Parménides (floreció en torno al año 485 a.C.) vivió y enseñó en Elea, una colonia griega en Italia Meridional, y es conocido como el fundador de la Escuela del monismo (aunque es posible que fuera creada por Jenófanes de Colofón, que vivió en torno a 570 – 478 a.C.), que afirmaba que toda la realidad es una sola. El mundo observable, dijo Parménides, en realidad es uniforme y no existe la multiplicidad (es mono), es «lo que es».
La gente cree erróneamente que hay una diferencia entre, digamos, un perro y un caballo porque confía en sus sentidos para percibir la realidad correctamente y juzgar y llegar a conclusiones basadas en la percepción. En efecto, Parménides afirma que el perro y el caballo (y el ser humano y el edificio y la ciudad y todo lo demás) son todos parte de una realidad única, indiferenciable que no admite ninguna pluralidad. Lo que la gente interpreta como «múltiples» son sólo apariencias distorsionadas por los sentidos. La esencia real del perro, del caballo y de todo lo demás es la misma; estas cosas sólo parecen ser distintas para aquellos que no comprenden que su forma subyacente es la misma.
PARMÉNIDES AFIRMA QUE PODEMOS CREER QUE EL MUNDO EN QUE VIVIMOS ESTÁ COMPUESTO DE MÚLTIPLES «COSAS», PERO EN REALIDAD, EL MUNDO ES UNO E INMUTABLE.
Parménides pudo haber escrito un número de obras sobre este asunto, pero es mejor conocido por los fragmentos de un poema largo, preservados por escritores posteriores, sobre el tema del «camino de la verdad» y el «camino de la opinión», aunque el título original del poema se haya perdido. Se dice que fue difícil entender la filosofía de Parménides y que fue rechazada por parte del público, lo que hizo necesario que su discípulo, Zenón de Elea (floreció en torno al 465 a.C.), escribiera 40 paradojas lógicas que matemáticamente probaban que el cambio, el movimiento y cualquier pluralidad era una ilusión y que la realidad era uniforme.
Filosofía de Parménides
Parménides probablemente fue un discípulo de Jenófanes de Colofón, aunque esto se ha puesto en duda lo mismo que la alegación de que Jenófanes sea el fundador de la Escuela eleática. Sin embargo es probable que Parménides sí estudiara con Jenófanes porque la visión de Jenófanes de un dios único, todopoderoso, distinto de los seres humanos o de las concepciones humanas sobre los dioses, así como los otros fragmentos de su obra que abogan por un plano superior de comprensión (la cual es malinterpretada por los seres humanos), es similar en muchas maneras a la visión de Parménides.
Jenófanes afirmó que la gente estaba equivocada acerca de la naturaleza de los dioses y por ende, la naturaleza del mundo, y Parménides dijo lo mismo cuando escribió:
Hay una vía que es y una vía que no es [un camino de la verdad y un camino de la opinión]. No hay ni nunca habrá nada más que lo que es, puesto que de hecho, el Destino lo ha encadenado para que permanezca completo e inamovible. Por lo tanto, aquellas cosas que los mortales han establecido creyendo que son reales, serán meros nombres: "nacer y perecer", "ser y no ser", "cambiar de lugar"… (Robinson, página 116)
Parménides sostiene que podemos pensar que el mundo en que vivimos está compuesto de múltiples «cosas», pero, en realidad, el mundo es uno solo e inmutable. La realidad, insistió, tenía que ser una sola porque todas las cosas recibieron su existencia y sustancia de ella. El perro y el caballo, aunque parezcan animales distintos, participaban en la forma y función de las cosas vivientes, al igual que lo hicieron los seres humanos y así, en esencia, los tres eran todos lo mismo. Nada, afirmó, es capaz de cambiar inherentemente de ninguna manera significativa porque la sustancia misma de la realidad es inmutable.
Fue un contemporáneo de Heráclito (floreció en torno a 500 a.C.) y de Sócrates (vivió en torno a 470/469 – 399 a.C.); las creencias de Parménides contradirían al primero e influirían en el segundo. Heráclito basó su filosofía sobre el concepto del fuego como la primera causa de la existencia y el cambio como sinónimo de la vida misma. La vida, para Heráclito, era cambio debido a que estaba continuamente en movimiento; nada era permanente y una persona o experiencia continuamente daba paso a otras. Parménides rechazó el argumento de Heráclito porque decía que se conformaba a través de los sentidos y por lo tanto, estaba equivocado.
