Los indios habían sido voraces y mataban a más tortugas de las que podían comer cuando se volvían descuidados y se hartaban de cazar. Esto enfadó mucho al jefe tortuga. (156)
La tortuga en la tradición indígena norteamericana
Los mitos de la creación de los pueblos de la costa este, como los lenapes y los iroqueses, cuentan que el Gran Espíritu construyó sus tierras ancestrales echando tierra sobre el espaldar de una tortuga colosal; por eso, a Norteamérica a veces la llaman la Isla Tortuga. El dios tortuga tiene muchos nombres: para los hopis, es Kahaila; para los abenakis, Tolba; y, para los mi'kmaq, Mikcheech. Para los senecas, el nombre del animal es ha‑no‑wa , para diferenciarlo de la tortuga mitológica, cuyo nombre es hah‑un‑wah . Como símbolo, para los indígenas norteamericanos la tortuga representa la sanación, la sabiduría y la espiritualidad, así como la longevidad, la fertilidad y la protección. (513)
Texto
Cómo la tortuga fue a la guerra
Había un gran campamento de tortugas de agua y, no lejos de allí, unas personas que vivían en muchas cabañas.
La tortuga envió la pipa por todas las tribus de sus amigos y todos fumaron y fueron a su campamento. Llegaron todos los saltamontes, ranas, serpientes, mariposas y conejos: todos los varones jóvenes de estas tribus.
La tortuga cabecilla les habló a todos estos individuos y les dijo:
—Mirad, salgamos en pie de guerra. He hallado a muchos indios acampados cerca de este lugar. Pongámonos en pie de guerra contra ellos y matemos a su jefe.
Todos aquellos con los que habló estuvieron de acuerdo. Todos los saltamontes, mariposas, ranas y conejos quedaron convencidos.
Estos guerreros estaban acampados en un gran círculo con la abertura hacia el este. Antes de iniciar las hostilidades, todos caminaron en torno al interior del círculo y, después, en torno al exterior del círculo; y luego iniciaron las hostilidades. Algunos de ellos llevaban penachos de guerra y otros, atuendos de guerra, como los que llevan los indios. Avanzaron toda la noche y, hacia la mañana, mientras aún estaba oscuro, alcanzaron el campamento indio. La tortuga entró en la cabaña del jefe, lo agarró del pescuezo y lo asfixió; el jefe murió y la tortuga le arrancó el cabello de un mordisco. Todos los distintos guerreros entraron en distintas cabañas. Cuando llegó el amanecer, el líder tortuga reptó bajo la cama [del jefe asesinado] y ahí se quedó todo el día.
Por la mañana, hallaron muerto al jefe de los indios y el anciano pregonero atravesó de un lado a otro el campamento gritando, llamando a la gente a averiguar si había enemigos en los alrededores que pudiesen haber hecho una cosa así. Todos los indios jóvenes se prepararon y empezaron a buscar para averiguar si cerca del campamento había alguien que estuviese en pie de guerra. Las mujeres hicieron como que estaban asustadas.
Después de que se hubiesen ido los jóvenes, la esposa del jefe desmontó la cabaña, puesto que iban a colocar el cuerpo del jefe en otro lugar. Mientras trasladaban la cabaña, hallaron, bajo la cama, a una tortuga en el suelo. No se había enterrado del todo, así que alguien que vio la tierra fresca la presionó con un palo y la palpó. Pronto averiguaron que era esta tortuga macho la que había causado el daño.
Escogieron a otro jefe y le solicitaron que indicase lo que se debía hacer. El jefe dijo:
—Veamos qué podemos hacer para matar a esta tortuga macho. Es la que ha matado a nuestro jefe.
Algunos de los indios contestaron:
—¡Metámosla en la hoguera!
Pero uno dijo:
—No, no podemos quemarla: su caparazón es demasiado duro. Cortémosle la cabeza.
Otro indicó:
—No, ahorquémosla.
