Los puertos del tesoro de las colonias españolas, como Cartagena, Portobelo, Panamá y Veracruz, se utilizaban para recoger las riquezas que el Imperio español había extraído de las Américas, preparadas para su transporte en las dos flotas anuales hacia Europa. Las enormes cantidades de oro, plata y otros bienes preciosos convirtieron estos puertos en un objetivo tentador para potencias extranjeras y corsarios como Francis Drake (hacia 1540-1596) y Henry Morgan (hacia 1635-1688). La corona española invirtió mucho en fortificaciones defensivas, haciendo que puertos como La Habana y San Juan de Ulúa fueran imponentes objetivos incluso para grandes flotas de buques de guerra rivales.
La riqueza del imperio español
Los españoles conquistaron pueblos como los aztecas en México y los incas en Sudamérica en la primera mitad del siglo XVI, y despojaron a estas culturas de todo lo que tenían de valor, fundiendo objetos de oro y plata. También extrajeron grandes cantidades de plata de las minas de las que se apoderaron. Esta plata en bruto se acuñaba en pesos o piezas de a ocho, convirtiéndose en la moneda internacional de facto de las Américas. También estaban los galeones de Manila, que transportaban preciosas mercancías orientales, como seda y especias, desde Filipinas hasta Acapulco, en México. Los barcos del tesoro transportaban anualmente enormes cantidades de este botín desde México y América Central, a través del Atlántico, hasta España. Para el año 1600, se había transportado a España la cantidad de 25.000 toneladas de plata. Las cantidades disminuyeron a partir de la década de 1620, pero los convoyes de barcos del tesoro continuaron hasta la década de 1730, con una pequeña flota que continuó solo desde México entre 1754 y 1789. En su apogeo, una flota del tesoro podía estar formada por hasta 90 buques mercantes y al menos ocho buques de guerra.
Los primeros corsarios, como los marinos isabelinos a los que los españoles llamaban despectivamente "lobos de mar", consiguieron capturar algunos barcos del tesoro antes de que España los armara mejor. Las flotas navales inglesas y holandesas también capturaron algunos barcos del tesoro en el mar en los siglos XVI y XVII, aunque solían ser en un objetivo demasiado poderoso para los piratas y corsarios posteriores, como los bucaneros. De hecho, las tormentas y los arrecifes causaban muchos más estragos a las flotas que los barcos enemigos. Los galeones españoles, erizados de cañones, iban en los convoyes a partir de 1555 (idea instigada por el capitán general Pedro Menéndez de Avilés), protegidos además por la Armada de la Guarda de la Carrera de las Indias, una flota de 6 a 16 buques de guerra creada en 1521 para patrullar las aguas entre el tramo final de la ruta, las Azores y España. A partir de la década de 1540, esta flota acompañó a los galeones durante todo el trayecto desde el Caribe hasta Europa.
Ante estas dificultades, el objetivo de las otras armadas europeas, los corsarios y los piratas no eran las poderosas flotas del tesoro, sino los depósitos donde se almacenaban las riquezas antes de ser cargadas a bordo de los galeones: los puertos del tesoro americano. Depósitos como los de Cartagena, Panamá y Portobelo fueron objetivo constante de grandes fuerzas anfibias de bucaneros multinacionales patrocinados (a veces, de forma oficial, otras no) por autoridades coloniales como la Jamaica británica y la Española francesa. Los españoles respondieron a estos ataques a partir de la década de 1560 y construyeron mayores y mejores fortificaciones con guarniciones convenientemente ampliadas. Sin embargo, durante los dos siglos siguientes, los españoles se vieron obligados a defender continuamente su desmoronado imperio contra las grandes flotas navales británicas, holandesas y francesas, que ahora zarpaban desde las bases del Caribe. El Nuevo Mundo se había convertido en un escenario de guerra tan terrible como lo había sido el continente europeo durante dos mil años.
