
Auschwitz fue un campo de concentración y exterminio en la Polonia ocupada por los alemanes y operado por las SS nazis de 1940 a 1945. En el complejo de Auschwitz murieron alrededor de 1,1 millones de personas a causa del trabajo excesivo, la malnutrición, las enfermedades y en las cámaras de gas. La mayoría de los asesinados en el campo eran judíos.
El campo Auschwitz I era el centro administrativo del complejo. El campo de Birkenau, Auschwitz II, incluía las cámaras de gas donde asesinaron a aquellos que los nazis habían identificado como enemigos, principalmente gente judía de toda la Europa ocupada, como parte de la «Solución Final». Entre las demás víctimas había prisioneros políticos polacos, prisioneros de guerra rusos, romaníes, criminales y muchas otras personas. Monowitz (Auschwitz III) proporcionaba trabajadores forzados para la construcción de fábricas cercanas pertenecientes a los nazis. Hoy en día Auschwitz es un museo y monumento a los que sufrieron y murieron tras sus muros.
Enemigos del Estado
El líder de la Alemania nazi Adolf Hitler (1889-1945) había declarado hacía tiempo que los judíos eran enemigos del Estado y los responsables de que Alemania no alcanzara todo su potencial económico y cultural. Las Leyes de Nuremberg de 1935 establecían que tener tres o cuatro abuelos judíos hacían que una persona se considerara judía dentro del régimen nazi. Al principio alentaron a los judíos a emigrar, y los que se quedaron tuvieron que enfrentarse a discriminación y violencia diarias por parte de los grupos paramilitares nazis, las SA (Sturmabeteilung) y las SS (Schutzstaffel). Tras el pogromo contra los judíos conocido como la noche de los cristales rotos en noviembre de 1938, los judíos se vieron privados de ciertos derechos, tales como el de tener sus propios negocios y empresas. En los territorios ocupados por los nazis una vez empezada la Segunda Guerra Mundial (1939-45), se aplicaron medidas similares contra los judíos. A partir de 1942 se los confinó a áreas específicas, guetos en ciudades y pueblos más grandes. Después llegó la «Solución final» a lo que Hitler designó el «Problema judío», que consistía en hacer trabajar a los judíos hasta la muerte en campos de trabajo o enviarlos directamente a campos de exterminio, de los cuales Auschwitz sería uno de los más infames. No solo enviaron allí a judíos, sino también a otros «enemigos» del Estado, tales como opositores políticos de los nazis, comunistas, testigos de Jehová, masones y gente con discapacidades físicas, entre muchos otros.
El complejo de Auschwitz
Los nazis ubicaron lo que más tarde serían los campos de la muerte en localizaciones alejadas del pueblo alemán, así que la Polonia ocupada se eligió como uno de los mejores lugares para construirlos. El nombre polaco original de Auschwitz era Oświęcim. El complejo de Auschwitz, que antes eran barracones de caballería y artillería a unos 53 kilómetros (33 millas) al oeste de Cracovia, fue aumentando hasta constar de tres campos de concentración y 50 subcampos. El primer campo, Auschwitz I, en un principio funcionó desde junio de 1940 como campo de concentración para prisioneros políticos polacos, de los que había miles tras la invasión de Polonia de 1939. Al final este campo contaba con 28 barracones con una capacidad para 17.000 personas. Había un bloque de castigos donde mantenían a los prisioneros aislados, los hacían pasar días de pie, o los metían en sótanos y les negaban la comida y el agua; también había torturas, tales como colgarlos del techo con los brazos detrás de la espalda. Auschwitz I también era el centro administrativo del complejo entero.
Auschwitz II, también llamado Birkenau, acabó por ser la parte del complejo donde asesinaban a la gente en las cámaras de gas. Estuvo operativo desde marzo de 1942 y se encontraba a unos 2,5 kilómetros (1,5 millas) de Auschwitz I, mucho más pequeño. Birkenau tenían unos 300 barracones de madera y 50 de ladrillo y podía albergar unos 100.000 prisioneros. Cada uno de los cuatro complejos de cámaras de gas de Birkenau tenía capacidad para matar 2.000 personas de una vez, y estaban en funcionamiento todo el día. Había hornos grandes y un crematorio para lidiar con los cadáveres (que también se quemaban en fosas al aire libre).
Los judíos llegaban en tren a través de la Europa ocupada, primero desde Eslovaquia y luego desde toda la Europa ocupada. En 1944, más de 400.000 judíos llegaron solo desde Hungría. Los judíos de la propia Polonia también fueron enviados a Auschwitz.
