Expedición de la Kon-Tiki

La épica travesía en balsa de Thor Heyerdahl a través del Pacífico

Definición

Mark Cartwright
por , traducido por Rosa Baranda
Publicado el 26 febrero 2025
Disponible en otros idiomas: inglés, francés
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The Kon-Tiki Expedition Raft (by Nasjonalbiblioteket, CC BY)
La balsa de la expedición Kon-Tiki
Nasjonalbiblioteket (CC BY)

La expedición de la Kon-Tiki de 1947 liderada por el noruego Thor Heyerdahl (1914-2002) logró cruzar los 8.000 km (5.000 millas) de océano Pacífico que separan Perú de las Islas Tuamotu en una balsa de madera. El objetivo de la expedición era demostrar que los pueblos de la Antigüedad podrían haber atravesado el Pacífico de este a oeste sirviéndose de las corrientes oceánicas y que con ello podrían haber poblado la Polinesia. Sin embargo, el consenso actual entre los científicos es que la Polinesia se pobló desde el oeste.

La travesía de cuatro meses de Heyerdahl por el Pacífico es uno de los ejemplos más famosos de arqueología experimental en la que las teorías se ponen a prueba en la realidad física. Heyerdahl escribió un libro superventas sobre esta travesía épica, La expedición de la Kon-Tiki, que se publicó primero en noruego en 1948 y después se tradujo a muchas otras lenguas.

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Heyerdahl y Tiki

Thor Heyerdahl nació en Noruega en 1914. Estudió zoología y geografía en la Universidad de Oslo, y, como parte de una investigación que estaba realizando, su mujer Liv y él estaban viviendo en la pequeña isla Fatu Hiva en las Marquesas en la Polinesia en 1937. Una noche, Heyerdahl habló con un anciano llamado Tei Tetua. Mientras miraban desde la playa al inmenso océano Pacífico, Tei Tetua mencionó que, según la tradición oral, un jefe y su dios llamado Tiki eran los fundadores de la población del lugar y que había venido de «un gran país más allá del mar» (Heyerdahl, 14). Esto le dio a Heyerdahl la idea de que a lo mejor unos viajeros de la antigua Sudamérica habían cruzado realmente el Pacífico. Heyerdahl también se sorprendió por las similitudes de la escultura monumental y la arquitectura de Polinesia y Sudamérica, y porque la civilización inca de Perú había creído en el dios sol Viracocha, que en algún tiempo se conoció como Kon-Tiki. En 1947, los científicos no estaban totalmente de acuerdo sobre quién había poblado la Polinesia primero. Heyerdahl propuso que los colonos habían llegado de América. El tiempo demostraría que estaba equivocado, pero la teoría de la migración quedó supeditada a la demostración de la posibilidad física de viajar por mar a través de grandes distancias con tan solo diseños y materiales de la Antigüedad. Tal y como dijo el propio Heyerdahl, «donde se terminaba la ciencia, empezó la imaginación» (Heyerdahl, 16).

La madera balsa es más ligera que el corcho y las culturas de la antigüedad en Sudamérica la usaban precisamente para hacer balsas.

Basándose en los bocetos hechos por los primeros europeos en Sudamérica, Heyerdahl creía que la gente de la antigüedad, de haber cruzado el Pacífico, lo habría hecho con balsas, las embarcaciones que habían usado durante siglos para viajar por la costa. Las corrientes en dirección este y los vientos llevarían cualquier embarcación al otro lado del Pacífico, siempre y cuando se mantuviera a flote. Heyerdahl estaba decidido a construir su propia balsa, pero para demostrar que las travesías largas por mar habían sido posibles en la Antigüedad, habría que construir la balsa sin usar ni técnicas ni materiales modernos. Así que con esto ahora Heyerdahl se enfrentaba a dos grupos de escépticos: los que pensaban que su teoría de la migración no tenía sentido y los que creía que la idea de cruzar el Pacífico en una balsa era un suicidio. Pero el noruego siguió adelante a pesar de ello y consiguió financiación de un periódico con la promesa de artículos y una gira de charlas. La expedición también se benefició de materiales proporcionados por otros exploradores y por las organizaciones militares de Estados Unidos y el Reino Unido que querían probar artículos tales como las raciones secas.

