Operación Barbarroja
Le dije: «Escucha, nos separaremos ahora. En unas semanas te llamaré desde Moscú». Estaba completamente convencido de que esto sucedería, y de hecho estaba orgulloso de nuestros planes.
(Rees, 40)
Cuando [los soviéticos] contraatacaron y tuvimos que dejar atrás a los heridos, y luego regresamos, encontramos que a todos los heridos les habían destrozado la cabeza con cuchillos de trinchera. Ahora pueden imaginar a nuestros soldados; cuando veían a su amigo brutalmente asesinado, entonces se enfurecían.
(Rees, 50-1)
...cuando atrapábamos a alguno de ellos, simplemente tenían que ser asesinados. Nunca preguntamos realmente sobre las razones de nada. Quiero decir, ellos eran solo tipos que apoyaban su sistema, igual que nosotros. Sencillamente había que asesinar a los comisarios... queríamos evitar que los bolcheviques conquistaran el mundo.
(Rees, 51)
Los cañones de 60 milímetros que nos dieron eran trofeos que quedaron de la Primera Guerra Mundial: no tenían dispositivos de avistamiento modernos. Y solo teníamos un rifle entre cinco soldados... Cuando me enviaron al lugar donde los alemanes rompieron nuestra línea de defensa, pueden imaginar cómo nos sentimos: sentimos que estábamos condenados. Éramos cuatro, con dos rifles entre nosotros, y no sabíamos en qué dirección nos encontraríamos con los alemanes. Los bosques que nos rodeaban estaban en llamas. Por un lado, no podíamos desobedecer la orden, pero por otro, nos sentíamos condenados.
(Rees, 65)
La inmensidad de Rusia
Los espacios parecían interminables, el horizonte nebuloso. Estábamos deprimidos por la monotonía del paisaje y la inmensidad de los tramos de bosque, pantano y llanura.
(Stone, 146)
Era completamente diferente de Francia y, por supuesto, de la zona desértica. Francia tenía una red de carreteras muy densa, solo había unos pocos bosques y la población de Francia era más bien indiferente. No hubo emboscadas…En Rusia teníamos muy pocas carreteras y estas se volvieron bastante fangosas ya en septiembre. No podías desviarte ni un momento en Rusia debido a los grandes bosques y, por supuesto, a los numerosos ríos y arroyos que tenías que cruzar sin puentes ni instalaciones para el cruce fluvial. Yo, con mi compañía de ingenieros, construí más de un centenar de puentes en el camino a Moscú.
(Holmes, 186)
Cuando la temperatura bajó a menos 30 grados centígrados, nuestras ametralladoras ya no disparaban. Nuestras ametralladoras eran instrumentos de precisión, pero cuando el aceite se espesaba, ya no disparaban correctamente; esto realmente te daba miedo... Tuvimos grandes pérdidas por dedos y pies congelados durante la noche. Y cuando la infantería tenía que dormir a la intemperie, intentabas cavar un agujero en la nieve. Luego llegó la orden de que un guardia debía recorrer cada dos horas para vigilar, porque te podías morir de frío sin darte cuenta de lo que estaba sucediendo.
(Rees, 79)
En Rusia no había señales que marcaran el camino, ni calles como en Europa Occidental, y para orientarnos teníamos que colocar los cuerpos congelados de los caballos a lo largo de los caminos nevados para encontrar la ruta entre las tormentas de nieve. Ciertamente era un espectáculo muy macabro, pero era solo para encontrar los caminos porque no había puntos que encontrar; ni casa, ni cabaña, ni árbol, siempre tierra baldía, nieve y más nieve.
(Holmes, 281)
El Ejército Rojo contraataca
Ocurrió una vez durante un ataque exitoso. Había un soldado, no sé cómo se llamaba, pero debido a su cobardía y porque el combate fue muy severo se derrumbó, y comenzó a correr, y lo maté sin pensarlo dos veces. Y esa fue una buena lección para todos los demás.
