Batalla de Stalingrado

La destrucción del 6.º Ejército alemán

Artículo

Mark Cartwright
por , traducido por Bruno Castillo
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Disponible en otros idiomas: inglés, francés, italiano, turco
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La batalla de Stalingrado (actual Volgogrado, de julio de 1942 a febrero de 1943) fue un intento de Adolf Hitler (1889-1945) de controlar el acceso de la URSS a los yacimientos petrolíferos del Cáucaso. La ciudad resistió el ataque gracias a los intensos combates callejeros librados por el Ejército Rojo soviético, hasta que se lanzó una contraofensiva masiva que cercó al 6.º Ejército de Hitler.

Considerada un punto de inflexión en la guerra entre Alemania y la URSS, Stalingrado concluyó con la destrucción de un ejército completo y la rendición de 91.000 soldados, incluido el mariscal de campo Friedrich Paulus (1890-1957). Fue una de las mayores victorias de la URSS en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), lo que provocó que los ejércitos de Hitler no se recuperaran nunca y, desde entonces, libraran una guerra defensiva en retirada.

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Centre of Stalingrad After Liberation, 1943
Centro de Stalingrado después de su liberación, 1943
RIA Novosti archive, image #602161 / Zelma (CC BY-SA)

La campaña hasta el momento

Adolf Hitler, líder de la Alemania nazi, había lanzado un ataque contra la URSS mediante la Operación Barbarroja en junio de 1941. Le siguieron rápidas victorias gracias a las tácticas de Blitzkrieg («guerra relámpago»), que combinaba apoyo aéreo con divisiones blindadas e infantería que avanzaba velozmente por frentes estrechos. Sin embargo, cuando se trataba de ocupar grandes ciudades, los invasores no tenían el mismo éxito. La batalla de Moscú (octubre de 1941 a enero de 1942) la ganó el Ejército Rojo soviético. El asedio de Leningrado se prolongó durante años, ya que esa ciudad también resistió. Stalingrado, ubicada en el sur de la URRS, resultaría ser un objetivo igualmente difícil para los ejércitos del Eje.

La ciudad de Stalin

Las fuerzas del Eje desplegadas contra Stalingrado sumaban poco menos de 300.000 hombres.

Stalingrado («la ciudad de Stalin») anteriormente se conocía como Tsaritsin, pero fue renombrada en 1925 en honor al líder de la URSS, Iósif Stalin (en 1967 volvió a cambiar su nombre a Volgogrado). La ciudad había contado durante mucho tiempo con una fortaleza. De hecho, esa era la razón misma de su existencia: proteger la confluencia de los ríos Volga y Tsaritsa, y el acceso a las regiones fronterizas del sur de Rusia. Por Stalingrado pasaban suministros vitales para el esfuerzo de guerra soviético, incluido petróleo del Cáucaso, y además era un valioso centro industrial. Si Hitler lograba tomar esta ciudad, «los soviéticos habrían recibido un golpe económico devastador» (Rees, 142).

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Los ejércitos enfrentados

La tarea de tomar Stalingrado, conocida como la Operación Fischreiher («garza» en alemán), fue asignada al general Paulus, comandante del 6.º Ejército, el más grande de Hitler. Paulus no tenía mucha experiencia en el campo de batalla, ya que hasta ese momento había servido como oficial de estado mayor. Participó en la planificación de la Operación Barbarroja y, en mayo de 1942, contribuyó a la victoria en la segunda batalla de Járkov (Járkiv). En total, las fuerzas del Eje que se enfrentaron a la ciudad de Stalingrado sumaban cerca de 300.000 hombres (Antill, 54).

Vasily Chuikov
Vasili Chuikov
Министерство обороны СССР (CC BY)

Un segundo ejército presente en Stalingrado era el 4.º Ejército Panzer, comandado por el general Hermann Hoth (1885-1971). Un tercer ejército involucrado fue el grupo de ejércitos B, bajo el mando del general Maximilian von Weichs (1881-1954). Además, otros ejércitos aliados del Eje estaban posicionados en los flancos del frente de Stalingrado. Estos ejércitos rumanos, húngaros e italianos no estaban tan bien entrenados, equipados o experimentados como su contraparte alemana.

