El arte funerario megalítico de San Agustín

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Benjamin Oswald
por , traducido por Miriam López
Publicado el 21 agosto 2019
Disponible en otros idiomas: inglés, francés
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Hace aproximadamente 2.000 años, en un tramo escarpado del suroeste de Colombia, donde los Andes se dividen en múltiples cordilleras y nace el caudaloso río Magdalena, un pueblo creó una colección de magníficos monumentos rituales y funerarios que forman algunos de los artefactos prehispánicos más fascinantes de Sudamérica. Estos yacimientos funerarion se distribuyen por una región de unos 100 kilómetros de diámetro con volcanes activos, picos nevados y profundos valles, y alcanzan su mayor densidad y grandeza en los actuales municipios de San Agustín e Isnos.

Funerary Statues at Mesita B
Estatuas funerarias en la Mesita B
Benjamin Oswald (CC BY-NC-SA)

Estos complejos monumentales contenían entierros individuales de personas importantes en de tumbas de losa de piedra cubiertas por enormes montículos de tierra artificiales. Lo más sorprendente es que en el interior y en las proximidades de muchas de las tumbas se colocaron intrincadas estatuas megalíticas que combinan características humanas y animales muy estilizadas para evocar la presencia de seres surrealistas, casi alucinatorios.

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Estos lugares de enterramiento formaban los centros de cacicazgos a pequeña escala y compartían motivos y estilos escultóricos, que ahora se denominan colectivamente "estilo San Agustín", dado que el municipio alberga algunas de las concentraciones de monumentos más elaboradas que se han desenterrado. Aunque los objetos proporcionan información sobre las características de estas sociedades ideológicamente avanzadas, sin un registro escrito y con el abandono de los yacimientos de la región antes de la llegada de los españoles en el siglo XVI, los orígenes y las motivaciones de estas obras han permanecido rodeados de misterio.

Sociedades en montículos

Los pueblos de esta región, conocida como el Valle Superior del Río Magdalena, establecieron la agricultura, la ocupación sedentaria y el inicio de sociedades complejas a finales del primer milenio a.C., lo que los convierte en una de las primeras sociedades prehispánicas. Durante esta época aparecieron cabañas y terrazas en las cimas de las colinas, lugares ideales para la agricultura de subsistencia dada la alta humedad de la zona, el fértil suelo volcánico y la duración del día tropical. Los hogares eran pequeños y autosuficientes, compuestos por núcleos familiares que enterraban a sus muertos con ofrendas sencillas en tumbas excavadas cerca de las casas. Estas granjas individuales estaban muy dispersas por toda la región, aunque en algunas zonas los hogares empezaron a agruparse quizás para mejorar la productividad agrícola, formando centros para los primeros cacicazgos. A principios de nuestra era, las poblaciones de estos centros demográficos iniciales comenzaron a aumentar, junto con la habilidad en la formación de herramientas líticas, la producción de cerámica y adornos de oro.

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A principios de nuestra era, comenzaron a construirse montículos funerarios monumentales con esculturas megalíticas, probablemente por parte de jefes u otros miembros de la élite de la sociedad.

Fue durante esta época, a partir del año 1 d.C., cuando las costumbres funerarias experimentaron un cambio drástico y de gran intensidad de trabajo. Además de las tumbas superficiales y de pozo preexistentes, se empezaron a construir montículos funerarios monumentales con esculturas megalíticas, probablemente por encargo de los jefes u otros miembros de la élite de la sociedad para aumentar su prestigio y poder espiritual. Estas estructuras, construidas en cimas de colinas aplanadas artificialmente cerca de los primeros centros domésticos y conectadas a veces por rampas de tierra conservados con muros de piedra, contenían una o más tumbas individuales. El cuerpo se colocaba en un sarcófago de madera o de piedra antes de ser rodeado por una cámara funeraria similar a un dolmen, hecha con grandes losas de piedra verticales que sostenían losas horizontales por encima para formar un corredor. Se añadían estatuas de seres sobrenaturales talladas en piedra, a veces formando parte de la propia tumba, pero más comúnmente como figuras independientes a la entrada del corredor o en las proximidades, como si se tratara de una protección. A continuación, se añadía tierra sobre este conjunto para formar un montículo de hasta 30 metros de diámetro y 4 metros de altura.

