Los mongoles conquistaron amplias franjas de Asia durante los siglos XIII y XIV gracias a la rapidez de su caballería ligera y a sus excelentes arqueros, si bien otro factor que contribuyó de manera importante a su éxito fue la adopción de tácticas y tecnologías enemigas, que les permitieron derrotar a los poderes militares tradicionales de China, Persia y Europa del este. Su capacidad de adaptarse al terreno y a los distintos tipos de desafíos, condujo a los mongoles a formarse en los métodos de la guerra de asedio y del combate naval, empeños muy distintos a los que habían dominado como nómadas originarios de la estepa asiática. En igual medida emplearon la diplomacia, el espionaje y el terror, para ganar numerosas batallas antes de que comenzaran siquiera. La crueldad que los caracterizaba en el combate proyectaría una larga sombra de temor sobre aquellos que se encontraban en el blanco de sus conquistas. Así, a manos de soldados percibidos como «jinetes del diablo», conducidos por generales motejados de «perros de la guerra», los mongoles llegarían a establecer el mayor imperio que el mundo había visto hasta entonces.
Un Estado dedicado a la guerra
Entre las principales fuentes de legitimización de los líderes tribales mongoles se encontraba la capacidad de conducir la guerra con éxito y de adquirir botines para sus seguidores. En consecuencia, Gengis Kan (reinó de 1206 a 1227), fundador del Imperio mongol (1206-1368), reorganizó al pueblo con el objetivo específico de preparar al estado para la guerra perpetua. Se crearon 98 unidades, más adelante incrementadas, conocidas como minghan, palabra que significa miles. Cada mingham estaba constituida por 1000 conscriptos aportados al ejército por grupos tribales en cumplimiento de sus compromisos. El kan contaba además con una guardia personal de 10.000 hombres denominada kesikten, el ejército élite profesional de los mongoles, entre cuyas funciones se incluía el entrenamiento de los comandantes de otras divisiones. Los ejércitos conformados por aliados y estados conquistados representaban una tercera fuente de tropas, mayor en número que los contingentes mongoles que participaron en las campañas de China y Persia. Más tarde, cuando Kublai Kan (reinó de 1260 a 1294) estableció la dinastía Yuan en China (1271-1368), las fuerzas mongolas acantonadas allí estaban compuestas en su totalidad por soldados profesionales.
el arma preferida de los mongoles era el arco compuesto, que podía arrojar flechas a una distancia que duplicaba las de los ejércitos contrincantes.
Los líderes mongoles se aseguraban la lealtad de sus hombres y aumentaban sus probabilidades de éxito mediante la promoción de comandantes escogidos sobre la base de méritos, en lugar de por antigüedad en el clan, como había sido antes de Gengis. Compartían un elevado grado de motivación debido a que el botín se repartía en partes iguales, e incluso existía un grupo especializado nombrado jarqui, cuya función era asegurar una correcta distribución de los resultados del pillaje, que comprendía caballos, esclavos, metales preciosos, telas, artículos manufacturados de alta calidad y hasta alimentos. Los comandantes podían aspirar a recibir tierras y el producto de sus saqueos, o tributos entregados por los pueblos conquistados. Los soldados de filas también podían esperar recompensas y alguna forma de compensación por su condición de conscriptos, a la que estaban sujetos todos los hombres mongoles de entre 14 y 60 años.
En paralelo a la generosidad de las retribuciones, Gengis insistía en la disciplina, de manera que cualquier soldado o comandante que desobedeciera las órdenes recibía un severo castigo, de los cuales el azotamiento era el método más común. El soldado ordinario no podía esperar otra cosa que la pena de muerte por motivo de deserción, o por retirarse antes de que se le ordenara, o por dormir durante la guardia. No obstante, el kan otorgaba a sus comandantes gran autonomía en el campo de batalla, flexibilidad que por lo común generaba recompensas.