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El problema que dificultaba la defensa de Stalingrado, una ciudad que se extendía a lo largo de 40 km (25 millas) por la ribera del Volga, estaba en manos del 62.° Ejército, liderado por el general mayor Vasili Chuikov (1900-1982). Conocido por sus soldados como el «General Terquedad» y famoso por su resplandeciente sonrisa de dientes de oro, Chuikov le prometió a Stalin: «Mantendremos la ciudad o moriremos allí» (Dear, 183). El Ejército Rojo en Stalingrado contaba con alrededor de 54.000 hombres (Antill, 54), pero, de manera crucial, estaba recibiendo refuerzos y suministros constantes desde la orilla oriental del Volga.

Después de ganar una batalla al este de Kalach y capturar 50.000 prisioneros soviéticos el 7 de agosto, Paulus avanzó hacia Stalingrado. Dada la facilidad del avance, Hitler despojó al 6.º Ejército de algunas de sus divisiones blindadas y las redirigió a la campaña en curso en el Cáucaso. Hacia finales de agosto, Paulus comenzó a reunir sus ejércitos para un ataque de frente amplio sobre Stalingrado, que ya se encontraba a solo 15 km (9 millas). El 29 de agosto, el general Gueorgui Zhúkov (1896-1974) asumió el mando general del frente ampliado en Stalingrado y elaboró planes para una contraofensiva bajo el nombre clave de Operación Urano, prevista para comenzar en noviembre. Más tarde, Zhúkov fue trasladado a otra zona y la ejecución de Urano quedó en manos del general Aleksandr Vasilevski (1895-1977).

Aerial Photograph of Battle of Stalingrad
Fotografía aérea de la batalla de Stalingrado
Bundesarchiv, Bild 183-B22176 (CC BY-SA)

Las batallas callejeras en Stalingrado

Stalingrado se puso en pie de guerra el 19 de julio. Stalin decidió que, por la moral de todo el país, la ciudad que llevaba su nombre debía resistir a cualquier costo. Se formaron milicias locales, muchas de ellas con mujeres entre sus filas, al igual que varias unidades antiaéreas de la ciudad. Cada bloque, cada calle y cada edificio debían defenderse el mayor tiempo posible.

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Los combates fueron a menudo brutales, ya que había que despejar cada metro de escombros, trincheras y alcantarillas.

El 4 de agosto, el ejército del Eje cruzó el río Aksay en dirección a la ciudad. El 19 de agosto, Paulus ordenó el ataque del 6.º Ejército contra Stalingrado. Para el 3 de septiembre, se habían alcanzado los límites exteriores de la ciudad. Entre el 23 y 26 de agosto, 600 aviones del Eje bombardearon Stalingrado de forma repetida e indiscriminada como preparación para este primer asalto terrestre. Las tropas del Eje entraron en la ciudad el 12 de septiembre de 1942. Pulus lanzaría otras dos oleadas de asalto: una el 27 de septiembre y la otra el 14 de octubre. Para minimizar las bajas provocadas por los bombardeos y el fuego de artillería, ordenaron a los soldados soviéticos mantenerse lo más cerca posible de las posiciones del Eje.

Los combates fueron a menudo brutales, ya que había que despejar cada metro de escombros, trincheras, alcantarillas y refugios subterráneos. Los francotiradores de ambos bandos hacían que cualquier movimiento imprudente resultara fatal. Los soviéticos ocultaban tanques a propósito entre los escombros y abrían fuego por sorpresa. Los soldados alemanes describieron este estilo de combate poco convencional como Rattenkrieg o «guerra de las ratas». Mientras los comandantes del Eje luchaban por determinar cómo dirigir a sus hombres en tales condiciones, Chuikov innovó con el uso de grupos de choque de entre 50 y 100 hombres quienes gozaban de absoluta autonomía para decidir cómo enfrentar al enemigo que se encontraran.

