El libro tibetano de los muertos

Definición

Joshua J. Mark
por , traducido por Waldo Reboredo Arroyo
Publicado el 18 agosto 2021
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Disponible en otros idiomas: inglés
Peaceful & Wrathful Deities of the Bardo (by Nyingma Lineage, Public Domain)
Deidades apacibles e irascibles del bardo
Nyingma Lineage (Public Domain)

El libro tibetano de los muertos es el título original traducido al español de los textos tibetanos conocidos como bar-do thos-grol (Bardo Thodol), «La liberación mediante la escucha durante el estado intermedio», cuyo propósito es guiar el alma del difunto desde que parte del cuerpo hasta antes de volver a nacer.

Los textos originales se escribieron en el siglo VIII d.C., se descubrieron en el siglo XIV, y el erudito antropólogo norteamericano de creencias espiritualistas Walter Evans-Wentz (1878-1965), lo tradujo al inglés en el siglo XX. La traducción de Evans-Wentz se convirtió en la versión estándar del idioma inglés, con la cual en la actualidad se ha familiarizado la mayoría de las personas, y la que diversos autores de habla inglesa emplean como referencia.

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La interpretación teosófica que hizo Evans-Wentz sobre la obra, apoyada por el psiquiatra y analista suizo Carl Gustav Jung (1875-1961), ha posicionado al libro como una popular guía de transformación personal. La obra reconoce la naturaleza ilusoria de la existencia, por lo que la persona puede emplearla para liberarse de conceptos erróneos que la mantienen atada a comportamientos repetitivos de limitación y destrucción de sí misma. Sin embargo, el escrito jamás se concibió con ese propósito.

el bardo thodol se escribió para leérsele al espíritu del difunto durante el estado intermedio entre el momento en que el alma abandona el cuerpo y el instante en que vuelve a nacer.

El Bardo Thodol se escribió para leérsele al alma del difunto durante el estado intermedio (bardo) entre el momento que abandona el cuerpo y el instante en que nace de nuevo bajo otra forma o se libera del ciclo de reencarnación y muerte (samsara). Se creía que las acciones realizadas a lo largo de la vida de la persona la confrontaban al morir, personificadas en forma de entidades apacibles o iracundas. Estos entes atemorizaban al alma, por lo que un lama (monje tibetano budista) leía en voz alta el Bardo Thodol para que el espíritu conociera con qué iba a tropezar en su andar, y al vislumbrarlo, tuviera la posibilidad de realizar una transición más tranquila a través del estado intermedio, hasta adoptar una nueva forma de existencia.

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No obstante, con independencia de su objetivo original, El libro tibetano de los muertos ha asumido vida y propósitos propios como guía de los que viven. Cualquiera sea la interpretación que se haga de la obra, el texto sustenta que el alma sobrevive a la muerte del cuerpo, y ofrece consuelo al prometer la continuidad de la existencia. Hoy día, con el objetivo de enfrentar el terror ancestral a dejar de existir al llegar la muerte, los empleados de los asilos lo utilizan en algunas ocasiones para aquietar los temores de los moribundos y conducirlos a que se desapeguen de su vida actual y abracen una nueva experiencia.

Historia del texto

Según la leyenda, el Bardo Thodol tuvo su origen en el siglo VIII d.C., cuando el emperador Trisong Detsen, que reinó desde el 755 hasta cerca del 797, invitó al Tibet al Gurú del Loto Padmasambhava, para que lo ayudara a liberar al país de los tenebrosos espíritus que impedían la adopción de la doctrina budista. Padmasambhava los doblegó, y de temibles y codiciosas obstrucciones, los transmutó en guardianes de la ley cósmica del Dharma, con lo que libró al país de las tinieblas de la ignorancia y permitió la difusión de la iluminación budista.

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Padmasambhava
Padmasambhava
Sudarsan Tamang (CC BY)

Yeshe Tsogyal, quien vivió a mediados del siglo VIII y fuera la esposa principal o consorte de Trisong Detsen, se contó entre las primeras en responder al llamado budista. Es probable que haya sido una temprana devota de la diosa Tara, deidad primordial del budismo esotérico de Padmasambhava, la cual inspiraba a las mujeres a lograr la iluminación y promovía la igualdad entre los sexos. Tsogyal, a quien a menudo se hace referencia mediante el epíteto de Madre del Budismo Tibetano, estudió con diligencia bajo Padmasambhava, alcanzó la iluminación y lo ayudó a escribir los textos que entre ambos ocultaron en distintas ubicaciones, los cuales más adelante serían descubiertos por quienes los revelarían cuando se necesitaran.

