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La noche de los cuchillos largos (también conocida como purga de sangre o Röhm-Putsch) del 30 de junio de 1934 fue una purga del grupo paramilitar nazi Sturmabteilung (SA) que continuó durante los días 1 y 2 de julio. Adolf Hitler (1889-1945), preocupado por el creciente poder de las SA, avergonzado por su comportamiento vandálico ahora que era canciller de Alemania, y necesitado del apoyo del ejército alemán, que veía a las SA como un rival, ordenó el asesinato del líder de las SA Ernst Röhm (1887-1934) junto a muchos otros comandantes clave de las SA y enemigos políticos del nuevo régimen nazi. Justificada como una purga de conspiradores peligrosos en contra del estado, la noche de los cuchillos largos reveló que los dirigentes nazis se consideraban a sí mismos superiores a la ley.
Las SA
Adolf Hitler se convirtió en el líder del NSDAP (Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán), con sede en Múnich, en 1921. El partido ni era socialista ni estaba interesado en los trabajadores, pero Hitler había escogido el nombre para darle a su partido ultranacionalista un atractivo lo más amplio posible. Conocido como el partido nazi, también era vehementemente antisemita y contrario a la clase dirigente alemana. El grupo paramilitar SA o Sturmabteilung se había formado en 1921 y le fueron asignadas diversas funciones, como proteger las reuniones del partido nazi, distribuir propaganda, intimidar a los votantes y atacar a los rivales del partido o aquellos identificados como “indeseables”, por ejemplo, los judíos. Como dijo Hitler, “debemos combatir con ideas, pero si es necesario, también con los puños” (Hite, 116). Desde 1924 las SA comenzaron a vestir uniformes marrones excedentes del ejército, de ahí su nombre las camisas pardas.
El creciente número de miembros de las SA a principios de la década de 1920 había puesto en alerta a Hitler. Decidió crear su propia escolta personal, un grupo mucho más pequeño, pero más leal llamado Stosstrupp-Hitler (tropa de choque de Hitler). No obstante, las SA estuvieron involucradas en el infame Putsch de la cervecería o Putsch de Múnich, el golpe fallido nazi en noviembre de 1923. Tras el fracaso del golpe, Hitler y sus principales colaboradores fueron encontrados culpables de traición y encarcelados, aunque con condenas cortas. Las consecuencias inmediatas fueron un revés ya que el partido nazi y las SA fueron prohibidos (temporalmente), y la Stosstrupp-Hitler fue disuelta. Sin embargo, la publicidad del juicio en contra de Hitler y su excelente habilidad para la oratoria aumentaron el interés tanto en la causa del partido nazi como en las SA. Llamada temporalmente Frontbann, hubo un aumento en el número de miembros de las SA, que pasó de 2.000 en 1923 a 30.000 soldados de asalto en 1924.
Para 1933, las SA contaban con 2,3 millones de miembros.
El crecimiento de las SA fue supervisado por su líder Ernst Röhm. Este era un hombre bajo, fornido y despiadado que llevaba impresionantes cicatrices faciales de heridas provocadas durante la Primera Guerra Mundial y había desempeñado un papel fundamental en la formación de la rama de “gimnasia y deportes” del partido nazi que después se convirtió en las SA. Como uno de los aliados más antiguos de Hitler, Röhm había participado en el Putsch de Múnich.
Hitler nuevamente se comenzó a preocupar por el continuo crecimiento de las SA. Consecuentemente, en 1925, volvió a intentar crear un rival para las SA y esta vez tuvo un mayor éxito. El grupo paramilitar Schutzstaffel (SS) juró lealtad a Hitler en persona. Desde 1929, las SS fueron lideradas por Heinrich Himmler (1900-1945), otro veterano del Putsch de Múnich. Las SS se emplearon como un “escuadrón de protección”, escoltas personales de Hitler, como una especie de policía del partido, y generalmente para demostraciones del poder nazi en público. Las SS eran más pequeñas y selectas que las SA, tanto en su reclutamiento como en sus métodos de entrenamiento. Röhm vio que las SS eran un serio rival contra su propia posición, así que dejó el partido en mayo de 1925. Hitler no estaba de acuerdo con la idea de Röhm de que las SA desempeñaran el papel de una organización militar revolucionaria que rivalizara con el Ejército alemán (Reichswehr). Röhm pasó los siguientes cinco años en Bolivia. Mientras tanto, las SA continuaban creciendo bajo un nuevo liderazgo y alcanzaron los 100.000 miembros en 1929.