Two German Soldiers in Action, Stalingrad, 1942
Dos soldados alemanes en acción, Stalingrado, 1942
Propaganda-Kompanie Geller (Public Domain)

El soldado raso Wilhelm Hoffman, del 6.º Ejército, recogió en su diario la ferocidad de los combates:

11 de septiembre: Nuestro batallón está combatiendo en los suburbios de Stalingrado. Los disparos no cesan. Allá adonde mires, hay fuego y llamas. Cañones y ametralladoras rusas disparan desde la ciudad en llamas… ¡Fanáticos!

16 de septiembre: Nuestro batallón, junto con tanques, está atacando el elevador de grano. El batallón está sufriendo grandes pérdidas. El elevador está ocupado no por hombres, sino por demonios que ni las balas ni las llamas pueden destruir.

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18 de septiembre: Los combates continúan dentro del elevador. Si todos los edificios de Stalingrado están defendidos así, ninguno de nuestros soldados regresará a Alemania.

(Holmes, 285).

Un soldado raso soviético, Anton Bosnik, explicó por qué era tan difícil desalojar los edificios de sus defensores:

Nos replegábamos ocupando edificio tras edificio, convirtiéndolos en fortalezas. Un soldado solo se arrastraba fuera de una posición ocupada cuando el suelo ardía bajo él y su ropa ya estaba humeando.

(ibidem)

German Soldier, Battle of Stalingrad
Soldados alemanes, batalla de Stalingrado
Bundesarchiv, Bild 116-168-618 (CC BY-SA)

Para el 26 de octubre, Hoffman aún seguía combatiendo, pero anotó en su diario: «Los soldados están llamando a Stalingrado la tumba masiva de la Wehrmacht» (ibid). Otro soldado, el teniente Reiner, del 4.º Ejército Panzer, escribió en una carta a su hogar:

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Stalingrado ya no es una ciudad. De día, es una enorme nube de humo cegadora y abrasadora, un vasto horno iluminado por el reflejo de las llamas. Y cuando cae la noche, una de esas noches calurosas, ruidosas y sangrientas, los perros se lanzan al Volga y nadan desesperadamente para alcanzar la otra orilla. Las noches en Stalingrado son un terror para ellos. Los animales huyen de este infierno. La piedra más dura no lo soporta por mucho tiempo. Solo los hombres resisten.

(Holmes, 286)

Cuando las fuerzas del Eje finalmente tenían bajo su control nueve décimos de la ciudad, Hitler realizó un discurso apresurado el 8 de noviembre, en el que declaró que Stalingrado había prácticamente caído. Sin embargo, el Ejército Rojo tenía otros planes, y lanzó una contraofensiva masiva. Los grupos de ejércitos situados al norte y al sur de la ciudad recibieron la orden de atacar el frente ampliado de Stalingrado, abrirse paso mediante dos movimientos de pinza y, luego, rodear audazmente al 6.º Ejército. Durante semanas, el Ejército Rojo había estado concentrando fuerzas: se movía solo de noche, cortó todas las comunicaciones por radio y camuflaba a las masas de tanques e infantería, no para lograr una sorpresa total, pero sí para causar un impacto en el enemigo respecto a la magnitud de la operación.

