Monasticismo bizantino

Artículo

Mark Cartwright
por , traducido por Antonio Elduque
Publicado el 18 diciembre 2017
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Disponible en otros idiomas: inglés, francés

El monasticismo, es decir la dedicación de personas a una vida ascética en un monasterio por motivos religiosos, fue una característica constante del Imperio bizantino. Los monasterios se convirtieron en poderosos terratenientes, a la vez que en una voz influyente en la política imperial. Desde ascetas fanáticos hasta productores de vinos muy valorados, hombres y mujeres que dedicaron sus vidas a la vida monástica fueron parte importante de la comunidad, en la que los monasterios ofrecían todo tipo de servicios para pobres y necesitados, nobles caídos en desgracia, viajeros agotados y ratones de biblioteca ávidos de conocimientos. Muchos monasterios bizantinos continúan en activo, y su impresionante arquitectura resalta en los paisajes actuales, desde Atenas hasta el Sinaí.

St. Catherine's Monastery, Sinai
Monasterio de Santa Catalina, Sinaí
Marc!D (CC BY-NC-ND)

Orígenes y desarrollo

Llevar una vida ascética, en la que uno se niega a sí mismo las comodidades básicas, era un concepto ya presente en la fe judía y, por supuesto, en el propio Jesús, cuando pasó un tiempo de soledad a la intemperie, y en las vidas de sus discípulos, como Juan Bautista. La idea era que una persona podía así aproximarse más a Dios, desprendiéndose de todas las distracciones. En el siglo III d.C., los desiertos de Egipto eran un foco de atracción para los ascetas errantes (anacoretas o ermitaños), que vivían vidas de autonegación en ermitas, entre ellos el más famoso San Antonio (ca. 251-356 d.C.). La mayoría de ermitaños eran hombres, aunque también había algunas mujeres, entre las que destaca la prostituta arrepentida Santa María de Egipto (ca. 344 – ca. 421 d.C.), que pasó 17 años en el desierto.

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El monasticismo se desarrolló en el siglo IV d.C. y se expandió a partir del siglo V d.C., cuando los monjes empezaron a salir de sus retiros de aislamiento en el desierto y pasaron a vivir en comunidad en monasterios, situados más cerca de las poblaciones o incluso en ellas. Uno de los primeros ascetas que empezaron a organizar monasterios para sus seguidores fue Pacomio (ca. 290-346 d.C.), un antiguo soldado egipcio que, quizás inspirado por la eficiencia de los campamentos militares romanos, fundó nueve monasterios para hombres y dos para mujeres en Tabennisi, en Egipto. Estas primeras comunidades monásticas (cenobíticas) eran administradas según una lista de normas compiladas por Pacomio; ese estilo de vida comunitaria (koinobion), en la que los monjes vivían, trabajaban y rezaban juntos siguiendo una rutina cotidiana, con todas las propiedades en común, y un abad (hegoumenos) que las administraba, se convirtió en el modelo común en el período bizantino.

el más destacado Entre los primeros defensores de los monasterios bizantinos fue Basilio de Cesarea, durante el siglo IV d.C.

Una variante, o en realidad un precursor, de los monasterios comunitarios fue el lavra, que permitía a cada monje practicar su propio ascetismo independiente. En contraste con los monasterios comunitarios, en los lavra los monjes vivían, trabajaban y oraban en sus propias celdas privadas. No eran completamente independientes, porque seguían dependiendo de un archimandrita o administrador, y se unían a los demás monjes en algunos servicios en la iglesia común. El término lavra se aplicó también más adelante a algunos monasterios comunitarios normales, entre los que destaca el Gran Lavra del Monte Athos (ver más abajo), fundado en ca. 962 d.C.

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Entre los primeros defensores de los monasterios bizantinos el más destacado fue Basilio de Cesarea (alias San Basilio o Basilio el Grande), que estuvo en monasterios en Egipto y Siria. Basilio pensaba que los monjes no debían solamente trabajar juntos para lograr sus objetivos comunes, sino también contribuir a la comunidad en sentido más amplio, y a tal efecto fundó monasterios en Asia Menor. Los monjes a menudo contaban con la ayuda de aristócratas devotos que les proveían de villas vacías, de manera que sus alojamientos no siempre eran tan austeros como se podría imaginar. Había, sin embargo, monasterios urbanos que seguían al pie de la letra los principios ascéticos, según el ejemplo de los monasterios clásicos situados en sitios remotos.

El primer monasterio en Constantinopla fue el Dálmata, fundado a finales del siglo IV d.C., y a mediados del siglo VI la capital ya tenía unos 30 monasterios. Los monasterios del Imperio bizantino eran en su mayoría independientes, y no existían órdenes específicas que los administraran, como en la Iglesia de Occidente. Un típico monasterio bizantino podía tener dentro de sus muros múltiples instalaciones: iglesia, capilla, baños, cementerio, refectorio, cocinas, alojamiento, almacenes, establos y una posada para visitantes.