A principios de la década de 1930, Hitler aún estaba lejos de lograr su meta de convertirse en el líder de Alemania, la vía (mayormente) pacífica hacia el poder político que había escogido desde el Putsch de Múnich no estaba funcionando ya que los nazis simplemente no conseguían ganar suficientes escaños en las elecciones generales. Consecuentemente, Hitler tuvo que recurrir a las SA otra vez, y Röhm fue recibido de nuevo como su líder en enero de 1931. A Röhm se le permitió reorganizar las SA de forma más similar a los lineamientos militares. Para 1933, las SA contaban con 2,3 millones de miembros.
Las SA estuvieron directamente involucradas en la carrera final de los nazis hacia el poder. Intimidaron a los votantes en la elección de 1932 en la cual el partido nazi ganó suficientes votos para que Hitler fuera invitado a convertirse en canciller. El incendio del Reichstag el 27 de febrero de 1933, en el que ardió el parlamento alemán, fue supuestamente provocado por un comunista, Marinus van der Lubbe, aunque bien pudo haber sido una operación de las Sturmabteilung ya que Hitler quería demostrar que la izquierda era un peligro mortal para el bien del estado. Después, en la campaña electoral de marzo de 1933, las SA continuaron su actividad usual de reprimir las campañas de los partidos rivales e intimidar a los votantes en las casillas electorales. Los nazis ganaron 44% de los votos en la elección.
Hitler tenía que mantener la lealtad del ejército alemán o podría ser derrocado por la fuerza. El ejército vio a las SA como una amenaza directa a su papel en el estado. Además, el ministro de defensa, el general Werner von Blomberg (1878-1946), criticó en privado a Hitler por no hacer más para frenar la excesiva violencia de las SA. Seguro de cómo marchaban las cosas, Hitler aseguró a los generales que decapitaría a las SA y se aseguraría de que solo el ejército tuviera derecho a portar armas. Con el ejército y las SS, Hitler ya no necesitaba la vergüenza de las agresivas SA. Tal vez, lo más importante de todo a largo plazo, Hitler necesitaba al Ejército si quería llevar a cabo sus ideas de la expansión de Alemania y la ulterior dominación de Europa. También necesitaba el apoyo del presidente, Paul von Hindenburg (1847-1934), al menos en público. Hindenburg le informó a Hitler de que la actual inestabilidad política debía solucionarse o declararía la ley marcial y pondría al Ejército a cargo del estado. Hitler tenía que actuar y rápido.
El putsch que nunca fue
Adolf Hitler no solo se había convertido en el guardián de la ley, él era la ley.
Röhm y las SA fueron acusadas, sin evidencia alguna, de almacenar armas y planear una revolución en contra del incipiente régimen nazi. Hermann Göring (1893-1946) y Himmler, los principales rivales de Röhm, le contaron a Hitler más rumores en contra de este último. Se inventó la historia de que Röhm había recibido 12 millones de marcos provenientes de Francia para lanzar un golpe de estado. Röhm tampoco se ayudaba a sí mismo hablando públicamente del poder de las SA. Las SA también tenían quejas plausibles y ampliamente conocidas que podrían motivar a la organización a cometer actos imprudentes. La policía de las SA había sido disuelta en toda Alemania en 1933, los miembros de las SA tenían un mayor porcentaje de desempleados que los otros organismos nazis, y muchos miembros de las SA sentían que realmente no habían ganado nada con la llegada al poder del partido nazi. Röhm había declarado en un discurso que las SA “no permitirían que la revolución alemana perdiera su impulso o fuera traicionada por los no combatientes a mitad del camino hacia la meta” (Hite, 176). La gota que derramó el vaso pudo haber sido un discurso dado por Röhm el 28 de febrero de 1934 donde confiadamente declaró que las SA eran la principal fuerza armada de la Alemania nazi y que, en el futuro, el Reichswehr se convertiría en un mero cuerpo de entramiento de la Sturmabteilung. La homosexualidad de Röhm nunca antes había molestado a Hitler, pero ahora se utilizaba como una excusa para atacar al líder de las SA. Se planificó una dramática selección de las SA, más tarde conocida como la purga de sangre o la noche de los cuchillos largos, pero en realidad fue un período de violencia que abarcó del 29 de junio al 1 de julio de 1934. Los nazis llamaron a su purga operación Colibrí. Fue llevada a cabo por las SS y la Gestapo (la policía secreta nazi) a lo largo de Alemania y Austria utilizando armas y transporte suministrados por el ejército.