Slab Tomb, Meseta A
Tumba de losas, Meseta A
Benjamin Oswald (CC BY-NC-SA)

En algunos casos, se colocaban estatuas fuera del montículo, posiblemente para ahuyentar a los posibles ladrones de tumbas. Sin embargo, dado el tamaño inusualmente grande de estas figuras (algunas alcanzan los seis metros de altura) y la centralidad y apertura del área alrededor de estos complejos, es probable que formaran centros ceremoniales durante el momento álgido de estas jefaturas. Estas ceremonias comunales, centradas en monumentos que vinculan a los ancestros de la élite con entidades míticas, habrían reforzado una jerarquía social basada en el prestigio de estos individuos de alto rango o, más ampliamente, en la ideología religiosa, en contraposición a la riqueza material, dado que se han descubierto relativamente pocos objetos de valor que daten de este periodo dentro de las casas o como ajuar funerario. La importancia social y política de estos monumentos funerarios se ve acentuada por los hallazgos de un conjunto de antiguos núcleos de población en San Agustín denominado Las Mesitas. Allí, algunos de los montículos más impresionantes están estrechamente agrupados con una alta densidad de yacimientos residenciales que contienen artefactos que indican que pertenecieron a familias de mayor estatus social, decoraciones y ornamentos cerámicos poco comunes, y mayor proporción de recipientes para servir y cocinar en relación con los yacimientos de la periferia.

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Seres míticos

Se han identificado más de 500 estatuas megalíticas creadas durante esta época y asociadas a yacimientos ceremoniales y funerarios en todo el valle del Alto Magdalena, lo que convierte a este conjunto prehispánico en el más extenso de Sudamérica. Estas figuras están esculpidas en roca volcánica blanda con herramientas de roca más dura, y antes de ser pulidas y finalmente pintadas con vivos adoptan muchas formas. Algunas se tallaron en bulto redondo y se mantienen libres, mientras que otras se tallaron en relieve en losas o columnas y a veces forman parte de la estructura de una tumba. Abarcan un amplio espectro, desde lo realista a lo abstracto y desde lo antropomórfico a lo zoomórfico, con animales como jaguares, monos, aves rapaces, serpientes, peces, ranas y cocodrilos. La mayoría son humanoides con rasgos felinos o simiescos, y suelen mostrar dientes con colmillos que a veces van acompañados de un hocico sobresaliente, grandes orificios nasales abiertos hacia el exterior u ojos en forma de almendra.

Mesita B near San Agustín
Mesita B cerca de San Agustín
Benjamin Oswald (CC BY-NC-SA)

Esta transformación aparentemente parcial del ser humano en bestia, combinada con rostros de gran tamaño y espectacularmente expresivos y cuerpos relativamente reducidos (algunos no tienen cuerpo), hace que contemplar a estos seres de piedra sea una experiencia surrealista y de otro mundo. Las figuras son casi simétricas, con los lados rectos y los hombros encorvados, de pie o sentadas en una postura rígida de frente, con los brazos y las piernas delgados y pegados al cuerpo, y las manos a menudo juntas en el centro del cuerpo. Aparte de estas amplias similitudes, cada personaje adquiere una personalidad propia y a menudo peculiar. Algunos tienen la expresión feroz de un guerrero y llevan uno o varios garrotes; otros tienen ojos y bocas saltones que hacen muecas y sonríen al espectador; otros son más solemnes, con el gran tocado, el collar, los brazaletes y el cinturón de un dignatario; otros tienen las mejillas hinchadas, signo de masticar coca, o el vientre hinchado, signo de fertilidad; y otros sostienen pequeños animales, bebés humanos u objetos diferentes con connotaciones ceremoniales. Muchas estatuas incluyen además lo que se denomina una forma de "alter ego", una segunda figura animal sobre la cabeza de la humanizada, posiblemente representando el uso de una piel de jaguar.

