La huida de la esclavitud de Sojourner Truth

Artículo

Joshua J. Mark
por , traducido por Marco A. Kunzler
Publicado el 14 abril 2025
Disponible en otros idiomas: inglés
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La huida de la esclavitud proviene de La historia de mi vida de Sojourner Truth, un relato de la vida de la famosa abolicionista, entregada a su amiga y admiradora Olive Gilbert y publicada en 1850. La historia de cómo ella «se alejó caminando» de la esclavitud es una de las narraciones de esclavos más famosas de los Estados Unidos del siglo XIX.

Cabinet Card of Sojourner Truth, 1864
Tarjeta de gabinete de Sojourner Truth, 1864
Unknown Photographer (Public Domain)

Sojourner Truth (en torno a 1797-1883) nació esclava en Swartekill (cerca de la actual ciudad de Esopus, Nueva York, EE. UU.), que fue colonizada originalmente por los holandeses en el siglo XVII. A Truth se le dio el nombre de Isabella Bomefree (también llamada Baumfree) al nacer y se cambió el nombre a Sojourner Truth en 1843 después de que afirmara haber escuchado al Espíritu Santo diciéndole que «predicara la verdad». Su lengua materna era el holandés, lo que más tarde provocaría dificultades con la esposa de su amo, John Nealy, del condado de Ulster, Nueva York, que solo sabía inglés.

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Sojourner Truth huyó de la esclavitud para convertirse en una de las defensoras más famosas de la abolición de la esclavitud, el sufragio femenino y los derechos humanos.

De niña, ella (como muchos otros esclavos) fue educada con el entendimiento dado en Efesios 6:5 de la Biblia: «Esclavos, obedeced a vuestros amos terrenales con respeto y temor, y con sinceridad de corazón, tal como obedeceríais a Cristo». Cuando finalmente decidió dejar a su amo, dijo más tarde célebremente: «No me escapé corriendo, porque pensé que era malo, pero me marché, creyendo que estaba bien» (Delbanco, 142).

Sojourner Truth se alejó de la esclavitud para convertirse en una de las defensoras más famosas de la abolición de la esclavitud, el sufragio femenino y los derechos humanos en la historia de los Estados Unidos y hoy en día se la honra con monumentos, topónimos, becas y estatuas por todo el país.

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Texto

El siguiente extracto proviene de los primeros capítulos de La historia de mi vida (1850) de Sojourner Truth, tal como se le contó a Olive Gilbert (ya que Truth era analfabeta). La narrativa se encuentra entre las más importantes históricamente porque documenta la esclavitud en el norte, en el estado de Nueva York, ya que la esclavitud estadounidense generalmente se asocia con los estados del sur. A Truth se la identifica como «Isabella» en todo momento:

En ese momento memorable, Isabella fue vendida por la suma de cien dólares a un tal John Nealy, del condado de Ulster, Nueva York; y tiene la impresión de que en esta venta fue incluida junto con un lote de ovejas. Tenía entonces nueve años de edad, y sus pruebas en la vida pueden fecharse a partir de este período.

Ella dice, con énfasis: «Ahí comenzó la guerra». Solo podía hablar holandés, y los Nealys solo podían hablar inglés. El señor Nealy podía entender el holandés, pero Isabel y su señora no podían entender el idioma de la otra, y esto, por sí solo, representaba un obstáculo formidable para una buena relación entre ellas, y durante algún tiempo fue una fuente constante de insatisfacción para la señora y de castigos y sufrimiento para Isabella.

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Ella dice: «Si me mandaban a buscar una sartén, sin saber a qué se referían, quizás les llevaba ganchos para ollas y trébedes. Entonces, ¡oh! ¡cuán enojada estaría la señora conmigo!» Luego sufrió «terriblemente, terriblemente», con el frío. Durante el invierno sus pies estaban muy congelados, por falta de un abrigo adecuado. Le daban comida en abundancia, y también muchos latigazos.

