Horemheb (r. 1320-1292 a. C.) fue el último faraón de la XVIII dinastía de Egipto. También se le conoce como Dyeserjeperura y Horemhab. Su nombre significa "Horus está en júbilo". Procedía de las clases bajas de Egipto, ascendió en las jerarquías del ejército, se convirtió en comandante en jefe de las fuerzas armadas egipcias, y finalmente, en faraón.
Poco se sabe sobre sus primeros años de vida, pero parece que inicialmente sirvió bajo Amenhotep III y continuó sirviendo bajo Akenatón. Comienza a ser notado por los historiadores durante el reinado de Tutankamón cuando actuó en calidad de asesor del joven rey junto con el visir Ay.
Ay sucedió a Tutankamón, y a su muerte, Horemheb tomó el trono, momento en el que inició una campaña nacional para borrar los nombres de su predecesor inmediato de la historia y revitalizar a la nación que había declinado bajo el gobierno de Akenatón. Generalmente se le considera un buen faraón, pero si es un héroe o un villano depende de la visión que se tenga del reinado de Akenatón y de la reacción de Horemheb ante este.
Comienzo de su carrera
Según el texto de su coronación, Horemheb procedía de la ciudad de Herakleopolis, pero no se sabe nada de su ascendencia ni de su juventud. Aparece por primera vez en el registro histórico sirviendo bajo Amenhotep III pero, como esta referencia no está clara, podría haber comenzado su carrera bajo Akenatón. Sin embargo, parecería que dado que Akenatón lo ascendió rápidamente a Gran Comandante del Ejército, habría brindado servicio al trono antes.
Akenatón inició reformas religiosas que proscribieron las prácticas religiosas politeístas tradicionales en Egipto e instituyeron el monoteísmo en la forma de la religión de Atón. Atón había sido una deidad solar menor antes del reinado de Akenatón, pero ahora se convirtió en el dios supremo del universo y el único dios que los egipcios podían adorar.
Además, Akenatón se autoproclamó la encarnación de Atón y elevó a su esposa, Nefertiti, a un estatus igualmente divino. Por lo tanto, los esposos reales no solo eran los intermediarios entre el pueblo de Egipto y su dios, sino que eran el dios encarnado. Se desconoce lo que Horemheb pudo haber pensado sobre estas reformas en ese momento, pero según su reacción posterior, no las aprobaba. Debe haber existido una buena razón para su disgusto. La historiadora Barbara Watterson señala que:
Para el noveno año de su reinado, Akenatón había proscrito a los antiguos dioses de Egipto y ordenado el cierre de sus templos, un asunto muy serio, ya que estas instituciones jugaban un papel importante en la vida económica y social del país. La persecución religiosa era nueva para los egipcios, que siempre habían adorado a muchas deidades y estaban siempre dispuestos a añadir nuevos dioses al panteón. El atonismo, sin embargo, era una religión muy exclusiva confinada a la familia real, con el rey como único mediador entre el hombre y dios. (111-112)
Aún así, Horemheb sirvió a su rey como comandante en jefe y dirigió los ejércitos de Egipto contra los hititas en el norte. Si había servido bajo Amenhotep III, entonces su frustración bajo Akenatón debe haber sido inmensa, ya que las inscripciones relatan que el ejército egipcio, anteriormente invencible, no pudo obtener una sola victoria contra los hititas durante el reinado de Akenatón.
Se creyó que la causa de esto era el descuido del rey de los asuntos internos y externos debido a sus intensos intereses religiosos. Nefertiti asumió las responsabilidades de su marido pero, a pesar de sus esfuerzos, Egipto siguió perdiendo poder. Los ejercicios militares y la disciplina, que habían sido una parte regular de la vida del ejército bajo Amenhotep III, se habían relajado, como de hecho, había ocurrido con todos los demás aspectos del gobierno egipcio, excepto el de la fe monoteísta de Akenatón.
Tutankamón y Ay
Akenatón murió en 1353 a. C. y después de un breve gobierno interino de otro de sus hijos (o, se cree, de Nefertiti), su hijo Tutankatón asumió el trono. Poco después de su coronación, Tutankatón cambió su nombre por el de Tutankamón, derogó las proscripciones de su padre y devolvió a Egipto las prácticas religiosas tradicionales. Trasladó la capital desde Ajetatón, la ciudad de Akenatón, de regreso a Tebas y reabrió los templos.
Aunque su reinado duró solo diez años y murió antes de cumplir los 20 años, los esfuerzos de Tutankamón para devolver a Egipto a su antiguo equilibrio habrían significado mucho para la gente de la tierra. Se creía que el concepto egipcio de ma'at, de equilibrio eterno, se mantenía gracias a la cooperación del pueblo en la obra de los dioses. Al abandonar a esos dioses, se pensaba, Akenatón había traído desequilibrio a la tierra, y fue este equilibrio lo que Tutankamón buscó restaurar.
Cuando murió Tutankamón, Horemheb estaba en el norte al frente de los ejércitos de Egipto contra los hititas. El visir Ay ordenó un matrimonio ceremonial con la joven viuda de Tutankamón, Ankhsenamun, para oficiar el funeral del rey, y luego asumió el trono. Este matrimonio oficial se consideró necesario para mantener el equilibrio, el concepto de armonía celestial conocido como ma'at, pero no fue un matrimonio real. Sin embargo, se asumió que Ankhsenamun se casaría con Ay para legitimar su reclamo al trono, y nuevamente, asegurar el equilibrio en la tierra.
