Cartas a los muertos en el Antiguo Egipto

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Joshua J. Mark
por , traducido por Rosa Baranda
Publicado el 02 junio 2017
Disponible en otros idiomas: inglés, árabe, bosnio, polaco, serbio
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La cuestión de lo que ocurre tras la muerte es una que se han planteado las religiones y filosofías de todo el mundo a lo largo de la historia, y el Antiguo Egipto es famoso por la respuesta que da a los misterios del más allá. Sus tumbas monumentales y sus templos son muy conocidos, pero una práctica mucho más desconocida son las cartas a los muertos.

En el libro de Lucas de la Biblia se cuenta la historia de Lázaro y el hombre rico, en la que un hombre rico y el pordiosero más pobre mueren el mismo día. El pordiosero, Lázaro, llega al paraíso mientras que el hombre rico se ve atormentado. Mira hacia arriba y ve al padre Abraham con Lázaro junto a él y pregunta si Lázaro le puede traer agua, pero se lo niegan; hay un gran abismo impenetrable entre los que están en el cielo y los que están en el infierno, y nadie puede cruzarlo.

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El hombre rico le pregunta a Abraham si puede enviar a Lázaro de vuelta al mundo de los vivos para avisar a su familia, porque dice que tiene cinco hermanos que llevan la misma vida indulgente que llevó él y no quiere que sufran el mismo destino. Cuando Abraham le contesta, le dice que "Tienen a Moisés y los profetas; deja que los escuchen", y el rico le responde que sus hermanos no van a escuchar las escrituras, pero si alguien regresara del más allá, sin duda lo escucharían. Después Abraham dice que "si no escuchan a Moisés y los profetas entonces no se convencerán incluso si alguien regresa de entre los muertos" (Lucas, 16:19-31).

Esta historia se ha interpretado de muchas maneras diferentes a lo largo de los siglos para demostrar varias ideas teológicas, pero el tema es intemporal: ¿qué ocurre después de la muerte? El rico pensaba que estaba llevando una buena vida, pero se encuentra en la peor de las situaciones en el más allá mientras que Lázaro, que sufrió en vida, recibe una recompensa en el cielo. La petición del rico de enviar a Lázaro de vuelta a la tierra parece razonable porque si alguien regresa del más allá y explica lo que vio, sin duda la gente le escucharía y viviría su vida de manera diferente. Sin embargo, Abraham se niega.

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La respuesta de Abraham, por muy decepcionante que le pueda parecer al hombre rico, es una valoración acertada de la situación. Hoy en día, las historias sobre experiencias cercanas a la muerte se aceptan entre los que creen en ese tipo de más allá, mientras que los que no lo creen las niegan. Incluso si alguien pudiera regresar de entre los muertos, si alguien no puede aceptar esa clase de realidad, no se creerá la historia, y por lo tanto tampoco aceptará las historias antiguas sobre el mismo tipo de acontecimiento.

Letter to the Dead
Carta a los muertos
The Trustees of the British Museum (Copyright)

Sin embargo, en el Antiguo Egipto la otra vida era una certeza a lo largo de la mayor parte de la historia de esta civilización. Cuando alguien moría, su alma viajaba a otro plano de existencia, dejaba atrás el cuerpo, y esperaba que los dioses lo justificaran y pudiera vivir eternamente en el paraíso. No había ninguna duda de la existencia del más allá, excepto durante la época del Imperio medio (2040-1782 a.C.), e incluso entonces la literatura que expresa cierto cinismo sobre la otra vida se podría interpretar como una herramienta literaria tan fácilmente como un desafío religioso serio. El alma de los seres queridos no dejaba de existir tras la muerte, ni había ningún peligro de llevarse una sorpresa tras la muerte como le ocurre al rico de la historia de Lucas.