Y un cuarto dijo:
—No, ahoguémosla. —A todos ellos esto les pareció lo mejor y decidieron que deberían ahogar a la tortuga.
Entonces, a la tarde siguiente, la llevaron al agua y una gran multitud bajó con ellos para ver cómo se ahogaba. El hombre que iba a ahogarla estaba cubierto de pintura y la portó hasta el centro del estanque. La tortuga hizo como que estaba asustadísima. Cuando el hombre iba a dejar que se hundiese en el agua, la tortuga giró la cabeza y lo mordió, así que el hombre se asustó y se fue al fondo con ella. Entonces todos los de la orilla se asustaron y nadie se atrevió a sumergirse en el agua para ayudar al hombre que se había hundido.
Después de que el jefe tortuga hubiese ahogado al hombre, le arrancó el cabello de un mordisco y esperó; tras caer la noche, reptó hasta el lugar donde había estado la cabaña del jefe y allí encontró el cabello que le había arrancado de la cabeza de un mordisco. Emprendió el camino de vuelta a casa, contento de haber hecho una cosa así él solo. Cuando llegó a casa, era de día. Tomó el cabello y lo ató a un palo, así que tenía dos cabelleras con las que bailar, pero sus amigos no habían hecho nada. Aun así, durante mucho tiempo, fueron de un lado a otro del campamento bailando y cantando de alegría. Y él continuó siendo el jefe de las tortugas [durante muchos años].
Párrafo final alternativo:
La tortuga se quedó en el estanque hasta que cayó la noche; luego volvió al campamento indio y rebuscó hasta hallar la cabellera del jefe. Era tan silenciosa y tenía tanto poder que podía moverse a hurtadillas sin que nadie se diese cuenta. Estaba orgullosa de haber conseguido dos cabelleras ella sola. Luego se fue a casa y se lo contó a sus amigos, pero les dijo:
—Quizás un día los indios sean amigos nuestros y compartamos algunos de nuestros secretos sobre el poder con ellos, siempre y cuando no nos coman más.
La tortuga va a la guerra
Una vez, la célebre y valerosa Tortuga Mordedora se enfadó. Todos se preguntaban por qué actuaba de una forma tan extraña.
—Tortuga Mordedora está muy cascarrabias —decían las otras tortugas—. Algo debe de cocerse en el ambiente.
Un día, llegó un mensajero y convocó a todos y cada uno de ellos a la tienda de Tortuga Mordedora. Toda la gente tortuga se alegró y deseó que esto significase que Tortuga Mordedora iba a estar buen humor, así que fueron a su wigwam y se dieron un festín. Entonces Tortuga Mordedora les dijo:
—Hermanos míos, me han enfadado los humanos. Voy a reunir una partida de guerra para luchar contra ellos.
Todas las tortugas reconocieron que habían recibido muchos insultos por parte de los hombres y se dispusieron a ir. Esa noche, cuando todo el mundo dormía, los guerreros emprendieron la marcha hacia la batalla. Viajaron del amanecer al anochecer y luego descansaron y durmieron. Uno de ellos, la pequeña Tortuga de Caja, tuvo un sueño de mal augurio. Esto enfadó a Tortuga Mordedora. Dijo que no creía en los augurios y que tenía la determinación de luchar de todos modos. Cada amanecer, les exigía a sus seguidores que le contasen los sueños de la noche anterior y, cada mañana, ellos solo tenían malos augurios que comunicarle. Una mañana, Tortuga de Caja cantó esta canción: «Oh, Tortuga Mordedora, te entiendo ahora. / ¡Nos están metiendo a todas las tortugas en una bolsa!».
—¡No cantes eso! —siseó Tortuga Mordedora.
Sin embargo, Tortuga de Caja continuó cantando, así que Tortuga Mordedora se le aproximó y le dio una patada, pero se dio cuenta de que Tortuga de Caja estaba cantando en sueños. El golpe que recibió Tortuga de Caja en el pecho fue tan fuerte que le rompió el caparazón y la fractura, la charnela que tiene el caparazón encima del pecho, puede verse hasta el mismísimo día de hoy.