Hitler voló a Múnich y, acompañado por un escuadrón de las SS, irrumpió en el cuartel general de las SA, la Casa Parda, arrancándoles las insignias a los comandantes de las SA que se encontraban allí. Röhm y su séquito fueron arrestados en la ciudad balneario de Bad Wiessee el 30 de junio. Röhm fue despertado de su cama en el hotel Hanselbauer. Hitler estaba ahí, como contó más tarde a Albert Speer (1905-1981), su arquitecto en jefe: “estábamos desarmados, imagínese, y no sabíamos si esos cerdos podrían tener guardias armados para usarlos contra nosotros... En una habitación encontramos a dos chicos desnudos” (Speer, 91). Otras versiones cuentan que Hitler estaba armado cuando entró al hotel mientras el edificio estaba rodeado por tropas de las SS. Con Röhm en custodia, enviaron una señal con la palabra "colibrí" a Göring y a Himmler para que procedieran en Berlín con más detenciones de comandantes de las SA y cualquier otro enemigo de los nazis. Las SS y la Gestapo se abrieron paso a través de una lista acordada anteriormente con 82 nombres.
Röhm fue encerrado en la prisión de Stadelheim en Múnich y los seis hombres de las SA arrestados junto con él fueron alineados inmediatamente contra una pared y fusilados. Hitler declaró más tarde que 77 conspiradores habían sido fusilados inmediatamente en la noche de los cuchillos largos. Otros 110 líderes de las SA fueron identificados para su ejecución, proceso al que contribuyó un infiltrado de las SA llamado Viktor Lutze (1890-1943). Para protegerse de cualquier represalia por parte de las SA, Hitler había movilizado a las SS, el ejército y la policía. Speer recuerda que el 30 de junio, en Berlín, “soldados en formación de combate acampaban en el Tiergarten. Camiones llenos de policías con fusiles recorrían las calles” (90-1). Privadas de su liderazgo, las SA poco pudieron hacer para resistirse a la purga.
El 1 de julio, le fue mostrado a Röhm un periódico con la noticia del fallido “putsch de Röhm” y luego se le ofreció una pistola para suicidarse, pero él se rehusó. De acuerdo con algunas fuentes Röhm declaró, “si me han de matar, dejen que lo haga el propio Adolf” (Shirer, 221). El comandante de las SS Theodor Eicke (1892-1943) o su ayudante Michael Lippert (o ambos) dispararon contra Röhm, quien se había abierto la camisa para recibir el impacto fatal. Quizá de manera significativa, el 4 de julio Eicke fue ascendido a inspector nazi de los campos de concentración. Röhm fue borrado de la historia nazi. Eliminaron de la vista las fotografías oficiales.Todas las copias de la película propagandística La victoria de la fe, película acerca del mitin de Nuremberg de 1933, fueron destruidas por orden de Hitler ya que mostraban al führer y a Röhm en términos amistosos (a finales del siglo XX una copia de la película se redescubrió en Gran Bretaña). Incluso libros que tenían fotografías de Hitler y Röhm juntos fueron destruidos.
