En la mitología griega, los gigantes son una raza de criaturas agresivas que nacieron de Gea (la Tierra) después de que las gotas de sangre de Urano cayeran sobre la Tierra tras su castración. Los gigantes tenían una gran fuerza y eran temibles a la vista, con pelo largo y pies escamosos.
Había muchos gigantes diferentes, algunos con un papel más destacado en la mitología que otros. La historia más famosa relacionada a estas criaturas es la Gigantomaquia (revuelta de los gigantes), que sucedió a la Titanomaquia.
Desde entonces, los gigantes han sido habituales en varias películas, libros y programas de televisión de fantasía y ciencia ficción, como la saga de Harry Potter (tanto libros como películas), la película La princesa prometida (1987) y el libro El gran gigante bonachón de Roald Dahl (1916-1990), así como la película El buen amigo gigante o Mi amigo el gigante (2016) basada en el libro. Se les ha representado tanto como seres amistosos y bondadosos que entablan amistad con los humanos como figuras amenazadoras y crueles que utilizan su fuerza bruta para hacer daño en lugar de hacer el bien.
Nacimiento
Los gigantes surgieron de Gea después de que Urano fuera castrado por su hijo Cronos, y gotas de su sangre cayeran sobre la Tierra.
No en vano escaparon aquéllos de su mano. Pues cuantas gotas de sangre salpicaron, todas las recogió Gea. Y al completarse un año, dio a luz a las poderosas Erinias, a los altos gigantes de resplandecientes armas, que sostienen en su mano largas lanzas...
Apolodoro escribió que Gea dio a luz a los gigantes porque estaba disgustada debido a la derrota de los titanes a manos de los Olímpicos. El autor latino Higino (64 a.C.-17 d.C.) afirma que los gigantes eran hijos de Gea y el Tártaro (la parte más profunda del Inframundo).
Descripción y características
Según el escritor griego Pseudo-Apolodoro, en su Bibliotheca, los gigantes tenían un tamaño inigualable y un aspecto aterrador: tenían una larga cabellera que les caía por la cabeza y la barbilla, además de escamas de serpiente en los pies y las piernas. Hesíodo (700 a.C.) los describe como «grandes» y «fuertes», con brillantes armaduras y largas lanzas. Píndaro (518 a.C.) afirma que el gigante Porfirión era increíblemente violento. El poeta Baquílides (516-451 a.C.) los calificó de arrogantes.
En descripciones más tardías, los gigantes tenían serpientes en lugar de piernas y se volvieron más monstruosos y grandes. Ovidio (43 a.C.-17 d.C.) dijo que tenían cien brazos y patas de serpiente, mientras que Nono los describió como «con pelo de serpiente». Según la mayoría de las fuentes antiguas, los gigantes vivían en Tracia o Pelene. Solían exhibir su fuerza bruta y su agresividad, ya que a menudo utilizaban rocas y peñascos como armas, pudiendo lanzarlos a grandes distancias.
En la Odisea de Homero (750 a.C.), el autor escribe sobre los legendarios Lestrigones y su apariencia más parecida a la de los gigantes que a la de los humanos.
...y desde las peñas tiraron pedruscos muy pesados; pronto se alzó en las naves un deplorable estruendo causado a la vez por los gritos de los que morían y por la rotura de los barcos: y los lestrigones, atravesando a los hombres como si fueran peces, se los llevaban para celebrar nefando festín.
(Homero, Odisea, 10-124-127).
Gigantes notables
Hubo muchos gigantes en la mitología griega, algunos más conocidos que otros. Entre los gigantes más notables se encuentran Porfirión, que era el rey de los gigantes y que fue asesinado por Zeus y Hércules después de que intentara violar a Atenea; Encélado, que fue enterrado bajo el monte Etna por Atenea; Polibotes, que fue aplastado por una isla que fue arrojada por Poseidón; y Alcioneo, que era inmortal, siempre y cuando luchara en su tierra natal. La mayoría de los gigantes lucharon contra varios dioses y fueron derrotados, a menudo con la ayuda de un arma o herramienta en particular.
La Gigantomaquia
Apolodoro (aprox. 180 a.C - 120 a.C.) afirmó que la Gigantomaquia tuvo lugar después de la Titanomaquia. Se consideró una de las batallas cruciales que cimentaron la soberanía de los dioses olímpicos. Los gigantes estaban enfadados con Zeus, ya que había encarcelado a sus hermanos, los titanes, en el Tártaro. Planearon su venganza planeando un ataque a los cielos. En las cimas de sus montañas, los gigantes agarraron barras de fuego y rocas y las lanzaron hacia arriba. Hera previó que un dios nunca podría matar a los gigantes, sino que solo un mortal con piel de león podría derrotarlos, refiriéndose al héroe griego Hércules. Sin embargo, incluso Hércules necesitaría la ayuda de una hierba que hacía invulnerable a un mortal. Gea conocía la existencia de esta hierba e intentó buscarla ella misma. Sin embargo, esta hierba crecía en un oscuro lugar secreto bajo la Tierra, por lo que Zeus prohibió a Selene, Helios y Eros brillar y encontró la hierba primero con la ayuda de Atenea. Los Olímpicos estaban ahora en condiciones de luchar contra los gigantes.