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Hay una excepción en la obra ficticia del Egipto de la época romana (30 - 646 d.C.) conocida como Setna II que probablemente sea la base de la historia de Lucas. En la primera parte de Setna II, Si-Osire conduce a su padre Setna al inframundo y le muestra cómo puede ser la otra vida para un pobre y un rico. Al contrario de lo que se entiende en Setna de que el rico sería más feliz que el pobre, el rico sufre en el inframundo y el pobre se eleva. Si-Osire lleva a su padre a la otra vida para corregir el malentendido, y el viaje ilustra la cercanía que los antiguos egipcios sentían por la otra vida. Los muertos seguían viviendo y, si alguien quería se podía comunicar con ellos. Este contacto hoy en día se conoce como las "cartas a los muertos".

El más allá egipcio y los muertos

Se creía que, una vez que alguien moría y se llevaban a cabo los rituales mortuorios adecuados, se pasaba al juicio ante Osiris y el tribunal, y si alguien había llevado una buena vida, se pasaba a la otra vida. A la pregunta "¿Qué es una vida buena?", se respondía recitando la Confesión negativa frente al tribunal de Osiris y el pesaje del corazón en la balanza contra la pluma de la verdad, pero incluso antes de la muerte la gente tenía una idea bastante clara de cómo le iría en el Salón de la Verdad.

Los egipcios no dependían de textos antiguos que les dieran instrucciones sobre el comportamiento moral, sino que seguían el principio de ma'at, la armonía y el equilibrio, que los animaba a vivir en paz con la tierra y sus vecinos. Sin duda, este principio se puede ver reflejado en las historias religiosas, personificado por la diosa del mismo nombre e invocado en obras escritas tales como himnos y textos médicos, pero era un concepto vivo por el que cada uno podía juzgar cómo de bien vivía su vida. No hacía falta que nadie regresara de entre los muertos con una advertencia. Las acciones llevadas a cabo en vida y sus consecuencias serían suficientes, o deberían serlo, para que la persona tuviera bastante claro lo que le esperaba en la otra vida.

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Papyrus of Ani
Papiro de Ani
Cesar Ojeda (CC BY-NC-ND)

Los difuntos considerados justos, ahora en el paraíso, podían hablar con los dioses y se los podía convencer de que intercedieran por alguien a la hora de recibir respuestas, predecir el futuro o defender a alguien de la injusticia. Los dioses habían creado un mundo de armonía, y todo lo que había que hacer para llegar al paraíso tras la muerte era llevar una vida digna de la eternidad. Si la gente se esforzaba cada día en crear la clase de vida que le gustaría vivir para siempre, fundada en el concepto de armonía y equilibrio, que incluía, por supuesto, la consideración y la amabilidad por los vecinos, entonces todos podían vivir tranquilos sabiendo que entrarían en el paraíso tras la muerte.

Aun así, había fuerzas sobrenaturales en el universo que podían causar problemas. Los demonios malignos, los dioses enfadados o los espíritus infelices o vengativos podían interferir en la salud y la felicidad de la gente en cualquier momento y por cualquier razón. No porque alguien tuviera el favor de un dios, como Thot, por ejemplo, en la vida y el trabajo, quería decir que hubiera ningún otro dios, como Set, por ejemplo, dispuesto a traerle penas. Además, también estaban las dificultades normales de la existencia que podían atormentar al alma y romper el equilibrio, tales como enfermedades, decepciones, desamor o la muerte de un ser querido. Cuando a alguien le sobrevenían estos problemas, u aquellos más misteriosos, había algo directo que se podía hacer al respecto: escribirles una carta a los muertos.

Historia y propósito

Las cartas a los muertos van desde el Imperio Antiguo (en torno a 2613 - 2181 a.C.) hasta el Periodo tardío del Antiguo Egipto (525-332 a.C.); básicamente toda la historia de Egipto. Cuando se construía una tumba, dependiendo de la riqueza y el estatus del difunto, también se construía una capilla de ofrendas para que el alma pudiera recibir comida y bebida todos los días. Las cartas a los muertos, que a menudo se escribían en un cuenco de ofrendas, se dejaban en estas capillas junto con la comida y la bebida y después el alma del difunto las leería. El egiptólogo David P. Silverman apunta que "sin embargo, en la mayoría de los casos la interacción entre vivos y muertos habría sido más informal, con plegarias habladas que no han dejado rastro" (142). Es por eso por lo que existen tan pocas de estas cartas hoy en día, pero aun así hay suficientes como para entender su propósito y su importancia.

