El alma en el antiguo Egipto

Artículo

Joshua J. Mark
por , traducido por Rosa Maria Barquin
Publicado el 02 marzo 2017
Disponible en otros idiomas: inglés, francés
Escucha este artículo
X
Imprimir artículo

En el inicio de los tiempos, el dios Atum se posó sobre el barro primordial en medio de las aguas del caos y creó el mundo. El poder que permitió este acto fue heka (la magia) personificada en el dios Heka, la fuerza invisible detrás de los dioses. Por lo tanto, la tierra y todo lo que en ella existía estaba impregnada de magia, y naturalmente esto incluía a los seres humanos. Los dioses habían creado a la humanidad, y ésta vivía y se movía debido a la fuerza mágica que la animaba: el alma.

Egyptian Ba Amulet to Ward Off Evil
Amuleto egipcio del Ba para ahuyentar el mal
Walters Art Museum (Public Domain)

La vida de un individuo en la tierra se consideraba solo una parte de un viaje eterno. La personalidad se creaba en el momento del nacimiento, pero el alma era una entidad inmortal que habitaba un recipiente mortal. Cuando ese recipiente fallaba y el cuerpo de la persona moría, el alma continuaba en otro plano de la existencia donde, si los dioses la justificaban, viviría para siempre en un paraíso que era una imagen espejo de la existencia terrenal.

Eliminar publicidad
Publicidad

No obstante, esta alma no era solo el carácter de la persona, sino un ser compuesto de diferentes entidades, cada una de las cuales poseía su propio papel que jugar en el viaje de la vida y en el más allá. Los rituales funerarios que eran un aspecto tan importante de la cultura egipcia se observaban tan cuidadosamente porque cada aspecto del alma debía tenerse en cuenta para que la persona continuara su camino hacia la eternidad.

Las partes del alma

Se pensaba que el alma consistía de nueve partes separadas que se integraban en un todo individual, pero que tenía aspectos diferentes. La egiptóloga Rosalie David explica:

Eliminar publicidad
Publicidad

Los egipcios creían que la personalidad humana tenía muchas facetas, un concepto que probablemente se desarrolló a comienzos del Imperio Antiguo. Durante la vida, la persona era una entidad completa, pero si había llevado una vida virtuosa, también podía tener acceso a múltiples formas que podría usar en el otro mundo. En algunos casos, estas formas se podrían emplear en ayudar a aquellos que el fallecido deseara apoyar o, en caso contrario, vengarse de sus enemigos. (116)

Para que estos aspectos del alma funcionaran el cuerpo debía permanecer intacto, y debido a ello la momificación se convirtió en una parte tan integral de los rituales funerarios y de la cultura. En algunas épocas, se pensaba que el alma se componía de cinco partes y en otras épocas de siete, pero, generalmente, eran nueve.

EL ALMA NO ERA SOLO EL CARÁCTER, SINO UN SER COMPUESTO DE DIFERENTES ENTIDADES, CADA UNA DE LAS CUALES TENÍA SU PROPIO PAPEL QUE JUGAR EN EL VIAJE DE LA VIDA Y EN EL MÁS ALLÁ.

El khat era el cuerpo físico que, cuando se convertía en cadáver, proporcionaba la unión entre el alma y la vida terrenal. El alma necesitaba alimentarse después de la muerte de la misma manera que cuando estaba en la tierra; por lo tanto, se llevaban ofrendas de comida y bebida a la tumba y se dejaban en una mesa de ofrendas. La egiptóloga Helen Strudwick observa que “uno de los temas más comunes en las pinturas y en las tallas de tumbas era el difunto sentado en una mesa de ofrendas llena de comida” (188). No se pensaba que el cadáver realmente comiera este alimento, sino que absorbía sus nutrientes de manera sobrenatural. También se colocaban pinturas y estatuas del fallecido en la tumba para que, si algo ocurría que dañaba el cuerpo, la estatua o la pintura asumía su papel.

Eliminar publicidad
Publicidad

El Ka era el doble o cuerpo astral, y se corresponde con lo que la mayoría de la gente en la actualidad considera un “alma”. Era “la fuerza vital que permitía que una persona continuara recibiendo ofrendas en el más allá” (David, 117). El ka se creaba en el momento del nacimiento para el individuo y, por lo tanto, reflejaba su personalidad, pero la esencia siempre había existido y se “pasaba a través de las generaciones sucesivas, llevando la fuerza espiritual de la primera creación” (David, 117). El ka no era solo la personalidad, sino también un guía y protector, impregnado de la chispa divina. Era el ka el que absorbía el poder de las ofrendas de comida depositadas en la tumba que lo mantenían en el más allá. Todos los seres vivos tenían un ka, desde las plantas a los animales y siguiendo hasta los dioses, lo que era evidente ya que, simplemente, estaban vivos.