Soviet Troops, Stalingrad
Tropas soviéticas, Stalingrado
Imperial War Museums (CC BY-NC-SA)

El cerco del 6.º Ejército

Los puntos débiles de las líneas del Eje en el frente de Stalingrado eran el 3.º y el 4.º Ejércitos rumanos, el 8.º Ejército italiano y el 2.º Ejército húngaro. El 19 de noviembre, el teniente general Nikolái Fiódorovich Vatutin (1901-1944) dirigió dos ejércitos de campo y un ejército blindado para atacar al 3.º Ejército rumano, iniciando así la Operación Urano. Antes de que el Ejército Rojo avanzara bajo la nieve que caía, un masivo bombardeo de artillería había golpeado las líneas enemigas. El 20 de noviembre, el 4.º Ejército rumano fue atacado por el 51.º Ejército, liderado por el teniente general Andréi Yeriómenko (1892-1970). Los ejércitos del Eje en los flancos del frente se derrumbaron por completo y, el 23 de noviembre, mientras las pinzas se cerraban cerca de Kalach, el 6.º Ejército quedó rodeado.

Fue entonces cuando Paulus solicitó a Hitler permiso para retirar a sus 250.000 tropas del cerco de Stalingrado. Esta área tenía una extensión de aproximadamente 60 km (37 millas) de este a oeste y 45 km (28 millas) de norte a sur. Hitler se negó a permitir una retirada, como lo hizo en repetidas ocasiones durante la campaña, pero prometió que les enviarían suministros por aire. Hermann Göring (1893-1946), jefe de la Luftwaffe (la fuerza aérea alemana), le aseguró a Hitler que podía entregar 300 toneladas de suministros vitales cada 24 horas. Sin embargo, ya se había demostrado que abastecer al 6.º Ejército por vía aérea era imposible debido a la falta de aviones de transporte adecuados, cobertura de cazas y las malas condiciones meteorológicas. No obstante, Hitler se aferró a la promesa de Göring como un salvavidas desesperado y, en gesto de solidaridad con las penurias de los soldados de Stalingrado, prohibió el consumo de champaña y coñac en su cuartel, al menos durante unas semanas.

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Una gran fuerza de auxilio fue organizada por el mariscal de campo Erich von Manstein (1887-1973), el principal estratega de Hitler. Esta fuerza, comandada en el campo por el general Hermann Hoth (1885-1971), estaba compuesta por tres divisiones panzer y dos divisiones de infantería. El plan, llamado Operación Tormenta de Invierno, consistía en abrir un corredor a través del cerco enemigo alrededor del 6.º Ejército, lo que permitiría a Paulus retirarse. Manstein insistió en que, para que el auxilio fuera efectivo, Paulus debía avanzar hacia el encuentro con Hoth, pero Hitler se negó en redondo y ordenó que el 6.º Ejército no se retirara ni un paso de Stalingrado. La fuerza de socorro de Hoth comenzó su ataque el 12 de diciembre.

Red Army T34 Tanks
Tanques T-34 del Ejército Rojo
RIA Novosti archive, image #1274 / V. Kaushanov (CC BY-SA)

Los soviéticos respondieron a la fuerza de auxilio del Eje que se aproximaba desde el sur atacando al Octavo Ejército italiano el 16 de diciembre. El frente soviético avanzaba ahora tanto hacia el oeste como hacia el sur de Stalingrado. La fuerza de auxilio de Hoth logró acercarse a unos 48 kilómetros (30 millas) del cerco el 19 de diciembre, pero no pudo avanzar más. Si el 6.º Ejército hubiera roto el cerco en ese momento, probablemente habría conseguido unirse con el ejército de Hoth, pero Hitler, aun así, rechazó la idea.

Mientras tanto, el 6.º Ejército de Paulus no estaba recibiendo más que 90 toneladas de suministros diarias por vía aérea, una cantidad totalmente insuficiente frente a las necesidades mínimas estimadas por el propio Paulus, de entre 750 y 800 toneladas al día. Aún peor, para el 28 de diciembre, Manstein se vio obligado a retirar la fuerza de auxilio de Hoth del combate, ya que esta también corría un serio riesgo de ser rodeada. El 6.º Ejército estaba solo.