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Thor Heyerdahl, 1951
Thor Heyerdahl, 1951
Al Ravenna (Public Domain)

La tripulación

Los miembros de la expedición fueron:

  • Thor Heyerdahl, líder de la expedición;
  • Herman Watzinger (1916-1986), segundo de a bordo y recolector de información climática;
  • Knut Haugland (1917-2009), operador de radio;
  • Torstein Raaby (1918-1964), operador de radio;
  • Erik Hesselberg (1914-1972), navegante y artista;
  • Bengt Danielsson (1921-1997), jefe de almacén.

Además de la tripulación humana, también había un loro verde llamado Lorita, un regalo de un simpatizante. En los preparativos en tierra Gerd Vold Hurum se quedó en Perú para servir como secretaria de la expedición y supervisora del proyecto.

La Kon-Tiki surcó las olas, pero no se resistió a ellas, algo muy importante.

La balsa Kon-Tiki

La balsa se construyó en el puerto naval de Callao en Perú con troncos largos de madera balsa talados en los bosques de Quevedo en Ecuador. La madera balsa es más ligera que el corcho. Los nueve troncos principales medían hasta 13,7 metros (45 pies) de largo y 60 centímetros (2 pies) de ancho, mientras que los troncos cruzados medían unos 5,5 metros (18 pies) de largo y 30 centímetros (1 pie) de ancho y estaban colocados a intervalos de unos 90 centímetros (3 pies) sobre los principales. Ateniéndose a la insistencia de Heyerdahl de intentar reproducir la construcción de una balsa de la Antigüedad lo más fielmente posible, ataron los troncos con cuerda de cáñamo, sin usar ningún tipo de clavo o de metal. La proa acababa en punta, con el tronco más largo en el centro y los demás progresivamente más cortos a los lados. A popa, estaban cortados rectos.

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La cubierta era de esteras de bambú puestas encima de tira de bambú. También había una cabaña de bambú de 2,5 x 4,25 metros (8 x 4 pies) con un tejado de hojas de plátano que servía de cobijo para la tripulación. Podían dirigir la embarcación hasta cierto punto con un timón de madera de mango en la parte trasera, que medía 4,5 metros (15 pies) de largo. La balsa tenía varios maderos centrales de pino por debajo de la cubierta para ayudar con la estabilidad y, tal y como descubrirían en el viaje, se podía controlar la dirección de la balsa subiéndolos o bajándolos. También contaban con un mástil de 8,8 metros (29 pies) confeccionado con dos postes de madera de mangle separados pero doblados hacia dentro y atados el uno al otro en la cima. Había una única vela de lona cuadrada de unos 4,5 x 5,5 metros (15 x 18 pies). También se podían izar dos velas más pequeñas, una gavia y una vela mesana, en las condiciones adecuadas. Hesselberg pintó una máscara enorme en la vela que representaba a Kon-Tiki, una reproducción fiel de una talla de la ciudad antigua de Tiwanaku en las costas del lago Titicaca.

Front View of the Kon-Tiki Expedition Raft
Vista frontal de la balsa de la expedición Kon-Tiki
Bahnfrend (CC BY-SA)

Heyerdahl cargó en la balsa raciones para cuatro meses, pero esperaban que esta dieta de raciones militares y alimentos perecederos, como fruta, raíces y 200 cocos, mejorara mucho con la adición regular de pescado fresco. También cargaron unos 250 galones de agua dulce en la balsa en cañas de bambú. Cada uno ellos también podía llevar una caja con objetos personales: Raaby tenía una guitarra y papel para dibujar, Danielsson se llevó 73 libros.

Cuando se puso la balsa a flote, lista para partir, varios expertos y oficiales visitaron e informaron a Heyerdahl con confianza de que los troncos se llenarían de agua y que la balsa se rompería antes de llegar a realizar un cuarto de su travesía épica. Hurum rompió un coco contra la balsa y así quedó bautizada como Kon-Tiki.

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Un comienzo preocupante

La Kon-Tiki zarpó de Callao el 28 de abril de 1947. La balsa, en dirección norte en la corriente Humboldt, a pesar de la mar gruesa durante el viaje, demostró ser una balsa estable que surcó las olas con facilidad, tal y como explica Heyerdahl:

Vemos una cresta blanca que se acercaba a la altura del techo de la cabina, nos agarramos y esperamos, nerviosos, a sentir la tromba de agua que nos golpearía a nosotros y la balsa. Pero cada vez sentíamos la misma sorpresa y alivio. La Kon-Tiki levantaba tranquilamente la popa y se elevaba hacia el cielo impasible mientras el agua nos pasaba por los lados.