Las áreas de planeamiento y logística también constituían aspectos a los cuales se otorgaba minuciosa atención, cuestión que se manifestó con claridad en las campañas del sur de Rusia y de Europa oriental entre 1237 y 1242. Varios ejércitos mongoles entraron en acción en aquella ocasión, cada uno con objetivos específicos, para más tarde reagruparse en horas y lugares predeterminados. El servicio de mensajería mongol, yam, ofrecía un apoyo significativo en circunstancias en que se necesitaba precisar la posición de aliados y enemigos; contaba con una serie de puestos bien aprovisionados y surtidos, y caballos frescos. Las divisiones dispuestas en ubicaciones separadas se comunicaban entre ellas mediante señales de humo. Otra fortaleza era su iniciativa para reclutar gentes de orígenes distintos a los suyos. Grandes cantidades de turcos uigures, kurdos y kitanos pasaban a alistarse, mientras un volumen significativo de las fuerzas que invadieron Japón en 1274 y en 1281 estuvo integrado por coreanos y chinos. En resumen, a los mongoles se les preparaba para estar en perpetua disposición para la guerra.
Entrenamiento y armamento
A los guerreros se les entrenaba desde la infancia, en correspondencia con la tradición mongola de que jóvenes de ambos géneros participaran en competencias de atletismo, carreras de caballo, lucha, cacería y arquería. En consecuencia los guerreros mongoles, en su mayoría hombres y en algunos casos mujeres, alcanzaban una elevada destreza en el manejo de hachas de combate, lanzas, dagas, cuchillos largos, y en ocasiones, de típicas espadas cortas y ligeras de un solo filo, así como de rejones a menudo terminados en ganchos que servían para halar a los jinetes de sus monturas.
los ejércitos mongoles se movían con extrema rapidez e intentaban aventajar a sus oponentes mediante la velocidad y la coordinación.
El arma preferida por los mongoles era el arco compuesto, con el que podían lanzar flechas a una distancia que duplicaba las alcanzadas por las saetas de los ejércitos contrincantes. Además, los guerreros eran capaces de disparar con efectividad mientras galopaban con sus caballos a toda velocidad gracias al uso de estribos y de monturas de madera de altos arzones y borrenes traseros; tal diseño ofrecía mayor estabilidad a los arqueros, y les permitía tirar en cualquier dirección, incluso hacia atrás. El arco compuesto se fabricaba de múltiples capas de madera, bambú, o cuerno, lo que lo hacía resistente y flexible. Encordado en sentido contrario a su curvado natural, el arco mongol requería de alguna fuerza para tensarse, pero arrojaba flechas con un alto grado de precisión y penetración.
Las puntas de las flechas tendían a hacerse de hueso y en muy raras ocasiones de metal, mientras las lanzas se fabricaban de madera, de caña, o de una combinación de ambas, y se les añadía plumas de pájaro en el otro extremo. Los diseños de las saetas variaban en dependencia de su propósito: herir a corta distancia, disparar a objetivos lejanos, portar veneno, penetrar armaduras, o solo emitir un silbido para avisar a otras unidades. El arquero típico de a caballo llevaba dos o tres arcos y alrededor de 30 flechas ligeras y otras 30 más pesadas en un carcaj. El equipamiento estándar incluía además un lazo de pelo de crin de caballo, un rollo de cuerda, un hacha, una lima para fabricar puntas de flecha, un juego de coser, y una bolsa de cuero para guardar alimentos que también servía como flotador en caso de tener que cruzar ríos; a lo anterior se añadían dos botellas de cuero para los líquidos, y un recipiente para cocinar. Los hombres dormían en tiendas ligeras nombradas yurtas, de las que transportaban una por cada diez jinetes.
Para los mongoles el caballo lo significaba todo: medio de transporte, fuente de riquezas, patrón para medirlas, y alimento; constituía, además, el fundamento de su gran movilidad en la guerra. Los caballos mongoles eran bestias más bien pequeñas pero robustas, cubiertas de denso pelaje y resistentes a las adversidades. Eran vigorosos, lo que permitía a la caballería cubrir impresionantes distancias de entre 95 a 120 kilómetros (60-75 millas) en un solo día. Los mongoles contaban con caballería ligera y pesada, y cada jinete tenía a su disposición hasta 16 caballos de reserva, lo cual les abría un extenso campo de maniobras. En el campo de batalla las unidades de caballería respondían a órdenes impartidas mediante gongs y tambores, aunque, de forma curiosa, el primer ataque siempre se conducía en silencio. Durante las campañas, a manera de fuente adicional de alimentación, extraían sangre del cuello de los caballos, que servía para suplementar las secas raciones de cuajada de queso y carne curada.
