La literatura china es una de las más imaginativas e interesantes del mundo: la precisión de su lengua da lugar a imágenes perfectamente realizadas tanto en poesía como en prosa y, como en toda gran literatura, los temas que toca son atemporales. Los chinos valoraban mucho la literatura e incluso tenían un dios de la literatura llamado Wen Chang, también conocido como Wendi o Wen Ti.
Wen Chang llevaba la cuenta de todos los escritores de China y de lo que producían, con el objetivo de premiarlos o castigarlos en función de lo bien o mal que hubieran utilizado su talento. Se creía que este dios había sido una vez un hombre llamado Zhang Ya, un escritor brillante que se suicidió por ahogamiento tras una decepción y fue deificado. En su nuevo rol, presidía las obras escritas, los escritores, y la propia escritura china.
La antigua escritura china evolucionó a partir de la práctica de la adivinación durante la dinastía Shang (1600-1046 a.C.). Los pictogramas que los adivinos hacían en los huesos de los oráculos se convirtieron en la escritura conocida como Jiaguwen (c. 1600-1000 a.C.), que se convirtió más adelante en Dazhuan («escritura de sello grande», c. 1000-700 a.C.), luego en Xiaozhuan («escritura de sello pequeño», 700 a.C.-actualidad) y en Lishu («escritura clerical», c. 500 a.C.). A partir de ellas se desarrollaron también las Kaishu, Xingshu y Caoshu, escrituras cursivas que los escritores utilizaron más tarde en prosa, poesía y otros tipos de obras artísticas.
No se sabe con exactitud cuándo se empezó a escribir en China, ya que la mayor parte de la escritura se realizaba sobre materiales perecederos como la madera, el bambú o la seda. La académica Patricia Buckley Ebrey escribe: «En China, como en otros lugares, la escritura, una vez adoptada, tiene profundos efectos en los procesos sociales y culturales (26)». La burocracia china llegó a depender de los registros escritos, pero con el tiempo la escritura se empezó a usar para expresarse y crear algunas de las mayores obras literarias del mundo. El papel se inventó en torno al año 105 a.C. durante la dinastía Han (202 a.C.- 220 d.C.), y el proceso de impresión xilográfica se desarrolló durante la dinastía Tang (618-907 d.C.). Para entonces China ya había desarrollado un corpus impresionante de obras literarias.
Primeros relatos
Las primeras obras escritas en China son historias de fantasmas y mitos. Ebrey escribe que la literatura de los primeros Han es «rica en referencias a espíritus, presagios, mitos, lo extraño y poderoso, lo que desafía a la muerte y lo deslumbrante (71)». Los chinos estaban especialmente preocupados por los fantasmas porque la aparición de alguien que había muerto significaba que los vivos le habían fallado de alguna manera, normalmente por un ritual incorrecto en el entierro, y el muerto perseguiría a los vivos hasta que se corrigiera el error. Si los muertos no encontraban a su familia, buscaban a cualquiera que estuviera cerca.
Una famosa historia trata de cinco hermanos que reciben la visita del fantasma de una niña. No pueden deshacerse de ella hasta que finalmente la encierran en un tronco hueco, tapan ambos extremos y lo arrojan al río. El fantasma les da las gracias por haberle dado un entierro digno y se aleja. En otra historia, el fantasma de una madre cuya tumba fue profanada regresa para contárselo a su hijo y pedirle que vengue su deshonra. El hijo no cuestiona la visión ni por un momento e informa del suceso a las autoridades, que detienen a los criminales y los ejecutan. Las historias de fantasmas servían para enfatizar valores culturales importantes, como el trato adecuado a los muertos y el honor a los conciudadanos.
Un ejemplo de ello es la famosa historia de un hombre llamado comandante Yang: Yang era un hombre que había vivido de forma egoísta y había causado un gran daño a mucha gente sin pensarlo demasiado. Cuando murió y pasó a la otra vida, se encontró ante un tribunal, donde el rey del inframundo le preguntó cómo había conseguido acumular tantos pecados en su alma. Yang mantuvo su inocencia y dijo que no había hecho nada malo.
El rey del inframundo ordenó que se trajeran pergaminos y se leyeran. Mientras Yang era juzgado, un secretario leía la fecha y la hora de sus pecados, a quién había afectado sus acciones y cuántos habían muerto a causa de sus decisiones. Yang fue condenado, y una mano gigante apareció y lo aplastó hasta convertirlo en una pulpa sangrienta.
En otro cuento, un hombre llamado Li «Cabeza de Ataúd» es un matón que se aprovecha de perros y gatos. Un día recibe la visita de dos hombres vestidos con túnicas de color púrpura oscuro, que le dicen que ha sido condenado en el más allá por su abuso de los animales. Li se niega a creerles y les pregunta quién le ha gastado esa broma, a lo que los hombres le dicen que son fantasmas, enviados desde el más allá, y le presentan un documento oficial en el que las almas de 460 gatos y perros han registrado quejas contra él por su maltrato y muerte. Li es entonces condenado y se lo llevan. El abuso de los seres vivos, ya fueran personas o animales, se consideraba un grave pecado contra la comunidad, y las historias de fantasmas sobre actos inmorales de personas como el comandante Yang y Li «Cabeza de Ataúd» servían de advertencia sobre lo que ocurría a la gente que se portaba mal.