Auschwitz III, situado cerca de Monowitz a unos 6 kilómetros (3,7 millas) de Auschwitz I, se convirtió en el tercer campo principal. Este estuvo operativo desde octubre de 1942. Aparte de las instalaciones estándares de los campos de concentración nazis, en Auschwitz II también había «campos familiares», donde los prisioneros vivían como familias y podían llevar ropa regular. Uno de estos campos servía para hacer propaganda y el otro se utilizaba para detener a gente romaní y sinti.
Morir ahora o morir luego
En general los prisioneros llegaban a Auschwitz en tren, normalmente unas 1.000 personas, aunque a veces eran muchas más, por cada tren, que estaba compuesto de vagones diseñados para transportar mercancías o ganado, no personas. El viaje en tren podía llevar varias horas, o varios días, porque venían de toda la Europa ocupada. Las condiciones eran horribles y tenían muy poco espacio para moverse o respirar y poca agua. Se estima que una cantidad importante de prisioneros murió antes de llegar siquiera al campo. A menudo los prisioneros llegaban por la noche de manera que los focos los deslumbraban y era más probable que no se resistieran.
Los recién llegados se organizaban inmediatamente en grupos de vida o muerte, tal y como explica aquí el primer comandante del campo, Rudolf Höss (1901-1947):
Teníamos dos médicos de las SS de guardia en Auschwitz para examinar las remesas de prisioneros que iban llegando. Se hacía pasar a los prisioneros junto a uno de los doctores, que decidía sobre la marcha según iban pasando. Los que podían trabajar, se enviaban al campo. Los demás se enviaban inmediatamente a los campos de exterminio. Los niños pequeños se exterminaban siempre porque, a causa de su juventud, no podían trabajar... en Auschwitz intentábamos engañar a las víctimas, haciéndolas creer que era un proceso para quitarles los piojos... Por supuesto, a menudo se daban cuenta de nuestras verdaderas intenciones y a veces teníamos disturbios y problemas. Con mucha frecuencia las mujeres se escondían los niños bajo la ropa, pero por supuesto cuando los encontrábamos los enviábamos al exterminio. Teníamos que llevar a cabo estos exterminios en secreto, pero obviamente el hedor nauseabundo de la quema constante de cadáveres permeaba todo el lugar y todo el mundo que vivía en las comunidades de alrededor sabía que estábamos realizando exterminios en Auschwitz.
(Neville, 49)
Uno de los doctores mencionados por Höss en la selección de los recién llegados era Josef Mengele (1911-1979). Vestido con una bata blanca y a veces guantes a juego, Mengele decidía quién iba a las cámaras de gas y quién se quedaría en el campo de concentración. Mengele también seleccionaba a la gente que quería para sus propios experimentos pseudocientíficos horripilantes. Incluso para los que estaban destinados a trabajos forzados, las primeras fases del proceso revelaban lo que estaba por venir. La doctora Lucia Adelsberger, una prisionera de Auschwitz, describe cómo procesaban a los recién llegados destinados a los campos de trabajo:
Nos quitamos la ropa, nos cortaron el pelo; no, de hecho, nos raparon la cabeza. Luego fuimos a las duchas y por último estaban los tatuajes. Ahí era donde nos confiscaban los últimos vestigios de nuestras pertenencias; no nos quedaba nada... ningún documento escrito que nos pudiese identificar, ninguna foto, ningún mensaje de algún ser querido. Nos arrebataron el pasado, lo borraron... Nos pusieron la ropa de la prisión, sin ropa interior alguna, tan solo una camisola fina... Nos dieron zapatos de madera y girones de chales de oración para cubrirnos los pies. Luego nos marcaron el brazo derecho con nuestro número y lo cosieron en la ropa y una insignia triangular que identificaba a cada prisionero por color. Allí estábamos apartados del mundo entero, arrancados de nuestros hogares, separados de nuestras familias, nada más que un número que solo tenía significado para los contables.
(Cesarini, 656)
En Auschwitz, los judíos seleccionados para trabajar se separaban en grupos de hombres y mujeres. Si un trabajador estaba demasiado débil o enfermo para trabajar, entonces lo enviaban a las cámaras de gas. Los obreros participaban en cualquier proyecto que las SS considerasen útil o construían fábricas o trabajaban en las fábricas, ya que muchas firmas alemanas se trasladaron a Polonia para escapar de los bombardeos aliados en Alemania. Según el Museo Conmemorativo del Holocausto de Estados Unidos, el campo Auschwitz III «se estableció en Monowice para proporcionar trabajadores para las fábricas circundantes, incluida I. G. Farben».
La esperanza de vida de un trabajador de Auschwitz podía ser de tan solo seis meses, aunque es algo que variaba considerablemente. En tan solo un ejemplo, un tren de transporte con 1.000 personas llegó a Auschwitz el 24 de agosto de 1942. La mayoría de las mujeres, los hombres de más de 45 años y todos los 544 niños que iban en el tren fueron enviados directamente a las cámaras de gas. Tan solo 90 mujeres y 11 hombres fueron elegidos de entre los recién llegados para trabajar, y de estos tan solo siete hombres, ninguna de las mujeres, sobrevivió la experiencia en Auschwitz.