Tortuga Mordedora le dijo:
—La próxima vez, Tortuga de Caja, cantarás: «Tortuga Mordedora es valerosa y dondequiera que va limpia las aldeas todas». No quiero que cantes que provoco que metan a mi gente en una bolsa. Esa canción es mala. Mejor, canta que solo yo consigo una holgada victoria dondequiera que voy y que pongo histérico al enemigo.
Tortuga de Caja se indignó y le respondió:
—Yo no quiero que pongan a tu gente dentro de una bolsa. No es culpa mía. Estaba dormida y el sueño sobre el que estaba cantando salió así. ¿Quién soy yo para controlar mis sueños?
De nuevo, emprendieron la marcha hacia la guerra y al fin llegaron a la aldea india. Las tortugas soltaron su grito de guerra y cargaron contra la aldea. Todas las mujeres salieron corriendo de sus wigwams .
—¡Oh! Mirad las tortugas —gritaron.
Todas corrieron a por sus bolsas y metieron en ellas a las tortugas. Tortuga de Caja estaba a salvo porque estaba tan malherida por la patada de Tortuga Mordedora que se había quedado atrás.
Una de las tortugas, llamada Tortuga Pintada, tenía unas marcas rojas tan bonitas que la mujer que la recogió la estrechó contra su cuerpo. La tortuga la mordió… y la mujer la lanzó al agua…, donde logró escapar. Las otras mujeres se llevaron a los prisioneros a casa y estaban muy enfadadas por el golpe que les había asestado una única tortuga. Habían capturado a Tortuga Mordedora junto con todas las demás tortugas y se reunieron en consejo para decidir qué hacer para castigarla por haberlas atacado.
Una dijo:
—Quemémosla hasta la muerte, ¡es nuestra enemiga!
Tortuga Mordedora pensó: «¡Qué bien!».
—No —dijo el consejo—. ¡Eso le gustará! Se piensa que será capaz de esparcir el fuego a patadas y que así destrozará nuestras cabañas.
Otra dijo:
—¡Disparémosle unas flechas!
Tortuga Mordedora contestó:
—Uy, sí, esa es la mejor forma de matarme.
Pero…
—No —dijo el consejo—. Las flechas rebotarán en tu caparazón y podrían lastimar a otros.
Otra mujer sugirió:
—Cozámosla en una gran olla de barro.
Y Tortuga Mordedora respondió:
—¡Estaría encantada de morir así!
Pero…
—No —anunció el consejo—. Se piensa que será capaz de salpicarnos el agua hirviendo y escaldarnos hasta la muerte.
—En tal caso —dijo otra—, ¡arrojémosla al río!
Al oír estas palabras, Tortuga Mordedora y todos sus seguidores empezaron a suplicar piedad y a rogar que no los ahogasen; afirmaron que era un castigo horrible. Las mujeres se pensaron que al fin habían dado con la clave y lanzaron a cada una de las tortugas al lago. Pero, como en realidad estas tortugas vivían en el agua, todas escaparon. Y fastidiarían a las mujeres echando a perder todos los manantiales de agua dulce a los que iban a por agua.
Los hombres de la aldea india no se podían creer que las tortugas hubiesen engañado a sus esposas hasta que, un día, vieron a un grupo entero de tortugas disfrutando del sol en un tronco. Las mordedoras vivían bajo el limo de los manantiales y las personas aprendieron que las tortugas no podían ahogarse.
Después de la huida, las tortugas celebraron un gran baile de la victoria en la casa de Mordedora y Tortuga Roja fue la heroína porque había logrado un triunfo mordiendo a una de las mujeres cuando la abrazó. Tortuga Mordedora y Tortuga de Caja no han conseguido llevarse bien desde aquella partida de guerra; ni tampoco vivirá una en la misma zona de la otra desde entonces.