Las historias de fantasmas iban acompañadas de mitos sobre las montañas Kunlun, donde vivían los dioses y los grandes hombres del pasado. Estos mitos también expresaban valores culturales y enseñaban sus lecciones al público. Uno de los primeros mitos trata sobre el semidiós Gun, que intentó detener la gran inundación durante la dinastía Xia (c. 2070-1600 a.C.) pero fracasó, lo que lo lleva al exilio (o el suicidio) y hace que el emperador nombre a su hijo, Yu, para que complete el trabajo.
Yu comprendió que su padre fracasó porque intentó hacer demasiado por sí mismo sin pedir ayuda a los demás, se negó a respetar las fuerzas de la naturaleza y sobrestimó sus propias capacidades, por lo que invitó a todos a ayudarle a controlar la inundación. Alentando la participación de sus vecinos y respetando sus habilidades y el poder de la naturaleza, tuvo éxito y llegó a ser conocido como Yu el Grande, que fundó la Dinastía Xia y estableció el orden de gobierno.
Durante la dinastía Han, un mito muy popular fue el de la Reina madre del oeste. Ebrey escribe:
Su paraíso era representado como una tierra de maravillas donde crecían los árboles y fluían los ríos de la inmortalidad. Aves y bestias míticas la acompañaban constantemente, como el cuervo de tres patas, el sapo bailarín, el zorro de nueve colas y el conejo productor de elixir. (71)
El mito se hizo tan popular que se convirtió en un culto, lo que obligó a la administración Han a encargar santuarios a la Reina madre del oeste y a reconocer su culto como una fe legítima. La popularidad del mito se debió a su promesa de vida eterna si uno aceptaba a la Reina madre del oeste en su corazón. Los seguidores llevaban talismanes que la representaban colgados del cuello y textos de la historia. Ebrey escribe: «Este movimiento fue el primer movimiento milenarista mesiánico registrado en la historia china. Coincidió con profecías que presagiaban el fin de la dinastía (73)».
En esta época de incertidumbre, el pueblo se aferró a un mito que defendía importantes valores del pasado; en este caso, ese valor era la permanencia: la dinastía Han podía caer pero, a través de la fe en la Reina madre de occidente, el individuo podía seguir viviendo eternamente. Los textos sobre ella, que parecen haber sido muy populares y haber circulado ampliamente, se escribieron principalmente a mano durante la dinastía Han y posteriormente. Sin embargo, durante la Dinastía Tang se popularizó un proceso que haría los textos escritos aún más accesibles a la gente y ayudaría a preservar el patrimonio cultural del país.
Xilografía y libros
Los chinos producían poesía, literatura, teatro, historias, ensayos personales y todo tipo de escritos imaginables, todos ellos hechos a mano y luego copiados. La creación de la xilografía, que se generalizó durante la dinastía Tang bajo el segundo emperador Taizong (que reinó del 626 al 649 d.C.), puso los libros al alcance de la gente. Antes de la invención de la xilografía, cualquier texto tenía que copiarse a mano, un proceso llevaba mucho tiempo y que hacía que las copias fueran muy caras. La xilografía, por el otro lado, era un tipo de imprenta que permitía copiar un texto de forma rápida y sencilla tallando los caracteres en relieve sobre bloques de madera que luego se entintaban y prensaban en papel.
Este método permitía a los escritores llegar a un público más amplio que antes. Aunque la tecnología de la xilografía se conocía desde la dinastía Qin, no se había utilizado en gran medida. Durante la dinastía Tang, poetas como el gran Wang Wei (701-761 d.C.) fueron leídos y apreciados por personas que nunca antes habrían oído hablar de su obra. El académico Harold M. Tanner escribe: «Wang Wei no era solamente un poeta, sino también un pintor consumado. Algunos decían que sus pinturas entraban en su poesía y que sus poemas estaban impregnados de las imágenes de sus pinturas (189)». La mayoría de los poetas eran también pintores y los contemporáneos de Wang Wei crearon sus propias obras maestras, iguales o superiores a las suyas.
En el pasado, los poetas como Wang Wei eran leídos solamente por la élite que podía permitirse los libros pero, después de que la impresión xilográfica se hiciera más común, cualquiera con un poco de renta disponible podía comprar un libro, y los que no tenían dinero podían encontrar libros en la biblioteca. Esta práctica condujo a un espectacular aumento de la alfabetización en China e hizo que autores, ensayistas, historiadores, científicos, profesionales de la medicina, poetas, filósofos y todo tipo de escritores descubrieron que podían llegar a públicos cada vez más amplios con sus obras.