Las condiciones en el campo
En los campos, las raciones de comida no eran suficientes para sobrevivir largo tiempo. Los prisioneros dormían en literas duras que a menudo eran poco más que meros agujeros en paredes de ladrillo compartidos cada uno por cuatro prisioneros. En los primeros años algunos de los barracones no tenían aseos y los prisioneros tenían que ir a otro bloque, donde los guardias controlaban el acceso. Los reclusos estaban infestados de piojos y pulgas, y las ratas mordían a los que estaban demasiado débiles para ahuyentarlas. La ropa era bastante escasa, incluso en invierno, y muchos trabajadores no recibían zapatos. En las peores épocas, los prisioneros murieron a centenares en Auschwitz de desnutrición, trabajo excesivo y enfermedades (hubo por lo menos una epidemia de tifus). Las palizas también causaron estragos, al igual que cuando pasaban lista todos los días a la mañana y a la noche y los prisioneros tenían que presentarse, y a veces pasarse horas de pie, independientemente de las inclemencias del clima.
Seweryna Smaglewska, una prisionera del campo de mujeres de Birkenau, describe las condiciones de vida del campo:
No había carreteras, ni caminos entre los bloques. En las profundidades de estos oscuros antros, en literas que parecían jaulas de varios pisos, la débil luz de una vela que ardía aquí y allá titilaba sobre figuras desnudas y demacradas, acurrucadas, moradas por el frío, encorvadas sobre un montón de harapos sucios, con las manos en la cabeza rapada, quitándose un insecto con los dedos raquíticos y aplastándolo contra el borde de la litera: así eran los barracones en 1942.
(Cesarini, 528)
Dentro de la comunidad de la prisión surgió una pequeña jerarquía. Algunos intentaban conseguir favores de los guardias o informaban sobre otros prisioneros para conseguir algún tipo de ventaja material, como por ejemplo mejores raciones. Un prisionero se podía convertir en alguien de confianza, o en un supervisor de la unidad de trabajo (un kapo), pero eso conllevaba la responsabilidad de darles palizas a los demás prisioneros. A algunos los elegían para trabajar como secretarios o ayudantes de los doctores y sus experimentos, o les asignaban tareas tales como desinfectar o tatuar a otros prisioneros. A pesar de todo, en última instancia todos los prisioneros estaban destinados a sufrir el mismo final.
Las cámaras de gas
Las cámaras de gas de Auschwitz II empezaron a funcionar en marzo de 1942. Al final había seis cámaras de gas. Tal y como apuntaba Höss, hacían un intento de convencer a los prisioneros que iban a las cámaras de gas de que no eran más que duchas. Este engaño se potenciaba con carteles en las cámaras que decían «baños» o «duchas», y en torno a las cámaras había césped y flores. Como venían de lugares en los que el agua estaba muy restringida o incluso cortada durante varios días, la perspectiva de una ducha debía resultar bastante atractiva. Los trabajadores que ya no podían seguir trabajando sabían demasiado bien cuál era el verdadero propósito de las cámaras en las que los obligaban a entrar.
Las partículas de un potente pesticida llamado Zyklon B producían un gas letal, cianuro de hidrógeno, al mezclarse con el aire, y este fue el gas que utilizaban para matar a la gente en las cámaras. El gas tardaba unos 10 o 15 minutos en matar. Los guardias sabían cuando terminaba porque los gritos se acallaban. Lidiar con los muertos era tarea de destacamentos especiales de prisioneros llamados Sonderkommandos. Como parte de la deshumanización de las víctimas, se introdujo una medida que les prohibía a los Sonderkommandos utilizar palabras como «cuerpo» o «cadáver»; en vez de eso tenían que usar términos tales como «figuras» o «harapos». A los cadáveres les quitaban el pelo y cualquier diente de oro u otros metales. El pelo se vendía a las fábricas que producían fieltro. El oro se fundía junto con cualquier otra cosa confiscada de los prisioneros, como monturas de gafas de oro, anillos, pendientes y relojes de bolsillo. Después, esos lingotes de oro se depositaban en una cuenta secreta de las SS en el Reichbank. Los cuerpos se transportaban a la sección del crematorio del campo, donde los incineraban en hornos de ladrillo. Por último, molían los huesos y «las cenizas se usaban como fertilizante en los campos circundantes, se esparcían en los bosques o se arrojaban al río» (Friedländer, 503).