(81)

La mar gruesa se acabó calmando a medida que la balsa se iba alejando de la costa. Una vez asentados firmemente en la corriente Humboldt, el problema era cómo de lejos se llevaría la corriente a la balsa hacia el norte antes de ir hacia el oeste. Lo que Heyerdahl no quería era que la balsa se fuera demasiado al norte y luego al oeste para acabar en las Galápagos, que estaban rodeadas de contracorrientes peligrosas. Otra preocupación era el movimiento constante de los troncos individuales que estaban debilitando los amarres que mantenían la balsa unida. A medida que las cuerdas se iban mojando, si hinchaban y se iban apretando poco a poco, y así se redujo el movimiento, pero dormir en la Kon-Tiki seguía siendo «como estar tumbado a lomos de un animal enorme, sintiendo su respiración» (Heyerdahl, 86).

Side View of the Kon-Tiki Expedition Raft
Vista lateral de la balsa de la expedición Kon-Tiki
Wikipek (Public Domain)

Otra preocupación era la velocidad a la que el agua iba mojando los troncos, que los hacía más pesados y la balsa se iba hundiendo cada vez más en el agua. De la parte exterior de la madera se podían ir sacando trozos empapados, que se hundían sin dejar rastro. El interior de los troncos seguía seco, pero ¿por cuánto tiempo?

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A medida que pasaban las semanas, se fue haciendo evidente que la balsa no se desharía como habían predicho todos los expertos. La Kon-Tiki surcó las olas, pero no se resistió a ellas, algo muy importante. Con el tiempo las ataduras se fueron incrustando en los troncos y así quedaron mejor protegidas del desgaste y de los elementos. Hasta los troncos parecía que se iban empapando menos. No obstante, resultaba frustrante que la Kon-Tiki todavía no hubiese conseguido encontrar los vientos a oeste de la corriente Ecuatorial del Sur.

La vida en altamar

Poco a poco la balsa empezó a derivar a oeste-noroeste y el color del mar cambió de verde a azul profundo. Kon-Tiki había llegado por fin a los primeros movimientos de la Corriente Ecuatorial del Sur mientras que la vela aprovechaba los vientos alisios ligeros. A menudo era muy fácil encontrar comida fresca a medida que la balsa surcaba el Pacífico. Esta entrada del diario de Heyerdahl lo ejemplifica:

17 de mayo. Día de la Independencia de Noruega. Mar gruesa. Viento suave. Hoy me toca cocinar y he encontrado 7 peces voladores en cubierta, un calamar en el tejado de la cabina y un pez que no conozco en el saco de dormir de Torstein...

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Thor Heyerdahl’s Kon-Tiki Expedition, 1947
Expedición Kon-Tiki de Thor Heyerdahl, 1947
Simeon Netchev (CC BY-NC-ND)

Después de poner una luz contra la vela por la noche, una docena o más de peces voladores se arrojaban a la balsa. Secamos los peces para desayunar con la estufa Primus de la expedición. Todo tipo de vida marina se acercaba a investigar la balsa tranquilar. Delfines, marsopas, tiburones e interminables cantidades de peces desconocidos pasaban días siguiendo a la Kon-Tiki, puede que curiosos por saber qué era esta sombra nueva en aguas normalmente tranquilas. Bajo la balsa creció todo un jardín de algas que daba hogar a cangrejos, percebes y otros crustáceos. Por la noche aparecía el plancton fosforescente y los calamares luminosos gigantes de las profundidades del océano.

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La vida bajo la superficie era lo único que iba cambiando mientras la balsa se dejaba llevar por el mar. A mitad del viaje, Heyerdahl recuerda:

Las semanas pasaban. No vimos señal alguna de ningún barco ni de restos flotantes que nos recordasen que había alguien más en el mundo. El mar entero era nuestro, y con todas las puertas del horizonte abiertas, nos llegaron oleadas de verdadera paz y libertad desde el mismísimo firmamento.

Para los que estábamos en la balsa, los grandes problemas del hombre civilizado nos parecían falsos e ilusorios, simples productos pervertidos de la imaginación humana. Tan solo importaban los elementos. Y parecía que estos ignoraban nuestra pequeña balsa. O puede que la aceptaran como otro objeto natural que no rompía la armonía del mar... los elementos se habían convertido en un amigo fiable que nos ayudaba a seguir lentamente, pero sin faltar.