Para enero de 1943, el cerco de Stalingrado estaba recibiendo una cantidad de provisiones algo mayor por vía aérea, con un promedio de 120 toneladas diarias, pero aun así no era suficiente, lo que hizo que las tropas tuvieran que sobrevivir con raciones mínimas de alimentos. Bernhard Bechler describió así las condiciones bajo la intensa nevada:

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Cuando me acostaba boca abajo y metía las manos bajo el cuello, las tenía llenas de piojos. Y los piojos provocaban tifus… No teníamos nada para comer. Había unos caballos congelados, así que tomamos un hacha, cortamos un poco de carne y la calentamos en una olla solo para tener algo para llevarnos a la noca. Estábamos ahí tirados, sin comida, casi congelados hasta la muerte. Fue espantoso.

(Rees, 182)

Red Army Soldiers
Soldados del Ejército Rojo
Imperial War Museum (CC BY-NC-SA)

El 8 de enero, una delegación de tres oficiales del Ejército Rojo invitó a Paulus a rendirse. Paulus solicitó a Hitler libertad de acción para responder, pero una vez más se le negó la rendición. Hitler creía que cada día que el 6.º Ejército resistiera ayudaría a evitar que las fuerzas del Eje en el sur quedaran aisladas por el avance soviético.

Poco menos de 30.000 heridos fueron evacuados del cerco a los aviones de transporte vacíos. Para los que quedaron, seguir combatiendo ya se había vuelto imposible, como lo describe a continuación Bechler:

Un día, tres soldados del Ejército Rojo se acercaron a nuestra pequeña trinchera. Vivíamos allí, mi ayudante, un joven teniente, y yo. De repente, los soldados venían hacia nosotros. Y ambos pensamos, en un instante: no tenemos munición, este es el final. O nos disparan, o nos toman prisioneros. ¿Qué hacemos? En ese momento vi a mi ayudante sacar una foto del bolsillo de su chaqueta. La miré: era una imagen de su joven esposa con dos niños muy pequeños. La observó por un instante, la hizo pedazos, sacó su pistola, se disparó en la cabeza y murió… Un segundo después, el soldado del Ejército Rojo estaba frente mí. Me apuntó al pecho con su arma, pero no apretó el gatillo. Y fue en ese momento, cuando supe que no iba a dispararme, que comenzó mi segunda vida.

(Rees, 184)

EL 10 de enero, tras un intenso bombardeo de artillería, un ejército soviético comandado por el teniente general Konstantín Rokossovsky (1896-1968) rompió el cerco y avanzó hasta la mitad del perímetro durante la semana siguiente. Paulus contaba ahora con un solo aeródromo operativo y él mismo se refugiaba en el sótano de unos grandes almacenes bombardeados. El 24 de enero, otra delegación soviética le ofreció a Paulus la oportunidad de rendirse. Una vez más, el general cercado solicitó autorización a Hitler. El Führer respondió con el siguiente mensaje:

Rendirse está prohibido. El 6.º Ejército mantendrá sus posiciones hasta el último hombre y la última bala y, gracias a su heroica resistencia, hará una contribución inolvidable al establecimiento de un frente defensivo y la salvación del mundo occidental.

(Shirer, 930)

Friedrich Paulus
Friedrich Paulus
Johannes Hähle (Public Domain)

Ahora, solo quedaban dos focos de resistencia efectiva, ambos muy reducidos. El 30 de enero, Hitler eligió ese momento para ascender a Paulus a mariscal de campo, una acción que muchos historiadores interpretan como una clara insinuación para que se suicidara. Las creencias del comandante se lo impedían, como le dijo al comandante de batallón Gerhard Hindenlang ese mismo día: «Hindenlang, soy cristiano. Me rehúso a cometer suicidio» (Rees, 185). El 31 de enero, Paulus se rindió en el sector donde se encontraba, pero no ordenó al segundo foco de resistencia hacer lo mismo. Hitler envió órdenes para ese foco: cada hombre debía luchar hasta la muerte. El 2 de febrero, el Ejército tomó finalmente ese último foco.