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Estas cartas se escribían de la misma manera que se habrían escrito a las personas todavía vivas. Silverman lo explica:

Ya se escribieran en cuencos de arcilla, en lino o en papiro, estos documentos siguen la fórmula de las cartas comunes, con las direcciones del destinatario y el remitente y, dependiendo del tono de la carta, un saludo más o menos formal: "Un comunicado de Merirtyfy a Nebetiotef: ¿Qué tal estás? ¿Te están cuidando bien en el Occidente como tú quieres? (142)

El "occidente", por supuesto, es una referencia a la tierra de los muertos, que creían que se encontraba en esa dirección. A Osiris se lo conocía como "el Primero de los Occidentales" en su cargo como Señor de los muertos. Tal y como apuntan Silverman y otros, se esperaba recibir respuesta a estas cartas, ya que los encantamientos 148 y 190 del Libro egipcio de los Muertos le permitía al espíritu hacer saber a los vivos cómo le iba en la otra vida.

Egyptian God Osiris
El dios egipcio Osiris
A.K. (Copyright)

Una vez expresados los saludos y los cumplidos, el remitente abordaba el tema de la carta, que siempre era una petición de intercesión de algún tipo. A menudo, el emisor le recuerda al receptor de algún favor que le hizo en vida o la vida feliz que tuvieron juntos en la tierra. El egiptólogo Gay Robins cita uno de estos:

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Un hombre le recuerda en una carta a su mujer fallecida que se casó con ella "cuando era joven". Estaba contigo cuando realizaba toda clase de oficios. Estuve contigo y no me divorcié de ti. No le causé pena a tu corazón. Lo hice cuando era joven y cuando llevaba a cabo toda clase de tareas para el faraón, la vida, la prosperidad, la salud, sin divorciarme de ti, mientras decía "Siempre ha estado conmigo, ¡eso decía yo!" Es decir, a medida que los hombres ascendían la escalera burocrática, probablemente no era extraño que se divorciaran de las esposas de su juventud y se volvieran a casar con una mujer más apropiada y ventajosa para su nuevo cargo, más elevado. (63-64)

Este marido le recuerda a su esposa que fue fiel y leal antes de pedirle ayuda con su problema. La egiptóloga Rosalie David destaca que "las peticiones encontradas en las cartas son variadas: algunas pedían ayuda contra enemigos vivos o muertos, especialmente en disputas familiares; otras pedían ayuda legal para respaldar a un solicitante que tenía que presentarse frente al tribunal divino el en Día del juicio, y algunas otras pedían beneficios o bendiciones especiales" (282). Sin embargo, las peticiones más comunes tenían que ver con la fertilidad y los nacimientos, que normalmente tenían que ver con los embarazos y los niños sanos, normalmente un varón.

Cartas y respuestas de los muertos

Un escritor podía recibir respuesta de los muertos de varias maneras. Puede que recibiera al difunto en un sueño, que recibiera un mensaje o "señal" a lo largo del día, podía consultar con un vidente o encontrarse de repente con el problema resuelto. Al fin y al cabo, los muertos estaban en compañía de los dioses, se sabía que los dioses existían y que solo querían lo mejor para los seres humanos- No había motivos para dudar de que se hubieran oído las peticiones ni de que llegara la respuesta.