Los textos se descubrieron en el siglo XIV por Karma Lingpa (1326-1386), a quien se consideraba una reencarnación de un discípulo de Padmasambhava y gter-ston (también transcrito como terton), un «revelador» de los tesoros espirituales del pasado. Según hace notar Bryan J. Cuevas, Karma Lingpa encontró varios textos, no solo el Bardo Thodol:

Estas eran las revelaciones de los textos de Karma Lingpa, a los que por lo común, de manera colectiva, se hace referencia como las Apacibles e irascibles de Karling: una serie literaria titulada La sabiduría liberada por sí misma de las deidades apacibles e irascibles, más una serie menos voluminosa de escritos funerarios llamada La gran liberación mediante la escucha durante el bardo. (17)

Hasta bien entrado el siglo XV los maestros enseñaban este saber a los estudiantes de manera oral, quienes los transmitían a los demás alumnos por igual vía. Cuevas subraya cómo en aquella época y desde antes «la transmisión del conocimiento religioso, bien en forma de textos o de instrucción oral directa, constituyó un proceso bastante fluido en el Tibet». Los libros no se imprimieron hasta el siglo XVIII, momento a partir del cual comienzan a circular con mayor amplitud.

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en la base de la visión del Bardo thodol se encuentra el concepto budista de que TODO ESTÁ INTERCONECTADO.

En 1919, el oficial británico Mayor W. L. Campbell, establecido en Sikkim, India, compró cierto número de bloques de impresión de estos manuscritos durante un viaje realizado por el Tibet. Campbell estaba interesado en el budismo tibetano y tras su regreso a Sikkim los compartió con el Dr. Walter Evans-Wentz, un antropólogo que se encontraba en la región, donde realizaba estudios sobre aspectos religiosos y espirituales de la cultura. Evans-Wentz no tenía un buen dominio del lenguaje empleado en los textos y enlistó la ayuda del Lama Kazi Dawa Samdup (1868-1922), quien era director y maestro de una escuela local, para que lo ayudara.

Por entonces Dawa Samdup gozaba de una impresionante reputación como intérprete, debido a los trabajos de traducción del tibetano al inglés que realizaba para la famosa viajera y espiritualista Alexandra David-Neel (1868-1969). Samdup accedió a apoyar a Evans-Wentz con los manuscritos y se reunían para traducir e interpretar los textos, hasta la muerte del dragomán en 1922. Para entonces se habían traducido la mayoría de los textos funerarios del Bardo Thodol y Evans-Wentz completó los fragmentos faltantes con su propia interpretación. Publicó la obra en 1927 con el título de El libro tibetano de los muertos, en busca de resonancia con El libro egipcio de los muertos, divulgado en inglés en 1867 por el Museo Británico. Desde su publicación en 1927 El libro tibetano de los muertos no solo se ha mantenido en imprenta, sino que además ha inspirado ulteriores traducciones, así como cientos de páginas de artículos y comentarios.

El Bardo Thodol

En la base de la visión del Bardo Thodol se encuentra la concepción budista de que todas las cosas están interconectadas y que la vida es un ciclo interminable de cambios e impermanencia. Todas las cosas nacen y mueren conforme a su naturaleza, y el sufrimiento humano se origina al tratar de hacer que los estados de existencia se mantengan de forma permanente, en un mundo cuya esencia es la impermanencia. El académico Fung Kei Cheng explica el punto:

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Para los budistas, la vida no solo se considera un proceso, sino más importante aún, un «vasto proceso de devenir» dentro de un interminable ciclo de vivir y morir, lo que implica que el individuo experimenta la muerte en innumerables ocasiones… Según la respuesta personal a la realidad, se hace factible trascender el sufrimiento y dominar la ansiedad que genera la muerte, si la persona busca con éxito el sentido de la vida, y con posterioridad se prepara a morir bien al dejarse llevar por la muerte. (68-69)

Se piensa que las respuestas de la persona a las realidades de la vida moldean las experiencias posteriores a la muerte. Si la persona se ha consagrado a pensamientos y acciones elevadas, podría esperar encontrarse solo con entidades pacíficas en el otro lado, pero los seres humanos tienen defectos y hasta las personas más espirituales y devotas cometen errores, experimentan pensamientos y sentimientos negativos, y atraviesan momentos tenebrosos cuando se separan de su poder superior.