Obras literarias
Las obras literarias chinas son demasiado numerosas para enumerarlas aquí, pues abarcan unos 2000 años, pero entre las más influyentes están las de la dinastía Tang. El mayor poeta de la Dinastía Tang es Li Po (también conocido como Li Bai, 701-762 d.C.), cuya obra fue tan popular en su época que se consideró una de las Tres Maravillas del Mundo (junto con la habilidad de Pei Min con la espada y la bella caligrafía de Zhang Xu). Gracias al proceso de impresión en madera, su obra se distribuyó ampliamente por toda China y más de 1000 de sus poemas han sobrevivido hasta nuestros días.
Su amigo íntimo, Du Fu (también conocido como Tu Fu, 712-770 d.C.) fue igualmente popular, y ambos están considerados como los poetas más importantes de la dinastía Tang, seguidos de Bai Juyi (también conocido como Bo Juyi, 772-846 d.C.). El poema de Bai Juyi «Canción del dolor eterno» es una versión romántica de la trágica historia de amor entre el emperador Xuanzong (que reinó del 712 al 756 d.C.) y la dama Yang. Se hizo tan popular que entró en el plan de estudios de las escuelas públicas y los estudiantes tenían que memorizarlo en parte o en su totalidad para aprobar los exámenes. En la actualidad, este poema sigue siendo lectura obligatoria en las escuelas chinas.
Las obras más antiguas de filósofos como Confucio, Mo Ti, Mencio, Lao-Tzu, Teng Shih y otros de las Cien escuelas de pensamiento también estuvieron ampliamente disponibles a partir de la dinastía Tang. Los más importantes de estos escritos filosóficos, en lo que a la cultura china se refiere, son los textos conocidos como Los Cinco Clásicos y Los Cuatro Libros (I-Ching, El Clásico de Poesía, El Libro de los Ritos, El Clásico de Historia, Los Anales de Primavera y Otoño, Las Analectas de Confucio, Las Obras de Mencio, La Doctrina de la medianía y El Gran Saber). Aunque estas obras no son «literatura» en un sentido artístico, fueron fundamentales para la educación china y siguen siendo tan importantes en la China actual como lo fueron en el pasado.
Estas nueve obras proporcionaban un estándar cultural que se esperaba que la gente cumpliera si quería trabajar para el gobierno, y garantizaban que un candidato estuviera alfabetizado y cualificado como miembro de la élite. En el plano estético, sin embargo, se consideraban enriquecedoras para la persona y se leían con fines de superación personal y simple disfrute. Los filósofos y poetas de China crearon muchas obras artísticas importantes, que aún hoy se admiran y que contribuyeron y complementaron las obras de prosa literaria que también se produjeron.
El mayor maestro de la prosa de los Tang fue Han Yu (768-824 d.C.), considerado «el Shakespeare de China», cuyo estilo influyó en todos los escritores que vinieron después. Han Yu es conocido como un ensayista que defendía los valores confucianos, por lo que también goza de gran prestigio como escritor filosófico. Shen Kuo (1031-1095 d.C.) fue un polímata de la dinastía Sung (960-1234 d.C.), cuyos escritos sobre temas científicos fueron muy influyentes. Entre los siglos XIV y XVIII, la ficción literaria alcanzó su apogeo con las cuatro grandes novelas clásicas de China: Romance de los Tres Reinos de Luo Guanzhong (1280-1360 d.C.), Bandidos del pantano de Shi Nai'an (1296-1372 d.C.), Viaje al Oeste de Wu Cheng'en (1500-1582 d.C.) y Sueño en el pabellón rojo de Cao Xueqin (1715-1764 d.C.). De estas cuatro, Sueño en el pabellón rojo está considerada la mayor obra maestra de la literatura china por su estilo, tema y alcance. Se publicó en 1791 y desde entonces ha sido un éxito de ventas en China.
Legado
Estas obras se leían en toda China y quienes no sabían leer las escuchaban. La escritura china fue adoptada por Japón, Corea y Vietnam, y se convirtió en la base de la escritura kitán (Mongolia), la escritura yurchen (de los manchúes) y la escritura yi de los indígenas de la provincia de Yunnan, que difiere de la escritura china tradicional. Las obras literarias chinas, junto con Los Cinco Clásicos y Los Cuatro Libros, se convirtieron en la base del desarrollo de todas estas escrituras, por lo que el pensamiento chino influyó significativamente en estas culturas. Libros como Sueño en el pabellón rojo o Romance de los Tres Reinos se hicieron tan populares en otras culturas como lo eran en China e influyeron en los temas de las obras literarias de esas culturas.
El académico Harold M. Tanner escribe cómo, a través de la literatura china, especialmente la poesía, se nos invita a entrar en el mundo del escritor y experimentar la vida directamente cuando «leemos sus descripciones del hogar y la familia, los paisajes, los palacios y la guerra, y cuando hablan en nombre de los pobres y los oprimidos (187)». Las antiguas obras literarias chinas son tan conmovedoras e impresionantes hoy como cuando fueron escritas porque, como cualquier gran literatura, nos dicen lo que necesitamos saber sobre nosotros mismos y el mundo en que vivimos. A través de sus obras, los grandes maestros chinos escribieron sobre sus experiencias personales en la vida y, al hacerlo, dieron expresión a toda la experiencia humana.