Osiris era el señor de la justicia, por lo que tenía sentido que un alma en su presencia tuviera mayor influencia que una que estuviera todavía en el cuerpo. Aunque esto pudiera parecerle extraño o "arcaico" a ojos de un lector moderno, hay que recordar que siguen creyendo lo mismo hoy en día. Se sigue creyendo que las almas de los difuntos, especialmente las de los considerados santos, tienen más influencia con lo divino. Silverman comenta:

En todos los casos se urge al fallecido a actuar por parte del escritor, a menudo contra espíritus malignos que han afligido al emisor y a su familia. Estas peticiones a menudo hablan de la corte del inframundo y del papel del fallecido en la misma: "debes instar el pleito con él ya que tienes testigos a mano en la misma ciudad de los muertos". Este principio se presenta de manera sutil en un cuenco en el Louvre de París: "Igual que fuiste alguien excelente en la tierra, también tienes buena reputación en la necrópolis". A pesar del aspecto de estilo legal, las cartas nunca son formulaciones, sino que varían en contenido y largura. (142)

Claramente, escribirle a alguien en la otra vida era lo mismo que escribirle a alguien en cualquier otra ciudad de la tierra. No hay prácticamente ninguna diferencia entre ambos tipos de correspondencia. Una carta escrita en el siglo II d.C. de una mujer joven llamada Sarapias a su padre sigue más o menos el mismo modelo:

Sarapias a Ammonios, su padre y señor, saludos. Rezo constantemente para que estés bien y ejerzo el respeto en tu nombre frente a Filotera. Me marché de Myos Hormos poco después de dar a luz. No me he llevado nada de Myos Hornos... Mándame una copa de vino y una almohada pequeñas para tu hija. (Bagnall y Cribiore, 166)

LA GENTE ESCRIBÍA A LOS MUERTOS DE LA MISMA MANERA QUE ESCRIBÍA A UNA PERSONA QUE TODAVÍA ESTUVIERA VIVA.

La única diferencia entre esta carta y otra escrita por un hijo a su madre difunta (en torno al Primer período intermedio, de 2181-2040 a.C.) es que Sarapias pide objetos materiales mientras que este hijo pide intervención espiritual. El hijo empieza la carta con un saludo similar y después, igual que Sarapias explica que necesita que le envíen una copa y una almohada, él pide ayuda. También le recuerda a su madre lo buen hijo que fue mientras estaba viva, escribiendo que "Le dijiste esto a tu hijo: 'Tráeme codornices para comer', y tu hijo te las trajo, siete codornices, y te las comiste" (Robins, 107). Las cartas como esta le dejan claro al difunto que el escritor no ha "confundido el encantamiento" al llevar a cabo los rituales necesarios. Esto sería muy importante para asegurarse de que el alma del difunto seguía siendo recordada, de manera que pudiera seguir viva en la otra vida.

Una vez que el alma había leído la carta, el remitente no tenía más que esperar la respuesta. Si no había cometido ningún pecado y había realizado todos los rituales adecuadamente, recibiría algún tipo de respuesta positiva. Una vez hechas las peticiones, a menudo los remitentes prometían regalos a cambio y aseguraban que se portarían bien. Robin comenta lo siguiente al respecto:

En una carta a los muertos del Primer periodo intermedio, un marido le dice a su esposa: "No he estropeado el encantamiento frente a ti, además de hacer que tu nombre perdure en la tierra", y promete hacer más si le cura su enfermedad: "Te haré ofrendas cuando salga el sol y te construiré un altar". El hermano de la mujer también le pide su ayuda y le dice: "No he estropeado tu encantamiento; no me he llevado tus ofrendas". (173)

Como el finado mantenía su identidad personal en la otra vida, se le podía escribir usando los mismos detalles que habrían funcionado en vida. Si antes se conseguía lo que se quería mediante amenazas, entonces se usaban amenazas, tales como que, de no obtener lo que querían, dejaría de haber ofrendas en la tumba. Las ofrendas se hacían a los dioses en los santuarios y los templos regularmente, y los dioses obviamente oían y respondían a las plegarias, por lo que creían que los difuntos hacían lo mismo. El problema de tales amenazas era que, si alguien dejaba de llevar ofrendas, en vez de que se concedieran las peticiones, era más probable que se despertara la ira del espíritu. Al igual que los dioses, los muertos tampoco veían con buenos ojos a la gente quisquillosa que dejaba de hacer ofrendas.