Una mañana de domingo, en particular, le dijeron que fuera al granero; al llegar allí, encontró a su amo con un manojo de varas, preparadas en las brasas y atadas con cuerdas. Después de atarle las manos por delante, le dio la paliza más cruel con la que jamás fue torturada. La azotó hasta que la carne quedó profundamente lacerada y la sangre brotó de sus heridas, y las cicatrices permanecen hasta el día de hoy, para dar testimonio del hecho. «Y ahora», dice ella, «cuando los oigo hablar de azotar a mujeres sobre la carne desnuda, se me eriza la piel ¡y hasta los cabellos se me levantan en punta! ¡Oh, Dios mio!» continúa, «¿qué forma es esta de tratar a los seres humanos?»

En esos momentos de extrema aflicción, no olvidó las instrucciones de su madre, de acudir a Dios en todas sus pruebas y en cada aflicción; y no solo lo recordó, sino que obedeció: se dirigió a él, «y le contó todo—y le preguntó si pensaba que era lo correcto», y le rogó que la protegiera y la resguardara de sus perseguidores.

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Siempre pedía con una fe inquebrantable que recibiese exactamente lo que solicitaba, «Y ahora», dice ella, «aunque parezca curioso, no recuerdo haber pedido nunca algo que no haya recibido. Y siempre lo recibía como respuesta a mis oraciones. Cuando me azotaban, nunca lo sabía con suficiente antelación como para ir antes a rezar; y siempre pensaba que si solo hubiera tenido tiempo de orar a Dios por ayuda, habría escapado del castigo».

Ella no tenía idea de que Dios supiera algo de sus pensamientos, salvo lo que le decía; o que escuchara de sus oraciones, a menos que las dijera en voz alta. Y, en consecuencia, no podía orar a menos que tuviera tiempo y oportunidad de ir sola, donde pudiera hablar con Dios sin ser escuchada.

Cuando llevaba varios meses en casa del Sr. Nealy, comenzó a rogarle a Dios con gran fervor que enviara a su padre con ella, y tan pronto empezó a orar, comenzó también a esperar con confianza su llegada, y, no pasó mucho tiempo, cuando, para su gran alegría, él vino. No tuvo oportunidad de hablarle de las penas que tanto agobiaban su espíritu mientras él estuvo allí; pero cuando se fue, ella lo siguió hasta la puerta y le abrió su corazón, preguntándole si no podría hacer algo para conseguirle un lugar nuevo y mejor.

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De esta manera, los esclavos a menudo se ayudan entre sí, averiguando comparativamente quiénes son amables con sus esclavos; y luego usan su influencia para lograr que esas personas contraten o compren a sus amigos; y los amos, a menudo por conveniencia, así como por una humanidad latente, permiten que aquellos a quienes están por vender o alquilar elijan su propio destino, si las personas que ellos eligen como amos se consideran buenas pagadoras.

Prometió hacer todo lo que pudiera, y se separaron. Pero, cada día, mientras duró la nieve (pues en ese momento había nieve en el suelo), ella regresaba al lugar donde se habían separado y, caminando sobre las huellas que su padre había dejado en la nieve, repetía su oración, que «Dios ayudara a su padre a conseguirle un lugar nuevo y mejor».

No había pasado mucho tiempo, cuando un pescador llamado Scriver apareció en casa del Sr. Nealy y le preguntó a Isabel «si le gustaría ir a vivir con él». Ella respondió con entusiasmo: «Sí», sin dudar ni un momento de que él había sido enviado en respuesta a su oración; y pronto partió con él, caminando mientras él iba a caballo, pues la había comprado por sugerencia de su padre, pagando ciento cinco dólares por ella. También vivía en el condado de Ulster, pero a unas cinco o seis millas del Sr. Nealy.

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Scriver, además de ser pescador, tenía una taberna para alojar a gente de su misma clase, pues su familia era ruda y sin educación, extremadamente profana en su lenguaje, pero, en general, personas honestas, amables y de buena disposición.