Las armaduras mongolas eran ligeras, fabricadas de cuero o fieltro acolchado como materiales típicos, y de utilizarse, estaban concebidas para que no limitaran la velocidad de los jinetes. En ocasiones estas dúctiles armaduras se reforzaban con tiras de metal, de hueso, o de cuero laqueado o endurecido, al igual que se hacía con los gruesos abrigos usados por los jinetes. El empleo de corazas metálicas o de malla de hierro eran poco común, aunque a veces se utilizaban las que se capturaban al enemigo. De los chinos habían aprendido que podían vestir una camisa interior de seda, que proporcionaba la útil ventaja de poder envolverse alrededor de la punta de una flecha que hubiera hecho blanco en el soldado, lo cual protegía la herida y permitía retirarla con mayor facilidad.
La cabeza se defendía con un casco que podía ser de hierro o de cuero, y en algunos casos contaba con un protector para el cuello y una púa o bola central en el centro, a la que se adosaba una pluma. Otra alternativa era el tradicional sombrero de piel mongol, de visera torcida hacia arriba y alas laterales. La tradición imponía que la infantería fuera la única fuerza que portara escudos, por lo general de pequeño tamaño, redondos, y hechos de cuero endurecido o tejido de mimbre. En algunas oportunidades se protegía a los caballos con corazas fabricadas con los mismos materiales que las de los hombres. En caso que se usaran armaduras metálicas para las bestias, su empleo se restringía a la protección de la cabeza, pero algunas cabalgaduras se cubrían por completo con petos acolchados.
Tácticas
Planeamiento
Una de las causas fundamentales de los éxitos guerreros de los mongoles era la preparación previa a la confrontación con el enemigo. Con el objetivo de obtener información acerca de las fuerzas y debilidades del contrincante utilizaban espías que simulaban ser mercaderes ambulantes, sacerdotes, o desertores, para revelar la existencia de disidentes en el seno de las fuerzas contrarias o entre sus aliados, dado que podían constituir una ayuda potencial a la causa mongola. Antes de comenzar una campaña importante los líderes mongoles celebraban una gran reunión denominada kurultai para discutir en detalle los planes y estrategias a emplear. Una vez en el campo, continuaba la búsqueda de información con el envío de exploradores que operaban a distancias de hasta 110 kilómetros (70 millas) por delante o por los flancos de las columnas desplegadas, para evitar caer en emboscadas o que se les tomara desprevenidos.
Los ejércitos mongoles se movían con extrema rapidez e intentaban aventajar a sus oponentes mediante la velocidad y la coordinación. Su objetivo era combatir contra el enemigo solo cuando fuera de absoluta necesidad, y enviar grandes cantidades de hombres exclusivamente en el momento en que se identificara un punto específico que presentara debilidad. Esta estrategia estaba diseñada para obtener máximos resultados con pérdidas mínimas. Las unidades de caballería estaban constituidas por unos 1000 hombres (una mingham), subdividida en grupos de 100 (un jagun), que a su vez estaban particionados en subgrupos de 10 (una arban).
Al desplegarse en el campo, era característico de los ejércitos mongoles dividirse en alas que operaban a ambos flancos de una fuerza central y de la vanguardia. De hecho, hasta los campamentos mongoles se distribuían de conformidad con estos agrupamientos. Raras veces el ejército de caballería mongol excedía los 10.000 jinetes en un lugar o instante determinados. Es probable, incluso, que las más grandes campañas, como las europeas, estuvieran integradas solo por tres divisiones de 10.000 hombres (tumens); el resto del ejército, en algunos casos de un tamaño hasta tres veces superior al de la caballería mongola, estaba compuesto por aliados que hacían la guerra según sus propias tradiciones. Por lo general el número de efectivos mongoles que se alineaban en los campos de batalla era inferior al de sus enemigos, pero suplían la desventaja con velocidad y tácticas sobresalientes. El inconveniente de desplegar ejércitos pequeños era la dificultad de reponer las bajas. A menudo se reclutaban las tropas que habían sido derrotadas, pero en las campañas como las de Europa del este, en que las lealtades eran más sólidas, se presentaron situaciones en que necesitaron retirarse hasta que arribaran refuerzos provenientes de Mongolia.
