Testimonios del frente oriental en la Segunda Guerra Mundial

Artículo

Mark Cartwright
por , traducido por Marco A. Kunzler
publicado 02 mayo 2025
Disponible en otros idiomas: inglés, francés
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El frente oriental (1941-5), conocido como frente occidental o Gran Guerra Patriótica por los soviéticos, fue, por mucho, el más sangriento de la Segunda Guerra Mundial (1939-45). En este artículo, se presentan los recuerdos de quienes vivieron el conflicto de primera mano, tanto del lado alemán como del soviético. También se presentan los recuerdos de civiles que, a su pesar, quedaron atrapados bajo los focos ardientes de este escenario de guerra tan atroz.

Tending the Wounded, Kursk
Atendiendo a los heridos, Kursk
Pavel Troshkin (Public Domain)

Operación Barbarroja

Muchos soldados alemanes y del Eje iniciaron la campaña con optimismo, creyendo en la afirmación de Hitler de que el Ejército Rojo soviético estaba desgastado y pronto se desmoronaría. Un soldado alemán, Bernhard Bechler, tranquilizó a su hermana cuando partió hacia el frente oriental:

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Le dije: «Escucha, nos separaremos ahora. En unas semanas te llamaré desde Moscú». Estaba completamente convencido de que esto sucedería, y de hecho estaba orgulloso de nuestros planes.

(Rees, 40)

La propaganda nazi también había difundido el mensaje de que el Ejército Rojo era una fuerza brutal y sin principios, a la que no se le debía mostrar piedad. Esta visión se vio reforzada por la experiencia de muchos soldados alemanes. Walter Schaefer-Kehnert, un oficial de artillería en una división panzer, recuerda un episodio:

Cuando [los soviéticos] contraatacaron y tuvimos que dejar atrás a los heridos, y luego regresamos, encontramos que a todos los heridos les habían destrozado la cabeza con cuchillos de trinchera. Ahora pueden imaginar a nuestros soldados; cuando veían a su amigo brutalmente asesinado, entonces se enfurecían.

(Rees, 50-1)

Map of Operation Barbarossa
Mapa de la Operación Barbarroja
Simeon Netchev (CC BY-NC-ND)

A los soldados del Eje también se les dijo que estaban librando una guerra contra el bolchevismo, el principal enemigo del nazismo, por lo que se les ordenó disparar a los oficiales políticos (comisarios) que servían en el Ejército Rojo. Walter Traphöner recuerda:

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...cuando atrapábamos a alguno de ellos, simplemente tenían que ser asesinados. Nunca preguntamos realmente sobre las razones de nada. Quiero decir, ellos eran solo tipos que apoyaban su sistema, igual que nosotros. Sencillamente había que asesinar a los comisarios... queríamos evitar que los bolcheviques conquistaran el mundo.

(Rees, 51)

El nuevo frente fue favorable para los invasores en el verano de 1941. El Ejército Rojo en la Segunda Guerra Mundial comenzó el conflicto con descoordinación. Los soviéticos estaban mal organizados, mal equipados y sorprendidos por la magnitud de la ofensiva del Eje. Viktor Strazdovski, que entonces tenía solo 18 años, recuerda:

Los cañones de 60 milímetros que nos dieron eran trofeos que quedaron de la Primera Guerra Mundial: no tenían dispositivos de avistamiento modernos. Y solo teníamos un rifle entre cinco soldados... Cuando me enviaron al lugar donde los alemanes rompieron nuestra línea de defensa, pueden imaginar cómo nos sentimos: sentimos que estábamos condenados. Éramos cuatro, con dos rifles entre nosotros, y no sabíamos en qué dirección nos encontraríamos con los alemanes. Los bosques que nos rodeaban estaban en llamas. Por un lado, no podíamos desobedecer la orden, pero por otro, nos sentíamos condenados.