Realizar el trabajo más truculento del campo les granjeaba a los prisioneros unas raciones mejores, pero el alivio era breve, porque los prisioneros que lidiaban con los muertos a menudo morían trabajando, o puede que los enviasen a ellos mismos a las cámaras para asegurarse de que no había testigos que revelasen los horrores de Auschwitz. «Para 1944, según algunas fuentes se estaban asesinando más de 6.000 personas al día, y 250.000 judíos procedentes de Hungría se exterminaron en seis semanas» (Deer, 60). El Museo Conmemorativo de Auschwitz cita una cifra más alta, 330.000. Estaban matando a tanta gente que los crematorios no podían seguir el ritmo de las cámaras de gas y muchos cuerpos se incineraron en fosas comunes.
Una mínima justicia
En Auschwitz había un cierto movimiento de resistencia encubierto. Algunos prisioneros ayudaron a otros prisioneros a escapar. En octubre de 1944, algunos prisioneros lograron incluso estropear una de las cámaras de gas, pero las represalias de las SS fueron brutales. Unos 80 prisioneros que se habían escapado durante la confusión de este incidente fueron capturados y ejecutados. Otros 200 prisioneros sospechosos de participar en el sabotaje también fueron ejecutados.
Los aliados no estaban seguros de lo que estaba ocurriendo en campos como Auschwitz. Un puñado de prisioneros lograron escapar de Auschwitz a lo largo de los años, pero lo que contaron parecían demasiado fantástico como para ser cierto. Cuando por fin se estableció cuál era el verdadero propósito de Auschwitz, los aliados hablaron sobre lo que se podía hacer. La respuesta era muy poco. Algunos líderes estaban a favor de bombardear el complejo, pero obviamente esto habría conllevado la muerte de miles de prisioneros.
Como la guerra estaba yendo mal para Alemania, en noviembre de 1944 las cámaras de gas de Auschwitz se clausuraron por orden del líder de las SS Heinrich Himmler (1900-1945). El campo, que todavía tenía por lo menos 7.000 prisioneros, fue liberado finalmente por el Ejército Rojo de la URSS el 27 de enero de 1945. Para entonces, las SS ya habían empezado a destruir todo lo que podían de los mecanismos de muerte de los campos para ocultar su verdadero propósito. También habían trasladado a decenas de miles de prisioneros de Auschwitz a Alemania, ya fuera en tren o a marchas forzadas. A pesar de todo, los testimonios de los supervivientes se recopilaron sistemáticamente y estos revelaron los verdaderos horrores de Auschwitz. Con el tiempo se fue añadiendo más información a los testimonios de testigos presenciales. Por ejemplo, en 1980 unos niños estaban escarbando en la zona y se encontraron un termo enterrado que contenía un manuscrito en griego de un prisionero de Auschwitz que describía lo que había ocurrido.
En los juicios de Nuremberg posteriores a la guerra (1945-6), Ernst Kaltenbrunner (1903-1946), jefe de la Oficina Central de Seguridad del Reich y responsable de la administración general de todos los campos como Auschwitz, fue declarado culpable de crímenes contra la humanidad y ahorcado en octubre de 1946. Höss fue ahorcado por las autoridades polacas en el campo que había gobernado en abril de 1947. El Juicio de los doctores (1946-7) llevó ante la justicia a 23 doctores, varios de los cuales habían realizado experimentos con los prisioneros en los campos. 16 doctores fueron declarados culpables de crímenes contra la humanidad y siete recibieron la sentencia de muerte. Mengele consiguió evadir la detección de los aliados y al final se escapó a Sudamérica. Adolf Eichmann (1906-1962), responsable del transporte de prisioneros a los campos, también se escapó, pero al final lo llevaron a juicio en Israel, fue declarado culpable de crímenes contra la humanidad y ahorcado en 1962.
La evaluación inicial de la URSS de la cantidad de gente que había muerto en Auschwitz estableció que fueron 4 millones, pero la mayoría de los historiadores lo consideran una exageración. Actualmente, Auschwitz es un museo, que establece el número oficial de víctimas en 1,1 millones de personas. Ahí se incluyen alrededor de 19.000 romaníes y al menos 800.000 judíos, aunque algunos historiadores del Holocausto hablan de un número mayor, tales como David Cesarini que habla de 900.000 (Cesarini, 747), mientras que el Museo Conmemorativo establece que el número es un millón. Es difícil determinar el número exacto de la gente que sufrió en Auschwitz debido a la escala de la operación y a la intención deliberada de las SS de ocultarlo. En cualquier caso, es difícil entender tales números. El Museo de Auschwitz le hace frente a esta dificultad mostrando habitaciones enteras de las pertenencias de las víctimas. Las pilas enormes de cosas tan mundanas como maletas o gafas son un testigo mudo pero potente de la enormidad de la tragedia que tuvo lugar allí.
Nuestro agradecimiento al Museo de Auschwitz por la ayuda prestada para publicar este artículo.