La insistencia de Parménides en una Verdad absoluta afectaría significativamente al joven discípulo de Sócrates, Platón (vivió de 428/427 a 348/347 a.C.), que desarrolló el monismo de Parménides por medio de su propia teoría de las formas y le rindió homenaje al filósofo más viejo al dedicar tres de sus diálogos al pensamiento eleático: el Parménides, el Político y el Sofista. En el Parménides, Parménides y su discípulo Zenón de Elea fueron a Atenas e instruyeron al joven Sócrates respecto a la sabiduría y esto, quizás, es el reconocimiento más directo de la deuda de Platón al pensamiento de Parménides.
La vía de la verdad
En el pasaje que sigue más abajo, Parménides le relata poéticamente a un lector cómo todo es uno solo y que de hecho, hay un camino que es y otro camino que no es y creer de otro modo simplemente es creer erróneamente acerca de la naturaleza del universo. Como nada puede venir de la nada, y «lo que es» es indestructible, la aserción de que nacemos de algún otro reino o de que debemos morir deben ser impresiones falsas. Según los eleáticos, no debemos confiar en los sentidos para que revelen la verdad. La verdad sólo puede ser reconocida a través de la razón.
Esta traducción del famoso poema de Parménides que aparece a continuación está compuesta de fragmentos seleccionados de Los filósofos presocráticos (Vol. I. Madrid: Editorial Gredos. 1981)[1] y de El poema doctrinal de Parménides (Mendoza: Universidad Nacional de Cuyo. 2016)[2]. Aquí, Parménides relata cómo un carro lo lleva hasta las puertas de la sabiduría y a la fortaleza de la diosa Sofía (sabiduría). Sofía lo instruye sobre la verdadera naturaleza de la existencia y lo exhorta a que permanezca en el camino de la verdad sin importar cómo sus sentidos tratan de engañarlo.
Las yeguas que me llevan tan lejos como mi ánimo alcance
me transportaron cuando, al conducirme, me trajeron al camino, abundante en signos,
de la diosa, el cual guía en todo sentido al hombre que sabe.
Ahí fui enviado, pues ahí me llevan las yeguas muy conocedoras,
tirando del carro, y las doncellas iban adelante en el camino.
Los ejes en los cubos ⟨de las ruedas⟩ despedían un sonido silbante
agudo y chispeante (pues era acelerado por dos ruedas bien
redondas por ambos lados), cuando con prisa me condujeron
las doncellas Helíades, tras abandonar la morada de la Noche,
hacia la luz, quitándose de la cabeza los velos con las manos. (Traducción de C. Eggers Lan y V.E. Juliá; página 475)
Allí están las puertas de los senderos de la Noche y del Día,
y en torno a ellas un dintel y un umbral de piedra.
Ellas mismas, etéreas, están cubiertas por grandes hojas,
de las cuales Dike [Justicia], la de abundantes penas, guarda las llaves de usos alternos. […]
Hablándole ⟨a Dike⟩ con dulces palabras,
las doncellas la persuadieron sabiamente para que el cerrojo asegurado quitaran pronto de las puertas. (Traducción de C. Eggers Lan y V.E. Juliá, páginas 451 y 423)
una abertura inmensa hizo al abrirse, de puro bronce
los ejes en los casquillos alternadamente haciendo girar,
con espigas y remaches, ajustados. Así pues, a través del mismo
derechamente guiaban las doncellas por la carretera el carro y las yeguas. (Traducción de Martín Zubiria, páginas 11-12/110)
Y una diosa benévola me recibió y con su mano ⟨diestra⟩
mi diestra tomó, y en estos términos habló y me dijo:
Oh joven, que compañero de cocheros inmortales y de las yeguas que te llevan, llegas a nuestra morada,
alégrate, porque de ningún modo una parca funesta te envió a recorrer
este camino, que por cierto alejado de la huella de los hombres está,
sino el derecho y la justicia; es necesario empero que todo lo sepas;
por un lado, de la verdad persuasiva el corazón inconmovible,
por otro, las opiniones de los mortales, que no abrigan convicción verdadera;
ello no obstante, también esto aprenderás: como lo opinable
hubo de ser reconocido enteramente, siendo ⟨,como es,⟩ todas las cosas. (Traducción de Martín Zubiria, página 12/110)
Pues bien, te diré, escucha con atención mi palabra,
cuáles son los únicos caminos de investigación que se puede pensar;
uno: que es y que no es posible no ser;
es el camino de la persuasión (acompaña, en efecto, a la Verdad);
el otro: que no es y que es necesario no ser.