Conclusión

Todas las culturas de la antigüedad tenían algún concepto de la vida tras la muerte, pero el de Egipto era el más amplio, y sin duda el más ideal. El egiptólogo Jan Assman destaca lo siguiente:

El prejuicio, muy extendido, de que la teología es un logro exclusivo de la religión bíblica, cuando no cristiana, no tiene fundamentos si tenemos en cuenta el Antiguo Egipto. De hecho, la teología egipcia es mucho más compleja que cualquier cosa que se pueda encontrar en la Biblia. (2)

Los egipcios no dejaban nada al azar, tal y como se puede apreciar en la evidente destreza técnica de los monumentos y templos que siguen existiendo hoy en día. Esta afirmación no es menos cierta cuando hablamos de la eternidad. Cada una de las acciones realizadas en vida tenía una consecuencia, no ya solo en el presente sino en la eternidad. La vida en la tierra no era más que una parte de un viaje sin fin, y el comportamiento de cada uno afectaba el futuro tanto a corto como a largo plazo. Cada uno podía saber lo que le esperaba tras la muerte sopesando sus acciones en vida según el estándar de existencia armoniosa egipcio y el ejemplo de los dioses y el mundo natural.

Egyptian Pottery Soul House
Casa de almas egipcia de cerámica
Osama Shukir Muhammed Amin (Copyright)

La versión egipcia de la historia de Lucas, aunque se parece, es notablemente distinta. El hombre rico de Setna II habría esperado un castigo en la otra vida por ignorar el principio del ma'at. Y el mendigo de la historia no habría esperado recibir una recompensa, ni se la habría merecido, sencillamente por haber sufrido. Al fin y al cabo, todo el mundo sufría en algún momento, y los dioses no le debían a nadie ningún reconocimiento especial por ello.

En Setna II, el rico y el pobre reciben su castigo y su recompensa de acuerdo con las acciones que han realizado en vida, ya fuera siguiendo el ma'at o contra él, y, aunque puede que los demás les hayan envidiado o compadecido, lo que les esperaba tras la muerte no habría sido una sorpresa. En la versión cristianizada del Setna II que aparece en el evangelio de Lucas, ni Lázaro ni el rico no tienen ni idea de lo que les espera en el más allá. De hecho, la versión de la historia de Lucas probablemente habría sido confusa para un egipcio porque, si tenía alguna pregunta o duda sobre lo que le esperaba tras la muerte, este no tenía más que escribir una carta y preguntar.

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Sobre el traductor

Rosa Baranda
Traductora de inglés y francés a español. Muy interesada en la historia, especialmente en la antigua Grecia y Egipto. Actualmente trabaja escribiendo subtítulos para clases en línea y traduciendo textos de historia y filosofía, entre otras cosas.

Sobre el autor

Joshua J. Mark
Joshua J. Mark no sólo es cofundador de World History Encyclopedia, sino también es su director de contenido. Anteriormente fue profesor en el Marist College (Nueva York), donde enseñó historia, filosofía, literatura y escritura. Ha viajado a muchos lugares y vivió en Grecia y en Alemania.

Cita este trabajo

Estilo APA

Mark, J. J. (2017, junio 02). Cartas a los muertos en el Antiguo Egipto [Letters to the Dead in Ancient Egypt]. (R. Baranda, Traductor). World History Encyclopedia. Recuperado de https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1051/cartas-a-los-muertos-en-el-antiguo-egipto/

Estilo Chicago

Mark, Joshua J.. "Cartas a los muertos en el Antiguo Egipto." Traducido por Rosa Baranda. World History Encyclopedia. Última modificación junio 02, 2017. https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1051/cartas-a-los-muertos-en-el-antiguo-egipto/.

Estilo MLA

Mark, Joshua J.. "Cartas a los muertos en el Antiguo Egipto." Traducido por Rosa Baranda. World History Encyclopedia. World History Encyclopedia, 02 jun 2017. Web. 31 oct 2024.

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