El Ba se traduce mayormente como “alma” y era un aspecto de pájaro con cabeza humana que podía viajar rápidamente entre la tierra y los cielos y, concretamente, entre el más allá y el cadáver de la persona. Cada ba estaba unido a un cuerpo en particular, y flotaba sobre el cadáver después de la muerte, pero también podía viajar al más allá, visitar a los dioses, o regresar a la tierra a aquellos lugares que la persona amó durante su vida. El cadáver debía reunirse con el ka cada noche para que el ka recibiera sustento, y era el trabajo del ba llevarlo a cabo. Los dioses tenían un ba además de un ka. Ejemplos de ello son el toro Apis que era el ba de Osiris y el Fénix, el ba de Ra.

Egyptian Pottery Soul House
Casa de almas egipcia de cerámica
Osama Shukir Muhammed Amin (Copyright)

El Shuyet era la propia sombra, lo que significa que en esencia era la sombra del alma. La sombra en Egipto representaba el bienestar y la protección, y por esta razón los lugares sagrados en Amarna se conocían como La sombra de Ra. No está claro cómo funcionaba el shuyet, pero se consideraba extremadamente importante y operaba como una entidad protectora y rectora para el alma en el más allá. El libro egipcio de los muertos incluye un hechizo donde el alma afirma, “Mi sombra no será derrotada” al declarar su habilidad para atravesar el más allá hacia el paraíso.

Eliminar publicidad
Publicidad

El Akh era el yo inmortal transformado, que era una unión mágica del ba y el ka. Strudwick escribe, “una vez creado el akh por medio de esta unión, sobrevivía como un “espíritu iluminado”, duradero e inalterable para toda la eternidad” (178). Akh se traduce habitualmente como “espíritu” y era la forma más elevada del alma. El hechizo 474 de Los Textos de las Pirámides afirma, “el akh pertenece al cielo, el cadáver a la tierra”, y era el akh el que disfrutaba de la eternidad entre las estrellas con los dioses. No obstante, el akh podía regresar a la tierra, y era un aspecto del akh el que volvía como un fantasma a perseguir a los vivos si se hacía algo malo, o volvería en sueños a ayudar a alguien del que se preocupaba.

El Sahu era el aspecto del akh que aparecía como un fantasma o en sueños. Se separaba de los otros aspectos del alma en cuanto Osiris justificaba al individuo y lo juzgaba digno de la existencia eterna.

El Sechem era otro aspecto del akh que permitía dominar las circunstancias. Era la energía vital del individuo que se manifestaba como el poder para controlar los alrededores y los desenlaces.

Eliminar publicidad
Publicidad

El Ab era el corazón, la fuente del bien y del mal que definía el carácter de la persona. Este era el corazón espiritual que se elevaba desde el corazón físico (hat) y que por esta razón se dejaba en el cuerpo momificado: era la sede de la individualidad de la persona y el registro de sus pensamientos y acciones durante su tiempo en la tierra. Era el ab el que Osiris pesaba en la balanza contra la pluma blanca de la verdad y, si se encontraba más pesado que la pluma, se arrojaba al suelo donde el monstruo Amut lo devoraba. En cuanto se comía el corazón, el alma dejaba de existir. Si el corazón se hallaba más ligero que la pluma, se justificaba al alma y podía continuar hacia el paraíso. Se incluía un amuleto especial en la momificación del cuerpo y se colocaba sobre el corazón como un talismán protector que evitara que el corazón atestiguara contra el alma y posiblemente la condenara falsamente.

Weighing the Heart, Book of the Dead
El pesaje del corazón, Libro de los muertos
Jon Bodsworth (Public Domain)

El Ren era el nombre sagrado de la persona. Los dioses lo daban en el momento del nacimiento y solo ellos lo conocían. El erudito Nicholaus B. Pumphrey escribe, “la única forma de poder cambiar el futuro o el destino es si una criatura de poder superior cambia el nombre. Mientras que el nombre del ser exista, el ser existirá por toda la eternidad como parte del orden divino” (6-7). El ren era el nombre por medio del cual los dioses conocían el alma individual y cómo se llamaba la persona en el más allá.