Una clásica estrategia mongola era atacar con fuerzas pequeñas y luego fingir una retirada, con el propósito de conducir al enemigo hasta huestes más numerosas. Otra maniobra favorita era la tulughma, que consistía en atacar con una caballería pesada posicionada en el centro de las líneas frontales, seguida de unidades ligeras que atravesaban las brechas abiertas en el frente. Mientras ambas avanzaban de consuno, otras unidades de caballería se movían hacia los flancos para rodear a las fuerzas enemigas. La táctica era una versión a escala reducida de nerge, la estrategia mongola de caza, empleada en vastas áreas de la estepa para acorralar a sus presas. En ocasiones las alas eran muy extensas y permitían a los mongoles rodear por completo al ejército opuesto. En ese momento entraba en acción una reserva de la caballería pesada para liquidar la operación y perseguir sin tregua a las tropas opuestas que pretendieran escapar, acción que a menudo duraba días después de concluida la batalla.
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La emboscada constituía otra táctica común, tanto como el empleo de humo producido por hierbas incendiadas o el levantamiento de nubes de polvo para enmascarar los movimientos de las tropas; o la realización de ataques en los momentos menos esperados, como durante una tormenta. Los mongoles también empleaban estrategias poco usuales para superar a sus enemigos. Por ejemplo, en ocasiones utilizaban muñecos de fieltro colocados a lomo de caballo para inducir al enemigo a creer que enfrentaban fuerzas mucho mayores que las que en realidad tenían. Una estrategia innovadora empleada en 1232. fue la de hacer volar cometas sobre la ciudad de Kaifeng, de los Jin, para regar panfletos que incitaban a la deserción, a cambio de dinero en efectivo.
Terror
El terror se contaba entre las estrategias de guerra más exitosas de los mongoles. Puede mencionarse como ejemplo la ejecución de poblaciones civiles completas tras la conquista de una ciudad: hombres, mujeres, niños, sacerdotes, y hasta perros y gatos, eran exterminados, salvo algunos a quienes dejaban sobrevivir y escapar para que relataran a las poblaciones vecinas las atrocidades que habían presenciado. Así, cuando las ciudades escuchaban que se acercaban los mongoles, muchos de sus habitantes se rendían sin pelear con la esperanza de que se les tratara con clemencia, la cual a menudo les era otorgada. Una estrategia aún más sutil se empleó en el conflicto con la dinastía Jin Jurchen, de la China septentrional, durante la primera década del siglo XIII. En esa oportunidad los mongoles saquearon de manera sistemática a las ciudades, en ocasiones varias veces al mismo poblado, para luego permitir a los Jin que las retomaran, y de esta manera desgastarlos al obligarlos a enfrentar el caos.
Una maniobra de extrema crueldad consistía en emplear prisioneros como escudos humanos al lanzar sus tropas sobre ciudades fortificadas que cometían la insensatez de presentarles resistencia. Vestían a los prisioneros como soldados mongoles y los hacían marchar en las líneas frontales, de manera que los defensores de la población gastaban sus preciosas flechas en matar a sus compatriotas. La forma en que trataban a los muertos constituía una fuente adicional de terror; mutilaban los cadáveres y con frecuencia las tropas tomaban como trofeo partes del cuerpo de los caídos, por lo general centrándose en las orejas de las víctimas.
En resumen, los mongoles resultaban imparables en el campo de batalla por la combinación de todos los factores enumerados, como cita a continuación el historiador militar S. R. Turnbull:
Los métodos de guerra que los mongoles aplicaban sobre el terreno eran, en consecuencia, una combinación casi perfecta de poder de fuego, tácticas conmocionantes, y movilidad. Los desplazamientos estaban de por sí estructurados sobre un sólido armazón de experiencia, entrenamiento y disciplina, y funcionaban como un mecanismo de relojería… Se creían invencibles, y la mayoría de los vencidos también lo sentían así, al punto que los consideraban apariciones bajadas de los cielos y un castigo por sus pecados. (27-8)
Asedio y guerra naval
Los mongoles guardaban otro as bajo sus acorazadas mangas: la capacidad de adaptarse a nuevos tipos de guerra. La guerra de asedio, por ejemplo, se hizo necesaria cuando los mongoles enfrentaron enemigos como los Song de China, Persia, y los reinos del este de Europa. Al principio la tarea de conquistar ciudades bien fortificadas puso a prueba la resolución mongola, pero pronto aprendieron de sus enemigos y consejeros locales a utilizar armas accionadas por pólvora, entre las cuales se contaban pequeños cañones portátiles, y bombas rellenas de fuego griego, de gases sulfurosos, o metralla, que lanzaban por encima de las murallas de las ciudades. También usaban cohetes, ballestas de tiro triple y grandes catapultas accionadas por torsión, o mediante contrapesos, o por cuerdas atadas a múltiples palancas haladas por hombres. Algunas catapultas eran móviles, mientras que otras podían montarse en navíos.