Sin embargo, poco después del funeral, Ankhsenamun le escribió al rey hitita Suppiluliuma I y le pidió que enviara a uno de sus hijos para que fuera su esposo. Se negó a casarse con Ay (quien podía haber sido su abuelo) y quería un esposo de sangre real a quien pudiera considerar un igual. Suppiluliuma sospechó al principio pero, después de las garantías de Ankhsenamun, envió a su hijo Zananza a ser rey de Egipto. Sin embargo, el príncipe fue asesinado antes de llegar a la frontera, y durante mucho tiempo se pensó que este asesinato fue obra de Horemheb. El egiptólogo Zahi Hawass escribe:
Tal vez Ay le dijo al comandante del ejército, Horemheb, lo que había hecho la joven reina, o tal vez Ay y Horemheb estaban involucrados en una lucha por el trono. Quizás los dos hombres decidieron juntos detener al príncipe hitita, porque habría avergonzado a la nación que una reina egipcia se casara con un extranjero; tal cosa habría invertido el orden correcto de las cosas. Quizás fue Ay, o su sucesor, Horemheb, quien hizo matar al príncipe hitita; y quizás Ankhsenamun se vio obligada, después de todo, a casarse con el anciano Ay. De hecho, no tenemos ninguna pista sobre su destino final. (68)
Ay gobernó durante tres años y, al no tener heredero a su muerte, Horemheb tomó el trono. Si bien Ay había continuado con las políticas de Tutankamón sobre el regreso a las prácticas religiosas tradicionales, Horemheb iría mucho más allá, y son estas políticas por las cuales más se le recuerda.
Horemheb faraón
Horemheb ascendió al trono c. 1320 a. C. y, según la historiadora Margaret Bunson, “marcó su reinado con extensos programas para restaurar el orden y reconstruir los santuarios diezmados de Egipto. Los tributos fluyeron a la tierra durante su reinado y las ciudades-estado y naciones menores enviaron delegaciones para mantener relaciones cordiales con él; sus contemporáneos lo llamaban 'severo'” (115-116). Horemheb afirmaba que los dioses, específicamente Horus de Hutsenu (su dios patrón), lo habían elegido para devolver el equilibrio a la tierra, e instituyó una estricta ortodoxia en relación con la práctica religiosa tradicional. Bunson escribe:
Devolvió todas las propiedades de los templos a los legítimos sacerdotes, tierras que Akenatón había confiscado durante el Período de Amarna. También fechó su reinado desde la muerte de Amenhotep III en 1353 a. C., lo que borró el Período de Amarna y sus secuelas. Su reinado también estuvo marcado por programas de construcción, incluidas restauraciones y el inicio de adiciones a Karnak, santuarios nubios, un templo a Ptah y tumbas en Menfis y Tebas. (116)
Horemheb destruyó Aketatón, la ciudad de Akenatón, y trasladó la capital de Egipto de Tebas a Menfis para distanciarse de todo lo que tenía que ver con los gobernantes del Período de Amarna (el período durante el cual la capital de Egipto estaba en Aketatón, conocido hoy como 'Amarna', que incluye también a los sucesores de Akenatón antes de Horemheb). Los monumentos, templos y estelas que habían erigido sus predecesores inmediatos fueron derribados y utilizados como relleno en la construcción de nuevos edificios.
Así como Akenatón había ordenado que se borraran del paisaje de Egipto todos los signos de los dioses antiguos, Horemheb proclamó que se borrara toda referencia a la religión de Atón. Tuvo tanto éxito en este objetivo que los egipcios posteriores creyeron que era el sucesor de Amenhotep III y que simplemente había continuado con las políticas de ese rey. Akenatón, Tutankhamon y Ay fueron tan completamente olvidados por la historia,que no fue sino hasta que emergieron en excavaciones a fines del siglo XIX y mediados del XX que se supo que alguna vez existieron.
Sin embargo, el objetivo principal de Horemheb no tenía tanto que ver con la religión como con el equilibrio. Horemheb quería restaurar Egipto a la grandeza que había conocido bajo el mando de Amenhotep III. En este esfuerzo, tuvo un éxito admirable, como lo atestiguan inscripciones posteriores sobre su reinado. Bunson escribe:
Su acto más ambicioso y beneficioso fue el restablecimiento de la ley y el orden en el valle del Nilo. Su famoso edicto sobre el gobierno firme se encontró en una estela fragmentada en Karnak. El edicto se refería a los abusos legales que tenían lugar debido a la laxitud del gobierno de Akenatón. Horemheb declaró que los funcionarios del estado y las provincias tendrían que rendir cuentas por estafar a los pobres, embolsarse fondos y apropiarse indebidamente del uso de esclavos, barcos y otras propiedades. El rey destacó especialmente a los funcionarios de mayor rango, y prometió juicios rápidos y la pena de muerte por ofensas. El edicto también anuncia los nombramientos de hombres responsables como visires y da información sobre la división del ejército permanente en dos unidades principales, una en el Alto Egipto y otra en el Bajo Egipto. Horemheb no solo publicó su edicto por todo el país, sino que realizó giras de inspección para asegurarse de que todas las disposiciones se cumplieran tanto en las áreas remotas como en las ciudades. (116)
Horemheb reinó durante 28 años, y en ese tiempo, restauró el antiguo equilibrio en Egipto, aunque no al nivel de poder que había conocido bajo Amenhotep III. No tenía heredero para tomar el trono, por lo que nombró a su visir y ex camarada de armas Paramesu como heredero al trono. Paramesu tomó el nombre de Ramsés I tras su ascensión y fundó la dinastía XIX de Egipto.