Te mostraré que este sendero es por completo inescrutable;
no conocerás, en efecto, lo que no es (pero es inaccesible)
ni lo mostrarás.
Pues ⟨sólo⟩ lo mismo puede ser y pensarse. (Traducción de C. Eggers Lan y V.E. Juliá, páginas 436 y 438)
Indistinto me es
Desde dónde comenzaré; allí por cierto de vuelta llegaré otra vez. (Traducción de Martín Zubiria, página 13/110)
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Se debe decir y pensar lo que es; pues es posible ser,
mientras ⟨a la⟩ nada no ⟨le⟩ es posible ⟨ser⟩. Esto te ordeno que muestres.
Pues jamás se impondrá esto: que haya cosas que no sean.
Pero tú aparta el pensamiento de este camino de investigación;
……………. en el cual los mortales que nada saben
deambulan bicéfalos; pues la incapacidad guía en sus
pechos a la turbada inteligencia. Son llevados como ciegos y sordos, estupefactos, gente que no sabe juzgar,
para quienes el ser y no ser pasa como lo mismo
y no lo mismo. (Traducción de C. Eggers Lan y V.E. Juliá, páginas 442-443)
…y para todas las cosas una vía hay de sentido contrario. (Traducción de Martín Zubiria, página 14/110)
Pues jamás esto se impondría: que es, “lo que no tiene que ser”,
Pero tú de este camino de la indagación aparta la intelección. (Traducción de Martín Zubiria, página 16/110)
Ni te fuerce hacia este camino la costumbre muchas veces intentada
de dirigirte con la mirada perdida y con el oído aturdido
y con la lengua, sino juzgar con la razón el muy debatido argumento
narrado por mí. (Traducción de C. Eggers Lan y V.E. Juliá, página 443)
Un solo camino narrable
queda: que es. Y sobre este camino hay signos
abundantes: que, en tanto existe, es inengendrado e imperecedero;
íntegro, único en su género, inestremecible y realizado plenamente;
nunca fue ni será, puesto que es ahora, todo a la vez,
uno, continuo. Pues ¿qué génesis le buscarías? (Traducción de C. Eggers Lan y V.E. Juliá, página 426)
…¿cómo, desde dónde habría crecido? Y no permito que digas ni pienses
que de “lo que no debe ser”, pues ni decible ni inteligible
es cómo no es. ¿Y qué necesidad lo haría surgir
más tarde o más temprano, desde la nada naciendo para ser?
Así pues, o que completamente sea necesario es, o que no sea en absoluto.
Ni de “lo que no debe ser” jamás admitirá la fuerza de la convicción
que se genere algo junto a ello, por lo cual ni generarse
ni corromperse permite la Indicadora aflojando los grillos,
sino que los mantiene ⟨con firmeza⟩. (Traducción de Martín Zubiria, página 18/110)
[El Ente es o no es.] Y ha sido decidido, en efecto, como era necesario, abandonar al uno por ininteligible, por oscuro, pues un camino
verdadero no es, de suerte que el otro es, y es auténtico.
¿Cómo entonces podría llegar a ser, siendo? ¿Cómo podría nacer?,
pues si nació no es, ni tampoco ⟨es⟩ si alguna vez hubiese de ser.
Así pues, la generación está extinguida e incognoscible es la destrucción. (Traducción de Martín Zubiria, página 18/110)
Ni es diferenciable ⟨“lo que es”, en partes constitutivas⟩, pues es enteramente uniforme
ni en algo ⟨es⟩, por un lado, más – esto le impediría mantener su continuidad ⟨consigo mismo⟩
ni en algo menos. Todo lleno está de “lo que es”;
por esto es completamente continuo, pues “lo que es” se encuentra con “lo que es”. (Traducción de Martín Zubiria, página 18/110)
Observa cómo estando ausentes, para el pensamiento las cosas están presentes.
Lo mismo permanece en lo mismo, y descansa en sí mismo,
y así permanece firme en su posición.