Cartagena
Cartagena, en la actual Colombia, servía de punto de recogida de oro, plata, esmeraldas y perlas de Colombia y Venezuela. La ciudad, resguardada en una amplia bahía de aguas profundas, era conocida como la "Reina de las Indias" (como se conocía por entonces a América). Corsarios franceses atacaron Cartagena en 1543, cuando no estaba tan bien protegida. Los corsarios ingleses John Hawkins (1532-1595) y Francis Drake atacaron el puerto en 1568 y 1586, respectivamente. Hawkins no tuvo éxito, pero Drake capturó la ciudad, aunque con un botín relativamente pequeño y sin rescate. En consecuencia, las fortificaciones defensivas de Cartagena mejoraron considerablemente con la construcción de una enorme fortaleza y un baluarte en la estrecha franja de tierra que protegía el puerto en 1602. Aunque los barcos evitaran los numerosos cañones de las fortalezas, tenían que sortear el estrecho canal de acceso al puerto con sus traicioneros bajos y arrecifes ocultos. Incluso entonces, fortalezas adicionales como el Castillo San Felipe de Barajas (1647) abrían la posibilidad de un letal fuego cruzado defensivo. Finalmente, a partir de 1614 se construyó un circuito de murallas que hizo que Cartagena fuera prácticamente inexpugnable.
Ni siquiera los grandes ejércitos de los bucaneros se enfrentaron al reto que suponía Cartagena, aunque acabó siendo capturada en abril-mayo de 1697, cuando los franceses combinaron a los bucaneros con los buques de guerra de la armada para penetrar el puerto del tesoro más difícil para los españoles. La debilidad de la ciudad había sido el aislamiento de cada una de sus fortalezas, que los franceses eliminaron una a una. Cartagena resistió con éxito un ataque británico de 180 barcos en 1741. Las fortificaciones de la ciudad volvieron a mejorarse a partir de 1769, tras la caída de La Habana a principios de la década, de modo que toda la ciudadela se convirtió en un laberinto de enormes fortificaciones y baterías de cañones. Las fuerzas rebeldes colombianas asediaron y tomaron Cartagena en 1815 y 1821.
La Habana
La Habana, en Cuba, no era un puerto del tesoro como tal, pero era la piedra angular de las colonias españolas y era el punto de partida final para la travesía del Atlántico, donde todas las flotas del tesoro recibían suministros para el viaje. A partir de 1610, La Habana fue también un importante astillero, en el que se construyó un gran número de galeones españoles para su servicio en el Caribe.
El primer puerto, al igual que otras colonias españolas, recibió un castillo medieval de estilo europeo, pero esto no fue suficiente para disuadir al corsario francés Jacques de Sores, que atacó brutalmente La Habana en julio de 1555, aunque apenas se encontró oro o plata. Como consecuencia de este asalto, en 1558 La Habana recibió una nueva y muy mejorada fortificación defensiva, la Fuerza Real, la primera fortaleza bastión que se construyó en América. La gran fortaleza conocida como el Castillo de los Tres Reyes Magos del Morro, o el Castillo del Morro, se construyó de 1589 a 1630 y fue diseñada por el talentoso ingeniero italiano Bautista Antonelli. El castillo contaba con numerosos baluartes de ángulos agudos que seguían los contornos del lado este rocoso del puerto. Contaba con múltiples plataformas de tiro para las baterías de cañones, un muro de cortina y un gran foso seco exterior, lo que convertía la estrecha entrada del puerto de La Habana en una zona prohibida para los barcos enemigos.
A partir de 1674, se construyó un circuito de murallas de piedra que cerraba la ciudad en la década de 1690, pero que no se completó hasta 1797. Las defensas de la ciudad estaban a cargo de diez compañías de milicianos y más de 600 soldados regulares, la mayor guarnición de los territorios coloniales españoles, que llegó a tener una fuerza militar total de 6.000 hombres a mediados del siglo XVIII. La guarnición protegía a los 30.000 habitantes de la ciudad y manejaba los 180 cañones montados a lo largo de 4,5 km (2,8 millas) de murallas defensivas.
La Habana cayó ante una gran fuerza británica compuesta por 200 barcos y 11.000 hombres en agosto de 1762, cuando los invasores ganaron las alturas frente al puerto y atacaron implacablemente cada uno de los fuertes hasta que se rindieron. La ocupación fue breve, ya que La Habana fue devuelta en virtud del Tratado de París de 1763, por lo que Cuba permaneció en manos españolas hasta 1898. La caída de La Habana hizo que el rey Carlos III de España (reinó entre 1759-1788) realizara una gran inversión en la mejora de las defensas en todo el territorio español y, en particular, en los puertos del tesoro. La Habana occidental recibió una nueva fortaleza con el diseño de una estrella de cinco puntas: el Castillo de Santo Domingo de Atarés. Al mismo tiempo, se construyó el mayor fuerte de Amércia en las alturas de La Cabaña, que los británicos habían utilizado para bombardear La Habana, terminado en 1774 con el enorme coste de 60.000.000 de pesos de plata.