Deities of the Padmakula Mandala
Deidades del Mandala Padmakula
RMN-Grand Palais/Art Resource, NY (Copyright)

En la vida posterior a la muerte tanto las energías positivas (apacibles) como las negativas (irascibles) de la vida personal se manifiestan como entidades que cierran o abren el paso a lo largo del estado intermedio. Al alma se le lee el Bardo Thodol para que conozca a qué se enfrenta y qué debe esperar en cada ocasión.

El texto posee seis secciones, cada una de las cuales trata sobre una fase distinta dentro del estado intermedio:

  • Recordatorio sobre el Bardo de la Realidad en sí misma.
  • Versos germinales sobre los Seis Bardos.
  • Liturgia religiosa de las Latencias kármicas liberadas por sí mismas.
  • Visión liberada por sí misma: una Oración a las Cinco tierras puras.
  • Introducción directa al Bardo del Devenir.
  • Oración para solicitar la ayuda de los budas y bodhisattvas de las Diez direcciones.

En el primer bardo, la persona experimenta el momento de la muerte y pasa a la «brillante luz que se ve en el momento de la muerte», que es la realidad misma, no la ilusión de realidad experimentada en la tierra.

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En el segundo bardo, se recibe una introducción general de todos los seis bardos y de las formas en que el Buda u otras entidades pueden manifestarse.

En el tercer bardo, el sujeto confronta la personificación de sus pecados y de las buenas acciones que ha realizado a lo largo de la vida, a menudo como temibles alucinaciones, aunque si las reconoce por lo que son, puede continuar el camino hacia un nuevo nacimiento o hacia la liberación.

En el cuarto bardo la persona se libera de todas las ilusiones de la vida pasada y despierta a la conciencia pura.

En el quinto bardo, se experimenta movimiento hacia un estado de meditación que antecede al siguiente nacimiento, o a la liberación del samsara.

En el sexto bardo el individuo solicita ayuda a todos los budas y bodhisattvas que han venido con anterioridad o que vendrán, así como a deidades como Tara, para obtener su protección al entrar en el estado de ensoñación que precede al nacimiento bajo otra forma. Si la persona se ha liberado de la Rueda del Devenir y no vuelve a encarnar, expresa su agradecimiento y parte hacia la liberación final.

White Tara and Green Tara
Tara Verde y Tara Blanca
Metropolitan Museum of Art (Copyright)

Los bardos cuarto, quinto, y sexto colocan en perspectiva la existencia previa del individuo y le permiten a la persona que la deje partir antes de seguir adelante. Cuevas comenta:

En términos básicos, el ritual del bardo constituye una súplica para que el alma del difunto se purifique de sus pecados, se la libre de los peligrosos caminos del bardo, y para que el renacimiento se produzca de manera auspiciosa en uno de los tres destinos más elevados: el humano, el de semidiós, o el de dios. Los textos preceptuados para acompañar a estos ritos recrean desde el punto de vista ceremonial las circunstancias del tránsito que tras su muerte realiza el fallecido a través del bardo, e invocan las imágenes de budas y bodhisattvas para que acudan a guiar al difunto a lo largo del camino. (74)

Se piensa que el proceso completo, desde la muerte hasta el nuevo nacimiento, lleva 49 días divididos en siete fases, cada una de las cuales dura una semana: una semana para la preparación del cuerpo y la ceremonia funeraria, y una semana por cada uno de los seis bardos que el alma debe atravesar; por lo tanto, la intención original de la obra era que su lectura se extendiera 49 días. Sin embargo, Cuevas llama la atención acerca de que «la duración y frecuencia de la recitación y del desempeño de los rituales dependía en lo fundamental de las riquezas de la familia» (76). Costaba dinero traer a los lamas, albergar y alimentar a los que presenciaban los rituales, y adquirir los materiales que se requerían para los ritos, como incienso y otros artefactos y reliquias de diversos tipos.

