacto en los pueblos que vivían en el interior de África Oriental hasta el siglo XIX.
Además de los cristianos de Nubia, hubo otros desafíos. Hubo muchos que se aferraron con vehemencia a sus creencias tradicionales frente a esta nueva religión. Otro grupo que luchó contra la marea del islam fue el pueblo mossi, que controlaba las tierras al sur del río Níger y que atacó ciudades como Tombuctú en la primera mitad del siglo XV. Luego, los portugueses cristianos llegaron a África, tanto a la costa occidental como a la oriental, donde desafiaron la expansión del islam. En los lugares en los que los europeos comerciaban ampliamente, como en la costa occidental de África, estados como el Reino del Kongo (siglos XIV-XIX) se convirtieron en cristianos, y a partir del siglo XVI se puso en tela de juicio el dominio islámico de la Costa Suajili.
Razones para la adopción
Aparte de la genuina convicción espiritual, los líderes africanos pueden haber reconocido que adoptar el islam (o parecer hacerlo), o al menos tolerarlo, sería beneficioso para el comercio. Las dos esferas del islam y el comercio están estrechamente entrelazadas, como se explica aquí en la Historia general de África de la UNESCO:
La asociación del islam y el comercio en el África subsahariana es un hecho bien conocido. Los pueblos más activos desde el punto de vista comercial, los dyula, hausa y dyakhanke, fueron de los primeros en convertirse cuando sus respectivos países entraron en contacto con los musulmanes. La explicación de este fenómeno hay que buscarla en factores sociales y económicos. El islam, una religión nacida en la sociedad comercial de La Meca y predicada por un profeta que había sido él mismo durante mucho tiempo un comerciante, proporciona un conjunto de prescripciones éticas y prácticas estrechamente relacionadas con las actividades comerciales. Este código moral ayudaba a sancionar y controlar las relaciones comerciales y ofrecía una ideología unificadora entre los miembros de diferentes grupos étnicos, proporcionando así seguridad y crédito, dos de los principales requisitos del comercio a larga distancia. (Vol. III, 39)
Sin embargo, en el Imperio de Ghana, por ejemplo, no hay pruebas de que los propios reyes se convirtieran al islam, sino que toleraban a los comerciantes musulmanes y a los ghaneses que deseaban convertirse. La capital de Ghana, Koumbi Saleh, estaba dividida en dos ciudades distintas desde mediados del siglo XI. Una de las ciudades era musulmana y contaba con 12 mezquitas, mientras que la otra, a solo 10 kilómetros de distancia y unida por muchos edificios intermedios, era la residencia real con muchos santuarios de culto tradicional y una mezquita para los comerciantes visitantes. Esta división reflejaba la continuidad de las creencias animistas indígenas junto con el islam, siendo las primeras practicadas por las comunidades rurales.
En cambio, en el Imperio de Malí, los reyes sí se convirtieron al islam, siendo el primer caso cierto Mansa Uli (también conocido como Mansa Wali o Yerelenku), que peregrinó a La Meca en la década de 1260 o 1270. Muchos gobernantes posteriores siguieron su ejemplo, el más conocido de ellos fue Mansa Musa I (quien gobernó de 1312 a 1337), que visitó El Cairo y La Meca y trajo de vuelta a Malí a eruditos, arquitectos y libros musulmanes. Se construyeron mezquitas, como la Gran Mezquita de Tombuctú (conocida como Djinguereber o Jingereber), y se crearon escuelas coránicas y universidades que rápidamente adquirieron reputación internacional. Uno de los eruditos más destacados de Tombuctú fue el santo Sharif Sidi Yahya al-Tadilsi (fallecido hacia 1464), que se convirtió en el patrón de la ciudad. Se desarrolló una clase clerical, muchos de cuyos miembros eran de origen sudanés, y muchos actuaron con frecuencia como misioneros, difundiendo el islam en el sur de África occidental.
A medida que se convertía más gente, se atraía a más clérigos musulmanes del extranjero y la religión se extendía más por África Occidental. Muchos conversos nativos estudiaron en lugares como Fez (Marruecos) y se convirtieron en grandes eruditos, misioneros e incluso santos, por lo que el islam dejó de ser visto como una religión extranjera y se convirtió en una religión africana negra. Por último, los clérigos musulmanes solían ser muy útiles para la comunidad en la vida cotidiana (y así aumentaban el atractivo del islam) ofreciendo oraciones a petición de los ciudadanos, realizando tareas administrativas, ofreciendo consejos médicos, realizando labores de adivinación —como la interpretación de los sueños— y fabricando encantos y amuletos.
