El martirologio, género exclusivo de la literatura cristiana, apareció a partir del siglo II d.C. Los martirologios narran los sufrimientos y ordalías de los mártires cristianos, así como los detalles de sus juicios y ejecuciones. Todas estas obras tienen en común la reafirmación de la invariable virginidad de los mártires desde la cuna hasta la tumba, y su indemnidad frente a la contaminación mundana engendrada por el acto sexual, la procreación, y el pecado de lujuria.
San Agustín ordenado Obispo
Fr Lawrence Lew, O.P. (CC BY-NC-ND)
El concepto de martirio
A finales del siglo I, durante el reinado del emperador Domiciano (reinó 81-96), la respuesta oficial de Roma a la expansión del cristianismo incluyó la persecución. A los cristianos se les acusaba del delito de ateísmo, incredulidad, y rechazo a participar en los cultos estatales del Imperio romano. Se interpretaba que la no concurrencia a las celebraciones encolerizaba a los dioses y colocaba en peligro a todos. Ser ateo significaba no desear la prosperidad del Imperio, imputación que equivalía a traición, castigada siempre y de manera ubicua con la aplicación de la pena de muerte. De ahí la sentencia «los cristianos, a los leones…».
EL MARTIRIO SE CONVIRTIÓ EN el sacrificio DE ofrecer LA VIDA por LAS CONVICCIONES RELIGIOSAS PERSONALES.
La respuesta cristiana a la persecución consistió en la adopción del concepto de martirio presente en las historias de las persecuciones de judíos efectuadas durante la ocupación griega, y en la subsiguiente Revuelta de los macabeos contra el dominio helénico de 167 a.C. El término «mártir» significaba «testigo», en el sentido de prestar testimonio ante los tribunales y de «atestiguar la verdad». El martirio se convirtió en sacrificio, en el ofrecimiento de la vida en nombre de las convicciones religiosas personales. La recompensa consistía en que tras la muerte, se resucitaba en los cielos.
Los libros de los macabeos utilizaban conceptos expuestos con anterioridad en los escritos de los profetas judíos. La conquista asiria del Reino de Israel en el 722 a.C., y la posterior ocupación y destrucción del primer Templo de Jerusalén en el 587 a.C. por los babilonios generaron una crisis teológica. Se hacía necesario responder preguntas difíciles: ¿Eran más poderosos los dioses de los asirios y de los babilonios que el dios de Israel? ¿Por qué había permitido Dios que ocurrieran estos acontecimientos?
Según afirmaban los profetas, el Dios de Israel era el más poderoso de todos los dioses, pero utilizaba a otras naciones para castigar a Israel por sus continuadas caídas en la idolatría y en la adoración a otras divinidades. Se consideraba, aunque de manera polémica, que la idolatría conducía a la inmoralidad sexual de los no judíos o gentiles, más adelante designados como paganos por el cristianismo. En la literatura macabea se resalta la equivalencia entre la opresión política y la inmoralidad sexual: «Porque el templo era teatro de libertinaje y orgías de los gentiles, que se solazaban allí con las meretrices y en los atrios sagrados tenían comercio con las mujeres, llenándolo todo de inmundicias». (2 Macabeos 6:4). Los judíos elaboraron «listados de vicios» referidos a los estilos de vida de los gentiles. Las epístolas del apóstol Pablo a los gentiles contenían las mismas polémicas listas de vicios dirigidas contra la cultura dominante del Imperio romano.
Los padres de la Iglesia
La mayor parte de la literatura sobre la separación de la religión cristiana del judaísmo, procede de las obras de un grupo de hombres que vivieron entre los siglos I y IV, en retrospectiva denominados Padres de la Iglesia. Con la evolución e institucionalización del cristianismo se concluyó que estos escritores eran expertos en los temas que interpretaban. Sus exposiciones ofrecieron respuestas a las críticas lanzadas por la cultura dominante contra el cristianismo primitivo, y a los aspectos debatidos por las distintas comunidades cristianas. Esta literatura contribuyó a conformar lo que en el transcurso del tiempo se convertiría en dogma cristiano, o enseñanzas y creencias oficiales de la Iglesia.