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Iviron Monastery, Mount Athos
Monasterio de Iviron, Monte Athos
Leon Hart (CC BY)

Los monjes se sentían atraídos por las montañas más que por ninguna otra localización y, por su parte, los peregrinos los visitaban para sentirse más cercanos a Dios y, en muchos casos, buscando sus intervenciones milagrosas. El Monte Sinaí, el Monte Auxentios, Meteora y el Monte Olimpo en Bitinia, con sus 50 monasterios, fueron los centros monásticos más importantes. Los monasterios eran, en general, independientes entre ellos, incluso los situados en la misma localidad, aunque a veces algunos estaban vinculados por un abad o un ‘primer monje’ (protos) que supervisaba una confederación. Quizás el más famoso de todos los centros monásticos estaba en el Monte Athos, al este de Tesalónica, probablemente fundado en el siglo IX, si no antes, y que incluye monasterios fundados por monjes extranjeros procedentes de Bulgaria, Armenia, Serbia y Rusia, entre otros. Permanece hoy en día como un centro importante del monasticismo y, al no haber sufrido invasiones destructivas a lo largo de los siglos, es un ejemplo bien conservado de la vida monástica bizantina.

Siempre autosuficientes, trabajando su propia tierra, desde el siglo X los monasterios bizantinos se fueron haciendo cada vez mayores y más ricos, con sus ingresos procedentes de las vastas propiedades que a menudo recibían de emperadores y particulares, y de su trato fiscal preferencial por parte del estado. Era frecuente que las tierras de un monasterio no estuvieran directamente conectadas con él, y se obtenían los ingresos mediante el alquiler o venta de parcelas. En los monasterios se obtenían productos alimenticios como trigo, cebada, legumbres, vino y aceite, aunque también podían tener sus propias alfarerías y molinos. Los beneficios de los excedentes se reinvertían en el monasterio o se repartían entre los pobres.

Los estilitas

Otra forma de vida monástica, sin duda la más extraña, fue el movimiento estilita. Un estilo de ascetismo que superaba a todos, consistía en que un solo monje subía encima de una columna (stylos) y permanecía allí, preferiblemente de pie, durante meses o incluso años, expuesto a las inclemencias del tiempo y, como puede imaginarse, al asombro y ridículo, a partes iguales, por parte de los viandantes. La gente corriente estaba muy acostumbrada a monjes y monjas que se abstenían de las comodidades y placeres de la vida, incluso a verles con cadenas, o había oído de ascetas que se encerraban en jaulas, pero esa posición en la columna no podía pasar desapercibida.

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Los emperadores bizantinos podían ser tanto amigos como enemigos de los monasterios – concediéndoles derechos sobre tierras o privilegios fiscales, pero también persiguiéndolos.

Se dice que Simeón el Estilita el Viejo (ca. 389-459 d.C.) fue el primero en proponer ese tipo de devoción extrema a Dios. El antiguo pastor ya había sido expulsado de un monasterio por su extremo ascetismo, y se entrenó para su rutina sobre la columna viviendo por un tiempo en una cisterna en desuso, con una pierna encadenada a una pesada piedra. Simeón escogió un columna de tres metros de altura en el desierto sirio, cerca de Antioquía, y allí se situaba un día sí, un día no, atrayendo finalmente a tanta gente que tuvo que hacerla más alta, debido al ruido, acercándole más a Dios, a 16 metros sobre el suelo. Simeón consiguió vivir así durante 30 años, y muchos otros monjes empezaron a seguir su ejemplo de manera que se desarrolló todo un movimiento estilita, que continuaba con fuerza en el siglo XI. A la muerte de Simeón, el sitio de Qal’at Sim’an se convirtió en un centro de peregrinaje, con una iglesia octogonal, un monasterio y cuatro basílicas construidos en torno a la columna original.

Uno de los imitadores más famosos de Simeón fue Daniel el Estilita (m. 493 d.C.), que se situó cerca de Constantinopla, pero sin permitir que su precaria posición le impidiera contribuir a los debates eclesiásticos, e incluso aconsejar a obispos y al propio emperador León I (r. 457-474 d.C.). Una rama del movimiento estilita (literalmente) fueron los dendritas, que decidieron vivir en un árbol en lugar de en una columna. Esos movimientos fueron parte de la tendencia de teología negativa o apofática, según la cual se podía llegar a conocer y entender a Dios a través de la experiencia personal, siempre que se eliminaran todas las distracciones mundanas.