Maracaibo
Maracaibo está en la costa de la actual Venezuela. A mediados de la década de 1660, tenía unos 4.000 habitantes y era el centro del comercio regional de perlas. Estaba protegida por una fortaleza con 16 cañones, pero esto no disuadió al bucanero francés François L'Olonais (hacia 1630-1668), que realizó múltiples ataques al territorio colonial español. La matanza de L'Olonais de sus desventuradas víctimas le valió el apodo de "Fléau des Espagnols". En 1667, atacó Maracaibo con 600 hombres y ocho barcos. Atacando por tierra y evitando así los cañones de la fortaleza, capturó y saqueó la ciudad. L'Olonais exigió entonces un rescate a las autoridades españolas para devolver Maracaibo sana y salva, y recibió 30.000 piezas de ocho. Maracaibo fue atacada de nuevo en abril de 1669 por otra fuerza de bucaneros, esta vez dirigida por el capitán galés Henry Morgan. La ciudad fue saqueada, y ni siquiera tres galeones de guerra españoles pudieron evitar que los bucaneros se hicieran con una fortuna.
Panamá
El puerto de Panamá, situado en la costa del Pacífico del Istmo de Panamá, se fundó en 1519, y fue donde los españoles recogieron las enormes cantidades de plata que extraían de las minas de Sudamérica. La mina más grande era la de Potosí, en Perú (descubierta en 1545), que producía anualmente nueve millones de pesos de plata en su apogeo, en 1600. En 1700 aún producía la nada desdeñable xantidad de dos millones de pesos. Panamá estaba en su esplendor alrededor de 1607, cuando había 6.000 habitantes (4.000 eran esclavos negros). Desde aquí, la plata se empaquetaba en mulas y se llevaba a través del istmo de Panamá hasta el puerto atlántico de Nombre de Dios (fundado en 1510). A partir de 1596, este puerto, por ser pantanoso y estar plagado de insectos portadores de fiebre, se sustituyó por Portobelo, que tenía un puerto mucho mejor y un mayor potencial de defensa.
La fortuna en plata que se recogía en el istmo suponía una gran tentación para los corsarios. En febrero de 1573, Francis Drake llegó al lugar, describiendo el momento a sus hombres de esta manera: "Os he traído a la casa del tesoro del mundo" (Cordingly & Falconer, 15). Drake se apoderó de la caravana de mulas que llevaba el metal precioso a Nombre de Dios y se hizo con 15 toneladas de plata y 100.000 pesos de oro (suficiente dinero para construir 30 barcos de guerra de la época). Drake volvió a hacerlo en marzo de 1579 cuando capturó el Nuestra Señora de la Concepción (también conocido como Cacafuego), un barco del tesoro que llevaba 26 toneladas de plata, 13 cofres de chapa y 36 kg de oro de Perú a Panamá. Drake se vio obligado a quitar el lastre de su barco, el Golden Hind, para hacer espacio para estas riquezas.
No todos los ataques tuvieron éxito. El corsario John Oxenham (hacia 1535-1580) tomó el control de Panamá durante un año a partir de 1576, pero sus barcos fueron destruidos por una flota naval española. El inglés fue capturado, torturado y ejecutado. Los miembros capturados de la tripulación de Oxenham fueron ahorcados allí mismo o enviados a trabajar como galeotes en barcos españoles.
Tras un nuevo ataque al istmo por parte de Drake en el año 1595-6, Panamá quedó en gran parte abandonada hasta que fue atacada por una gran fuerza de bucaneros dirigida por Henry Morgan en enero de 1671. Después de tomar la fortaleza de San Lorenzo, que protegía la entrada del río Chagres a Panamá, y de atacar por tierra, los merodeadores se apoderaron de la ciudad mal defendida (su único fuerte apenas tenía seis cañones) y Panamá fue incendiada. Los lugareños reconstruyeron más tarde su puerto un poco más abajo en la costa, un lugar que acabó convirtiéndose en la ciudad de Panamá. La Panamá original fue abandonada y engullida por la selva.