El Doble Yo Funerary Statue, Alto de Las Piedras
Estatua funeraria de El Doble Yo, Alto de las Piedras
Benjamin Oswald (CC BY-NC-SA)

Algunas de las esculturas más notables incluyen una conocida como El Partero, o "la partera", una estatua alta con dos figuras verticalmente opuestas apareadas en la cintura, la superior colgando en sus manos un niño humano recién nacido. La segunda, conocida como El Doble Yo, tiene la forma de una estatua antropozoomorfa que combina una figura inferior con una combinación uniforme de rasgos humanos y felinos y una forma superior más animal que humana, con una criatura parecida a un cocodrilo que cuelga de la espalda de ambas figuras. Las esculturas de cocodrilos también están presentes en forma naturalista en varias tumbas, una anomalía ya que ni los cocodrilos ni los caimanes son nativos de la región. Dado que las depresiones del paisaje montañoso habrían permitido la comunicación con el noroeste de la selva amazónica y las tierras bajas del norte de Colombia, donde residen estos animales, estas estatuas son una posible evidencia de contacto cultural o de redes de comercio entre los jefes de la región del Alto Magdalena y pueblos lejanos.

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El Partero Funerary Statue, Mesita B
Estatua funeraria El Partero, Mesita B
MegavasCol (CC BY-SA)

En la mitología y el simbolismo de los pueblos indígenas contemporáneos se pueden encontrar pistas sobre las inspiraciones conceptuales de los escultores. Los felinos son ampliamente conocidos por su fuerza y destreza como depredadores superiores, y los jaguares que se fusionan con los humanos o los dominan es un tema presente en las historias de origen de muchas tribus colombianas, algunas de ellas en las proximidades del Valle del Alto Magdalena. Se cree que los temas chamánicos de la transformación de los seres humanos en animales, la capacidad de emprender el vuelo, potencialmente representada por los tocados de aves, y la invocación de un espíritu animal protector, potencialmente representado por formas de alter ego, forman parte de las actividades rituales de los pueblos indígenas de todo el norte de Sudamérica. Para dar credibilidad a las teorías de intercambio cultural, otra posible fuente temática proviene de la civilización olmeca, que floreció en Mesoamérica a partir del año 1200 a.C., cuya estatuaria también se caracteriza por sus grandes y expresivos rostros y en la que también se destaca el motivo de transformación humano-jaguar.

Funerary Statue, Mesita C
Estatua funeraria, Mesita C
Benjamin Oswald (CC BY-NC-SA)

No todas las tallas del estilo San Agustín adoptan la forma de esculturas independientes con asociaciones funerarias: en varios sitios remotos se pueden encontrar figuras talladas in situ en formaciones rocosas volcánicas. El más notable de ellos es La Chaquira, un conjunto de figuras humanas y animales que aparecen en posturas que posiblemente representan el culto y están talladas en rocas con vistas a un espectacular paisaje de valle por el que pasa el río Magdalena, 200 metros más abajo. En otro sitio distintivo y probablemente ceremonial, denominado La Fuente de Lavapatas, los escultores modificaron el lecho de un arroyo para formar nuevos y complejos canales y estanques de agua, junto con tallas de figuras de anfibios y reptiles en su mayoría.

La Chaquira Ceremonial Site
Yacimiento ceremonial de La Chaquira
Benjamin Oswald (CC BY-NC-SA)

Un cambio de rumbo

Aproximadamente hacia el año 900 d.C., las costumbres mortuorias volvieron a cambiar misteriosamente: la construcción de túmulos funerarios con estatuas cesó, y los pueblos importantes fueron enterrados en tumbas de pozo cerca de las casas como antes, aunque con mayor número de cerámicas y otros objetos de riqueza como ofrendas. A medida que la población seguía aumentando, aparecieron casas más grandes y se intensificó la agricultura mediante la creación de complejos sistemas de drenaje. En conjunto, estos cambios representan un papel cada vez más importante de los factores económicos sobre los ideológicos como base del poder político. Junto con un estilo distinto de la cerámica, se abre la posibilidad de que las jefaturas escultóricas que ocupaban la región antes del año 900 fueran desplazadas o sustituidas por un nuevo conjunto de pueblos con habilidades y creencias diferentes. Después de varios siglos, y posiblemente en el siglo XIV, las evidencias sugieren que estos sitios fueron abandonados, dejando que la exuberante vegetación de la selva los engullera.