En este período la mayoría de los cristianos eran paganos conversos que no adoptaban las señales de identidad del judaísmo relativas a la circuncisión y a las leyes alimentarias. Sin embargo, se adherían a los elementos básicos del judaísmo, lo cual sustentaban con el argumento de que el cristianismo había satisfecho las predicciones de los profetas de Israel acerca de la venida de una figura mesiánica: Jesús de Nazaret. Las contribuciones más importantes provinieron de los escritos de Justino Mártir (100-165), Ireneo de Lyon (alrededor del 130 al 202), Clemente de Alejandría (alrededor del 150 al 215), y Tertuliano (155-220).
Justino Mártir
Theophanes the Cretan (Public Domain)
Durante esta época se formó la jerarquía eclesiástica mediante la elección de obispos o «supervisores», y diáconos, que asumieron la función de administrar las comunidades. 1 & 2 Timoteo y Tito, cartas conocidas como Pastorales, establecen las reglas para la elección de obispos, las cuales incorporaron las costumbres de la sociedad y de la familia romanas:
Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea. Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?); no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo. (1 Timoteo 3:1-7)
Un obispo casado promovía la adherencia a la tesis cristiana de que el matrimonio consumaba antiguos conceptos religiosos que establecían el deber del hombre como cabeza de familia de procrear y producir descendencia por el bien de la comunidad.
En teoría, los integrantes de las comunidades formadas por distintas identidades étnicas, antiguos judíos, paganos y cristianos, eran iguales debido a que todos recibían la salvación; en consecuencia, resultaba discutible que un obispo ejerciera mayor autoridad sobre los demás miembros del grupo. Los líderes cristianos adoptaron los conceptos de celibato y castidad. El celibato significaba no celebrar contrato legal de matrimonio, y la castidad, no participar en relaciones sexuales. Esta forma de vivir elevaba a los obispos por encima de las masas, y les proporcionaba una aureola de santidad a sus personas. Un ritual creado por los cristianos fue el de la penitencia, en relación al cual los obispos podían otorgar perdón, respaldados por el poder que se les había conferido para absolver los pecados cometidos en la tierra. De estas ideas surge la interpretación cristiana de la sexualidad humana como pecado: la única razón por la que se toleraban las relaciones sexuales era por su valor procreador.
los obispos no tenían que morir en la arena para ser mártires. su sacrifico consistía en renunciar a las convenciones normales del matrimonio y la procreación.
De manera simultánea, surge el concepto de mártir viviente. En otras palabras, los obispos no tenían que morir en la arena para ser mártires. Su sacrificio consistía en renunciar a las convenciones normales del matrimonio y la procreación, y en consagrarse a Dios y a la comunidad. A cambio recibían la recompensa de la existencia en el cielo después de la muerte.
Los cristianos introdujeron de modo retroactivo en las leyendas y martirologios los conceptos de celibato y castidad, para denotar que los discípulos originales de Jesús y los primeros fieles ya los practicaban. La virginidad en el mundo antiguo no era más que un simple indicativo de la juventud previa a la pubertad; la definición de virginidad no tenía connotaciones teológicas. Sin embargo, la renuncia a un comportamiento sexual normal se convirtió en el ideal teológico de la existencia cristiana.
Aparte de los evangelios, se cuenta con muy poca información contemporánea acerca de los primeros discípulos de Jesús. Los cuatro evangelios canónicos no se atribuyeron a autor alguno hasta mediados del siglo II. Fue entonces que Marcos, Mateo, Lucas y Juan recibieron sus nombres, con argumentos que proporcionaban información sobre la proveniencia de su escritura.