(Rees, 84)
Caos indescriptible. Columnas motorizadas e infantería en retirada precipitada. Ahora habíamos visto con nuestros propios ojos lo que provoca la huida desenfrenada, el caos y el horror que desata esa palabra: ¡ tanques!… Sus huellas lo aplastan todo, hacen puré a los motociclistas y sus vehículos, pasan por encima de las armas, carros de artillería, artilleros y caballos. Se ha dicho que dos batallones quedaron completamente reducidos a polvo.
(Trigg, 133)
Había un soldado, un chico joven, que estaba sentado junto a un abedul con sus intestinos que se le salían del estómago, gritando: «¡Dispárame!» Y todos pasaron corriendo junto a él. Tuve que parar pero no pude dispararle. Y entonces llegó un joven subteniente de los zapadores y le dio el golpe de gracia con una pistola en la sien. Y fue entonces cuando tuve que llorar amargamente. Pensé: si su madre supiera cómo terminó su hijo... en cambio, recibe una carta del escuadrón que dice: «Su hijo cayó en el campo de honor por la Gran Alemania».
(Rees, 219)
Ayer fue un día tan manchado de sangre, tan repleto de muertos y heridos, tan rematado de salvas, metralla de las balas y quejidos y gritos de los heridos, que todavía no puedo escribir sobre ello... Como un milagro, acabé de la parte más cruda de la lucha por la tarde y hasta hora he permanecido ileso.
(Stahel, 413)
El hambre. Ahora solo recuerdo la grasa o la manteca por su nombre. Solo obtenemos tres rebanadas de pan al día, en su mayoría con moho. Merodeamos por los campos y desenterramos papas que aún no están maduras… Luego seguimos comiendo manzanas verdes, sin madurar, para intentar calmar el hambre. El resultado es muy claro: diarrea. Además, el agua no es potable...Nunca imaginé que Rusia fuera tan pobre. Es incluso peor de lo que nos han dicho una y otra vez.
(Trigg, 142)
Participación civil
Cuando comenzó el bombardeo, fue realmente horrible. Todavía puedo recordar los aviones, el ruido que hacían, y se volvió un verdadero infierno. No sé cómo la gente se las arregló para soportarlo. Todo era un gran incendio… Cuando regresamos [a su propia casa], solo se oían gemidos y más gemidos que salían de entre los escombros. Mi abuela se había estado escondiendo en el sótano de la casa, pero todo quedó sepultado por los escombros: todos los que estaban allí quedaron aplastados. Pensé durante algún tiempo que era mejor que me mataran porque tal era mi dolor, mi miseria, porque estaba solo.
(Rees, 143)
Llegamos a una ciudad de unas 3-4.000 personas y nos dijeron que acorraláramos a los judíos. La milicia local los señaló, había unos pocos cientos. Luego los llevamos a una cantera, rodeada de grandes acantilados para que no pudieran escapar. Luego aparecieron los Einsatzgruppe; no había muchos de ellos, tal vez unos 40 a 50, por lo que eran demasiado pocos para hacer ese tipo de cosas por su cuenta.
(Trigg, 165)
Hubo varios casos en este [no nombrado] pueblo ruso en particular en los que las mujeres fueron realmente violadas… era bien sabido entre las filas que este tipo de cosas estaban sucediendo. Y nadie dijo una palabra al respecto... Una vez le pregunté a un sargento por qué no se hacía nada al respecto. Y dijo: «¡Porque la mitad del ejército tendría que enfrentar un juicio!» En mi opinión eso lo dice todo.
(Rees, 106-7)
Demmin debía arder durante tres días...Y las mujeres fueron presa fácil durante tres días; tenían libertad para abusar de ellas. Todas las mujeres estaban disfrazadas, pero siempre se puede ver si una mujer tiene una buena figura, y de alguna manera encontraron a mi madre una y otra vez y la trataron terriblemente. Y nunca se recuperó realmente... Es imposible imaginar lo que es ser violada 10 o 20 veces al día, de modo que uno ya no es humano... Tanto mi hermana, que es cuatro años menor que yo, como yo, tratamos de proteger a nuestra madre y gritamos... Este sentimiento de impotencia y crueldad, incluso hoy en día no puedo encontrar palabras para ello.
(Rees, 229-30)