Los monasterios y el Estado

Los monasterios y los monjes que trabajaban y rezaban en ellos se convirtieron en un medio de presión de los obispos sobre sus rivales eclesiásticos. Los monjes leales más fanáticos se organizaban en grupos para intimidar a quien no se adhiriera al dogma favorito del obispo y con frecuencia impulsaban a la violencia en grupo, en asuntos políticos y religiosos. Los obispos de Alejandría eran especialmente conocidos por utilizar a monjes y otros devotos similares, como los parabalani (parabolanos), trabajadores semiclericales que a menudo eran calificados incorrectamente como “asistentes de baño” para añadir fuerza en las calles a sus sermones desde el púlpito.

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Theodora & Michael III
Teodora y Miguel III
Unknown Artist (Public Domain)

Los emperadores bizantinos podían ser tanto amigos como enemigos de los monasterios. Muchos emperadores les concedían derechos de tierras o privilegios fiscales, pero otros les perseguían, especialmente los emperadores iconoclastas, que fueron responsables de la iconoclasia de los siglos VIII y IX, que intentó acabar con la adoración de iconos y reliquias, y destruirlos. Los monasterios, principales productores y promotores de dichos objetos, se convirtieron también en objetivos. Por ejemplo, el monasterio de Pelekete, en el monte Olimpo, fue incendiado en el 755 d.C. Muchos otros sufrieron un destino similar o vieron confiscadas sus tierras y propiedades, con sus monjes perseguidos o mostrados en ceremonias de escarnio público. En el siglo XIV tuvo lugar otra ola de persecuciones, esta vez con motivo del hesicasmo, la práctica de los monjes de repetir una oración para alcanzar la unión mística con Dios.

A pesar de su independencia religiosa, hay evidencias de que los monasterios bizantinos y sus residentes estaban sujetos a las leyes civiles, como cualquier otro. Los jueces locales llevaban a cabo investigaciones judiciales, y los monjes podían ser incluso citados ante los tribunales en Constantinopla.

Los emperadores tenían muy en cuenta la influencia de los monasterios sobre la población local. Por ejemplo, los gobernantes nombraban a los abades de monasterios importantes como los del Monte Athos, un derecho asumido por el obispo de Constantinopla a partir del siglo XIV. Otro problema era que, con el crecimiento del número de monasterios, decrecía la recaudación fiscal del estado, lo que indujo al emperador Romano I Lecapeno (r. 920-944 d.C.) a prohibir la fundación de nuevos monasterios, para proteger las tierras de los aldeanos, aunque no fue más que una pausa en el proceso aparentemente inevitable de difusión de los monasterios, tal fue su éxito y utilidad para el conjunto de la sociedad.

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Contribuciones culturales

Aunque no era su principal razón de ser, monjes y monasterios colaboraron con la comunidad en que vivieron ayudando a los pobres y aportando hospitales, orfanatos, baños públicos y asilos para los ancianos. Incluso aristócratas retirados y políticos caídos en desgracia eran bienvenidos, y los viajeros encontraban cobijo siempre que lo necesitaban. Los monasterios también desempeñaron un papel prominente en la educación, construyendo grandes bibliotecas y difundiendo la cultura bizantina en los viajes de los monjes dentro y fuera del imperio. Algunos, aunque no muchos, también crearon escuelas. Los monasterios cuidaron de los centros de peregrinaje y fueron grandes patrocinadores de las artes, no solamente por su producción de iconos y manuscritos iluminados sino también por su apoyo a artistas y arquitectos para el embellecimiento de sus edificios y los de la comunidad, con imágenes y textos destinados a difundir el mensaje cristiano. Finalmente, muchos monjes contribuyeron significativamente al estudio de la historia, especialmente con sus colecciones de cartas y biografías (vitae) de santos, personajes famosos y emperadores.

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Sobre el traductor

Antonio Elduque
Soy doctor en Química y trabajo en el sector biomédico. También licenciado en Humanidades, especialmente aficionado a la Historia. Me gusta traducir porque obliga a una lectura lenta y cuidadosa, buscando el sentido del texto más que el significado de las palabras.

Sobre el autor

Mark Cartwright
Mark es un autor, investigador, historiador y editor a tiempo completo. Se interesa especialmente por el arte, la arquitectura y por descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en filosofía política y es el director de publicaciones en World History Encyclopedia.

Cita este trabajo

Estilo APA

Cartwright, M. (2017, diciembre 18). Monasticismo bizantino [Byzantine Monasticism]. (A. Elduque, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1163/monasticismo-bizantino/

Estilo Chicago

Cartwright, Mark. "Monasticismo bizantino." Traducido por Antonio Elduque. World History Encyclopedia. Última modificación diciembre 18, 2017. https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1163/monasticismo-bizantino/.

Estilo MLA

Cartwright, Mark. "Monasticismo bizantino." Traducido por Antonio Elduque. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 18 dic 2017. Web. 25 abr 2024.

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