Portobelo
Portobelo (también conocido como Puerto Bello), en lo que hoy es Panamá, fue uno de los tres grandes puertos del tesoro de España. Era el depósito final de las enormes cantidades de plata recogidas en las minas de Sudamérica, y donde se celebraba una gran feria comercial anual. Después de la última incursión de Francis Drake, que realizó justo antes de su muerte por disentería en enero de 1596, el puerto estaba bien protegido por tres fortalezas separadas erizadas con 60 cañones en total. Sin embargo, esto no impidió un ataque en enero de 1601 de William Parker (fallecido en 1617).
Consciente de que las defensas de Portobelo estaban mal mantenidas y sin personal suficiente, Henry Morgan atacó en julio de 1668. Utilizó 23 canoas para desembarcar 500 hombres a pocas millas de la ciudad y luego fue por tierra para sorprender a los españoles que esperaban un ataque desde el mar. Tras la victoria, los prisioneros fueron torturados para que revelaran sus objetos de valor y se exigió un rescate para que los bucaneros se retiraran. El gobernador de Panamá pagó el rescate y, junto con el botín de la ciudad, Morgan se hizo con 250.000 pesos de plata.
Portobelo fue atacado varias veces más, especialmente en febrero de 1680 por John Coxon y Bartholomew Sharp (fallecido en 1688). De todos los puertos españoles principales, Portobelo parecía un objetivo irresistible para los británicos, y volvieron a capturarlo brevemente en noviembre de 1739, cuando el vicealmirante Edward Vernon ejecutó sus órdenes de "destruir los asentamientos españoles en las Indias Occidentales y angustiar su navegación por cualquier método" (citado en Wood, 164). Como consecuencia de esta nueva oleada de ataques, las defensas de Portobelo volvieron a ser mejoradas en la década de 1750 y ahora presentaban 24 cañones en dos niveles en lugar de la disposición anterior de 18 en un nivel.
San Juan de Ulúa - Veracruz
San Juan de Ulúa era la isla fortaleza que protegía el puerto de Veracruz en la costa atlántica del actual México. Veracruz fue fundada en 1519 por Hernán Cortés, que hundió sus barcos para que sus hombres no tuvieran la tentación de volver a casa hasta conquistar esta parte de América. La madera de estos barcos se utilizó para la primera fortificación de Veracruz, que pronto se convirtió en el punto de recogida tanto de la plata extraida de México como de los preciados bienes orientales traídos por los galeones de Manila a Acapulco y luego transportados por tierra hasta Veracruz. Como era habitual en los asentamientos españoles en América, la ciudad se distribuyó en una cuadrícula regular de manzanas y calles. Los españoles la fortificaron aún más a partir de 1535, la mejoraron de nuevo en 1582 con un fuerte de piedra que sustituyó al anterior, y la dotaron de un circuito de murallas en la década de 1630, pero como el asentamiento nunca llegó a ser importante, Veracruz no se consideró digna de ser atacada durante la mayor parte del siglo XVII. En septiembre de 1568, John Hawkins y Francis Drake atacaron Veracruz, pero salieron mal parados cuando la flota española del tesoro entró en el puerto. El nuevo virrey del Imperio español, Don Martín Enríquez, había ofrecido de forma malintencionada un tratado de paz a la flota inglesa, pero acabó faltando su palabra, un giro que los ingleses utilizarían como excusa para dar patentes de corso en las territorios coloniales españoles durante los siguientes 40 años.
El siguiente gran ataque se produjo más de un siglo después, cuando el corsario holandés Laurens De Graaf (hacia 1651-1702) atacó el puerto en mayo de 1683 y consiguió hacerse con el botín destinado a una flota del tesoro. Los españoles respondieron a esta pérdida construyendo en San Juan de Ulúa una nueva fortificación de dos torres, que se erizó con más de 100 cañones. Desgraciadamente, algunas partes de estas murallas se desplazaron por las arenas movedizas y se podía pasar por encima de ellas, un conmovedor recordatorio de las interminables dificultades que tenían los españoles para construir y, lo que es más importante, para mantener sus fortificaciones defensivas a lo largo y ancho de un enorme imperio.