Una vez que el ritual de la lectura del Bardo Thodol se completaba, se consideraba que la familia del difunto había cumplido de manera apropiada con su deber en relación al respeto que debía mostrar hacia el fallecido, y en consecuencia, los familiares podían seguir con sus vidas. Al parecer algunas ceremonias duraban solo una semana o incluso pocos días, según la situación económica de la parentela, pero se pensaba que el acto en sí mismo saldaba las cuentas con el difunto. Así, no había que temer que el muerto se presentara en forma de fantasma para perseguir a los vivos y traerles mala suerte, enfermedad, o la muerte, en retribución a haber efectuado de manera inadecuada los ritos funerarios.

Interpretación y uso actual

El único propósito del rito explicado en el texto tibetano original era realizar la lectura y poner a descansar el alma de los fallecidos. Sin embargo, una vez traducido por Dawa Samdup y publicado por Evans-Wentz asumió la nueva forma de guía espiritual para los que viven. Evans-Wentz había quedado profundamente impresionado por la teosofía de Helena Blavatsky (1831-1891), que preconizaba que el Divino Absoluto vivía dentro de cada alma inmortal, la cual en su camino hacia la liberación asumía muchas vidas. Este concepto era muy parecido al del budismo y sobre todo al del budismo esotérico del Tibet, que Blavatsky afirmaba era una de las bases de la sabiduría de la antigüedad.

Madame Blavatsky
Madame Blavatsky
Unknown (Public Domain)

La interpretación que hace Evans-Wentz del Bardo Thodol estuvo influida por sus creencias teosóficas, razón por la cual entendía que la obra abarcaba aspectos exotéricos y esotéricos. Su propósito exotérico era el de un rito funerario, pero en el plano esotérico, podía ayudar a los que se encontraban de este lado de la realidad a vivir una vida mejor. En su introducción, Evans-Wentz escribe:

El Bardo Thodol posee la alta sensibilidad de esclarecerle al difunto la primacía del alma, puesto que esa es una de las cuestiones que la vida no nos aclara. Estamos tan rodeados por cosas que nos atropellan y oprimen que, en medio de todas estas cosas «dadas», jamás tenemos la oportunidad de preguntarnos quién es el que las «da». Es de este mundo de cosas «dadas» que la persona muerta se libera; y el propósito de la instrucción es apoyarla en el camino hacia esa liberación. Nosotros, si nos ponemos en su lugar, no debemos derivar de ello menos recompensa, puesto que desde los primeros párrafos se aprende que el que «da» todas las cosas «dadas» reside dentro de nosotros. (xl)

La interpretación de Evans-Wentz inspiró a todos los que le siguieron a comprender que El libro tibetano de los muertos era igual de valioso para los vivos que para los muertos. Cuevas resalta que desde la publicación de la obra de Evans-Wentz, la popularidad de El libro tibetano de los muertos nunca ha decaído y que la obra se interpreta y aprecia a partir de tres enfoques que nada tienen que ver con su propósito original:

Estos tres enfoques pueden identificarse en términos básicos como el científico, el psicológico y el humanista. De manera general, el primer enfoque busca establecer un fundamento verificable desde el punto de vista racional y empírico; el segundo insiste en una realidad simbólica y arquetípica; y el tercero se interesa en la promisoria capacidad que posee el individuo de transformarse a sí mismo.

El enfoque científico está en línea con la afirmación de Evans-Wentz, que la existencia del Bardo Thodol constituye prueba de que la vida continúa después de la muerte, debido a que trata «de manera científica» la progresión del alma desde la defunción hasta su nuevo nacimiento, como un hecho de carácter físico-psicológico. En otras palabras, describe un estado de transición psicológica reconocible, sustentado por los casos estudiados por esa disciplina, y de ahí que lo que se plantea sea «científico». Los otros dos enfoques que se han mencionado se concentran en reconocer en la obra los principios que pueden guiar a la persona a que lleve una vida más completa y plena sin tomar en consideración poderes sobrenaturales o convenciones religiosas, con todo y que la religión puede jugar un papel importante. Aunque es probable que los sabios tibetanos del siglo VIII a los que se les atribuye el texto jamás imaginaran alguno de estos enfoques, hoy día constituyen las interpretaciones más comunes del escrito.