Poseían una gran granja, pero la dejaron completamente sin mejorar, atendiendo principalmente a sus vocaciones de pesca y hostelería. Isabella declara que no puede describir el tipo de vida que llevó con ellos. Era un tipo de vida salvaje y al aire libre. Se esperaba que ella llevara pescado, que escardara el maíz, que recogiera raíces y hierbas del bosque para hacer cervezas, que fuera al muelle a buscar un galón de melaza o licor, según fuera necesario, y que «se las arreglara», como ella misma lo expresa.

Era una vida que, por el momento, le venía bien, tan libre de dificultades o terrores como de progreso; una necesidad que aún no se había convertido en un deseo. En lugar de mejorar moralmente en ese lugar, retrocedió, ya que el ejemplo de ellos le enseñó a maldecir; y fue allí donde pronunció su primer juramento. Después de vivir con ellos durante aproximadamente un año y medio, fue vendida a un tal John J. Dumont, por la suma de setenta libras. Esto fue en 1810. El Sr. Dumont vivía en el mismo condado que sus antiguos amos, en la ciudad de New Paltz, y ella permaneció con él hasta poco tiempo antes de su emancipación por el Estado, en 1828.

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Después de que la emancipación fuera decretada por el Estado, algunos años antes del momento fijado para su cumplimiento, el amo de Isabella le dijo que, si se portaba bien y era fiel, le daría sus «papeles de libertad» un año antes de que fuera legalmente libre según la ley. En el año 1826, tenía una mano gravemente enferma, lo que disminuyó en gran medida su utilidad; pero a la llegada del 4 de julio de 1827, el momento especificado para que recibiera sus «papeles de libertad», reclamó el cumplimiento de la promesa de su maestro; pero él se negó a concederlo, a causa (como alegó) de la pérdida que había sufrido por su mano.

Ella alegó que había trabajado todo el tiempo y hecho muchas cosas que no era del todo capaz de hacer, aunque sabía que había sido menos útil que antes; pero su amo permaneció inflexible. Su misma fidelidad probablemente operó en su contra ahora, y él descubrió que le resultaba menos fácil de lo que pensaba renunciar a las ganancias de su fiel Bell, quien durante tanto tiempo le había prestado un servicio eficiente.

Pero Isabella decidió en su interior que se quedaría tranquilamente con él solo hasta haber hilado su lana—alrededor de cien libras—y luego lo dejaría, tomando el resto del tiempo para sí misma. «¡Ah!» dice con un énfasis que no se puede plasmar por escrito: «Los amos son TERRIBLES con sus promesas de esto o aquello, o tal o cual privilegio, si haces tal o cual cosa; y cuando llega el momento de cumplir, y uno reclama la promesa, ellos, por supuesto, no recuerdan nada de eso: y lo más probable es que te insulten llamándote MENTIROSA; o, en el mejor de los casos, el esclavo es acusado de no haber cumplido con su parte o condición del contrato».

«¡Ah!» dijo ella, «a veces me he sentido como si no pudiera sobrevivir a la operación. ¡Solo piensa en nosotros! Tan ansiosos por nuestros placeres, y tan tontos como para seguir alimentándonos con la idea de que recibiríamos lo que se nos había prometido justamente; y cuando creemos que ya está casi en nuestras manos, ¡nos encontramos con que nos lo niegan rotundamente! ¡Solo piensa! ¿cómo podríamos soportarlo?

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Charles Brodhead le prometió a su esclavo Ned que cuando terminara la cosecha, podría ir a ver a su esposa, que vivía a unas veinte o treinta millas de distancia. Entonces, Ned trabajó temprano y tarde, y tan pronto como la cosecha estuvo terminada, reclamó la bendición prometida. Su amo dijo que simplemente le había dicho que «vería si podía ir, cuando terminara la cosecha; pero ahora veía que no podía ir». Pero Ned, que todavía reclamaba una promesa positiva, de la que había dependido por completo, siguió limpiando sus zapatos. Su amo le preguntó si tenía la intención de ir, y al responderle «sí», tomó un palo de trineo que yacía cerca de él y le dio tal golpe en la cabeza que le rompió el cráneo, matándolo en el acto.

Los pobres negros se sintieron todos derribados por el golpe. ¡Ah! y bien que lo podrían estar. Sin embargo, no era más que uno de una larga serie de golpes sangrientos, y de otros golpes sumamente efectivos, dados contra su libertad y sus vidas...