A pesar de los bombardeos algunos asedios podían durar años, como el caso de la ciudad fortificada de los Song, Xiangyang, la cual fue conquistada con el empleo de catapultas y arietes diseñados por dos ingenieros islámicos. En este tipo de guerra los ejércitos permanecían estacionarios, y por tanto requerían de un apoyo logístico mayor que el que necesitaban las unidades de caballería, de las cuales se esperaba vivieran como mejor pudieran de lo que ofrecía el territorio, hasta la llegada de reabastecimientos trasladados a lomo de bestias de carga y camellos, o por columnas de carretas, a menudo conducidos por mujeres mongolas. Otra escarpada curva de aprendizaje que arrostraron fue la de dominar la guerra naval. Hacia la década del 1270, coincidiendo con la derrota de los Song, los mongoles comandaban su propia flota naval, compuesta por 5.000 buques y 70.000 marineros que combatían en mares y ríos. Enormes flotas tripuladas por chinos y coreanos invadieron Japón y el sureste de Asia, pero en realidad los navíos no habían sido diseñados como buques de guerra, sino como naves de mayor porte similares a barcos mercantes, destinadas al transporte de tropas. Como siempre, se suponía que la caballería triunfaría, una vez afincada la expedición en tierra firme.
Decadencia
Aunque resulta innegable que los mongoles se labraron un imperio que abarcaba desde el Mar Negro hasta la península de Corea, no siempre alcanzaron el éxito en sus campañas. Algunas ciudades mostraron ser demasiado duras de conquistar, y a medida que las campañas se alejaban de sus tierras originarias en Mongolia, los problemas asociados al soporte logístico crecían de manera indetenible. La combinación de una sólida resistencia acompañada de fuertes tormentas frustró las dos invasiones que lanzaron contra Japón. Las campañas del sureste de Asia lograron algunos triunfos, pero en general sus resultados fueron ambivalentes al obligar a los mongoles a lidiar con la jungla tropical y fuertes lluvias, así como a enfrentar las tácticas de guerra de guerrilla empleadas por el enemigo. En China, incluso, sucumbieron ante el novedoso y vasto poder del Asia oriental: la dinastía Ming. Hacia 1368 una serie de sequías, hambrunas y disputas dinásticas entre sus propias élites condujeron al debilitamiento de los mongoles. De hecho, en realidad podría afirmarse que los nómadas mongoles de antaño se vieron derrotados en última instancia por ellos mismos, al pasar a formar parte de las sociedades sedentarias contra las que durante tanto tiempo habían luchado.
Interesado en el estudio de las migraciones, costumbres, las artes y religiones de distintas culturas; descubrimientos geográficos y científicos. Vive en La Habana. En la actualidad traduce y edita libros y artículos para la web.
Mark es un autor, investigador, historiador y editor de tiempo completo. Se interesa, en especial, por el arte y la arquitectura, así como por descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en filosofía política y es el director de publicaciones de World History Encyclopedia.
Cartwright, M. (2019, octubre 10). Métodos guerreros de los mongoles [Mongol Warfare].
(W. R. Arroyo, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-18487/metodos-guerreros-de-los-mongoles/
Estilo Chicago
Cartwright, Mark. "Métodos guerreros de los mongoles."
Traducido por Waldo Reboredo Arroyo. World History Encyclopedia. Última modificación octubre 10, 2019.
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Estilo MLA
Cartwright, Mark. "Métodos guerreros de los mongoles."
Traducido por Waldo Reboredo Arroyo. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 10 oct 2019. Web. 13 oct 2024.
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Escrito por Mark Cartwright, publicado el 10 octubre 2019. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.