(Rees, 65)

German Armoured Vehicles, Belarus, 1941
Vehículos blindados alemanes, Bielorrusia, 1941
National Digital Archives, Poland (Public Domain)

La inmensidad de Rusia

El mayor enemigo de los invasores cuando la campaña entró en su segundo año resultó ser la tierra misma. Los soldados del Eje se sentían melancólicos ante la inmensidad de la URSS. Para los responsables de la logística, las grandes distancias involucradas y la falta de buenas carreteras resultaron una pesadilla. Como señaló el general Hasso von Manteuffel (1897-1978):

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Los espacios parecían interminables, el horizonte nebuloso. Estábamos deprimidos por la monotonía del paisaje y la inmensidad de los tramos de bosque, pantano y llanura.

(Stone, 146)

Las lluvias de primavera y otoño convertían los caminos en senderos embarrados, como explicó el mayor Hans Hinrichs, un ingeniero del Ejército alemán:

Era completamente diferente de Francia y, por supuesto, de la zona desértica. Francia tenía una red de carreteras muy densa, solo había unos pocos bosques y la población de Francia era más bien indiferente. No hubo emboscadas…En Rusia teníamos muy pocas carreteras y estas se volvieron bastante fangosas ya en septiembre. No podías desviarte ni un momento en Rusia debido a los grandes bosques y, por supuesto, a los numerosos ríos y arroyos que tenías que cruzar sin puentes ni instalaciones para el cruce fluvial. Yo, con mi compañía de ingenieros, construí más de un centenar de puentes en el camino a Moscú.

(Holmes, 186)

German Soldiers, Sevastopol
Soldados alemanes en Sebastopol
Unknown Photographer (Public Domain)

Unos meses más tarde llegó otro enemigo: los inviernos extremadamente rigurosos de la región. Walter Schaefer-Kehnert recordaba:

Cuando la temperatura bajó a menos 30 grados centígrados, nuestras ametralladoras ya no disparaban. Nuestras ametralladoras eran instrumentos de precisión, pero cuando el aceite se espesaba, ya no disparaban correctamente; esto realmente te daba miedo... Tuvimos grandes pérdidas por dedos y pies congelados durante la noche. Y cuando la infantería tenía que dormir a la intemperie, intentabas cavar un agujero en la nieve. Luego llegó la orden de que un guardia debía recorrer cada dos horas para vigilar, porque te podías morir de frío sin darte cuenta de lo que estaba sucediendo.

(Rees, 79)

Un soldado alemán, Albrecht Schimpf, recuerda el paisaje desolado y congelado:

En Rusia no había señales que marcaran el camino, ni calles como en Europa Occidental, y para orientarnos teníamos que colocar los cuerpos congelados de los caballos a lo largo de los caminos nevados para encontrar la ruta entre las tormentas de nieve. Ciertamente era un espectáculo muy macabro, pero era solo para encontrar los caminos porque no había puntos que encontrar; ni casa, ni cabaña, ni árbol, siempre tierra baldía, nieve y más nieve.

(Holmes, 281)

Red Army at Leningrad
Ejército Rojo en Leningrado
RIA Novosti archive, image #58228 / Vsevolod Tarasevich (CC BY-SA)

El Ejército Rojo contraataca

En 1942, el Ejército Rojo se había recuperado de su serie de derrotas del año anterior. Mejor dirigidos y abastecidos, los soldados recibieron otro incentivo para luchar bien cuando Stalin ordenó que cualquiera que se retirara sin órdenes fuera fusilado. Fyodor Sverdlov, comandante de infantería en la batalla de Moscú, confirma que estas órdenes se llevaron a cabo:

Ocurrió una vez durante un ataque exitoso. Había un soldado, no sé cómo se llamaba, pero debido a su cobardía y porque el combate fue muy severo se derrumbó, y comenzó a correr, y lo maté sin pensarlo dos veces. Y esa fue una buena lección para todos los demás.

(Rees, 84)

El Ejército Rojo tenía una gran ventaja numérica en tanques y, a partir de 1942, los tanques superiores T-34 se estaban utilizando en ataques masivos mucho más efectivos que comenzaron a empujar a los invasores hacia el oeste. Un soldado de infantería alemán, Hans von Tettau, recuerda:

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Caos indescriptible. Columnas motorizadas e infantería en retirada precipitada. Ahora habíamos visto con nuestros propios ojos lo que provoca la huida desenfrenada, el caos y el horror que desata esa palabra: ¡tanques!… Sus huellas lo aplastan todo, hacen puré a los motociclistas y sus vehículos, pasan por encima de las armas, carros de artillería, artilleros y caballos. Se ha dicho que dos batallones quedaron completamente reducidos a polvo.