Los ritos funerarios y el alma

Los rituales funerarios se celebraban para dirigirse a cada aspecto del alma y asegurar a los vivos que el fallecido continuaba viviendo después de la muerte. Se practicaba la momificación para conservar el cuerpo, se incluían amuletos y textos mágicos para dirigirse a las otras facetas espirituales que constituían un individuo. No se olvidaba a los muertos una vez se colocaban en su tumba. Después se observaban rituales a diario en su honor y para que continuaran su existencia. Rosalie David escribe:

¿Te gusta la historia?

¡Suscríbete a nuestro boletín electrónico semanal gratuito!

Para asegurar que se mantuviera la unión entre los vivos y los muertos, a fin de que se asegurara la inmortalidad de la persona, debían de proporcionarse todas las necesidades materiales para el fallecido, y debían llevarse a cabo los rituales funerarios correctos. Se esperaba que el heredero de una persona llevara las ofrendas diarias a la tumba para mantener el ka del propietario. (118)

Si la familia era incapaz de llevar a cabo este deber, podían emplear un “servidor del Ka” que era un sacerdote entrenado especialmente en los rituales. No se podía abandonar una tumba, o de otra manera el espíritu de la persona sufriría en el más allá y podría entonces regresar en busca de venganza. De hecho, este es el argumento de una de las historias egipcias de fantasmas más conocidas, Khonsemhab and the Ghost (Khonsemhab y el fantasma), en la que el espíritu de Nebusemekh regresa a pedir ayuda a Khonsemhab, el sumo sacerdote de Amón. La tumba de Nebusemekh se ha abandonado hasta el punto donde ni siquiera nadie recuerda donde esta y nadie va a visitarla ni lleva las ofrendas necesarias. Khonsemhab envía a su criado a localizar, arreglar y restaurar la tumba y después promete proporcionar las ofrendas al ka de Nebusemekh a diario.

Khonsemhab and the Ghost
Khonsemhab y el fantasma
Khruner (CC BY-NC-SA)

Estas ofrendas se dejaban en una mesa de altar en la capilla de ofrendas de aquellas tumbas lo suficientemente elaboradas para tener una o en la mesa de ofrendas en la tumba. El ka del fallecido entraba en la tumba a través de la puerta falsa facilitada y habitaba el cuerpo o la estatua y extraía el alimento de las ofrendas proporcionadas. En caso de que hubiera un retraso por cualquier razón, se enterraba junto a aquellos que podían permitírselo una cantidad de comida y bebida importante. Strudwick señala cómo “las necesidades inmediatas del fallecido se satisfacían enterrando con la momia un verdadero festín: carne, verduras, fruta, pan, y jarras de vino, agua y cerveza” (186). Esto aseguraba que el fallecido estaba bien provisto, pero no negaba la obligación por parte de los vivos de recordar y cuidar de los muertos.

Las listas de ofrendas, que estipulaban qué tipos de comida se debían llevar y en qué cantidad, se inscribían en las tumbas para que el criado del Ka o algún otro sacerdote pudiera continuar con las provisiones en el futuro, incluso mucho después de que la familia hubiera fallecido. Existían autobiografías que acompañaban a las listas de ofrendas para celebrar la vida de la persona y proporcionar un medio de recuerdo duradero. La mayoría de la gente se tomaba en serio el mantenimiento de las tumbas familiares y las ofrendas en honor del fallecido, a sabiendas de que algún día ellos necesitarían el mismo tipo de atención para el sustento de sus propias almas.

Eliminar publicidad
Publicidad

Sobre el traductor

Rosa Maria Barquin
Debido a mi gran interés por aprender humanidades, soy traductora voluntaria para WHE, lo que me da la oportunidad de profundizar en las olas del tiempo.

Sobre el autor

Joshua J. Mark
Joshua J. Mark no sólo es cofundador de World History Encyclopedia, sino también es su director de contenido. Anteriormente fue profesor en el Marist College (Nueva York), donde enseñó historia, filosofía, literatura y escritura. Ha viajado a muchos lugares y vivió en Grecia y en Alemania.

Cita este trabajo

Estilo APA

Mark, J. J. (2017, marzo 02). El alma en el antiguo Egipto [The Soul in Ancient Egypt]. (R. M. Barquin, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1023/el-alma-en-el-antiguo-egipto/

Estilo Chicago

Mark, Joshua J.. "El alma en el antiguo Egipto." Traducido por Rosa Maria Barquin. World History Encyclopedia. Última modificación marzo 02, 2017. https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1023/el-alma-en-el-antiguo-egipto/.

Estilo MLA

Mark, Joshua J.. "El alma en el antiguo Egipto." Traducido por Rosa Maria Barquin. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 02 mar 2017. Web. 23 oct 2024.

Afiliación