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Megalithic Funerary Statue at Mesita B
Estatua funeraria megalítica en la Mesita B
Benjamin Oswald (CC BY-NC-SA)

El paso del tiempo

Resulta extraordinario que los pueblos del Alto Magdalena no solo formaron sociedades complejas políticamente centralizadas en la antigüedad a pesar de lo aislante terreno y la distante distribución de la población, sino que también tuvieron los recursos y la capacidad de organización necesarios para crear una profunda arquitectura monumental que expresara y reforzara su visión del mundo. También es notable lo bien que estos complejos han resistido el paso de los siglos: las tumbas que se han excavado horizontalmente revelan sarcófagos, losas y estatuas con rasgos intrincados y fácilmente discernibles. Incluso se conservan pinturas minerales multicolores en muchas superficies interiores de las tumbas decoradas con motivos geométricos, y en unas cuantas estatuas bien protegidas de los elementos.

Funerary Statue, El Purutal
Estatua funerarua, El Purutal
Karolynaroca (CC BY-SA)

La existencia de las ruinas monumentales, conocida sólo por los lugareños y un pequeño número de viajeros, incluso después de que los españoles llegaran a la región en el siglo XVI, no llegó a ser de dominio público hasta las primeras excavaciones arqueológicas de las primeras décadas del siglo XX. Sin embargo, antes de ese momento se habían producido numerosos saqueos. Los ladrones de tumbas alteraron irremediablemente el contexto arqueológico, retirando y vendiendo a los coleccionistas los pocos ornamentos de oro que había junto con las estatuas más pequeñas. Aunque robaron las cabezas de algunas figuras de mayor tamaño, el excelente estado de conservación de muchas de ellas, sin duda relacionado con su peso de varias toneladas, que hacía impracticable su retirada, lo que permitió reconstruir las tumbas saqueadas.

Funerary Mound Cross-section, Alto de Las Piedras
Sección transversal del montículo funerario, Alto de las Piedras
Benjamin Oswald (CC BY-NC-SA)

Otros factores son los esfuerzos de restauración y conservación iniciados en 1970, en la época en que se añadió un gran yacimiento periférico a un parque arqueológico que ahora abarca zonas de San Agustín e Isnos. La roca volcánica blanda que compone estas estructuras es susceptible de sufrir movimientos de tierra resultantes de la inestabilidad del suelo y temblores de tierra, la erosión química causada por los ácidos de la lluvia y los producidos por los microorganismos, así como la erosión mecánica causada por la exposición al viento y la lluvia; riesgos que se han mitigado parcialmente con la adición de cubiertas. Muchos de los túmulos permanecen sin excavar para limitar su deterioro y se estudian con técnicas no invasivas. La declaración del parque como Monumento Nacional de Colombia en 1993 CE y su inclusión en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO dos años más tarde han favorecido la continuidad de la conservación por encima de los usos del suelo y han llamado la atención sobre los objetos robados. Aunque los conflictos interrumpieron periódicamente el acceso a la región en el pasado reciente, hoy en día, para aquellos que tengan la suficiente curiosidad como para viajar al Alto Valle del Magdalena, estas magníficas obras de arte siguen allí, como embajadoras de una época antigua e incógnita.

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Bibliografía

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Sobre el traductor

Miriam López
I'm a translator and interpreter in an ever-changing world. I love languages and getting to know other cultures. Travelling has become the nearest way to learn from each other these days.

Sobre el autor

Benjamin Oswald
A lover of the perspective gained through exposure to the past, I have studied and visited sites in Africa, Latin America, East Asia, and the Mediterranean. I strive to make what I learn accessible to inspire this passion in others and improve education.

Cita este trabajo

Estilo APA

Oswald, B. (2019, agosto 21). El arte funerario megalítico de San Agustín [The Megalithic Funerary Art of San Agustín]. (M. López, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1433/el-arte-funerario-megalitico-de-san-agustin/

Estilo Chicago

Oswald, Benjamin. "El arte funerario megalítico de San Agustín." Traducido por Miriam López. World History Encyclopedia. Última modificación agosto 21, 2019. https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1433/el-arte-funerario-megalitico-de-san-agustin/.

Estilo MLA

Oswald, Benjamin. "El arte funerario megalítico de San Agustín." Traducido por Miriam López. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 21 ago 2019. Web. 31 oct 2024.

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