A lo largo de los años han aparecido muchas traducciones auténticas y fraudulentas, pero todas clasifican dentro de alguna de las categorías que Cuevas propone. Una de las más populares es El libro tibetano de la vida y de la muerte, de Sogyal Rinpoche, publicada en 1992. La obra no es una traducción, aunque en su fundamento se apega a El libro tibetano de los muertos. Es una interpretación cuyo propósito es consolar al que fallece, ofrecer esperanza al afligido y promover la compasión y el compromiso para lograr una vida plena de significado.

el libro tibetano de los muertos se escribió para ofrecer consuelo y guía a los muertos en su vida del más allá, pero hoy sirve idéntico propósito para los vivos.

Conclusión

La obra de Sogyal Rinpoche se ha calificado de «poco erudita», pero nunca se concibió como un texto académico. Resume los usos que El libro tibetano de los muertos tiene en la actualidad, como fuente de consuelo tanto para los que mueren como para los que penan, y provee el mismo tipo de prueba «científica» acerca de la existencia de la vida después de la muerte que Evans-Wentz afirmó que ofrecía la obra original.

En particular en los Estados Unidos, donde los rituales funerarios por lo general se planean y realizan por los organizadores de honras fúnebres y por el clero, no por la familia, existe una tendencia a desconectarse del acto de morir y del trato con los difuntos, y de poner en manos de profesionales la cuestión de qué es lo que existe tras la muerte. Carl Jung observa en los comentarios que hace al texto de Evans-Wentz, que:

Las provisiones que hacemos respecto a los muertos son rudimentarias y de muy bajo nivel, no porque no podamos convencernos de la inmortalidad del alma, sino porque hemos racionalizado la inexistencia de las necesidades sicológicas que se han mencionado. Nos comportamos como si no tuviéramos esa necesidad y dado que no podemos creer en una vida posterior a la muerte, preferimos no tratar el asunto.

El libro tibetano de los muertos impulsa a la persona a «hacer algo» respecto a la muerte al involucrarla en el proceso de morir, con independencia de que no acepte o no interiorice los términos o la significación simbólica del mismo. Jung menciona la necesidad psicológica de una creencia en que se sobrevive a la muerte corporal; cuestión que la obra desarrolla en su descripción del proceso de dejar ir y seguir adelante, que corresponde, aunque de manera figurativa, a una experiencia personal con la que el individuo se puede relacionar.

Se entiende que la partida desde un punto implica la existencia de un destino en otro punto. El significado y finalidad de cualquier obra escrita cambia con el tiempo, según las necesidades de los lectores. El libro tibetano de los muertos se escribió con el objetivo de ofrecer consuelo y guía a los difuntos en su paso por el más allá, pero hoy día sirve, o puede servir, igual propósito para los que viven.

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Bibliografía

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Sobre el traductor

Waldo Reboredo Arroyo
Interesado en el estudio de las migraciones, costumbres, las artes y religiones de distintas culturas; descubrimientos geográficos y científicos. Vive en La Habana. En la actualidad traduce y edita libros y artículos para la web.

Sobre el autor

Joshua J. Mark
Joshua J. Mark es un escritor independiente y antiguo profesor de filosofía a tiempo parcial en el Marist College de Nueva York. Vivió en Grecia y Alemania y ha viajado por Egipto. Ha sido profesor universitario de historia, escritura, literatura y filosofía.

Cita este trabajo

Estilo APA

Mark, J. J. (2021, agosto 18). El libro tibetano de los muertos [Tibetan Book of the Dead]. (W. R. Arroyo, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-19958/el-libro-tibetano-de-los-muertos/

Estilo Chicago

Mark, Joshua J.. "El libro tibetano de los muertos." Traducido por Waldo Reboredo Arroyo. World History Encyclopedia. Última modificación agosto 18, 2021. https://www.worldhistory.org/trans/es/1-19958/el-libro-tibetano-de-los-muertos/.

Estilo MLA

Mark, Joshua J.. "El libro tibetano de los muertos." Traducido por Waldo Reboredo Arroyo. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 18 ago 2021. Web. 18 abr 2024.

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