El doctor Hans Frank (1900-1946), principal experto en derecho de los nazis, expresó su preocupación sobre las implicaciones legales de las ejecuciones planeadas. Otras 20 ejecuciones de los 110 líderes originales de las SA arrestados fueron llevadas a cabo a pesar de estas preocupaciones legales. Los detenidos que lograron evitar su ejecución fueron enviados a campos de concentración. Más asesinatos secretos continuaron. Hitler utilizó el caos de la purga para eliminar a otros rivales y amenazas a su poder, personas que no tenían vínculo alguno con la Sturmabteilung. En total, 478 personas fueron asesinadas en la purga, a menudo tiroteadas sin previo aviso en sus hogares o centros de trabajo. Entre las figuras no nazis más destacadas que fueron asesinadas se encontraban el político nazi de izquierda Gregor Strasser (1892-1934), el político pro-católico Erich Klausener (1885-1934), quien había criticado a los nazis en un discurso unas semanas antes, y el ex canciller general Kurt von Schleicher (1882-1934) y su esposa. El político bávaro retirado Gustav Ritter von Kahr (1862-1934), quien había trabajado contra Hitler en el Putschde Múnich, fue ejecutado por las SS. Muchas de estas muertes fueron reportadas como suicidios. Unos pocos tuvieron la suerte de escapar. Las tropas de las SS llegaron a casa del político conservador Gottfried Treviranus (1891-1971), pero se las arregló para huir por su patio trasero, llegando finalmente a la seguridad de Gran Bretaña.
Consecuencias
El ataque a las SA fue ampliamente visto por el público como un control necesario sobre lo que, después de todo, no era más que una banda de matones. La noche de los cuchillos largos puede que hubiera sido un asunto sangriento, pero había evitado, dijo Hitler, una guerra civil aún más sangrienta. El expresidente Hindenburg estuvo de acuerdo con esta valoración y elogió públicamente las acciones de Hitler en contra de las SA: “ha salvado a la nación alemana de un grave peligro”, dijo (Hite, 178). Aún así, el partido nazi ahora parecía más capaz de hacer cualquier cosa dentro o fuera de la ley, y Hitler consideró necesario pronunciar un discurso especial ante el parlamento del Reichstag para justificar la purga. Hitler jugó con el hecho de que sus enemigos habían sido viejos amigos, pero, sin embargo, su respeto por la ley y el orden había hecho de la purga una necesidad:
En ese momento fui responsable del destino del pueblo alemán, y con ello me convertí en el juez supremo del pueblo alemán. Di la orden de fusilar a los cabecillas de esta traición, y di además la orden de cauterizar hasta la carne nueva las úlceras de este envenenamiento de los pozos de nuestra vida doméstica. Que la nación sepa que su existencia – que depende de su orden y seguridad internos – no puede ser amenazada impunemente por nadie. Y que se sepa para siempre que, si alguien levanta su mano para golpear al estado, le espera una muerte segura.
(Cimino, 89)
En privado, Hitler confió que “ha sido terriblemente duro para mí separarme de camaradas que lucharon durante años junto a mí” (Stone, 69). El 3 de julio se dio el toque final para legalizar la purga, con un estatuto firmado por Hitler. El estatuto decía: “las medidas tomadas el 30 de junio y el 1 y 2 de julio para aplastar los ataques traicioneros contra nuestra nación constituyen un acto legal de legítima defensa” (Cimino, 83).
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El mensaje de propaganda nazi, promovido a través de la prensa y la radio, era que la purga no era más que una limpieza del partido, una eliminación de hombres inmorales que habían practicado actos homosexuales entre ellos y con chicos jóvenes. Hombres que después habían conspirado para tomar el poder por la fuerza. Las víctimas de la noche de los cuchillos largos fueron descritas oficialmente por el partido como “personajes indisciplinados y desobedientes y elementos antisociales o enfermos” (Gellately, 207). Los asesinatos de aquellos que no tenían conexiones con las SA se atribuyeron a circunstancias desafortunadas, a actos de agentes demasiado entusiastas que se habían extralimitado en sus funciones. Mucha gente estaba dispuesta a creer en Hitler. Como señaló Victor Klemperer (1881-1960), el celebre diarista judío, en una entrada de ese mes de julio: “la confusión en las ideas de la población es impactante. Un cartero muy tranquilo y despreocupado... me dijo... ‘Bueno, él [Hitler] simplemente los sentenció [a los líderes de las SA]’” (Klemperer, 74).