La palabra «discípulo» significaba estudiante, o seguidor. Los Hechos de los apóstoles, atribuidos a un escritor conocido por el nombre de Lucas, describían la forma en que los discípulos partieron de Jerusalén hacia las ciudades orientales del Imperio a realizar sus misiones. En la actualidad se designa a estos enviados con el término «apóstoles», equivalente a heraldos, con el significado de alguien que transmite un mensaje. Los apóstoles, los primeros misioneros cristianos, portaban el mensaje de la «buena nueva»: la inminencia de la llegada del Reino de Dios en la tierra.
Los doce apóstoles del cristianismo
Simeon Netchev (CC BY-NC-ND)
Entonces, como ahora, existía interés en las vidas de los discípulos, en particular sobre lo que les había ocurrido después del ascenso de Jesús a los cielos. A partir del siglo II y en los siguientes años, proliferaron escritos apócrifos, es decir, textos que al final no fueron incluidos en el canon del Nuevo Testamento, y narraciones de las actividades u obras de los apóstoles. Todos compartían dos temas importantes: que los primeros apóstoles eran célibes y castos, y que todos habían muerto como mártires.
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Hechos de Tomás
Uno de los discípulos originales, Tomás, viajó desde Jerusalén hasta la lejana India. Los cristianos indios reconocen a Tomás como fundador de su feligresía; su tumba se encuentra en el estado indio de Goa. En su recorrido viajó por todos los imperios de Oriente Medio, donde convirtió a las gentes que encontraba. Los temas principales que se mencionan en sus historias destacan el celibato y la castidad.
Uno de los relatos típicos de Tomás lo presenta como invitado de un rey o magistrado local a una boda. Tomás llama aparte a la pareja y los convence de no consumar su matrimonio esa noche. En todos los lugares visitados por Tomás se pronuncian largos discursos acerca del celibato y la castidad. Una escena describe a Jesús sentado en el tálamo nupcial de los novios, donde enumera en detalle los actos contaminantes relacionados con el sexo y los riesgos del parto. El relato concluye con el martirio de Tomás en la India, atravesado por lanzas por haber evangelizado a las esposas de los reyes, quienes abrazaron entonces la castidad.
Hechos de Pedro
Los Hechos de Pedro constituyen uno de los relatos más largos y pormenorizados de las historias que se han conservado. Aunque parte de la información sobre el apóstol se obtuvo de los evangelios y de Hechos, permanecen desconocidas otras posibles fuentes. El primer milagro descrito por Marcos tuvo lugar en la sinagoga de Cafarnaún, desde donde más tarde Jesús y sus discípulos se retiran a la casa de Pedro. Se narra que Jesús sana a la suegra de Pedro que se encontraba enferma, quien de inmediato se levanta y les cocina. Las misivas o cartas de Pablo constituyen la primera evidencia de que algunos discípulos tenían esposas. En 1 Corintios 9, Pablo afirma que su autoridad debía ser tanta como la de los primeros discípulos, quienes al parecer recibían apoyo de las comunidades: «¿No soy apóstol? ¿No soy libre? … ¿Acaso no tenemos derecho de comer y beber? ¿No tenemos derecho de traer con nosotros una hermana por mujer como también los otros apóstoles, y los hermanos del Señor, y Cefas?». A partir de este punto no se producen más menciones de las esposas de los apóstoles.
En el siglo II se describe a Pedro como viudo y célibe. También se conoce que tenía una hija de su primer matrimonio que viajaba con él a todas partes y lo apoyaba en su misión. Sin embargo, al alcanzar la joven la pubertad, muchos hombres se acercaban a Pedro para pedir su mano en matrimonio. Pedro se debatía respecto a qué hacer y le rogó a Dios o a Jesús que le indicara el camino a tomar. Entonces sucedió que su hija fue alcanzada por un rayo y quedó impedida de por vida. Se interpretó que el suceso había sido un milagro divino, y ningún hombre la pretendió después de lo ocurrido. Con esto, la hija, aún virgen, quedaba en libertad de continuar apoyando la obra de su padre. Su nombre, Petronila, solo aparece en relatos posteriores, donde se afirma que su tumba se encontraba en Roma. Pedro murió mártir durante la supuesta persecución desatada por Nerón tras el incendio de Roma en al año 64.