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Tras dos meses en el mar empezó a emponzoñarse el suministro de agua de Perú, pero era fácil sustituirla recolectando el agua de las lluvias regulares. La balsa siguió su curso, su posición verificada cada día con sextantes. Un día, una ola se llevó a Lorita y la perdieron; fue un amargo recordatorio de lo que le ocurriría a cualquier miembro si se resbalaba y se caía de la balsa. A pesar de los riesgos, soltaron un bote atado a una cuerda tripulada por uno de ellos para poder fotografiar y grabar la balsa en el mar, un elemento visual esencial para el documental de la expedición que habían planeado.

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The Kon-Tiki Raft at Sea
La balsa Kon-Tiki en el mar
Thor Heyerdahl - Kon-Tiki Museum (CC BY)

La balsa seguía la corriente y los vientos de una curva gigantesca a través del Pacífico. A medida que se iba acercando a los grupos de islas de la Polinesia, el tiempo se volvió más impredecible. Una tormenta trajo olas tan altas como el mástil, pero «la Kon-Tiki aguantó todo lo que se le puso por delante con facilidad y se mantuvo a flote» (Heyerdahl, 155). En otra tormenta, Haugland salvó a Watzinger de ahogarse cuando a este último se lo llevaron las olas. La tormenta, que duró cinco días, le pasó factura a la balsa. Los amarres se soltaron un poco de manera que la balsa crujía y gemía. La Kon-Tiki todavía flotaba, pero la tripulación empezó a preguntarse cuándo y dónde tocarían tierra. La ruta que estaba siguiendo la Kon-Tiki podría asegurar que llegaran a las Marquesas o las Tuamotu, ambas todavía a 300 millas náuticas (555 kilómetros) de distancia. Ambos grupos de islas presentaban sus propios problemas: en el caso de las Marquesas, no era fácil llegar a una playa entre los acantilados perpendiculares, mientras que las islas de Tuamotu estaban rodeadas de peligrosos arrecifes de coral. Además, si la suerte no los acompañaba, puede que la balsa pasara entre ambos archipiélagos y se adentrara aún más en Polinesia.

La Polinesia

El 16 de julio, se acercaron un par de piqueros. Las especies de peces voladores que se lanzaban a cubierta también eran diferentes. Estas señales nos indicaban que la tierra firme no estaba lejos. Empezó a levantarse viento mientras iba desapareciendo la Corriente Ecuatorial: la Kon-Tiki se estaba dirigiendo hacia las Tuamotu. Durante los siguientes días empezaron a llegar más pájaros y sobrevolar la balsa. El 29 de julio se podía ver una nube baja en el horizonte, puede que una indicación de una isla. Los vientos y las corrientes locales se intensificaron y no podían virar la Kon-Tiki a una isla baja a unas pocas millas de allí, identificada como Puka-Puka, un diminuto atolón de coral en el borde noreste del archipiélago de Tuamotu. Durante los días siguientes divisaron más islas a distancia hasta que vieron una justo en frente con una playa estrecha y un bosque de palmeras. Heyerdahl anotó: «nunca podríamos haber visto una isla más genuina de los Mares del Sur». (175)

La tripulación izó todas las banderas a bordo y se preparó para tocar tierra. La alegría y la esperanza se mezclaban con la inquietud por ver cómo la Kon-Tiki rebasaría la barrera de coral sumergida que rodeaba la isla. El mar, al llegar al coral, se embravecía y agitaba terriblemente, y sería fácil que la succión rompiese la balsa antes de llegar a las aguas calmas y seguras de la laguna interior. La tripulación buscó, sin suerte, un hueco por el que acceder. Entonces, salió de la playa una canoa polinesia. Algunos de los residentes de la isla habían divisado la balsa y se acercaron para mostrarles dónde estaba el paso en el coral. Un isleño les gritó las dos palabras que sabía en inglés: "¡Buenas noches!" Mediante gestos, les enseñaron por dónde rebasar el coral, pero la balsa no podía pasar y se acabó marchando hacia otra isla. Unos días más tarde, la Kon-Tiki llegó al atolón de Raroia, que tenía muchas islitas detrás.

Lo único que podían hacer era intentar rebasar el atolón, aunque rozara contra el fondo. Afianzaron todo lo que había en la balsa, pusieron las cosas de valor en bolsas impermeables, hicieron un ancla improvisada y levantaron los tablones centrales. La Kon-Tiki encalló el 7 de agosto de 1947. Tras 101 días en el mar, la balsa se destrozó y se quedó atorada en la barrera de coral. Había recorrido casi 8.000 kilómetros (5.000 millas), con una velocidad media de 1,5 nudos (2,8km/h o 1,7 mph). Golpeados y magullados, Heyerdahl y el resto de la tripulación vadeó la laguna hasta una isla

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... con palmeras que se alzaban hacia el cielo en playas de arena blanca como la nieve que se adentraban en la laguna. La isla entera parecía una rebosante cesta de flores, o un puntito concentrado de paraíso... Estaba totalmente abrumado. Caí de rodillas y metí los dedos en la arena seca y caliente.