El sujeto de esta narrativa debía haberse hecho libre el 4 de julio de 1827, pero continuó con su amo hasta que se hiló la lana y se terminó lo más pesado del «trabajo de otoño», momento en el que decidió tomar su libertad en sus propias manos y buscar su fortuna en otro lugar.

La pregunta en su mente, y una que no se resolvía fácilmente, ahora era: «¿Cómo puedo escapar?» Entonces, como era su costumbre habitual, «le dijo a Dios que tenía miedo de irse en la noche, y en el día, todos la verían». Finalmente, se le ocurrió que podría irse justo antes de que amaneciera y salir del vecindario donde la conocían antes de que la gente se moviera demasiado.

«Sí», dijo ella, fervientemente, «¡esa es una buena idea! ¡Gracias, Dios, por ese pensamiento!» Así que, recibiéndolo como algo directamente enviado por Dios, actuó en consecuencia, y una mañana agradable, poco antes del amanecer, se la pudo ver alejándose sigilosamente de la parte trasera de la casa del amo Dumont, con su bebé en un brazo y su vestimenta en el otro, cuyo peso, probablemente, nunca le pareció tan conveniente como en esa ocasión, un pañuelo de algodón que contenía tanto su ropa como sus provisiones.

Cuando alcanzó la cima de una colina alta, a una distancia considerable de la casa de su amo, el sol la molestó al salir en todo su esplendor primitivo. Pensó que nunca había habido tanta luz; de hecho, pensó que había demasiada luz. Se detuvo para mirar a su alrededor y averiguar si sus perseguidores aún estaban a la vista. Nadie apareció y, por primera vez, surgió la pregunta para llegar a un acuerdo: «¿A dónde y a quién debo dirigirme?» En todos sus pensamientos de huir, no se había preguntado ni una sola vez hacia dónde debía dirigirse.

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Se sentó, alimentó a su bebé y, volviendo de nuevo sus pensamientos a Dios, su único auxilio, le pidió que la guiara hacia algún refugio seguro. Y pronto se le ocurrió que vivía un hombre en la dirección que había estado siguiendo, llamado Levi Rowe, a quien había conocido y que, pensó, probablemente estaría dispuesto a ayudarla. En consecuencia, siguió su camino hasta su casa, donde lo encontró dispuesto a acogerla y ayudarla, aunque se encontraba entonces en su lecho de muerte. La invitó a disfrutar de la hospitalidad de su casa, dijo que conocía dos buenos lugares donde ella podría quedarse, y le pidió a su esposa que le mostrara dónde se encontraban.

En cuanto vio la primera casa, recordó haberla visto antes, junto con a sus habitantes, y exclamó al instante: «Ese es el lugar para mí; me quedaré allí». Fue allí y comprobó que los bondadosos dueños de casa, el Sr. y la Sra. Van Wagener, estaban ausentes, pero fue recibida con amabilidad y hospitalidad por su excelente madre, hasta que regresaron sus hijos. Cuando llegaron, ella les dio a conocer su caso. Escucharon su historia, asegurándole que nunca rechazaban a los necesitados, y con gusto le ofrecieron trabajo.

No había pasado mucho tiempo allí cuando apareció su antiguo amo, Dumont, tal como había anticipado; pues al marcharse sin avisar, había decidido no alejarse demasiado de él ni causarle tantos problemas en encontrarla—ya que estaba segura de que lo intentaría—como lo habían hecho Tom y Jack cuando huyeron de él poco tiempo antes. Esto fue muy considerado de su parte, por decir lo menos, y una prueba de que «lo semejante engendra lo semejante». Él a menudo consideraba sus sentimientos, aunque no siempre, y ella era igualmente considerada.

Cuando su amo la vio, dijo: «Bueno, Bell, entonces has huido de mí». «No, no me escapé corriendo; me marché a la luz del día, y todo porque me habías prometido un año de mi tiempo». Su respuesta fue: «Debes volver conmigo». Su respuesta decisiva fue: «No, no volveré contigo». Él dijo: «Bueno, me llevaré al niño». Y esto también lo negó con firmeza.