Novela romántica griega
Los autores de las historias de los apóstoles utilizaron un género popular de narración: la novela romántica griega. El estilo resulta familiar porque los escritores cristianos no fueron los únicos en emplearlo, sino que se replicó a lo largo de siglos en cuentos de hadas, comedias románticas, radionovelas, telenovelas y versiones cinematográficas, conocidas con el calificativo general de comedia romántica. Todas se ajustan al mismo patrón:
Un joven conoce a una chica y se enamoran. En ocasiones pertenecen a distintas clases sociales, y en otras, por distintas razones, los padres se oponen a su enlace y se les separa.
La joven resulta víctima de un secuestro por parte de piratas, o cae bajo el dominio de un malvado villano.
El joven se lanza a rescatarla.
El muchacho siempre cuenta con un fiel amigo, compañero de aventuras, que aporta un toque cómico a la historia.
Ambos viven aventuras que por lo general incluyen uno o dos naufragios, mientras la joven se ve amenazada de violación o de intento de violación, pero su virginidad permanece intacta. A menudo se presenta un magistrado u oficial de alto rango que se enamora de la doncella e intenta obligarla a casarse.
A veces los dioses intervienen para salvarlos en sus aventuras.
Al final se reencuentran, se casan, y viven felices para siempre.
Los Hechos de los apóstoles utilizaron todos estos elementos de las comedias románticas, pero con varios giros cristianos. En lugar de enfrentarse a piratas, los cristianos sufren y son hostigados por las autoridades del gobierno por causa de su fe. El toque cómico se manifiesta en la desordenada confusión de los perseguidores en sus intentos de ejecutar a los mártires. Cuando se intenta quemar a los seguidores de Cristo en la hoguera, siempre aparecen vientos divinos que apagan los fuegos. En los juegos de venatio, cacerías de animales salvajes, los animales rechazan comérselos. Con frecuencia, el mártir debe tomar la iniciativa de suicidarse en acto postrero de devoción.
La Dirce cristiana
Franciszek Stolot (CC BY-SA)
Hacia el siglo II se creía que si alguien poseía el espíritu de Dios, no podía llevar una vida normal, lo cual significaba no tener relaciones sexuales. En lugar del típico «vivieron felices para siempre» con que concluye el reencuentro de los amantes, la felicidad definitiva consiste en la recompensa de subir al cielo después de la muerte, por haber realizado el milagro de convertir paganos al cristianismo.
En épocas posteriores los martirologios destacaron la virginidad de famosas mujeres mártires. Estos relatos se ajustaban a un patrón similar al descrito. Las condiciones que enfrentaban las prisioneras eran terribles: calabozos húmedos, oscuros y plagados de ratas. Las condiciones de escasez o carencia de alimentos en que se desenvolvía la vida de las futuras mártires, así como la alteración de su estado emocional generado por la tortura y la cercanía de la muerte, a menudo se combinaban para producir visiones.
Las historias de Ágata, o Águeda, de Sicilia (231-251), Inés (291-304), y Catalina de Alejandría (287-305) constituyen tres ejemplos de importancia. Ágata e Inés manifestaban tener visiones y haber recibido visitas de María, la madre de Jesús, y de su hijo. En los relatos siempre aparecía un miembro de la nobleza que afirmaba estar enamorado de estas mujeres, pero todas rechazaron los intentos de seducción o matrimonio.