Hércules no perdió el tiempo y disparó una flecha a Alcioneo, el líder de los gigantes, que revivió al instante porque estaba luchando en su propia tierra. Siguiendo el consejo de Atenea, Hércules llevó a Alcioneo al otro lado de la frontera, donde pudo matarlo. Porfirión saltó al cielo, y solo Atenea le hizo frente. La apartó a un lado y se dirigió hacia Hera, a quien intentó estrangular. Una flecha de Eros lo alcanzó, y su violencia se transformó instantáneamente en lujuria. Al intentar violar a Hera, fue detenido por Zeus, que golpeó a Porfirión con su rayo. Porfirión no permaneció en el suelo mucho tiempo, pero fue finalmente asesinado por Hércules.
Efialtes estaba luchando contra Ares y lo había puesto de rodillas. Apolo acudió al rescate de Ares, disparó al gigante en su ojo izquierdo y pidió ayuda a Hércules. Hércules disparó a Efialtes en el ojo derecho, acabando con su vida. Una feroz batalla se desató entre los dioses y los gigantes. Dioniso utilizó su bastón (también llamado tirso) para derribar a Éurito; Hécate quemó a Clitio con sus antorchas; Atenea aplastó a Palas con una roca, y Hefesto escaldó a Mimas con metal caliente. Cada vez que un dios hería a un gigante, Hércules acudía corriendo a asestarle el golpe mortal. Solo dos diosas olímpicas estuvieron notablemente ausentes del conflicto, las pacíficas Deméter y Hestia, que observaron la batalla desde lejos con consternación, pero se negaron a participar en ella.
Los gigantes se dieron cuenta de que estaban perdiendo la batalla y se retiraron a la Tierra, perseguidos por los Olímpicos. Atenea lanzó un gran objeto a Encélado, que lo aplastó y enterró, convirtiéndose en el monte Etna en Sicilia. Poseidón utilizó su tridente para romper un trozo de Cos en el mar Egeo y se lo lanzó a Polibotes, que también se transformó en un trozo de tierra: la isla de Nisiros. Los gigantes supervivientes hicieron una última resistencia en Bathos, en Arcadia. Hermes, con el casco de Hades, abatió a Hipólito, mientras que Artemisa lanzó una flecha a Gratión. Las Moiras usaron sus morteros para aplastar las cabezas de Toante y Agrio. Ares y Zeus utilizaron su lanza y su rayo para derribar a los gigantes restantes, y Hércules mató a cada gigante a medida que caían. En algunas fuentes, el compañero de Dioniso, Sileno, se jactaba de haber luchado del lado de los dioses y de haber matado al gigante Encélado. Su rebuzno hizo que los gigantes huyeran despavoridos.
Consecuencias
Tras la derrota de los gigantes, su madre, Gea, yació en el Tártaro y dio a luz a Tifón, el mayor monstruo que jamás haya vagado por la Tierra. En su Metamorfosis, Ovidio escribió que Gea transformó a los gigantes en una nueva raza.
...sepultados por la mole suya, al quedar sus cuerpos siniestros yacentes, regada de la mucha sangre de sus hijos dicen que la Tierra se impregnó, y que ese caliente crúor alentó, y para que de su estirpe todo recuerdo no desapareciera, que a una faz los tornó de hombres. Pero también aquel ramo despreciador de los altísimos y salvaje y avidísimo de matanza y violento fue: bien sabrías que de sangre habían nacido.
(Ovidio, Metamorfosis, 1.156-162)
Versiones alternativas
Según el poeta griego Píndaro, el gigante Alcioneo fue el catalizador del conflicto entre los dioses olímpicos y los gigantes. Según varias versiones, robó parte del ganado de Helios, lo que enfureció al dios, o se enfrentó a Hércules cuando regresaba de su expedición troyana con Telamón o en el istmo de Corinto. Una escena de un jarrón muestra a Hércules acercándose sigilosamente a Alcioneo mientras duerme y atacándole.
En el mundo griego antiguo
Según Pausanias (aprox. 115 a.C.-180 d.C.) en su Descripción de Grecia, en la región de Trapezunte, en Arcadia, había un lugar llamado la Profundidad, donde cada dos años se celebraba el Misterio de las Grandes Diosas. No lejos de la Profundidad había un manantial llamado Olimpia, donde se decía que había tenido lugar la legendaria Gigantomaquia. Ahí se hacían sacrificios a las tormentas, los rayos y los truenos.
En la pared sur de la Acrópolis de Atenas había un relieve mural que representaba la gran batalla entre los dioses y los gigantes. A poca distancia del templo de Deméter, en Atenas, había una estatua de Poseidón a caballo, lanzando una lanza contra el gigante Polibotes.