(Trigg, 133)

El compañero alemán Heinz Fielder recuerda lo difícil que a veces era dejar atrás a los heridos durante un ataque:

Había un soldado, un chico joven, que estaba sentado junto a un abedul con sus intestinos que se le salían del estómago, gritando: «¡Dispárame!» Y todos pasaron corriendo junto a él. Tuve que parar pero no pude dispararle. Y entonces llegó un joven subteniente de los zapadores y le dio el golpe de gracia con una pistola en la sien. Y fue entonces cuando tuve que llorar amargamente. Pensé: si su madre supiera cómo terminó su hijo... en cambio, recibe una carta del escuadrón que dice: «Su hijo cayó en el campo de honor por la Gran Alemania».

(Rees, 219)

German Troops, Smolensk, 1941
Tropas alemanas, Smolensk, 1941
Imperial War Museums (CC BY-NC-SA)

A veces, los soldados del frente oriental no se atrevían a registrar en sus diarios o cartas a casa lo que habían experimentado, como fue el caso de Harald Henry:

Ayer fue un día tan manchado de sangre, tan repleto de muertos y heridos, tan rematado de salvas, metralla de las balas y quejidos y gritos de los heridos, que todavía no puedo escribir sobre ello... Como un milagro, acabé de la parte más cruda de la lucha por la tarde y hasta hora he permanecido ileso.

(Stahel, 413)

Llevar suministros de cualquier tipo a las tropas era difícil, pero había muy pocas oportunidades de vivir de la tierra (a menudo un eufemismo para saquear a los civiles), ya que los propios lugareños estaban empobrecidos, como lo explicó aquí un soldado alemán, Martin Meier:

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El hambre. Ahora solo recuerdo la grasa o la manteca por su nombre. Solo obtenemos tres rebanadas de pan al día, en su mayoría con moho. Merodeamos por los campos y desenterramos papas que aún no están maduras… Luego seguimos comiendo manzanas verdes, sin madurar, para intentar calmar el hambre. El resultado es muy claro: diarrea. Además, el agua no es potable...Nunca imaginé que Rusia fuera tan pobre. Es incluso peor de lo que nos han dicho una y otra vez.

(Trigg, 142)

Burning Russian Village, Operation Barbarossa
Aldea rusa en llamas, Operación Barbarroja
Imperial War Museums (CC BY-NC-SA)

Participación civil

Los civiles, por supuesto, quedaron atrapados en la guerra, ya fuera en el campo donde el frente se estableció o en los pueblos y ciudades que fueron bombardeados o sitiados. Albert Burkovski tenía 14 años cuando su casa fue bombardeada durante la batalla de Stalingrado:

Cuando comenzó el bombardeo, fue realmente horrible. Todavía puedo recordar los aviones, el ruido que hacían, y se volvió un verdadero infierno. No sé cómo la gente se las arregló para soportarlo. Todo era un gran incendio… Cuando regresamos [a su propia casa], solo se oían gemidos y más gemidos que salían de entre los escombros. Mi abuela se había estado escondiendo en el sótano de la casa, pero todo quedó sepultado por los escombros: todos los que estaban allí quedaron aplastados. Pensé durante algún tiempo que era mejor que me mataran porque tal era mi dolor, mi miseria, porque estaba solo.