(196-7)

Legado

El libro de Heyerdahl sobre la expedición se convirtió rápidamente en un éxito de ventas internacional y vendió decenas de miles de copias, se publicaron muchas ediciones nuevas y se tradujo a más de 70 idiomas. La película de la expedición, que incluía mucho metraje grabado por los miembros de la expedición, ganó el premio de la academia de 1951 al Mejor Documental. La Kon-Tiki, rescatada de Raroia, se puede visitar hoy en día en el Museo Kon-Tiki de Oslo, inaugurado en mayo de 1950.

El arqueólogo experimental noruego no logró convencer al mundo académico de su teoría de la migración. Los científicos modernos que trabajan en una gran variedad de campos tales como la arqueología, la investigación genética, la lingüística, la etnografía y los estudios etnobotánicos han llegado al consenso de que la teoría de Heyerdahl sobre la población de la Polinesia por grupos que viajaron desde Sudamérica es errónea y que, en vez de eso, fue colonizada por pueblos que se fueron trasladando de archipiélago en archipiélago viajando de oeste a este. A pesar de todo, hay pruebas de ADN que demuestran el viaje intercultural porque los tests realizados a ambos lados del Pacífico han revelado que debió de haber al menos algunos sudamericanos que viajaron a Polinesia y algunos polinesios que viajaron a Sudamérica, a pesar de que en ninguno de los casos fundaran asentamientos duraderos.

Kon-Tiki Museum Sign
Cartel del Museo Kon-Tiki
Shyamal (CC BY-SA)

La propia expedición de Heyerdahl ciertamente ayudó a demostrar que los pueblos de la Antigüedad puede que fueran más móviles de lo que se había imaginado anteriormente y que una simple balsa, sirviéndose de las corrientes del océano, podría haber permitido el viaje de manera extensa. Embarcaciones como la Hōkūleʻa, una canoa de dos cascos con velas, construida según las tradiciones polinesias en la década de 1970, han demostrado más allá de toda duda que los pueblos de la Antigüedad contaban con embarcaciones más sofisticadas de lo que se pensaba y que podían tanto navegar de manera precisa como contra el viento. La Hōkūleʻa, por ejemplo, ha llegado incluso a circunnavegar la Tierra.

Heyerdahl siguió liderando expediciones relacionadas con la arqueología experimental, tales como la construcción de barcos de juncos en las expediciones del Ra (I y II) y del Tigris con las que cruzó el Atlántico y el Índico respectivamente. Tal y como dijo el explorador en una introducción a la edición del aniversario de la expedición de la Kon-Tiki: «La expedición de la Kon-Tiki me abrió los ojos a la naturaleza real del océano. Es un canalizador, no un elemento de aislamiento» (Graham, 179).

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Bibliografía

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Sobre el traductor

Rosa Baranda
Traductora de inglés y francés a español. Muy interesada en la historia, especialmente en la antigua Grecia y Egipto. Actualmente trabaja escribiendo subtítulos para clases en línea y traduciendo textos de historia y filosofía, entre otras cosas.

Sobre el autor

Mark Cartwright
Mark es un autor, investigador, historiador y editor a tiempo completo. Se interesa, en especial, por el arte y la arquitectura, así como por descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en filosofía política y es el director de publicaciones de World History Encyclopedia.

Cita este trabajo

Estilo APA

Cartwright, M. (2025, febrero 26). Expedición de la Kon-Tiki [Kon-Tiki Expedition]. (R. Baranda, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-24065/expedicion-de-la-kon-tiki/

Estilo Chicago

Cartwright, Mark. "Expedición de la Kon-Tiki." Traducido por Rosa Baranda. World History Encyclopedia. Última modificación febrero 26, 2025. https://www.worldhistory.org/trans/es/1-24065/expedicion-de-la-kon-tiki/.

Estilo MLA

Cartwright, Mark. "Expedición de la Kon-Tiki." Traducido por Rosa Baranda. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 26 feb 2025, https://www.worldhistory.org/Kon-Tiki_Expedition/. Web. 12 may 2025.

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