Entonces, el Sr. Isaac S. Van Wagener intervino, diciendo que nunca había estado en la práctica de comprar y vender esclavos; no creía en la esclavitud; pero antes que permitir que Isabella fuera devuelta por la fuerza, compraría sus servicios por el resto del año—por los cuales su amo cobraba veinte dólares, y cinco adicionales por el niño. La suma fue pagada, y su amo Dumont se fue; pero no hasta que escuchó al señor Van Wagener decirle que no lo llamara amo, añadiendo: «solo hay un amo; y el que es tu amo es mi amo». Isabella preguntó cómo debería llamarlo. Él respondió: «Llámame Isaac Van Wagener, y mi esposa es Maria Van Wagener».

Isabella no podía entender esto, y le parecía un gran cambio, como realmente lo era, pasar de un amo cuya palabra era ley, a un simple Isaac S. Van Wagener, que no era amo de nadie. Con estas personas nobles, que, aunque no podían ser los amos de esclavos, eran sin duda una parte de la nobleza de Dios, residió durante un año, y de ellos obtuvo el apellido Van Wagener porque él era su último amo ante la ley, y el apellido de un esclavo siempre es el mismo que el de su amo; es decir, si se le permite tener algún otro nombre más que Tom, Jack o Guffin. A veces, los esclavos eran severamente castigados por agregar el apellido de su amo al suyo. Pero cuando no hay una razón válida para eso, no se considera una ofensa.

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Preguntas y respuestas

¿Qué es «La huida de la esclavitud» de Sojourner Truth?

«La huida de la esclavitud» de Sojourner Truth es su relato de cómo se liberó al "marcharse caminando de la esclavitud", tal como se presenta en «La historia de mi vida» (1850) de Sojourner Truth escrita por Olive Gilbert.

¿Sojourner Truth escribió el propio relato de su vida?

No. Sojourner Truth, que se crio en la esclavitud en el estado de Nueva York y le prohibieron aprender a leer o escribir, era analfabeta así que le dictó su historia a Olive Gilbert.

¿De qué trata «La huida de la esclavitud» de Sojourner Truth?

«La huida de la esclavitud» de Sojourner Truth trata sobre sus primeros años como esclava en el estado de Nueva York y su determinación de trazar su propio camino y liberarse.

¿Cómo consiguió Sojourner Truth su libertad?

Sojourner Truth fue acogida por una amable pareja blanca, que pagó por su libertad poco después de que huyera de la esclavitud.

Sobre el traductor

Marco A. Kunzler
Marco Kunzler es psicólogo licenciado y traductor autónomo con experiencia en ONG internacionales. Apasionado por conectar con diversas culturas, apoya el aprendizaje permanente y valora las interacciones significativas entre profesiones y comunidades.

Sobre el autor

Joshua J. Mark
Joshua J. Mark es cofundador y director de contenido de la World History Encyclopedia. Anteriormente fue profesor en el Marist College (Nueva York), donde enseñó historia, filosofía, literatura y escritura. Ha viajado a muchos lugares y vivió en Grecia y en Alemania.

Cita este trabajo

Estilo APA

Mark, J. J. (2025, abril 14). La huida de la esclavitud de Sojourner Truth [Sojourner Truth's Escape from Slavery]. (M. A. Kunzler, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-2694/la-huida-de-la-esclavitud-de-sojourner-truth/

Estilo Chicago

Mark, Joshua J.. "La huida de la esclavitud de Sojourner Truth." Traducido por Marco A. Kunzler. World History Encyclopedia. Última modificación abril 14, 2025. https://www.worldhistory.org/trans/es/2-2694/la-huida-de-la-esclavitud-de-sojourner-truth/.

Estilo MLA

Mark, Joshua J.. "La huida de la esclavitud de Sojourner Truth." Traducido por Marco A. Kunzler. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 14 abr 2025, https://www.worldhistory.org/article/2694/sojourner-truths-escape-from-slavery/. Web. 11 may 2025.

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