Otra motivación para que los gobernantes adoptaran el islam, además de una mayor riqueza con la que impresionar a su pueblo y mantenerse en el poder, era que una nueva dinastía podía verse reforzada en sus pretensiones de legitimidad al adoptar también una nueva religión. Este podría ser el factor más importante en la adopción del Reino de Kanem a finales del siglo XI. La adopción del islam permitió también el intercambio de embajadas diplomáticas con los estados norteafricanos, así como la posibilidad de enviar eruditos para su formación, lo que puso a los estados subsaharianos, en particular, en contacto con el mundo mediterráneo en general y aumentó el prestigio de los gobernantes. Otro de los atractivos del islam fue que aportó la alfabetización, una herramienta tremendamente útil para los imperios que basaban su riqueza en el comercio.
El rey Sunni Ali del Imperio songhai (que reinó de 1464 a 1492), por ejemplo, era vehementemente antimusulmán, pero el rey Mohammad I (que reinó de 1494 a 1528) se convirtió e impuso la ley islámica a su pueblo y nombró a los qadis (magistrados o jueces islámicos) como responsables de la justicia en Tombuctú, Djenne y otras ciudades. Sin embargo, al igual que en Ghana y Malí, la población rural de Songhai se mantuvo obstinadamente fiel a sus creencias tradicionales.
Adaptación de las antiguas creencias africanas
Como se ha señalado, las antiguas creencias indígenas seguían practicándose, sobre todo en las comunidades rurales, tal y como registraron viajeros como Ibn Battuta, que visitó Malí hacia 1352. Además, los estudios islámicos se realizaban en árabe, al menos al principio, y no en las lenguas nativas, lo que dificultaba aún más su popularidad fuera de la clase clerical culta de las ciudades. Incluso el islam que se impuso era una variante particular del practicado en el mundo árabe, quizá porque los gobernantes africanos no podían permitirse el lujo de descartar por completo las prácticas y creencias religiosas autóctonas a las que se aferraba la mayoría de su pueblo y que muy a menudo elevaban a los gobernantes a un estatus divino o semidivino.
Incluso en la Costa Suajili, que adoptó el islam con más éxito que en ningún otro lugar, muchos conversos continuaron con la práctica de apaciguar a los espíritus que traían enfermedades y otras desgracias. Se seguía adorando a los antepasados, en algunas ciudades las mujeres gozaban de mejores derechos que bajo la estricta sharia y, en una práctica muy poco islámica, los cementerios se llenaban de tumbas en las que se enterraban bienes preciosos con los muertos.
Impacto cultural
El islam tuvo profundos efectos en todos los aspectos de la vida cotidiana y la sociedad, que variaron en función del tiempo y el lugar. La llegada del islam supuso un descenso generalizado del estatus de ciertos grupos en las antiguas comunidades africanas. Uno de los principales perdedores fueron los trabajadores del metal, que siempre habían gozado de una reverencia mística por parte de la gente común debido a sus habilidades para forjar el metal. Lo mismo ocurre con los que encontraban y extraían metales preciosos como el oro y el hierro. Por el contrario, la asociación con el islam a veces aportaba cierto prestigio, lo que se ve claramente en la reformulación de las historias de las comunidades y los mitos fundacionales para incluir la llegada de un fundador de Oriente. También es cierto que en algunos casos las tradiciones orales mantuvieron su integridad cultural, y así se nos presenta una historia paralela como la que se ve en las biografías de Sundiata Keita (quien reinó de 1230 a 1255), el fundador del Imperio de Malí, que en la historia escrita se convirtió al islam pero en la tradición oral era un gran mago de la religión indígena.
Los roles de hombres y mujeres a veces cambiaban, ya que algunas comunidades africanas habían otorgado a las mujeres un estatus más igualitario que el de los hombres según las leyes musulmanas. Algunas sociedades africanas eran matrilineales, y cambiaron a un sistema patrilineal. Entre los cambios más superficiales se encuentra el cambio de nombres por los favorecidos por los musulmanes. A menudo estos nombres se adaptaron a las lenguas africanas, por ejemplo, Muhammad se convirtió en Mamadu y Ali se africanizó a Aliyu. La vestimenta también cambió, y se animó a las mujeres, en particular, a vestir con más modestia y a los adolescentes a cubrir su desnudez.
La arquitectura islámica se extendió con la religión y se construyeron mezquitas allí donde había fieles. Sin embargo, al igual que la propia religión, existían pequeñas diferencias locales. Las mezquitas de la Costa Suajili, por ejemplo, no tenían ni los minaretes ni el patio interior típicos de las mezquitas del resto del mundo islámico.
Hubo varias innovaciones técnicas que llegaron con el islam, como la escritura, los números, las matemáticas, las medidas y los pesos. No solo los eruditos y misioneros musulmanes visitaron y se alojaron en las comunidades africanas, sino también los viajeros y cronistas musulmanes como Ibn Battuta e Ibn Jaldin (1332-1406), que realizaron valiosas observaciones y registros de la vida africana en el período medieval. Estos escritores, junto con la arqueología, han ayudado enormemente a reconstruir el África antigua tras el período colonial europeo, en el que se intentó por todos los medios borrar la historia del continente para que no entrara en conflicto con la creencia racista de que África llevaba mucho tiempo esperando ser civilizada.