Pues nada existe ni existirá ajeno aparte de lo que es. (Traducción de C. Eggers Lan y V.E. Juliá, páginas 426 y 432)
Y esto mismo ⟨“lo que es”⟩ ha de ser inteligido y también por ello hay intelección,
pues fuera de “lo que es”, en donde revelado está,
no encontrarás el inteligir; pues nada hay o habrá
además de “lo que es”, porque la parca lo ató
para que íntegro e inmóvil fuese; de modo que nombres todos serán,
cuantos los mortales aprestaron para sí, persuadidos de que son verdaderos,
⟨conviene a saber⟩: nacer y perecer, ser y no ⟨ser⟩,
y cambiar de lugar y el brillante color variar. (Traducción de Martín Zubiria, páginas 19-20/110)
Pero puesto que hay un límite último, es completo,
en toda dirección, semejante a la masa de una esfera bien redonda,
equidistante del centro en todas sus direcciones; pues forzoso
que no exista algo mayor ni algo menor aquí o allí;
no hay, en efecto, no‑ente que le impida alcanzar
la homogeneidad ni ente que de algún modo sea
aquí o allí mayor o menor, ya que es por completo incólume;
igual por todos lados, se encuentra en sus límites. (Traducción de C. Eggers Lan y V.E. Juliá, páginas 434-435)
Con esto termino el discurso fidedigno y el pensamiento
acerca de la Verdad; ahora aprende las opiniones de los mortales,
escuchando el engañoso orden de mis palabras. (Traducción de C. Eggers Lan y V.E. Juliá, página 439)
Según sus pareceres han impuesto nombres a dos formas,
de las cuales no se puede ⟨nombrar⟩ a una sola: en eso se confunden.
Y las han discernido como opuestas en figura y les han puesto señales
que las separan entre sí; allí el etéreo fuego de la llama,
suave, muy liviana, idéntica por doquier a sí misma,
pero no idéntica a la otra; pero también aquella ⟨otra⟩, en sí,
opuesta, noche oscura, de conformación densa y pesada.
Yo te narro este ordenamiento cósmico como un todo coherente,
de modo que el parecer de alguno de los mortales jamás te supere. (Traducción de C. Eggers Lan y V.E. Juliá, páginas 439 y 447)
Sin embargo, una vez que todo luz y noche fue llamado,
y estas ⟨cosas⟩ según sus virtudes propias a éstos y a estos otros ⟨fueron atribuidas⟩,
todo lleno está a la vez de luz y de noche invisible;
de ambas por igual, puesto que a ninguna de ambas nada pertenece. (Traducción de Martín Zubiria, página 23/110)
Conclusión
La única vía de la verdad que Sofía le aconseja a Parménides que siga es el camino de la unidad y el reconocimiento de la interconexión subyacente de todas las cosas. Hacia el final del poema, cuando escribe cómo: «Según sus pareceres [los mortales] han impuesto nombres a dos formas» y, haciendo esto, se han equivocado, Parménides subraya lo que él ve como el problema fundamental que la gente tiene al percibir la realidad: la creencia en la multiplicidad.
Mientras uno se vea a sí mismo como distinto a todos los demás y a cada persona como entidades propias y a la tierra bajo sus pies como separada de uno mismo y de los demás y a los animales aún más diferentes que la tierra o las personas, uno se inclinará a tratar todas las cosas fuera de uno mismo como separadas, extrañas, lo que deja al individuo solo para que navegue el mundo.
La comprensión de la unidad esencial de la realidad (cómo todas las personas y los animales y la tierra y el cielo son de la misma sustancia básica y están conectados al nivel más profundo) animó a la plena participación de todos en la vida porque cada individuo ostensible no era una entidad solitaria, sino parte de todo lo demás.
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[1]Parménides [entre otros].Los filósofos presocráticos. Vol. I. Introducciones, traducciones y notas por Conrado Eggers Lan y Victoria E. Juliá; asesor para la sección griega: Carlos García Gual; revisada por Alberto del Pozo Ortiz. Biblioteca Clásica Gredos, 12. Madrid: Editorial Gredos (1981), https://archive.org/details/los-filosofos-presocraticos-l. Consultado el 26 de agosto de 2024.
Edilsa Sofía es una antigua diplomática y educadora, especialmente interesada en las Artes y los asuntos culturales. Además de otros grados, tiene una maestría en traducción literaria.
Joshua J. Mark no sólo es cofundador de World History Encyclopedia, sino también es su director de contenido. Anteriormente fue profesor en el Marist College (Nueva York), donde enseñó historia, filosofía, literatura y escritura. Ha viajado a muchos lugares y vivió en Grecia y en Alemania.
Mark, Joshua J.. "Parménides y la vía de la verdad."
Traducido por Edilsa Sofia Monterrey. World History Encyclopedia. Última modificación enero 18, 2012.
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Mark, Joshua J.. "Parménides y la vía de la verdad."
Traducido por Edilsa Sofia Monterrey. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 18 ene 2012. Web. 04 oct 2024.
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Escrito por Joshua J. Mark, publicado el 18 enero 2012. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.