Mucha gente vio más allá de la cortina de humo y se dio cuenta por primera vez de que los nazis eran capaces de cualquier cosa, y que, si una ley interfería con sus deseos, sencillamente la cambiarían o la ignorarían. Adolf Hitler no solo se había convertido en el guardián de la ley; él era la ley. Cuando el ejército alemán dejó de jurar lealtad hacia la constitución para hacerlo a Hitler personalmente, la última pieza del rompecabezas del poder encajó en su lugar. Ahora el Führer era intocable.
Aunque las SA no volvieron a ser nunca la misma organización después de la noche de los cuchillos largos, se siguieron utilizando bajo el mando de su nuevo comandante, el engañoso Lutze, para atacar a cualquiera que el régimen nazi considerara una amenaza. El cuartel general de las SA se trasladó de Múnich a Berlín para que Hitler pudiera controlar mejor la organización. Algunas de las funciones de las SA, como la gestión de los nuevos campos de concentración, fueron asumidas por las SS en 1934. El ascenso al poder de Himmler y las SS hizo que aquellos que aun eran capaces de pensar de manera independiente se dieran cuenta de que hablar en contra del régimen nazi casi siempre acabaría en consecuencias graves. También estaba la cuestión de a quién atacaría Hitler después. El episodio más notorio de violencia de las SA proporcionó la respuesta. La Kristallnacht (Reichkristallnacht) o noche de los cristales rotos fue testigo del ataque de tropas de asalto de las SA y SS contra personas y propiedades judías por toda Alemania y Austria el 9 y 10 de noviembre de 1938. Los nazis habían pasado de atacarse a sí mismos a atacar sistemáticamente a cualquiera que consideraran su enemigo. Y así, la pesadilla del totalitarismo se convirtió en una realidad que duraría hasta la destrucción casi total de Alemania en 1945 al final de la Segunda Guerra Mundial.
La noche de los cuchillos largos fue una purga llevada a cabo por Adolf Hitler contra el grupo paramilitar SA del partido nazi y ciertos enemigos políticos. El líder de las SA, Röhm, fue fusilado junto a otros cientos de individuos para que Hitler pudiera mantener la lealtad del Ejército alemán, que veía a las SA como un rival.
¿Cómo se salió con la suya Hitler en la noche de los cuchillos largos?
Adolf Hitler se salió con la suya en los asesinatos de la noche de los cuchillos largos porque tenía el apoyo del Ejército alemán y fingió que la purga era necesaria para impedir una revolución de los miembros violentos e inmorales del grupo paramilitar SA.
Me llamo Daniel Gómez Cámara, soy originario de México. Actualmente me encuentro estudiando derecho y soy apasionado por la historia. Creo que, cuando conocemos a alguien curioso(a) por la historia, deberíamos fomentarle esa curiosidad y alentarla.
Mark es un autor, investigador, historiador y editor de tiempo completo. Se interesa, en especial, por el arte y la arquitectura, así como por descubrir las ideas compartidas por todas las civilizaciones. Tiene una maestría en filosofía política y es el director de publicaciones de World History Encyclopedia.
Cartwright, M. (2024, octubre 11). Noche de los cuchillos largos [Night of the Long Knives].
(D. G. Cámara, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-23626/noche-de-los-cuchillos-largos/
Estilo Chicago
Cartwright, Mark. "Noche de los cuchillos largos."
Traducido por Daniel Gómez Cámara. World History Encyclopedia. Última modificación octubre 11, 2024.
https://www.worldhistory.org/trans/es/1-23626/noche-de-los-cuchillos-largos/.
Estilo MLA
Cartwright, Mark. "Noche de los cuchillos largos."
Traducido por Daniel Gómez Cámara. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 11 oct 2024. Web. 11 dic 2024.
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Escrito por Mark Cartwright, publicado el 11 octubre 2024. El titular de los derechos de autor publicó este contenido bajo la siguiente licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike. Por favor, ten en cuenta que el contenido vinculado con esta página puede tener términos de licencia diferentes.