Santa Catalina, por Fernando Yáñez de la Almedina
Fernando Yáñez de la Almedina / Museo del Prado (Copyright, fair use)
Las leyes romanas prohibían la ejecución de vírgenes, razón por la que primero las doncellas condenadas debían ser violadas en sus celdas. Un recurso común empleado en estas historias era enviar a las acusadas a un burdel donde eran torturadas y forzadas. A Ágata le cortaron los senos, lo cual simboliza el rechazo a la sexualidad y la maternidad. Sin embargo, con frecuencia se producían milagros: los hombres que intentaron violar a Inés, quedaron cegados de inmediato.
De joven, Catalina de Alejandría afirmaba haber tenido una visión de María y del niño Jesús, quienes le habían colocado un anilloen el dedo, con lo que se comprometía a un matrimonio místico con Cristo y a rechazar el desposorio tradicional. Cuando el emperador Majencio le permitió a Catalina abogar contra las persecuciones de los cristianos, convocó a filósofos y oradores a debatir la cuestión y la discusión concluyó con la conversión al cristianismo de todos los sabios. Catalina fue sentenciada a ser atada a un artefacto de tortura, una rueda para quebrar huesos, pero el aparato se averió. En la actualidad se aplica el nombre de «ruedas de Catalina» a las exhibiciones de fuegos artificiales giratorios empleados en las fiestas urbanas.
De los concilios al derecho canónico
Aunque prohibido en el siglo II, se hizo aparente que muchos obispos continuaban desposándose, tomaban amantes, y tenían descendencia. Se necesitarían varios siglos y numerosas reuniones conciliares para incorporar de manera definitiva en el derecho canónico el celibato de la clerecía católica. Una de las primeras referencias es la del Concilio de Elvira, España, celebrado en el 306.
Plugo prohibir totalmente a los obispos, presbíteros y diáconos o a todos los clérigos puestos en ministerio, que se abstengan de sus cónyuges y no engendren hijos y quienquiera lo hiciere, sea apartado del honor de la clerecía. (Canon 33)
El emperador Justiniano I, que reinó entre el 527 y el 565, declaró que cualquier matrimonio de ese tipo sería nulo y sin efectos y que la descendencia resultante sería ilegítima.
El Primer Concilio de Letrán, celebrado en 1123, prohibió toda relación de sacerdotes, diáconos y monjes con concubinas, segundas esposas reconocidas por la ley, o con mujeres no emparentadas. Durante el período medieval surgieron escándalos ocasionados por clérigos que se casaban con mujeres y por el nombramiento de hijos ilegítimos al clero. El papa Borgia Alejandro VI, cuyo papado abarcó el período de 1492 hasta 1503, nombró cardenal a su hijo ilegítimo, César Borgia. El celibato clerical solo pasó a canonizarse por la Iglesia católica en 1917, bajo el papa Benedicto XV.
Interesado en el estudio de las migraciones, costumbres, las artes y religiones de distintas culturas; descubrimientos geográficos y científicos. Vive en La Habana. En la actualidad traduce y edita libros y artículos para la web.
Rebecca I. Denova, Ph D. es catedrática emérita de Cristianismo Primitivo en el Departamento de Estudios Religiosos de la Universidad de Pittsburgh. En julio de 2021 se publicó su libro de texto titulado «The Origins of Christianity and the New Testament» (Wiley-Blackwell).
Denova, Rebecca. "Mártires célibes del cristianismo."
Traducido por Waldo Reboredo Arroyo. World History Encyclopedia. Última modificación abril 02, 2025.
https://www.worldhistory.org/trans/es/2-2682/martires-celibes-del-cristianismo/.
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Denova, Rebecca. "Mártires célibes del cristianismo."
Traducido por Waldo Reboredo Arroyo. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 02 abr 2025, https://www.worldhistory.org/article/2682/christian-celibate-martyrs/. Web. 24 jun 2025.
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Escrito por Rebecca Denova, publicado el 02 abril 2025. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.