(Rees, 143)

Los civiles sufrían cuando los invasores se apoderaban de sus pueblos y aldeas, les robaban sus propiedades y alimentos, y a menudo les quemaban las casas en caso de que refugiaran a partisanos o soldados. El pueblo judío, los comunistas, los sospechosos de apoyar a los partisanos y muchos otros fueron buscados y ejecutados. Otros fueron llevados al territorio controlado por el Eje para su uso como mano de obra esclava o detención en campos de concentración. Un soldado de las SS, Heinrich Wulfes, recuerda su participación en el terrible trabajo de los Einsatzgruppen, escuadrones de la muerte móviles nazis secretos, que ejecutaban objetivos específicos en el territorio recién ocupado:

Llegamos a una ciudad de unas 3-4.000 personas y nos dijeron que acorraláramos a los judíos. La milicia local los señaló, había unos pocos cientos. Luego los llevamos a una cantera, rodeada de grandes acantilados para que no pudieran escapar. Luego aparecieron los Einsatzgruppe; no había muchos de ellos, tal vez unos 40 a 50, por lo que eran demasiado pocos para hacer ese tipo de cosas por su cuenta.

(Trigg, 165)

Collecting the Dead, Leningrad
Recolectando a los muertos, Leningrado
RIA Novosti archive, image #216 / Boris Kudoyarov (CC BY-SA)

Las violaciones eran comunes, como lo atestigua Albert Schneider, mecánico en un batallón alemán de artillería de asalto:

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Hubo varios casos en este [no nombrado] pueblo ruso en particular en los que las mujeres fueron realmente violadas… era bien sabido entre las filas que este tipo de cosas estaban sucediendo. Y nadie dijo una palabra al respecto... Una vez le pregunté a un sargento por qué no se hacía nada al respecto. Y dijo: «¡Porque la mitad del ejército tendría que enfrentar un juicio!» En mi opinión eso lo dice todo.

(Rees, 106-7)

Incluso en los últimos días de la guerra, los civiles fueron sometidos a los horrores de la guerra. Cuando Berlín cayó en mayo de 1945 y la URSS logró la victoria total, los soldados del Ejército Rojo en Demmin se lanzaron a un alboroto festivo de violación y saqueo. Waltraud Reski tenía 11 años en ese momento y recuerda:

Demmin debía arder durante tres días...Y las mujeres fueron presa fácil durante tres días; tenían libertad para abusar de ellas. Todas las mujeres estaban disfrazadas, pero siempre se puede ver si una mujer tiene una buena figura, y de alguna manera encontraron a mi madre una y otra vez y la trataron terriblemente. Y nunca se recuperó realmente... Es imposible imaginar lo que es ser violada 10 o 20 veces al día, de modo que uno ya no es humano... Tanto mi hermana, que es cuatro años menor que yo, como yo, tratamos de proteger a nuestra madre y gritamos... Este sentimiento de impotencia y crueldad, incluso hoy en día no puedo encontrar palabras para ello.

(Rees, 229-30)

El frente oriental fue responsable de al menos 25 millones de muertes militares y civiles, quizás la mitad del total de víctimas de la Segunda Guerra Mundial.

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Sobre el traductor

Marco A. Kunzler
Marco Kunzler es psicólogo licenciado y traductor autónomo con experiencia en ONG internacionales. Apasionado por conectar con diversas culturas, apoya el aprendizaje permanente y valora las interacciones significativas entre profesiones y comunidades.

Sobre el autor

Mark Cartwright
Mark es un autor, investigador, historiador y editor a tiempo completo. Se interesa, en especial, por el arte y la arquitectura, así como por descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en filosofía política y es el director de publicaciones de World History Encyclopedia.

Cita este trabajo

Estilo APA

Cartwright, M. (2025, mayo 02). Testimonios del frente oriental en la Segunda Guerra Mundial [Eyewitness Accounts of WWII's Eastern Front]. (M. A. Kunzler, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-2716/testimonios-del-frente-oriental-en-la-segunda-guer/

Estilo Chicago

Cartwright, Mark. "Testimonios del frente oriental en la Segunda Guerra Mundial." Traducido por Marco A. Kunzler. World History Encyclopedia. Última modificación mayo 02, 2025. https://www.worldhistory.org/trans/es/2-2716/testimonios-del-frente-oriental-en-la-segunda-guer/.

Estilo MLA

Cartwright, Mark. "Testimonios del frente oriental en la Segunda Guerra Mundial." Traducido por Marco A. Kunzler. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 02 may 2025, https://www.worldhistory.org/article/2716/eyewitness-accounts-of-wwiis-eastern-front/. Web. 17 jul 2025.

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