Un mariscal de campo se había rendido por primera vez en la historia del ejército alemán. El 6.º Ejército perdió alrededor de 275.000 hombres en Stalingrado: 150.000 murieron y 91.000 fueron hechos prisioneros de guerra (de los cuales 20.000 estaban heridos). Entre los prisioneros se encontraban 24 generales. Paulus fue criticado por no desobedecer las órdenes de Hitler, como sí lo hicieron otros comandantes en circunstancias similares. Así lo señaló el historiadosrM. M. Boatner: «Un general más severo, decidido y experimentado podría haber rescatado algo de esta campaña» (417). Los ejércitos del Eje que no eran alemanes también sufrieron pérdidas enormes: Italia perdió 110.000 hombres (entre muertos y heridos), Hungría 143.000 y Rumania 160.000. Ninguno de estos países podía reponer semejantes bajas. Por su parte, la victoria soviética tuvo un costo altísimo: dos millones de civiles murieron en Stalingrado por hambre o por fuego enemigo (Rees, 177).

Secuelas

Hitler le anunció la derrota al pueblo alemán por medio de la radio el 3 de febrero, en un comunicado que concluyó con la interpretación del segundo movimiento de la Quinta Sinfonía de Ludwig van Beethoven (1770-1827). Como muestra de respeto por los caídos, Hitler declaró cuatro días de luto nacional, durante los cuales se cerraron todos los teatros y cines.

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Salute to the Red Army
Saludo hacia el Ejército Rojo
Imperial War Museum (CC BY-NC)

La prolongada derrota en Stalingrado permitió al grupo de ejércitos A del Eje retirarse del sur y evitar un destino similar al del 6.º Ejército. Ciertamente, Hitler pudo continuar la guerra, pero la derrota en Stalingrado demostró que jamás podría ganar una guerra de desgaste contra la URSS, cuya capacidad de producción industrial y de reemplazo de bajas en el frente era muy superior. La derrota tuvo un fuerte impacto psicológico, como señala el historiador J. Dimbleby: «Fue una catástrofe para el Tercer Reich, un golpe demoledor para su ya endeble moral» (498). Para la URSS, la defensa exitosa de Stalingrado fue uno de los momentos culminantes de la guerra. La ciudad fue destruida durante la batalla, pero fue reconstruida y oficialmente reconocida con el estatus de «Ciudad Héroe».

La Segunda Guerra Mundial en Europa culminó con la caída de Berlín en mayo de 1945. El mariscal de campo Paulus dio su testimonio en los juicios de Núremberg tras la guerra y fue liberado de su cautiverio soviético en 1953. Paulus tuvo un destino más favorable que la mayoría de sus compatriotas. De los 91.000 hombres enviados a campos de prisioneros soviéticos tras la rendición en Stalingrado, solo alrededor de 5.000 lograron regresar a sus hogares.

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Sobre el traductor

Bruno Castillo
Licenciado en traducción inglés-español, aficionado de la historia, la astronomía e interesado en libros de ciencia ficción y fantasía. Actualmente se encuentra desarrollando sus habilidades como traductor y buscando nuevas oportunidades.

Sobre el autor

Mark Cartwright
Mark es un autor, investigador, historiador y editor a tiempo completo. Se interesa, en especial, por el arte y la arquitectura, así como por descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en filosofía política y es el director de publicaciones de World History Encyclopedia.

Cita este trabajo

Estilo APA

Cartwright, M. (2025, abril 11). Batalla de Stalingrado [Battle of Stalingrad]. (B. Castillo, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-2696/batalla-de-stalingrado/

Estilo Chicago

Cartwright, Mark. "Batalla de Stalingrado." Traducido por Bruno Castillo. World History Encyclopedia. Última modificación abril 11, 2025. https://www.worldhistory.org/trans/es/2-2696/batalla-de-stalingrado/.

Estilo MLA

Cartwright, Mark. "Batalla de Stalingrado." Traducido por Bruno Castillo. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 11 abr 2025, https://www.worldhistory.org/article/2696/battle-of-stalingrad/. Web. 31 jul 2025.

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